Entre la espada y la pared (5)
Julia, viuda jóven y despreocupada, se ve obligada a obedecer totalmente a su socio.
Pasé el resto del día tratando de olvidar la sesión de la mañana en el despacho de Luis. Procedí a repasar el afeitado de mi sexo pues al pasar la mano se notaba que volvían a salir. Me miré en el espejo tanto de frente como de espaldas y me gustó mi nuevo aspecto. Me daba un aire juvenil, casi infantil. Decidí que sugeriría a Luis acudir a un centro de estética para proceder a una depilación definitiva por láser.
Tras ello recordé las palabras de Luis y saqué los dos vibradores. Unté tanto mi ano como los vibradores con lubricante, me puse cómoda y me introduje lentamente el más pequeño. Todavía sentía escozor por la dura penetración anal del día anterior. Conecté la vibración. Era una sensación agradable, por lo que pensé en mantenerla. En la bolsa donde Luis trajo los vibradores había más objetos. Uno de ellos era una especie de pequeño cono con forma de abeto. La etiqueta decía "Tapón anal". Era menos grueso que el otro vibrador por lo que me armé de valor y me lo introduje teniendo además el pequeño vibrador funcionando en mi interior. No me costó mucho esfuerzo ponerlo en posición. Me puse en pie y comprobé que no era incómodo ni me molestaba al andar, por lo que terminé de vestirme y me dirigí a la cita que tenía con dos amigas para comer.
Era una sensación rara aunque agradable conducir mi coche sintiendo la suave vibración en mis intestinos. Conduje hasta el restaurante donde me esperaban mis amigas. Charlamos animadamente sobre cotilleos aunque reconozco que me costaba trabajo mantener mi atención en la conversación. La vibración parecía como si se apoderase de mi consciencia y todo mi cuerpo vibrara al mismo ritmo. Reconozco que estaba disfrutando de la experiencia aunque estaba muy lejos de sentir un orgasmo como el experimentado con el vibrador grande en mi vagina. Mi atención vagaba por los culos de los jóvenes camareros que hábilmente pasaban entre las mesas. Me sentía excitada y por primera vez en muchos años con ganas de ser poseída.
La comida transcurrió agradablemente y mis amigas me pidieron que las acompañara a realizar unas compras. Me disculpé con una excusa que no les convenció y las dejé intentando adivinar si tenía una aventura y con quien.
Realmente no podía quedarme. Sentía necesidad de vaciar mis intestinos y eso no lo podía hacer con los objetos que portaba. También me di cuenta que tendría que haber usado preservativos antes de introducírmelos. Como no tenía en casa compré en una farmacia de camino.
Me costó algo más de trabajo quitar el tapón anal que ponerlo, y ambos objetos estaban realmente sucios de mis heces. No fue agradable el limpiarlos pero lo hice agradecida por el suave placer experimentado.
Tomé uno de los preservativos y lo puse en el vibrador grande: tenía que ir dilatando me ano si no quería sufrir de nuevo. Primero me lo pasé por el clítoris y lo introduje en la vagina para provocarme un orgasmo que me compensara el dolor que probablemente me produciría. Fue agradable, y además me estaba acostumbrando a tener orgasmos.
Encendí la vibración y comencé a masajear la zona anal. Puse la punta en mi ano. Todavía me dolía un poco. Notaba como si la vibración fuera haciendo que él solo se relajara y se abriera. Al poco palpé con la otra mano y me di cuenta que una tercera parte del aparato ya estaba dentro de mi. Sorprendida empujé para introducirlo más y pareció como si chocara contra una pared produciéndome bastante dolor. Lo retiré un poco hasta que el dolor cesó y volví a introducirlo moviéndolo en círculos como buscando el camino. Poco a poco fue entrando hasta que casi todo estuvo dentro. Parecía que no cabía en toda su longitud por lo que no podía utilizar el tapón anal de nuevo. Tampoco podía andar pues era incómodo y parecía como si se saliese un poco a cada paso. Pero era importante mantenerlo durante bastante tiempo en su lugar por lo que pensé en tumbarme boca abajo en la cama a leer un libro. La vibración me relajaba más y más y al rato me dormí.
Algo me despertó: eran las manos de Luis jugando con el vibrador. Lo apagaba y encendía cada pocos segundos. Me felicitó por ser una chica tan obediente y me dijo que como premio procuraría follarme sin hacerme daño. Le recordé que me había dado el día libre pero me hizo callar poniendo un dedo sobre mis labios.
- Me he excitado al recordar la reunión en el despacho de esta mañana y he decidido hacerte una visita, eso es todo. Tranquilízate, te gustará.
Con mucho cuidado lentamente retiró el vibrador de mi culo, puso varios cojines sobre la cama y me hizo tumbarme sobre ellos. Se puso uno de los preservativos, al que untó bien de lubricante, y colocó su pene junto a mi ano. Cerré fuertemente los ojos y los puños preparándome para el dolor, pero mi ano estaba bien dilatado y Luis se comportaba con mucha suavidad. Sin casi molestias el pene de Luis, que el día anterior casi me había partido en dos, había entrado sin más problemas. Comenzó a moverse suavemente. No era nada desagradable. Al mismo tiempo, Luis introduje una mano para acariciar mi clítoris. Ahora era mejor aún. Al rato conseguí llegar al orgasmo.
Luis siguió cabalgando mi culo durante largo tiempo. Empezaba a notar molestias cuando él tuvo su orgasmo. Rápidamente salió de mi interior quitándose el preservativo. Tuve que limpiar su pene con mi boca hasta que estuvo satisfecho mientras miraba si culo reflejado en el espejo.
Pensé que se iría pero no fue así: me hizo prepararle algo de cena. Cenó recostado sobre mi cama viendo la televisión. Durante todo el tiempo que duró la cena y la película tuve que hacerle una mamada. Me permitía descansar a ratos pero sin sacar su pene de mi boca.
- Mañana continuaremos fue su despedida, dejándome nuevamente cansada y humillada.