Entre la espada y la pared

No debimos hacerlo... Por culpa de aquél día, Laura nos descubrió.

Como recordarán, Sergio y yo tuvimos unos cuantos "roces" en el lavabo de casa de una amiga, durante la celebración del carnaval. Al salir de allí, Laura (una de las chicas que allí estaba) nos vio salir de la habitación y una sonrisa pícara se dibujó en su cara.

Pese a que no me dio buena espina su sonrisa, no hice el mínimo caso, pues después se comportaba como si nada hubiera sucedido. "Seguramente no se dio cuenta de nada" pensé. Que equivocado que estaba

Los días pasaron y volvimos al instituto con total normalidad. Mis encuentros con Sergio pasaron de ser esporádicos a diarios. Cada día, fuera donde fuera, nos encerrábamos y allí dejábamos volar nuestra imaginación. Habían dos lugares donde aún no lo habíamos hecho, ya que yo no quería: en mi casa, ya que siempre hay alguien dentro y el lavabo del centro donde estudiamos.

No quiero… no puedo dejar saber que me gustan los hombres. Juego en un equipo de fútbol y si alguien se entera de mi orientación sexual no me dejaran ducharme en el vestuario. Quizá es por eso que escribo relatos de lo que me sucede… para desahogarme.

A lo que íbamos: Sergio me seguía insistiendo de hacerlo, pero esta vez en un lugar público. Obviamente le dije que no, que estaba loco. ¿Cómo íbamos a hacerlo en plena calle, con tanta gente mirando?

Durante el recreo, nos fuimos ambos con nuestro grupo al parque que hay justo al lado. Casi éramos los mismos que en la fiesta de carnaval, exceptuando que en esta ocasión había dos chicos más. Yo me senté junto a Sergio y Laura se mantuvo de pie. La observé, durante largo rato, pues no hacía más que mirarnos y reír perversamente.

Muy incómodo por la situación, me puse el mp3 y pasé del tema. Ignoraba a todos y a todo. Tan solo me tumbé y puse mis piernas encima de Sergio y mi cabeza encima de las piernas de otra chica de las que nos acompañaba. Se estaba realmente cómodo

Tan cómodo se estaba que, cuando desperté, era casi la hora de volver a clase. Me guardé los cascos y seguí a mis compañeros. Sergio me retrasó un rato, con lo que nos quedemos los últimos del grupo. Lo miré interrogativo.

-¿Qué pasa? –Le pregunté, mirando a los de adelante. Faltaba alguien.

-Nada, solo quería hablar. Pero si estás así de borde… que te den. –Me espetó él, caminando algo más rápido y con cara de enfadado. Obviamente, corrí hasta él y le murmuré que me perdonara, que estaba tenso por culpa de alguien. –Es broma, gilipollas. –Me dijo él, con una sonrisa. Entonces me tocó el paquete.

Noté como se me subieron los colores y más aún, noté como el calor fundía mi cara. Laura nos adelantó, girándose para mirarnos y reír. ¡Lo había visto todo!

-Ahora sí que lo ha visto, Sergio… La has hecho buena, tío. Ahora se lo contará a todos. –Le gruño, aún sonrojado. El muy cabrón de Sergio solo atinó a encogerse de hombros. Que poco le importaba lo que pensaran de él. A veces me daba una envidia

Las siguientes tres horas de clase las pasé totalmente nervioso, golpeando todo el rato el suelo con la punta de mi pie. No atendí para nada en la clase. Incluso cuando me preguntaron los deberes, mantuve el silencio.

Finalmente, para mi desgracia llegó el fin de clase. Recogí rápidamente mis cosas y salí de allí. Había sido el primero. Con suerte, Laura saldría enseguida sin hablar con nadie y podría aclararlo con ella. Pero Laura no salió hasta un rato después. Y salió junto con unas chicas. Todas se rieron al verme. Me quedé de piedra, observando como se iban. Ninguna giró la cabeza. La humillación que en ese momento pasaba no era comparable al de ninguna otra vez. Pero, otra vez más, estaba equivocado. Podía humillarme más, aún. Lo comprobé ese mismo fin de semana.

Tras una larga semana de estudios, en la que no osé mirar a nadie a la cara, llegó el tan merecido "finde", donde podría olvidar a Laura, mi temor a que se enteraran, mi

-¡Mi madre! –Exclamo. No podían darme peor noticia por el móvil. Ahora querían celebrar vete-tú-a-saber-qué en casa de Sergio. Y obviamente, Laura estaría. –Vale, vale. Voy

Así pues, me dediqué durante un rato a arreglarme y poco después fui a casa de Sergio. Al entrar, todo estaba en silencio. Al llegar al salón pude ver al anfitrión y a Laura. Ambos hablaban algo en voz baja, que rápidamente callaron al verme.

