Entre madera

Con una desconocida en una tienda... aparece una sorpresa...

Entre madera 15-8-01

Allí estaba ella, esperando en la puerta de aquella tienda. Su melena pelirroja la descubrió enseguida entre toda aquella gente que entraba y salía. Yo estaba algo nerviosa. La primera impresión que tuve de ella el día anterior me gustó, me inquietó. Andaba con paso firme y decidida. Entonces me vio. Mi cuerpo se estremeció al ver de nuevo esos ojos verdes, tan transparentes. Su sonrisa provocó una sonrisa en mis labios. Enseguida llegué donde estaba ella. Me explicó que la tienda era de un primo, y se la prestaba durante toda la noche.

Me lo presentó y nos caímos bien. Dijo que no había ningún problema. Poco a poco se hacía de noche y quedaba menos gente, hasta que lo último que vimos fue su primo despedirse con una sonrisa. Las persianas estaban bajadas, así que encendimos dos lamparillas de aceite que habían sobre la mesilla expuesta en el escaparate. Mi corazón latía a mil por hora. Podía sentir el suyo. Aquel día era especial, no me vestí de cualquier forma. Llevaba la falda negra hasta la rodilla y la camiseta de tirantes del mismo color. Ella se había puesto unos pantalones rojos y una blusa parecida a la de ayer, pero de color blanco. Cada mirada que nos intercambiábamos era más picante que la anterior.

No cabía más frenesí en nuestro interior, así que, igual que dos imanes, nos abrazamos para sentir el calor que recorría por nuestras venas. Estuvimos unos segundos, simplemente, sintiendo. Inmediatamente después, nos fundimos en el beso más apasionado y enérgico que nunca hubiera dado a un hombre. Su lengua húmeda, jugando con la mía dentro de nuestras bocas... Mis manos estaban sobre sus hombros, a diferencia de las suyas, que fueron bajando lentamente por mi cintura hasta mis nalgas, que las acarició suavemente al principio, para estrujarlas después con fuerza, acercándome a su cuerpo.

Nuestra respiración aumentaba cada vez más. Me llevó hacia la pared y me atrapó en ella. Se separó un poco de mí y empezó a acariciarme loa antebrazos. Luego se deslizó por mi cintura y fue subiendo lentamente por mi costado hasta que llegó a mi pecho. Primero los dibujó suavemente con los dedos y después los atrapó con las manos masajeándolos despacio. Volvimos a besarnos y a pronunciar palabras de deseo en medio de gemidos y susurros. No dejaba de acariciar mis pechos en ningún momento.

Después deslizó las manos de nuevo hasta mi cintura y cogió el borde de la camiseta. Muy lentamente la fue subiendo por mi cuerpo hasta que me cubrió la cara y no pude ver nada. Sólo sé que mis pechos quedaron descubiertos para su sorpresa y aquello le excitó más aún. Me quedé con los brazos alzados y la cara cubierta un buen tiempo, mientras ella se dedicó simplemente a observar el tesoro que tenía frente a sus ojos. Aquella espera inquietante produjo varios escalofríos de placer en mi cuerpo.

Al final, me quitó del todo la camiseta y nos pudimos mirar a los ojos de nuevo. El placer se desbordaba en nuestra mirada. Sus ojos bajaron directamente a mis pezones y sólo con eso, consiguió endurecerlos. Acercó de nuevo los dedos y acarició el pecho poco a poco, sin dejar ningún rincón. Esos dedos mágicos llegaron a los pezones y empezaron a rozarlos fuertemente, consiguiendo endurecerlos más aún. Cuando ya no cabía más frenesí en mí, acercó su boca sedienta y se hundió en mi pezón llenándolo de humedad y deseo. Su lengua daba vueltas y vueltas alrededor del pezón y mi placer aumentaba sin cesar.

