Entre la espada y la pared (3)

Julia, viuda jóven y despreocupada, se ve obligada a obedecer totalmente a su socio.

La siguiente tarde volvió, tal como me temía, Luis. Sin decir nada y casi sin cerrar la puerta levantó mi falda y mirándome a los ojos metió su manaza entre mis muslos sobando mi sexo sobre el tanga. La risa que se veía tras sus ojos no presagiaba nada bueno. Abrió mi blusa y, tras sobar mis pechos sobre el sujetador, lo desabrochó para dejarlos al aire. Ayer ya noté su mirada de aprobación cuando los vió por primera vez. Son bastante grandes y no están nada caídos. Me gusta cuidarlos y me siento muy orgullosa de ellos.

Empujándome hacia abajo por los hombros me obligó a sacar su pene y a mamársela. Me repugnaba pero al menos no olía mal: Luis cuidaba de su higiene al menos. Estuve un buen rato lamiendo y metiendo su pene en mi boca hasta que se retiró y me hizo sentar en el borde del sillón. Colocó su pene entre mis pechos y me indicó que terminara de masturbarle con ellos. El tamaño y la suavidad de mi piel hizo que se corriera enseguida golpeando mi mentón con su semen. Con sus dedos recogió la corrida y me la metió en la boca a pesar de mi mueca de desagrado. Pero ya no osé negarme a sus indicaciones.

Me quitó la ropa salvo el tanga y me hizo traerle una bebida con algo de comer. Disfrutaba viéndome mover por la cocina y el salón casi desnuda. Hacía comentarios sobre la suerte que había tenido al haber conseguido una "sirvienta" tan atractiva. Al terminar me hizo poner una silla frente a su sillón teniendo que sentarme en el borde poniendo mis pies en los brazos de su sillón. Al recostarme mi postura se parecía a la que tenemos en la consulta del ginecólogo.

Luis sonreía con el baso en una mano y la otra en mi sexo. Al rato de su manoseo noté que me estaba humedeciendo lo que alegró a mi odioso manipulador. Olió con agrado sus dedos con mis jugos y luego los metió en mi boca. Empezó a meter en mi vagina las galletitas saladas antes de comérselas, pero ya no me importaban sus asquerosidades.

Luego continuó metiendo profundamente sus dedos en mi vagina. Primero uno, luego dos y hasta tres introdujo produciéndome un poco de dolor.

  • Parece mentira lo cerradita que estás a pesar de haber parido: ¡casi pareces una virgen! –rió- pero eso lo vamos a mejorar –y abriendo una bolsa que había traído sacó un vibrador bastante grande. – Chúpalo o lo meto en seco. Me repugnaba la idea de chupar esa cosa pero el temor al dolor fue más fuerte. Yo misma tuve que introducírmelo del todo. Notaba como llegaba hasta el fondo de mi vagina.

Luis conectó el aparato, lo introdujo del todo dentro de mi y me hizo sentarme normal en la silla: notaba una fuerte vibración dentro. Al principio era una sensación extraña pero luego, poco a poco, fue haciéndose más placentera. Luis se levantó del sillón y, sentada como estaba me hizo mamársela. La vibración me estaba llenando de un suave placer minuto tras minuto. Luis cogió mi cabeza con sus manos y me follaba por la boca. De repente noté mi primer orgasmo. Luis lo notó haciéndole correrse abundantemente en mi boca. Las oleadas de placer me tenían sorprendida y de mi boca entreabierta caía el semen de Luis junto a mi saliva. Reaccioné cuando Luis metió sus dedos en mi vagina apagando la vibración.

  • Vaya con la "señora", ha disfrutado como una guarra. Entonces me di cuenta de que realmente nunca había tenido un orgasmo hasta ese momento.

Sentía repugnancia ante el hecho de ser forzada y me sentía más sucia aún por haber sentido placer en contra de mi voluntad.

Luis me hizo limpiarle a conciencia su pene y desnudarle. Tuve que darle un masaje por todo el cuerpo lo que hizo que de nuevo su pene estuviese dispuesta. Tumbado boca arriba me ordenó que me pusiese sobre él y yo misma me insertara su pene hasta el fondo. Mientras ejecutaba el movimiento de subir y bajar el masajeaba mis pechos pellizcando mis pezones. Cuando llevábamos un buen rato en esta posición me ordenó detenerme e introducirme su pene en mi ano. Le dije que eso era imposible, que yo era virgen por ahí y que me pidiera cualquier otra cosa que haría de buen grado.

  • Tú tienes que hacer TODO lo que yo diga y de buen grado ¿o es que todavía no lo has entendido?- Entonces me llevó hasta la mesa obligándome a tumbarme boca abajo con los pies en el suelo. Con los cordones de las cortinas sujetó mis manos a las patas de la mesa a pesar de mis súplicas. Afirmó que utilizaría lubricante para no hacerme mucho daño si me callaba de inmediato. Sollocé quedamente. Del cuarto de baño trajo un bote de vaselina. Untó mi ano y procedió a meter su dedo. Al notar la intromisión cerré involuntariamente mi ano, con lo que él me dio una fuerte palmada en mis nalgas y me dijo que me relajara porque si no me dolería más.

Cuando el orificio se fue acostumbrando a su dedo decidió meter un segundo dedo. Yo hacía esfuerzos por no gritar de dolor. Entonces sacó un nuevo vibrador más fino que el que me había introducido en la vagina, lo untó bien de vaselina y comenzó a meterlo. No era más grueso que sus dedos pero la sensación era extraña. Cuando lo había introducido casi en su totalidad conectó la vibración al mismo tiempo que lo sacaba y lo metía. En unos momentos el dolor había desaparecido y la vibración se hacía muy agradable. Pero Luis sin aviso sacó el vibrador y pude notar como su pene presionaba sobre mi ano. Le pedí que lo hiciera lentamente, pero no me escuchó e introdujo su pene sin detenerse hasta que entró del todo. Grité de dolor pues notaba como si fuera a desgarrarme. Sin dejar tiempo a que mi cuerpo se adaptara al grosor de su pene se puso a bombear sin piedad. Afortunadamente no tardó mucho en vaciarse en mi interior. Sacó su pene entre las risotadas que le producía la expresión de mi cara.

Yo estaba exhausta por el dolor sufrido. Limpió mis piernas de los fluidos que resbalaban y untó mi ano con una pomada balsámica, desatándome al fin. Tambaleándome me dirigí sin mirarle a darme una ducha que me quitara la suciedad, el dolor y el asco que sentía. Al salir solo encontré una nota de Luis en la que me ordenaba presentarme en la empresa a las 10 de la mañana.