Entre la espuma de las olas.

Tras mi primera experiencia en aquella estación, el verano se presentó de inmediato mucho más interesante. Tras un tiempo de reflexión asumí que aquella experiencia había despertado en mi, muchas cosas, cosas nuevas, deseos que no sabía que tenía, pensamientos explícitos que hacía que las noches de verano se me hicieran eternas, masturbarme nunca me resultó suficiente después de aquello.

Tras mi primera experiencia en aquella estación, el verano se presentó de inmediato mucho más interesante. Tras un tiempo de reflexión asumí que aquella experiencia había despertado en mi, muchas cosas, cosas nuevas, deseos que no sabía que tenía, pensamientos explícitos que hacía que las noches de verano se me hicieran eternas, masturbarme nunca me resultó suficiente después de aquello.

Bajaba a diario con mi familia a la playa, pero al atardecer siempre me quedaba un rato más en la orilla después de que ellos se fueran a casa. Estaba buscando sentir de nuevo ese miedo mezclado con el placer del sexo recién descubierto, me había vuelto mucho más directo, miraba a casi todos los hombres que por allí pasaban aunque muchos de ellos ni me gustaran. Mi obsesión se centró al cabo de unos días en un treintañero que llegaba a la playa cuando el sol caía, siempre hacía lo mismo, nadaba durante una media hora y luego esperaba a secarse tumbado sobre su toalla.

Me volví loco por aquel hombre, no estaba seguro de si era o no gay ya que no me devolvía casi nunca la mirada, pero esos brazos y esas piernas tan grandes y fuertes sacaban lo peor de mi, me empalmaba cada vez que aparecía, yo lo contemplaba desde mi toalla fijamente, hubo veces en las que noté que se sentía incómodo con mi presencia, pero yo no podía evitarlo, fantaseaba hasta correrme con poder bajarle el bañador.

El asunto seguía en mi cabeza cuando de repente dejó de aparecer por la playa durante 3 o 4 días, yo sin embargo seguía pensando en su pecho con mucho vello, su pelo negro y sus piernas, las mejores que haya visto nunca. Pasaron los días y el final de mis vacaciones en la playa se acercaba, el sol caía y yo me quedaba esperando volver a verlo. Una de esas últimas tardes volvía a mi casa cuando de repente me crucé con él, se dirigía a la playa y no sé si fueron mis ganas o sucedió realmente como lo recuerdo, pero sentí que su mirada me decía que volviera a la playa, que quería que lo observara de nuevo. Me paré en seco y sin pensarlo demasiado di media vuelta y me dirigí de nuevo a  aquella orilla, el me vio llegar, me dio mucha vergüenza, sabía que estaba volviendo por él, me había visto caminando en la dirección contraria y ahora estaba en aquella playa de nuevo. Esa vez fui más cauto, no me atrevía a mirarlo demasiado, me daba miedo su reacción, así que esperé a que se metiera al agua y fue entonces cuando lo vi de espaldas con aquel speedo que no había visto hasta entonces. Mi mirada subió por sus gemelos fuertes, pude ver por fin sus muslos tenía mucho vello negro como en el pecho, y de repente allí estaba su culo, este nuevo bañador se metía un poco entre sus nalgas y marcaba cada una de ellas, parecía tan duro, que era incluso mejor que lo que había podido intuir hasta ese momento.

El comenzó a nadar y yo no podía aguantar hasta llegar a casa, estaba tan empalmado que decidí correrme allí mismo, me metí en el agua, me bajé el bañador y comencé a masturbarme despacio, no quería que los pocos que quedaban en la orilla lo notaran. Me fui metiendo más y más en el mar y cada vez estaba más cerca de aquel hombre, nadaba algo lejos a mi alrededor. Pero de repente paró su braza en seco a unos cuantos metros de mi, me miró fijamente y comenzó a nadar de nuevo, venía hacia mi, me subí deprisa el bañador, me dio miedo cual podría ser su reacción quizás lo de aquella tarde había sido demasiado para él y quería advertírmelo, me quedé quieto como si nada, esperando a que llegara, cuando sacó su cabeza del agua, me miró y dijo:

-Creo que ya es suficiente, he visto lo que has hecho y no me gusta. Nos sé que quieres conseguir, pero conmigo te has equivocado.