Tragué saliva. Había intentado evitar a Laura todos estos días y ahora, justamente, estábamos solos Sergio, ella y yo.

-Va, entra y ponte cómodo. Laura dice que nos quiere decir algo, antes de que vengan los demás. –Dijo, poniendo énfasis en la palabra "demás".

Me quité la sudadera, los zapatos y miré a Laura con cierto recelo. Parecía muy contenta. Se levantó y cerró la puerta del salón. No aparté mi vista de ella.

-Dime… ¿Qué te parece mi ropa? ¿A que estoy mona?

-¿Desde cuando te importa la opinión de los otros? –La miré de arriba abajo. Iba vestida de un estilo que solo podía describirlo como sacado de Manga & anime: Una camiseta blanca, donde no se dejaba nada a la imaginación, una falda de color azul y unas medias, blancas también, que le llegaban hasta las rodillas.

-Dicen que los… -Tosió. –tienen mucho estilo con la ropa.

-¿Qué? Perdona, no te escuché.

-Vamos, vamos. Dejad de discutir ya. –Interrumpió Sergio, con una sonrisa nerviosa. –Laura tiene algo importante a decirnos. ¿Qué es?

Un escalofrío recorrió mi cuerpo. La sonrisa de Laura daba mucho miedo.

-¿Recordáis la fiesta de carnaval? Hace una semana justa… ¿Qué hacías en el momento que nosotras celebrábamos a base de 43 que no teníamos colegio?

-Celebrarlo a base de Play. –Dije yo, rápidamente. El mundo se me había caído encima. Laura lo sabía todo, como suponía.

-El lavabo es un mal sitio para mancillar, ¿no creéis? Vamos, vamos. Lo sé todo. ¿Cuánto tiempo lleváis? ¿Os besáis? ¿Habéis dormido juntos? –La vena cotilla de Laura había sido activada. Pero su maldad, ni aún así, cesaba. Estaba seguro que todo lo que dijéramos "sería usado en nuestra contra". –Piensa que… -Se llevó un dedo a la boca, intentando hacerse la sensual. –si no hacéis lo que quiero, puedo ir contando por ahí que os tengo en una foto, tocándoos el paquete

Miro a Sergio. ¡Se lo advertí! ¡Le advertí que no hiciera nada en público! Mi cara había empalidecido en un segundo. En cambio, la cara de Sergio seguía normal. Ni en estos momentos se alteraba.

-¿S… si te contesto a esas preguntas borrarás la foto? –Le pregunté entonces, tan acojonado que me costaba horrores respirar.

-No. No me sirve que respondáis. Me podríais engañar. Quiero veros. Durante el día de hoy seréis mi esclavos y haréis lo que quieras, ¿vale?

-Oye, ¿qué te has creído? –Dijo Sergio. ¡Al fin reacciona! –A mí no me manda una puta como tú, que te quede claro.

-Quizá prefieras que le cuente a todo el mundo que sois un par de maricones.

Antes de que Sergio explotara y le respondiera algo, le besé. No quería que la cagara más. Suficientemente grande lo había hecho ya. Después del beso, la miré.

-¿Contenta? –Pregunto. Mi voz era entrecortada. Me daban ganas de llorar de rabia y partirle la cara.

-No. Eso ha sido un pico. Quiero que os beséis de verdad. Con lengua.

Suspiré. La puta parecía disfrutar con ganas. Y Sergio también, pues cuando giré para mirarlo ya estaba a dos centímetros de mi cara, con los ojos cerrados y la boca abierta. No había más remedio, así que poco a poco, regodeándome y cumpliendo los "deseos" de Laura, besé a Sergio lo mejor que pude.

Mi intención no era alargarlo tanto pero, puestos en el beso, llevé mi mano al paquete de Sergio y lo sobé por encima del pantalón. Pocos minutos después me arrepentí de ello, pues ahora Laura nos quería ver follar.

Humillado y sin vuelta de hoja, me dejé llevar por Sergio hasta su habitación, con Laura detrás, viendo cada gesto que hacíamos. Una vez allí, cerró la puerta y nos ordenó besarnos de nuevo. Esta vez era Sergio quien llevaba las tornas, mientras yo no pude más y lágrimas comenzaron a resbalar por mi cara. Era la primera vez en toda mi vida que me sentía tan humillado y con tantas ganas de pegar a alguien.

Sergio me vio y, lo único que hizo fue morderme en el cuello, dejándome una marca. Me quitó la camiseta y me tiró a la cama. Me hizo bastante daño. Miré a Laura. Estaba gravando con una cámara de video. Se lo iba a decir a Sergio cuando éste se me tumbó encima y comenzó a besarme de nuevo.

Mis gemidos me hicieron olvidar a Laura y la cámara. Miré para bajo. Sergio me mordisqueaba las tetillas y me sobaba la entrepierna. Cerré los ojos y me dejé hacer todo lo que quisieran. Ya no me importaba. Si Laura cumplía su promesa, no iba a decir nada. Si lo decía, le partía la cara y ya está. Aunque no me gustara la violencia, con ella me recrearía en todo lo que nunca haría.