Luego absorbió sus propias gotas de saliva y continuó como si quisiera tragarse el pezón. Mientras, el otro disfrutaba con las caricias y los pellizcos de sus dedos que me hacían gemir sin parar. De repente, la cogí por los hombros y la separé de mí. La empujé a un armario que había cerca y la apoyé en él. La cogí por las muñecas y le alcé los brazos indicándole con la mirada que los mantuviera así. Lentamente, mis dedos bajaron por sus brazos hasta que, a la altura de los hombros, me acerqué a ella y volví a besarla. Me separé de nuevo y mis dedos continuaron bajando. Entonces me quedé unos segundos observando su blusa ajustada, que marcaba unos pechos exuberantes. Deslicé mis manos hacia ellos y los acaricié con la misma suavidad que ella antes a mí. Era la primera vez que acariciaba el pecho de una mujer, y aquello me resultó muy, muy excitante. Podía sentir su aliento, y sus gemidos aumentaban poco a poco. Acaricié sus pechos una y otra vez, y aumentaba el ritmo progresivamente. Entonces, me fui hacia el primer botón y lo desabroché muy despacio. Luego vino el segundo y después el tercero.

Entonces ya aparecieron a mi vista. Dos hermosas curvas que me hicieron perder la cabeza. Continué desabrochando botones hasta que llegué al último. Me sentía su dueña al saber que ella tenía los brazos alzados y podía hacer lo que quisiera con ella. A diferencia de mí, ella sí llevaba sujetador. Era blanco y de encaje. Le daba una forma muy sensual a sus pechos, que los juntaba y los alzaba más aún. Los acaricié por encima de la ropa y la volví a besar. Luego descubrí que el cierre estaba por delante, entre sus dos pechos, y dirigí mis dedos hacia él. Lo desabroché despacio, para que ella sintiera cada movimiento. Lo desplacé un poco hacia los lados para poder disfrutar yo también con la mirada.

Sus pezones apuntaban a mí, pero se resistían a ponerse duros sólo con la mirada. Así que con la yema de los dedos, fui acariciándolos y pellizcándolos hasta que se quedaron como piedras. Mi lengua recorrió su escote y la piel entre sus pechos, para luego lamérselo todo muy lentamente. Me dediqué de lleno en uno de sus pezones. Empecé a acariciarlo con la punta de la lengua y luego lo chupé haciéndolo sólo mío. Con las manos seguía estrujando sin parar sus pechos, que se movían al ritmo de su respiración entrecortada. Comía y comía todo el jugo de su pezón, mordisqueándolo suavemente. Me separé de ella y bajó los brazos. Entonces pude quitarle la blusa y a continuación el sujetador, que cayeron al suelo sin importarnos.

Enseguida nos volvimos a fundir en otro cálido abrazo, y podíamos sentir los pechos de la otra, con los pezones duros como piedras. Le desabroché el botón del pantalón y ella volvió a bajar por mis nalgas, acariciándolas. Entonces, poco a poco me subió un extremo de la falda y pude sentir su mano caliente en mi muslo, que fue subiendo despacio hasta alcanzar el culo. Allí se encontró con la otra mano, que había subido por el otro lado. Me acarició por encima de las bragas y sus dedos se perdieron por el hueco inferior.

Yo metí las manos por dentro de su pantalón arañando con suavidad su piel. Volvimos a separarnos y me tiró de espaldas a una cama que teníamos detrás. El cartel donde estaba anunciado el precio cayó al suelo del impacto. Ella anduvo hacia mí y subió a la cama. Abrió las piernas y se colocó encima de mí. Se llevó las manos a su pantalón y sacó de su pubis dos pañuelos blancos de seda. Con el primero me ató las manos a las barras de hierro del cabezal, y con el segundo, lo ató a mis ojos, de forma que no pude ver nada. Lo último que vi fueron sus pezones, que no perdían su dureza en ningún momento.

Totalmente inmovilizada y con los ojos vendados, me sentí ahora su esclava. Mi cuerpo era su cuerpo, mi alma era su alma. Lo primero que sentí fue su lengua comerse de nuevo mis pezones, que no habían perdido su dureza y, a continuación, pellizcó con los dedos toda la superficie y mi cuerpo estalló en mil pedacitos. Lentamente bajó por mi vientre hasta llegar a los botones, que los desabrochó con la boca. Cogió el extremo de la tela y la fue bajando por mis piernas hasta quitármela del todo. Acarició dulcemente mis muslos y la parte interna, que me excitó por completo. Con una mano en cada rodilla, me abrió las piernas y se metió dentro. Suavemente acariciaba mi vientre, y poco a poco bajó hasta mi pubis que ya desprendía su aroma sensual. Me cogió de las bragas y me las arrancó de repente, sacándomelas por las piernas. Se quedó acostada boca abajo y hundió su lengua húmeda y juguetona en mi sexo, para tragarse todo su jugo.

