Entre hermanos I

Mi hermana pequeña os cuenta como una noche, estando solos en casa, conseguí convencerla para tener seño conmigo, empezando una maravillosa relación entre hermanos que disfrutaban de placeres normalmente prohibidos para nosotros.

Entre hermanos I

1.

-         ¡Oh sí, Anna, te estoy follando, hermanita! ¿Te gusta? ¡Oh! ¿te gusta cómo te meto mi polla dentro de tu cuerpo? ¡Qué coño tan bonito tienes, tan suave y estrecho, oh que placer me estás dando, hermanita!

Esto es un ejemplo de las cosas que mi hermano me iba susurrando al oído, entre besos y caricias, mientras introducía su erecta polla por mi joven y tierna vagina, virgen hasta hacía tan solo unos minutos. Poco a poco el dolor inicial se iba convirtiendo en un cosquilleo en mi interior que daba paso a pequeñas oleadas de placer que nunca antes había tenido. ¿Como acabé sentada en la mesa de mi cuarto totalmente desnuda mientras mi hermano me penetraba por primera vez en mi vida? Os contaré como mi hermano consiguió que aceptara desnudarme ante él, como dejé que me tocara y masturbara, como consiguió que le chupara la polla a su hermano mayor, hasta finalmente permitir que me desvirgara y me hiciera el amor en mi habitación. Espero que el relato os guste, porque os aseguro todo lo que explico es absolutamente cierto.

Me llamo Anna y vivo en Barcelona. Tengo 23 años y dicen que soy bastante guapa, de pelo y ojos oscuros, estatura media, con un culito redondeado y pechos bastante grandes y bonitos, según mi hermano (90 de pecho con unos pezones pequeños y rosados que le encanta chupar). Cuando sucedió esta historia casi ni había empezado a interesarme por los chicos y el sexo. El día en que todo ocurrió recuerdo que en el colegio mi mejor amiga de entonces me había estado explicando cómo hacía poco había pillado a su primo al salir de la ducha y como pudo ver una polla adulta por primera vez. Si en ese momento le hubiera contado que ese mismo día un chico me follaría, mi amiga hubiera alucinado

Bueno, ese día al llegar a casa después del colegio hice lo que haría cualquier otra niña de mi edad; merendé, vi la televisión, hice los deberes, cené y me puse el pijama para ver algún video en la tele antes de irme a dormir. Mis padres habían salido a una reunión en el colegio, y mi hermana mayor pasaba la noche en casa de una amiga suya, de modo que me quedé al cuidado de mi hermano. Él tenía era un chico alto, más bien delgado y mis amigas le encontraban bastante guapo. Él se encontraba en el comedor leyendo un libro cuando entré vestida con un pijama corto para coger un libro que había olvidado antes. En el momento en que pasaba junto a él se incorporó y, como ya había hecho alguna otra vez hacía tiempo cuando era más pequeña, me bajó los pantalones entre risas, ofreciéndole durante un segundo una magnífica vista de mi coñito. Me giré rápidamente dándole la espalda, intentando subirme los pantalones, mientras le insultaba medio en broma medio en serio, ya que ahora era mayor que las otras veces que me lo había hecho y me había dado bastante vergüenza, a lo que respondió agarrándome los pantalones para que no pudiera ponérmelos de nuevo. Al final pude zafarme de él y vestirme de nuevo, mientras él seguía riéndose.

-         ¡Eres un imbécil! – le grité

-         Ja, ja, vaya, ya tienes un poco de pelo en el coño, que bonito… - me dijo entre risas.

-         ¡Porque ya no soy pequeña, no me hagas eso!

-         ¿Por qué, te da vergüenza? Si ya te he visto otras veces de pequeña cuando te duchabas, recuerdas?

-         ¡Sí pero es distinto porque ahora ya no soy una niña pequeña, así que no lo vuelvas a hacer más!

-         Vale, de acuerdo, no quería que te enfadaras, sólo era una broma

Recogí mi libro, y cuando me di la vuelta para marcharme a mi habitación vi que mi hermano me estaba mirando en silencio. Ya estaba saliendo del comedor cuando oí que me decía:

-         Oye Anna, una cosa

-         ¿Qué?