Fue educado, claro y conciso, tanto que no pude evitar sentirme avergonzado y no supe que decir, entonces él siguió hablando.

-He visto como me miras cada vez que vengo y me haces sentir incómodo, eres demasiado joven para comportarte así y no quiero que te busques ningún problema, deberías cambiar tu actitud.

Entonces le paré y comencé mi disculpa, fui más sincero de lo que esperaba.

-Tiene razón, lo siento, me he pasado, supongo que he malinterpretado la situación, es evidente lo que he estado haciendo estos días y no volverá a pasar, le pido disculpas.

El empezó a nadar de nuevo de camino a la orilla, de repente volvió a parar miró hacia atrás y añadió:

-Sabes quizás no has malinterpretado la situación como dices, quizás es solo que yo no estoy preparado para algo así.

Lo entendí como un paso hacia adelante. Esperaba que yo le dijera algo, así que contesté:

-Se a lo que te refieres yo no hago esto tan a menudo como puedes haber llegado a pensar, simplemente me gustas y no he podido evitar comportarme así.

Se acercó un poco  y con un tono más calmado respondió:

-Si te soy sincero tú también me has llamado la atención, pero te juro que  es la primera vez que algo así me pasa por la cabeza, de echo estoy aquí de vacaciones con mi novia y otras dos parejas, a eso me refería con lo de que no estoy preparado.

Estaba claro, tenía miedo, casi tanto como yo, pero esperaba que yo tomara la iniciativa. Le dije que se acercara, nado hasta estar frente a mi y contesté:

-Entiendo lo que quieres decir, pero también sé que has parado de nadar y has vuelto hasta aquí, supongo que ambos esperamos que ahora pase algo.

Cogí su mano y con mi pie acaricié su paquete, el cogió mi pie y lo presionó aún más, ya la tenía dura, se notaba a la perfección. Se acercó tímido y me besó rápido, miraba hacía la orilla con temor de que alguien nos viera. Se bajó el bañador hasta la mitad de los muslos y llevo mi mano hacia su entrepierna, no decía nada solo me miraba fijamente esperando ver mi reacción, yo empecé a masturbarle, me acerqué más y comencé a tocar sus testículos, eran grandes, tenía mucho vello, mis manos que no son muy grandes, se llenaban con su miembro y él comenzaba a dejarse llevar. Me metía la mano en el bañador con muchas ganas, le gustaba mi culo, eso me decía mientras lo apretaba, yo estaba muy excitado, era demasiado bueno, era todo lo que puedes esperar del físico de un hombre y se había entregado sin problemas.

Me gustaba tanto que mientras escribo esto aún me estremezco, lo del hombre de aquella estación estuvo bien, pero esto era completamente diferente. Le pedí, casi suplicando que me metiera el dedo en el ano, alguna vez lo había intentado al masturbarme pero no me gustaba del todo hacérmelo a mi mismo, él lo hizo obediente, fue delicado para no hacerme mucho daño, pero tenía los dedos muy grandes y fue bastante doloroso, cuando por fin consiguió hacerlo le dije que no lo moviera que simplemente lo dejara ahí, él me dijo que me estaba sintiendo, que se iba a correr muy rápido, no me hizo caso comenzó a mover el dedo,  yo no pude evitar gemir muy bajo.

Estábamos muy cerca y las pocas personas que quedaban en la orilla notaron seguro lo que estaba pasando, pero eso dejó de importarnos. Me pasó algo que nunca antes me había pasado, me corrí sin siquiera tocarme, el tener su pene entre mis manos y su dedo dentro de mi moviéndose rápido fue suficiente, apreté el ano al correrme él lo notó se percató de lo que estaba pasando me miró y me dijo que mirara hacia abajo y entonces pasó al momento se corrió, el semen se mezcló con el agua de aquella playa y enseguida nos separamos.

Nos pusimos los bañadores y nos miramos con una sonrisa nerviosa, me dijo que le había gustado, yo le dejé claro que a mi también y tan pronto como acabé de hablar me dijo que tenía que irse, que pronto nos volveríamos a ver y se fue sin más. No sabía nada de él, nada que no tuviera que ver con su cuerpo y supe que probablemente no lo vería de nuevo, su miedo seguro le impediría volver a enfrentarse a algo así durante un tiempo. Esta era ya la segunda vez, el riesgo de lo desconocido se convirtió en mi peligrosa afición.