Después levantó la cabeza y con los dedos me separó los labios. Con una mano los sujetó abiertos y con la otra empezó a acariciar mi clítoris húmedo y caliente. Yo me retorcía de placer y me agarraba fuertemente a los barrotes de la cama. Ella seguía acariciando más y más mi clítoris. Pringó un poco sus dedos centímetros más abajo y continuó acariciándome. Luego cogió de nuevo los labios con las dos manos y los abrió más aún. Entonces volvió a chuparme todo el coño de arriba abajo a la vez que tragaba y tragaba. Sus cabellos me hacían cosquillas por todas partes. Mi éxtasis aumentaba sin parar.

Su dedo volvió a rozarme y fue bajando lentamente. Llegó a la entrada de mi coño húmedo y caliente. Después de acariciarlo un poco, se hizo un hueco entre la piel y lo metió hasta el fondo. Solté un gemido muy fuerte que apreció enseguida y me sacó de golpe el dedo. De nuevo lo volvió a meter y otra vez a sacar, y una vez detrás de otra y cada vez más rápido y más rápido y más rápido mientras yo gritaba de placer infinito. Estuvo varios minutos seguidos sin parar de meterme el dedo y sacármelo del coño. Yo me resistía para correrme lo más tarde posible. Entonces se dio cuenta y me sacó el dedo. Continuó acariciando mi sexo hasta que noté de nuevo su lengua recorrerlo sin detenerse. Me había llegado el momento, y ella lo hizo inolvidable. Empezó a chupármelo todo de nuevo y a comerse mi clítoris.

El placer se apoderó de mí y estallé en un orgasmo desconocido en el que grité con todo mi aliento. Ella continuaba allí, tragándoselo todo mientras yo me moría de placer y mi cuerpo se contraía y relajaba una y otra vez. Parecía que aquello no iba a terminar nunca y que yo me correría por el resto de la eternidad en su boca, que no se cansaba de tragar y tragar. Pero poco a poco me fui calmando y ella se quedó allí, absorbiendo todo mi jugo hasta que volví a la normalidad. De todas formas continuó allí unos minutos más, sobre mi coño, que cada vez era más sensible a sus movimientos. Conseguí soltarme las manos y me quité la venda de los ojos.

Le acaricié el pelo y después me acaricié a mí misma los pechos, apretando los pezones para prolongar su estado. Subió hasta mi boca y nos besamos otra vez. Aún podía percibir en ella el sabor de mi propio sexo, que tanto nos había excitado. Nos dimos la vuelta y ahora era yo la que estaba encima. En vez de quedarse acostada, se levantó y volvió a engancharse a mis pechos. Con las manos me apretaba más y más las nalgas y con su boca mordía mis pezones. La cogí de los hombros y la tumbé en la cama. Entonces me hundí yo en su pecho. Empecé a chupárselo todo de nuevo y a apretar con fuerza sobre sus pezones. Ella gemía cada vez más. Mientras, con las manos le iba bajando la cremallera del pantalón. Me incorporé y se lo quité tirándolo al suelo.

Acaricié sus caderas y su vientre hasta regresar a sus pechos, aún húmedos de mi boca. Entonces se incorporó un poco y se quedó semi-sentada, apoyada en el almohadón. Me acerqué a su boca y nos besamos otra vez. Entonces, como yo estaba sentada con las piernas abiertas sobre su pubis, al doblarme, noté que mi coño se abría un poco y decidí quedarme así para excitarme de nuevo y poder seguir toda la noche. Gateé un poco hacia detrás y mi coño se estremeció de placer.