-         Eeeh, ¿que te parece si…, eh, nos enseñamos desnudos?

-         ¿Qué?

-         Pues eso, ¿por qué no nos desnudamos para que nos podamos vernos? – tras unos titubeos iniciales, ahora mi hermano parecía más decidido.

-         ¡Claro que no! ¿Como vamos a hacer eso?

-         ¿Y por qué no? Solo mirarnos y tocarnos un poco, somos hermanos, no pasa nada.

-         No, y además tú ya me has visto.

-         Pero ha sido muy rápido y me gustaría verte mejor. Y tú nunca me has visto a mí, ¿no te gustaría verme? ¿Has visto alguna vez un pene que no sea de niño pequeño?

-         No, pero es que no sé, me da vergüenza

-         Venga va, anímate. Será divertido, y yo me desnudo primero si quieres

-         Ay, es que no sé… - la verdad es todavía era demasiado pequeña para sentir demasiada vergüenza porque mi hermano me viera desnuda, al fin y al cabo ya me había visto otras veces, y recordando la conversación del colegio de ese día, empezaba a sentir mucha curiosidad por ver a mi hermano desnudo y poder tener una polla de chico mayor ante mí. ¡Mi amiga estaba superfeliz de haber visto por un momento la polla de su primo a lo lejos, y yo podría tener la polla de mi hermano ante mí e incluso tocarla! Así que al final accedí.

  • Bueno vale, pero tu primero, ¿eh?

-         Vale, ¡genial! ¿Vamos a tu cuarto por si papá y mamá vuelven pronto?

  • Vale.

2.

Así que nos dirigimos a mi habitación, mientras me debatía entre los nervios, la vergüenza y la emoción. Mi hermano cerró la puerta de mi cuarto a sus espaldas y me indicó que me sentara en mi cama. Hice lo que me pedía y él se situó de pie a un par de metros delante de mí.

-         Hala, se te marca mucho – dije por decir algo, mientras señalaba su polla que abultaba en sus pantalones del pijama como nunca había visto.

-         ¡Ja, ja! Claro, es lo que pasa cuando estoy excitado. Nunca habías visto un pene en erección, ¿verdad?

-         No.

-         Bueno, pues ahora podrás ver uno, ¿preparada?

-         Sí - asentí con la cabeza.

-         Pues vamos allá – dijo mi hermano mientras se quitaba la parte superior del pijama. Acto seguido se dio la vuelta y sin pensárselo se bajó y quitó los pantalones, quedando totalmente desnudo de espaldas a mí. Tras mostrarme su culo durante un momento se giró de nuevo hacia mí, mientras se tapaba sus genitales con las dos manos.

-         Bueno Anna, ¿quieres ver mi polla?

  • Sí.

  • Pero luego te tienes que desnudar tú, ¿eh? No hagas trampas o te tendré que quitar yo el pijama.

-         Sí, vale – le dije llena de curiosidad y de impaciencia.

Poco a poco mi hermano fue apartando las manos y apareció ante mí primero sus testículos, y finalmente una polla grande y rígida como nunca había visto.

-         ¡Qué grande! – dije, y puse una cara tan de sorpresa que mi hermano estalló a reír.

-         Vaya, gracias, pero la verdad es que no es demasiado grande, ya me gustaría a mi, pero tiene un tamaño muy normal. ¿No sabías que la polla se nos pone así de dura y rígida cuando estamos excitados?

-         No - dije sin apartar los ojos de ella.

-         Bueno, pues ya has aprendido algo, ¿ves que bien? Se tiene que poner así de dura para poder follar, ¿sabes?, si no no podría meterla dentro de la vagina. Toma, es toda tuya.

Mi hermano se acercó y se situó justo enfrente de mí, de modo que al estar yo sentada su polla me quedó a pocos centímetros de mi cara.

