Entre la espada y la pared (4)
Julia, viuda jóven y despreocupada, se ve obligada a obedecer totalmente a su socio.
A la mañana siguiente me presenté tal como me había ordenado. Una secretaria me llevó hasta el despacho de Luis. Allí Luis volvió a besarme metiendo su lengua mientras su mano sobaba mi sexo sobre el diminuto tanga.
- Te he citado aquí porque quiero que me ayudes. Estoy negociando el convenio colectivo con los trabajadores y tu ayuda puede ser decisiva.
Me mostré sorprendida pues yo no sabía nada de negocios pero Luis pidió a su secretaria que convocara a los negociadores. En unos minutos se presentaron dos hombres en ropa de trabajo. Nos sentamos los cuatro alrededor de una mesa redonda. Luis comenzó a hablar.
He estado estudiando la forma de reducir la distancia existente entre vuestras peticiones y las posibilidades de la empresa. No es posible aumentar la oferta económica pero he encontrado algo que os puede interesar. Hablando francamente, tradicionalmente el obrero ha querido "joder" al empresario. Pues yo os propongo hacerlo realidad. Os propongo a vosotros dos joder aquí y ahora a Julia viuda de mi socio y copropietaria de la empresa. Esas palabras las terminó de pronunciar mientras sus manos me tapaban la boca con fuerza. Pensároslo, Julia es toda una dama, todavía joven y muy atractiva. Es una posibilidad que no se os volverá a presentar en la vida. Vuestros compañeros aceptarán el acuerdo que les presentéis como han hecho otras veces. Pensároslo. Y levantándose sin soltarme me arrastró hacia un rincón del enorme despacho. Los dos trabajadores se miraban y nos miraban con una mezcla de incredulidad y sorpresa. Se pusieron a cuchichear entre ellos.
Cállate y estate quieta dijo sin quitar sus manos de mi boca- Te recuerdo que no estás en condiciones de negarte. No será más que un polvo y nos ahorraremos una buena cantidad de dinero. Así que acepta con la cabeza y te suelto. Sonríeles y tardarán menos. -Lo hice, él tenía razón- Además tiene que ser un buen espectáculo el verte con esos dos.
Cuando cesaron sus cuchicheos nos acercamos. Aceptaban la propuesta pero querían un servicio completo. Apreté el brazo de Luis como protesta pero en ese instante Luis les tendía su mano aceptando el acuerdo.
Ni ellos ni yo sabíamos cómo empezar. Luis me tomó de la mano levantándome de la silla y haciéndome desfilar frente a ellos como si fuera una modelo. Me susurró que me desvistiera de forma sensual mirándoles a los ojos.
Me quedé un instante parada. No sabía qué hacer: mi educación y mi posición me hacían que la idea me repugnara pero estaba en las manos de Luis y no podía negarme. Decidí hacerlo de la mejor manera posible para terminar pronto.
Comencé a desabrochar mi elegante blusa. Ambos se removían nerviosos en sus sillas. Dejé caer la blusa sobre mi silla y comencé a bajar la cremallera de la falda. Me giré dándoles la espalda y bajé lentamente la falda hasta los tobillos sin doblar las rodillas. Tuvieron una inmejorable vista de mis nalgas con tan solo las finas líneas del tanga y de mi sexo con el pequeño trozo de tela. Me giré para, de nuevo frente a ellos, terminar con el espectáculo. Solté el enganche del sujetador, dejándolo con una mano como las otras prendas sobre la silla mientras tapaba mis pechos con la otra y el brazo. Me quedé quieta frente a ellos con mis manos tapándome los pechos. Entonces Luis se acercó bajando hasta mis pies el minúsculo tanga que aún tenía puesto al mismo tiempo que yo bajaba mis manos. Quedé totalmente desnuda y separé un poco los pies a indicación de Luis.
Los dos trabajadores se levantaron de las sillas con sendas y evidentes erecciones. Uno tendría poco más de treinta años y el otro estaba cerca de la cuarentena. Se acercaron a mi y empezaron a tocarme por todas partes. Estaban maravillados de tener a semejante mujer desnuda frente a ellos. El más joven bajó la cremallera de su pantalón indicándome que debía mamársela. Se recostó en el borde la mesa y empecé a agacharme, aunque las manos de su compañero mantuvieron levantadas mis caderas. El joven tenía un pene bastante grande y tenía que abrir mucho la boca. El otro metía y sacaba varios dedos dentro de mi vagina hasta que decidió sustituirlos por su pene. Me encontraba penetrada por la boca y la vagina al mismo tiempo. Empezaron a acompasar el ritmo con lo que cuando el de atrás tenía todo su pene dentro de mi su empuje hacía que también todo el pene del otro llegara hasta mi garganta. Tuve que reprimir algunas arcadas cuando se vino abundantemente en mi boca. Escupí en un pañuelo que me ofreció Luis gran parte del semen. Al poco también terminó el otro dentro de mi vagina. El mismo pañuelo sirvió para limpiar el semen que me escurría por las piernas.
Ahora estaban mucho más relajados. La tensión que existía al principio se había disipado y los tres hombres charlaban animadamente comentando lo experimentado. Me reuní con ellos, desnuda como estaba, al mismo tiempo que Luis sacaba unas bebidas de un pequeño mueble bar. He de reconocer que me trataban como si nada de lo que acabábamos de hacer había ocurrido y como si yo no estuviese desnuda.
Cuando casi terminábamos nuestras bebidas el que me había follado por la vagina me dijo que era el momento de terminar con lo pactado y que quería que se la mamase. La mirada de Luis no me dejó dudas al respecto. Saqué su pene del pantalón y me puse en la misma postura que antes. Su compañero de la misma forma se colocó detrás de mí y sin preámbulos comenzó a follarme. Repetíamos exactamente salvo que ellos habían cambiado sus lugares. El pene que tenía ahora en la boca era algo más pequeño que el otro y me resultaba más fácil. Casi disfrutaba con la felación. Al rato se corrió el que me follaba la vagina. Seguí con la mamada y oí a Luis que él también sellaba el acuerdo ocupando mi vagina. El "joven" masajeaba mis bamboleantes pechos y mi cuerpo era rítmicamente llenado y vaciado de penes. Casi al mismo tiempo terminaron ambos.
Cuando terminé de limpiarme me acerqué a la silla con mi ropa y comencé a vestirme. Mientras me ponía el sujetador se acercó el más mayor y tomando mi tanga se lo guardó en el bolsillo de su pantalón diciéndome que lo guardaría como recuerdo. Terminé de vestirme y los dos obreros me besaron en la boca mientras me emplazaban con unas risas para la negociación del año siguiente.
Luis estaba contento. Todo había salido según lo había planeado. Me felicitó por mi actitud y me dijo que por su parte no me molestaría hasta el día siguiente. Me preguntó por el estado de mi culo y me indicó que siguiera practicando con ambos vibradores dilatando el ano si no quería que me doliera. Me besó y me despidió con una cariñosa palmada en mis nalgas.