Fui besando sus pechos, bajé por su vientre, hasta que llegué a su pubis, cálido y misterioso. Le cogí por las bragas y se las fui bajando lentamente hasta quitárselas del todo y dejarlas por ahí. Le abrí las piernas y su coñito apareció fresco ante mis ojos. Nos miramos durante unos segundos y nos excitamos más aún. Yo seguía a cuatro patas, entre sus piernas, y bajé el cuerpo hasta sentir el aroma de su sexo. Me apoyé en los codos y utilicé mis manos para acariciarle el pubis. Con los dedos le separé los labios y soplé suavemente dentro de ellos. Sintió un escalofrío que le hizo gemir más fuerte. Saqué la lengua y le lamí todo el clítoris de abajo arriba, saboreando cada rincón. Ella se estremecía más y más con cada lametón. Entonces acerqué mi boca y empecé a besarlo todo. Chupé y chupé su clítoris comiéndome todo su jugo. Bajé hacia su coño y le chupé alrededor, metiéndole unos milímetros mi lengua.

Me separé un poco y acerqué dos dedos. Empecé a frotarle de arriba abajo, cada vez más fuerte, y de vez en cuando la miraba directamente. Sus ojos ardían de placer al igual que los míos. Gemía y gemía sin parar. Yo me excitaba de nuevo moviendo ligeramente mi pelvis para que mi coño se abriera y se cerrara. Seguía frotándole el clítoris y de nuevo acerqué mi boca, volviendo a comérmelo todo. Pero entonces me dijo que parara, que esperase un minuto. Me incorporé un poco, de todas formas, estaba totalmente con las piernas abiertas, al igual que mi coño. Ella seguía semi-tumbada, con las piernas abiertas igualmente y su coño calentito llamándome a gritos. Me dijo que había oído un ruido y al rato lo oí yo también. Venía de la puerta trasera, dentro del pasillo de atrás. Nos quedamos quietas. Lo primero que vimos fue una sombra oscura que se acercaba a nosotras. Con la luz, poco a poco descubrimos que era el cuerpo de un hombre.

Cuando la luz le llegó a la cara, descubrí ¡que era su primo! Nos quedamos paralizadas, sin poder decir o hacer nada. No nos dijo nada, sólo nos miró y susurró que nos tranquilizásemos, que no pasaba nada. Se acercó más a nosotras y se sentó cerca, en un sillón que había al lado, sin dejar de mirarnos. Llevaba unos pantalones ajustados y una camiseta de manga corta.

Empezó a desabrocharse el pantalón y se metió la mano. Siguió acariciándose y nos dijo que no pasaba nada, que continuásemos con lo que estábamos haciendo. Me quedé mirándola a ella y me sonrió ligeramente. Entendí su gesto y miré de nuevo su coño. Me agaché otra vez y sentí que mi coño se volvía a abrir. Le cogí los labios, se los separé y volví a meterle la lengua. Seguía chupando y comiéndome su clítoris, que aún seguía muy húmedo.

De reojo miré hacia el sillón y vi que no apartaba sus ojos de nosotras en ningún momento. Se bajó un poco los pantalones, se abrió la ropa interior y continuó acariciándose. Entonces vi cómo se sacaba la polla y empezaba a tocársela. Yo seguía chupándole el coño, mientras que ella no dejaba de gemir y también le miraba a él. Me separé un poco y volví a acercar los dedos. Le acaricié un poco el clítoris y bajé hasta la entrada de su coño. Se lo froté más y más... Le miré a él y cada vez se excitaba más viéndonos a nosotras. Movía su mano arriba y abajo con rapidez y fuertemente. Su polla se estaba endureciendo muy rápido. Después de acariciarle un poco el coño, le abrí bien los labios y le metí todo el dedo. Dio un grito de placer y se lo fui sacando muy lentamente. Volví a metérselo con fuerza y gritó de nuevo. Se lo saqué de nuevo y otra vez se lo metí. Empecé a sacarlo y a meterlo cada vez más rápido, sin parar, ella gemía y gemía y él se excitaba más. Entonces se levantó del sillón y se bajó los pantalones, luego se quitó la ropa interior y después se quitó la camiseta.