-         La puedes tocar si quieres – dijo, y como no me acabada de atrever él mismo cogió mi mano y la colocó encima de su miembro. Estaba dura como una piedra, y muy caliente. Mi hermano todavía me tenía la mano cogida, y la iba moviendo a lo largo y ancho de su polla y sus testículos.

  • Ummm, bueno, ahora sí que te toca - dijo con un suspiro mientras se sentaba en la cama a mi lado y me acariciaba la pierna por encima del pijama.

Me quité la parte superior del pijama, sin sentir vergüenza de mostrarle mis todavía pequeños pechos, pero sí dudé un poco a la hora de quitarme los pantalones, de modo que él los agarró y los me los fue bajando poco a poco, cosa que me dejé hacer sin moverme. Contempló mi coño durante unos segundos, con la cara casi a su misma altura, y luego me hizo dar la vuelta para contemplar mi culo también durante unos instantes.

-         Túmbate en la cama – me pidió al fin, y yo me estiré en mi cama totalmente desnuda mientras mi hermano me observaba atentamente.

-         Vaya, tienes un cuerpo precioso, ya tienes las tetas muy grandes para tu edad, y me encanta tu coñito con esos pocos pelos que tienes – me decía mientras con una mano me iba acariciando la pierna y el muslo y con la otra me recorría las tetas, entreteniéndose en pellizcarme los pezones, y luego la fue descendiendo por el vientre hasta acabar recorriendo mis labios vaginales. Yo me dejé tocar sin moverme, muerta de vergüenza por lo que me estaba haciendo, pero a la vez extrañamente excitada.

-         ¿Te has masturbado alguna vez? – me preguntó de sopetón.

-         Eh, no, ¿que es eso? – le dije cuando pude abrir la boca.

-         Pues es tocarte hasta que te venga el mismo placer que sientes cuando follas.

-         ¿Y tu has follado?

-         No, claro que no, pero me gusta masturbarme cada día. ¿Hacemos una cosa? Tú me masturbas a mí y luego yo te lo hago a ti, ¿Te parece?

-         Bueno – le dije, a esas alturas ya demasiado intrigada para hacer caso a mi vergüenza.

De modo que me senté en la cama con las piernas dobladas y mi hermano se sentó frente a mí con las piernas estiradas, una a cada lado de mi cuerpo, se cogió la polla con una mano y se la empezó a acariciar y a menear para enseñarme como hacerlo.

-         Así es como tienes que hacerlo, ¿vale? Pues ahora tú.

Se la cogí con una mano y empecé a masturbarle como él me había enseñado, mientras él empezaba a gemir flojito y con una mano me iba acariciando e cuerpo.

-         ¡Así Anna, muy bien, despacio, oh que bien lo haces, preciosa!

Continué haciéndole la paja hasta que al cabo de unos minutos mi hermano arqueó la espalda hacia atrás mientras soltaba un gemido más fuerte que los demás, y vi como un líquido blancuzco salía de su polla y pringaba mi mano. Solté su miembro rápidamente, pero mi hermano se la agarró con la mano y continuó masturbándose él mismo mientras dirigía el chorro blancuzco hacia mis pechos.

-         ¡Ay, qué asco! ¡Está muy caliente! - exclamé mientras me levantaba y buscaba algo con lo que limpiarme.

-         No pasa nada, sólo es semen, sale cuando llega el placer, ya te acostumbrarás, seguro que dentro de un tiempo te encanta (y debo decir que acertó de lleno, ahora me encanta que me recubra con su semen).

Me dirigí al lavabo para limpiarme, y al volver a mi habitación mi hermano me estaba esperando senado en mi cama.

  • Mira, fíjate ahora en mi polla, cómo está mucho más pequeña y caída, si me la tocas otra vez podrás ver como crece.

Hice lo que me decía con curiosidad y pude ver extrañada como se iba poniendo cada vez más dura e iba creciendo más y más.

-         Vaya

-         ¡Je, je! Bueno, ahora te toca a ti. Túmbate encima de tu cama y abre las piernas un poco.