Sergio se resguardaba mucho de acercarse a mi paquete, cuando bajaba hasta el ombligo volvía a subir por mi pecho hasta besarme en la boca de nuevo. Tragué su saliva con ganas. Ahora era el único que me importaba y quería que esto fuera lo más llevadero posible.

Cuando me bajó los pantalones y el bóxer, mi polla salió como un resorte. Estaba en completa erección y de la punta salía una pequeña gota de líquido preseminal. Volví a maldecirle cuando vi que, en vez de metérsela directamente en la boca, lo que se llevaba eran los huevos. Los lamía y jugaba con ellos. Me levantó un poco las piernas y metió un dedo por mi culo.

Al entender que Sergio no tenía intención alguna de chupármela, me salí de debajo de él y me arrodillé en la misma cama. Le bajé un poco la ropa, sin llegar a quitársela y me la metí directamente en la boca. A mí no me gustaba que se recrearan antes de chupármela, pero tampoco me gustaba hacerlo. Adoraba ir directamente a la acción.

Sergio volvió a meter un dedo en mi culo y yo seguía chupándosela frenéticamente. Bajando mi lengua por todo el tronco. Luego lamiendo la base y los huevos y de nuevo a llevármela entera a la boca. Era mi golosina. Y como un niño pequeño, no iba a dejarla escapar.

Sergio me puso la mano en la cara y me apartó. En su cara había una sonrisa.

-Para, que me vas a hacer correr. Y creo que Laura quiere ver más. –Me señaló atrás. Yo me apoyé en sus hombros y me incorporé, mirando hacia esa dirección también. Abrí la boca, observando con grandes ojos a la chica que hacía poco nos chantajeaba. Se había desnudado, dejando sus pechos y su concha al aire y se masturbaba.

Durante unos segundos, tuve la idea de levantarme y grabarla, pero por alguna extraña sensación sentí pena por ella y solo quería disfrutar con lo mío. Me puse de cuatro patas en la cama y cerré los ojos. Sergio metió su segundo dedo y poco después el tercero. Dentro de mí, los movía en forma circular y cada pocos segundos se lo llevaba a la boca para ensalivarlos.

Cuando ya había metido y sacado cuatro dedos con facilidad, dirigió la cabeza de su polla a mi culo. Sin haberlo siquiera metido aún, yo ya gemía imaginando lo bien que lo estaba pasando y lo mejor que lo pasaría en seguida.

Sergio me la metió con fuerza, sin compasión. Di un pequeño grito. Ya comenzaba a estar acostumbrado a sus embestidas, pero aún así siempre me dolían al principio. Me cogió del pelo y comenzó a sacarla y meterla con fuerza, sin dejar que mi culo se acostumbrara a su grosor. Cerré los ojos con gusto y llevé mis manos a los cojines, los cuales apretaba con fuerza cuando Sergio me hacía daño.

Un fuerte grito, proveniente de atrás, nos indicó que Laura había acabado en un fuerte orgasmo, lo cual me excitó aún más.

-Vamos puta. Antes la metías con más fuerza. –Comencé a gritarle a Sergio. Por alguna razón, el grito de Laura me había sobreexcitado y quería que Sergio me diera fuerte, como nunca antes nadie lo había hecho. Me llevé una mano a mi entrepierna y comencé a pajearme. –Te estás volviendo una abuela. No sabes ni meterla ya.

La respuesta de Sergio fue un mordisco en el hombro, que me hizo verter alguna lágrima y un caliente líquido en mi interior. Noté un calor también en mi estómago. Me había corrido y las sábanas se habían manchado. Ahora estaba tumbado sobre semen.

Sergio se quedó un rato más sobre mí, con su polla dentro. Ambos habíamos cerrado los ojos y seguíamos tumbados. Como si estuviéramos durmiendo. Poco después se levantó para echarme bronca por haberme corrido en su cama.

Tras vestirme y darle un largo beso, miro a Laura. Me cabreé mucho cuando ésta también le dio un beso a Sergio. Ambos salimos de la casa y nos metimos en el ascensor. La miré.

-No dirás nada, ¿verdad? –Le pregunté, poniendo cara de cordero degollado. Para mi sorpresa y asco, Laura me besó también.

-Hacía tiempo que no me corría con tanta fuerza. Tranquilo, no diré nada. Si me prometéis que lo repetiremos a menudo.

-Por mi vale. –Me encojo de hombros. Quizá esa sería una buena manera de comenzar a aceptar que la gente supiera como soy. O de aceptarlo yo.

Espero que les haya gustado. Yo lo pasé muy bien y, al escribirlo, lo he revivido todo.

¡Besos!