Hay que reconocerlo, tenía una polla enorme y bien dura. Yo seguía metiéndole y sacándole mi dedo con fuerza. Él se acercó a nosotras y fue hacia ella. Se agachó a su pecho y le mordió los pezones, a la vez que ella le cogía la polla con una mano. Volvió a incorporarse y se acercó a su boca. Entonces ella empezó a chuparle la polla y a acariciarla con la mano, cada vez más y más fuerte. En eso, se separó un poco de él y me dijo que le metiera dos dedos. Continuó comiéndosela y yo me agaché un poco para tragarme lo que había sacado y para abrirle un poco más el coño. Lo sujeté fuerte con una mano y acerqué dos dedos de la otra.

Le acaricié suavemente y poco a poco fui metiendo los dos dedos. Ella gemía mucho más fuerte y le apretaba más aún a él. Cuando ya se los había metido hasta el fondo, los saqué con la misma suavidad que antes y continuó gimiendo. Volví a metérselos y de nuevo se los saqué, y una y otra vez, dentro y fuera, y cada vez más rápido... Ella gritaba y gritaba más y más fuerte... La polla de él seguía poniéndose dura sin parar. Entonces él se separó de ella y fue hacia la oficina, para buscar algo. Ella me dijo que parase, que me abriera un poco más las piernas para que mi coño estuviera más abierto.

Me chupé los dedos y ella tembló. Entonces bajé de nuevo a su coño y se lo comí un poco, tragando parte de su jugo para relajarla. Me dijo que me incorporara, que anduviera un poco a gatas y que acercara mi coño a su boca. Me puse encima de su cara y ella me acercó a su lengua. De nuevo la sentí chupando mi clítoris y comiéndoselo todo.

Empecé a gemir y me cogí a los barrotes. Tragaba y tragaba sin parar. Entonces él volvió y traía algo en la mano. Ella me dijo que volviera donde estaba antes y de nuevo me quedé a sus pies, con las piernas abiertas y el coño húmedo otra vez. Él le dio lo que llevaba en la mano a ella y pude ver que era una polla de goma. Él se acercó a mí y me besó. Luego me acarició los pechos y se colocó detrás de mí. Se sentó en la cama y me cogió con las manos por el culo. Ella tenía la polla de goma entre las manos y la fue acercando a su coño. Le ayudé a metérsela y ella sola empezó a sacársela y metérsela con fuerza y muy rápido.

Gemía sin parar. Yo apoyé las manos al lado de sus caderas y él acercó su boca a mi coño. Noté su lengua varonil comiéndoselo todo y chupando mi clítoris. También noté sus dedos acariciándome cada rincón. Ella se metía y sacaba la polla cada vez más rápido delante de mis ojos y eso me excitaba. Él acercó sus dedos a mi coño y me los metió de golpe hasta dentro. Di un grito con todas mis fuerzas y él siguió metiendo y sacando sus dedos sin parar. Cada vez aumentaba el ritmo y el placer en mi interior. Entonces, sacó los dedos y me chupó un poco lo que había sacado. Se puso de rodillas detrás de mí y noté su polla acariciando mis nalgas.

Me cogió de la cintura y me incorporó. Entonces me cogió los pechos desde detrás y empezó a estrujarlos y a pellizcarme los pezones con fuerza. Su polla, tan dura, me excitaba cada vez más. Volvió a empujarme hacia abajo y me cogió de la cadera. Luego con las manos me separó las nalgas, me abrió el coño, se cogió la polla, y me la metió hasta el final.

Mi cuerpo tembló intensamente y tuve ganas de morir. Notaba su polla dura como una piedra entrar y salir de mi coño sin parar y cada vez más rápido. Yo gemía y gemía cada vez más fuerte. Me la metía y luego me la sacaba, y una y otra vez, aumentaba la velocidad y no dejaba de metérmela y sacármela. Ella se incorporó un poco y acercó más su coño a mí. Seguía metiéndose la polla de goma. Entonces se la cogí con una mano y se cogió a los barrotes. Empecé a metérsela y sacársela con fuerza, mientras gritábamos las dos.