Hice lo que me pedía, mientras que mi hermano se puso boca abajo al final de la cama quedando su cabeza a pocos centímetros de mi coño. La vergüenza volvió a invadirme, y creo que se me debió poner la cara roja como un tomate mientras mi hermano contemplaba extasiado mis partes más íntimas, a la vez que iba jugueteando con un dedo, tocándome, tratando de introducirlo y de agrandar la abertura.

-         Vaya - dijo al fin – nunca había podido ver un coño de verdad tan de cerca, pero he visto muchos en fotos y me encanta el tuyo, Anna, es muy bonito.

-         Gracias - fue lo único que atiné a decir.

Mi hermano seguía acariciándome con los dedos, y poco a poco empecé a notar una agradable sensación de calor.

-         Así que nunca te has masturbado, ¿verdad Anna? – me preguntó mi hermano mientras seguía jugueteando con los dedos - ¿no notas un poco de placer mientras te toco?

  • Sí, un poco – dije.

-         ¿Sólo un poco? Esto lo tendremos que arreglar. ¿Quieres que te dé un placer como nunca has tenido?

-         Eeeh….. sí.

-         ¡Pues vamos allá!

Tras decir esto mi hermano acercó todavía mas la cara a mi vagina, sujetó mis muslos con sus manos y sacando la lengua empezó a lamerme suavemente.

-         ¿Qué haces? ¡Para, no seas guarro!

-         Tranquila hermanita, tu estate quieta y verás que bien te lo pasas.

De manera que, bastante excitada ya, le dejé hacer. Continuó lamiéndome el coño, pasando la lengua por mis labios vaginales e introduciendo la punta dentro de la obertura, lo que iba produciendo que el cosquilleo y la sensación de calor que notaba fueran aumentando poco a poco. Al cabo de unos minutos, noté como su lengua abandonaba mis partes íntimas para empezar a lamerme los dedos de los pies.

-         ¿Qué haces ahora? – le dije – ¿Por qué paras?

-         Tú espera  - y continuó chupándome los dedos, uno a uno, continuando por la palma del pie y subiendo poco a poco por la pierna, mientras sus dedos volvían a juguetear con mi coño. Poco a poco su lengua y sus besos fueron subiendo por las piernas hasta llegar a los muslos, de nuevo se detuvo unos instantes en mi vagina para seguir subiendo por el ombligo, el vientre, hasta llegar a los pechos. A estas alturas estaba tan excitada y caliente que no intenté apartarle ni me sentí para nada avergonzada cuando mi hermano se me abrazó y empezó a chuparme los pechos como si fueran lo más rico que hubiera probado nunca. Mientras sus dedos jugueteaban con uno, su boca recubría el otro; su lengua lo recorría en círculos cada vez menores hasta llegar al pezón, que lo saboreaba y mordisqueaba con gran placer por su parte. Al cabo de un rato cambió y fue el otro pecho el que recibió su dedicación, recibiendo el mismo trato que el otro. Dejé que mi hermano me hiciera todo lo que quería sin siquiera moverme, con los ojos cerrados y disfrutando del momento, hasta que al cabo de un buen rato noté como su lengua abandonaba mis tetas y continuaba subiendo hasta mi rostro, besaba mi barbilla y lamía mis labios, mejillas, nariz, ojos, frente y orejas, para volver a los labios donde empezó a darme un largo beso. Una vez en el colegio besé a un chico que me lo pidió; fue un beso rápido en los labios que me produjo más asco que otra cosa, pero ese beso fue muy distinto. Cálido y agradable, dejé que durara todo lo que mi hermano quiso, que me mordiera los labios, me introdujera su lengua en mi boca y jugueteara con la mía. Luego continuó lamiendo en sentido descendente para, tras chupar unos instantes más mis pezones, regresar a mi vagina donde siguió lamiendo y chupando durante un buen rato hasta que de repente todo el cosquilleo interior que sentía explotó en forma de olas de calor dentro de mi produciéndome un placer como nunca había sentido y que me hizo gemir y estremecerme en la cama.

-         Bueno, ¿qué tal, te ha gustado?

-         Sí  – dije con todavía ese cosquilleo en mi interior.

-         Genial, pues a mí me ha encantado que me hayas dejado tocarte, me lo he pasado muy bien. Pero ahora, ¿quieres hacerme a mí lo mismo que te he hecho a ti?

-         Bueno.

Así que me senté en el borde de la cama, mientras él se arrodillaba en el suelo delante de mí y, mientras con sus manos iba acariciando todo mi cuerpo, acercó su boca a la mía y empezó a besarme, un largo beso en que nuestros labios se juntaron y su lengua entraba en mi boca y jugueteaba con la mía. Me dejé hacer sin moverme, disfrutando de la cálida sensación de tener unas manos recorriendo mi piel mientras unos labios besaban y mordisqueaban los míos. Fue un beso largo, aunque a mí se me hizo muy corto, y cuando empezaba a notar de nuevo una cálida excitación, mi hermano separó sus labios de los míos, se levantó y acercándose a mí me cogió la cabeza con una mano y poco a poco la fue acercando a su hinchado pene. Algo avergonzada y sin saber muy bien que hacer al ver aquel miembro cada vez más cerca, fui dejando que mi hermano guiara mi cabeza hasta que pude empezar a notar su olor, extraño y atractivo a la vez. Hasta que al fin mis labios entraron en contacto con la punta caliente y dura de la polla de mi hermano, y sin pensarlo siquiera abrí los labios y dejé que entrara en mi boca. Mi hermano empezó a gemir y a darme instrucciones de cómo se la tenía que chupar; así, empecé a mover la cabeza arriba y abajo sacando y metiendo su miembro de mi boca, mientras mi lengua lo acariciaba y con mi otra mano le acariciaba los testículos. Cada vez más suelta y con menos timidez, no le costó nada convencerme para que dejando su polla de lado por unos momentos le besara y lamiera los testículos, para a continuación empezar a juguetear con mi lengua sobre su miembro, para seguir luego chupándoselo en medio de sus gemidos cada vez más fuertes. La verdad es que en esos momentos me sentía ya totalmente libre de timidez y vergüenza, y disfrutaba acariciando y chupando la polla de mi hermano, mientras él me acariciaba los pechos con una mano, mientras con la otra recorría mi pierna y mi muslo hasta llegar a mi vagina donde jugueteaba un poco para a continuación recorrer el mismo camino en sentido descendente, provocando una agradable sensación en mí y dándome más ganas de seguir chupando.

-         ¡Oh sí, que bien, que bien que la chupas, Anna! ¡Es increíble, mi hermanita pequeña me está chupando la polla! ¡Sigue, sigue, continúa así de bien!

No sé cuánto tiempo duró la primera mamada que hice en mi vida (y la primera que mi hermano recibía), pero continuamos durante unos cuantos minutos hasta que, de repente, mi hermanó soltó un gemido más fuerte que los anteriores y un líquido caliente y pegajoso saltaba a chorros dentro de mi boca. La saqué rápidamente de allí, pero mi hermano me sujetó la cabeza y dirigió el chorro hacia mi cara, que quedó cubierta por su caliente semen.

-         ¡Ah, qué asco! – exclamé, y apartando con la mano la sustancia que recubría mis ojos, me dirigí de nuevo al lavabo para volver a lavarme.

3.

Me metí en la ducha para lavarme, y mientras recordaba lo que habíamos hecho, dejó de darme tanto asco el estar recubierta del semen de mi hermano. No me había gustado que lo hubiera expulsado dentro de mi boca, puesto que no conseguía deshacerme de ese gusto extraño, pero mientras recordaba me iba sintiendo cada vez más deseosa de tener de nuevo las manos de mi hermano acariciando mi cuerpo, de sentir de nuevo su lengua en mis pechos y vagina, de sentir sus oleadas de placer mientras derramaba su semen sobre mi vientre y tetas

De modo que acabé de lavarme rápidamente y volvía a mi habitación, donde encontré a mi hermano tumbado sobre mi cama mientras se acariciaba su ahora pequeño y flácido pene. Me tumbé a su lado y estuvimos un buen rato abrazados, besándonos y toqueteándonos.

-         ¿Te ha gustado?  - me preguntó mi hermano.