Él seguía follándome sin parar y cada vez que me la metía era mejor que la anterior. Su polla cada vez se ponía más dura y la notaba más dentro de mi coño. Mientras, la polla de goma entraba y salía con la misma fuerza de su coño. Se la metía y se la sacaba con todas mis fuerzas, y ella gritaba cada vez más. Seguí metiéndosela hasta que su cuerpo se estremecía y supe que estaba a punto de correrse. Entonces se la saqué y la dejé a un lado. Acerqué mi boca de nuevo y le comí el clítoris mientras ella se movía de placer y saltaba de la cama. Empecé a tragarme todo su coño y ella gritó más aún. Se lo chupé y comí todo, sin dejarme nada.

Cada vez gritaba más y se movía más. Le metí los dedos y empecé a meterlos y sacarlos con una rapidez increíble. Gritaba y gritaba y volví a chupárselo todo. Poco a poco fue quedándose quieta y yo me fui tragando todo su jugo, tranquilamente. Su polla no se cansaba y entraba y salía de mi coño sin parar. Estuvo un buen rato follándome con fuerza y mucha rapidez. Yo no dejaba de gritar porque al mínimo descanso que me tomaba, él me la metía con mucha más fuerza y me la sacaba muy rápido. Así que no tardé en correrme. Él lo notó y continuó metiéndomela más fuerte y más rápido. Me volvieron a entrar ganas de morirme de lo bien que me estaba follando.

Di un grito impresionante y él siguió metiéndomela. Gritaba y gritaba mientras mi coño se mojaba más aún y él me la metía con mas facilidad y rapidez. Poco a poco fui calmándome a pesar de que él continuaba follando. Mi coño seguía húmedo y él pudo continuar metiéndome y sacándome su polla un rato más. Entonces me la sacó de repente y me empujó para que cayese encima de ella. Nos besamos y enseguida él nos dijo que nos quitásemos de ahí. Salimos fuera y él se acostó boca arriba. La cogió a ella y se subió encima de él, abrió las piernas, y ayudándose de las manos, consiguió meterse su polla. Empezó a moverse y la polla entraba y salía de su coño aún húmedo. Entonces él me dijo que me acercara. Me subí a la cama y me abrí de piernas a la altura de su pecho, de cara a él. Me cogió las nalgas y me las apretó. Luego me cogió los pechos y me pellizcó los pezones sin parar. Me cogió de la cintura y me acercó a su boca, mientras ella continuaba follándoselo.

Puse mi coño justo encima de su cara y con la lengua me lo lamió todo. Empezó a tragarse lo que me había conseguido sacar su polla. Yo estaba sentada por encima de sus hombros, así que sus brazos quedaban detrás de mí. Me acariciaba y apretaba mis nalgas y luego subió las manos hasta que alcanzó de nuevo mis pechos. Los acarició y apretó sin parar, al tiempo que pellizcaba mis pezones. Su lengua hacía maravillas en mi coño. Chupaba y comía sin parar y no se cansaba. Ella cada vez se movía más y gritaba más fuerte. Creo que se corrió otra vez follándoselo sin parar. Cuando ya se calmó un poco y él me lo comió todo, me levanté y me di la vuelta, dándole a él la espalda y de cara a ella. Ella también se levantó y se echó un poco hacia detrás. Entre las dos le cogimos la polla y empezamos a movérsela sin parar.

Cada vez se la comía una y la otra le hacía una paja. Él gemía y gemía cada vez más. Se la apretábamos sin parar y cada vez más fuerte hasta que se corrió en nuestras bocas. Nos lo tragamos todo mientras él no dejaba de gemir. Cuando terminamos, se la acariciamos con suavidad para que se relajara más aún. Nos indicó que nos acercásemos a él y así lo hicimos.

Nos quedamos una a cada lado, tumbadas junto a él. Nos cogió del culo y metió los dedos hacia el coño, nos sujetó así de fuerte durante toda la noche, a pesar de que se quedó profundamente dormido. Nosotras nos acariciábamos el pecho la una a la otra y de vez en cuando acariciábamos su polla, que le causaba mucho placer ya que le oíamos gemir en sueños. Aquella noche dormí como nunca había dormido. Fue mi mejor experiencia hasta entonces, y tengo la esperanza de volver a repetirla...