-         Sí, mucho - le contesté mientras me acariciaba el culo y me besaba las tetas - ¿Quieres volver a hacerlo?

-         ¡Ja, ja! Veo que sí te ha gustado. ¿Y qué es lo que te gustaría volver a hacer?

-         Pues no sé, ¿me vuelves a masturbar?

-         Claro.

Me tumbé boca arriba en la cama y abría las piernas, mi hermano se colocó entre ellas y empezó a acariciar mi coñito, pero de repente se quedó un rato pensativo y me dijo:

-         ¿Anna, quieres follar?

-         ¿Eh? – contesté, sin saber qué decir.

-         Pues que si quieres que follemos, que te meta la polla dentro de tu coño y

-         Ya sé lo que es follar – dije, aunque realmente no tenía mucha idea de cómo se hacía. El curso anterior me explicaron en clase que los hombres introducían sus penes en las vaginas de las mujeres para tener hijos, y un tiempo después una compañera del colegio nos contó a unas cuantas que eso no se hacía sólo para tener hijos, porque el hacerlo daba mucho placer.

-         Es que… No sé, me harás daño, ¿cómo me vas a meter el pene con lo grande que se hace? No cabrá

-         Claro que cabrá, tu agujero se hará más grande para que pueda entrar, y te dará mucho más placer que lo que hemos hecho antes.

-         ¿Cómo lo sabes? ¿Lo has hecho ya?

-         Je, je, no, no lo he hecho nunca, pero sé que es así. Y si te hago daño, sólo me lo tienes que decir y paro y volvemos a hacer lo de antes. ¿Vale?

-         Bueno, vale. ¿Cómo lo hacemos?

Aunque seguía dubitativa y nerviosa, a la vez me sentía emocionada. ¡Iba a hacer lo que me habían contado en el colegio en secreto que hacían las personas mayores y que daba tanto placer!

-         Tú quédate tumbada y relájate.

De modo que me quedé como estaba, mantuve las piernas abiertas y aguardé con el corazón cada vez más acelerado mientras mi hermano se tumbaba encima de mí, me daba un beso, y torpemente intentaba guiar con la mano su pene hacia mi obertura. Intentaba introducirlo y empujar, pero la falta de práctica lo impedía y hacía que empezara a hacerme un poco de daño. Tras unos cuantos intentos fallidos cambió de táctica y se incorporó.

-         Espera, mejor ponte de cuatro patas, me parece que será más fácil. ¿Te he hecho daño?

-         Un poquito

-         Pues lo siento, seguro que ahora lo hago mejor.

Siguiendo sus instrucciones me coloqué de cuatro patas encima de mi cama, mientras él se situaba de rodillas detrás de mí.

-         ¡Vaya, que vista tan bonita tengo desde aquí! Me encanta tu culo, Anna, y tu coño - me dijo mientras me acariciaba las partes mencionadas con las manos, para a continuación dedicar unos minutos a recorrerlos con la lengua. Poco a poco me fui relajando, y me preparó para cuando volvió a intentar introducirse dentro de mí. Esta vez lo hizo mucho mejor, encontrando el camino más fácilmente, aunque cada vez que notaba que me metía la punta de su polla sentía un leve dolor. Al cabo de un rato tuve que pedir que parase porque empezaba a dolerme de verdad.

-         No importa - dijo – descansemos un rato y luego continuamos.

De modo que fuimos a la cocina a beber algo, ya que estábamos sudorosos y sedientos, y tras volver a mi habitación, estuvimos un rato tumbados en la cama, toqueteándonos y charlando de sexo. Le conté lo que me había parecido todo lo que habíamos hecho, lo que había sentido, y él me explicó que hacía tiempo que se fijaba en mi cada vez que me veía en pijama y que llevaba tiempo soñando que me pedía hacer lo que estábamos haciendo en ese momento, pero que le gustaba mucho más que lo que había imaginado. Y que mi cuerpo era mucho más bonito de lo que se pensaba, etc. Al cabo de un rato ya tan sólo notaba unas pequeñas molestias y me vi con ganas de volverlo a intentar.

4.

Pero esta vez, en lugar de en la cama, mi hermano dijo que había pensado en una manera mejor de hacerlo, porque, según dijo, quería verme bien la cara de placer cuando me desvirgara. Seguí sus indicaciones y me senté en el borde de mi mesa de estudio, de modo que al situarse mi hermano de pie frente a mí, su polla quedaba casi a la misma altura que mi coño. A continuación, sin darme tiempo a prepararme, mi hermano me dio un largo beso en los labios, colocó una mano tras mi culo, con la otra introdujo el pene en mi orificio, y empezó a empujar, un poco más fuerte que antes. Volví a sentir un poco de dolor, pero antes de que hubiera podido abrir la boca para pedirle que parara, sentí un pinchazo más fuerte que los demás y de repente me encontré con la polla de mi hermano totalmente dentro de mí. Poco a poco, suavemente, mi hermano empezó a sacarla y a meterla de nuevo, a la vez que me iba besando por toda la cara y me acariciaba los pechos.

-         ¡Oh sí, oh, Anna, te estoy follando hermanita! ¿Te gusta? ¡Oh! Sólo doce años y ya estás follando, ¿te gusta cómo te meto mi polla dentro de tu cuerpo? Qué coño tan bonito tienes, tan suave y estrecho, ¡oh que placer me estás dando, hermanita! ¡Oh, qué bien! Dime que te gusta, que estás disfrutando haciendo el amor con tu hermano mayor

Y yo apenas podía contestarle con palabras sueltas entre gemiditos de placer, disfrutando de verdad con ese pene que se introducía dentro de mi cuerpo, sintiendo un cosquilleo y unas oleadas de placer mucho mayores de lo que había sentido nunca. De repente, una larguísima ola de placer recorrió todo mi cuerpo, dejándome sin habla, y poco después fue mi hermano quien soltó un gemido más fuerte que los demás y sin dejar de penetrarme, expulsó un chorro de líquido caliente que podía sentir muy dentro de mí. Sacó la polla de mi interior, acabó de expulsar el poco semen que le quedaba por encima de mis labios vaginales, y cuando parecía que ya no le quedaba ni una gota de líquido en su interior, volvió a penetrarme y mantuvo su pene dentro de mí mientras me abrazaba y besaba y me decía al oído cuánto le había gustado. Yo respondí con gusto a sus caricias y besos, exhausta después de todas aquellas sensaciones tan nuevas.

-         ¡Oh, Anna, mi preciosa hermana pequeña! ¡Todavía me cuesta creer que te haya podido follar! ¡Ha sido increíble poderte tocar tu cuerpo todo lo que he querido, y haber podido meterte mi polla en tu coño… nunca había sentido tanto placer, como te quiero hermanita! ¿Qué te ha parecido? ¿Te ha gustado?

-         Sí – le confesé, aún aturdida por el placer y las nuevas sensaciones que había vivido, pero de nuevo cada vez más avergonzada al recordar lo que mi hermano había hecho con mi cuerpo, lo que yo había hecho con el suyo – sí que me ha gustado, no sabía que se sintiera tanto placer al follar.

-         Me alegro mucho de que te haya gustado tanto, y de que no te arrepientas de haberlo hecho conmigo… Oye, y ahora, ¿querrás hacerlo más veces otros días, cuando nos quedemos solos? – me propuso mirándome con aire dubitativo.

-         Pues no sé… Supongo que sí, como ya lo hemos hecho una vez… y me ha gustado hacerlo, aunque me ha dado bastante vergüenza cuando me tocabas y chupabas por todo el cuerpo

-         ¡Ja, ja! – exclamó mi hermano, aliviado tras haberle dicho que sí me gustaría repetirlo – bueno, seguro que pronto se te pasará la vergüenza cuando lo hayamos hecho algunas veces más. Y además, tengo que confesarte que tu vergüenza y timidez del principio me daba bastante morbo

Y desde ese día, cuando volvía a casa del colegio, en lugar de pasar la tarde haciendo los deberes o mirando la tele como cualquier otra niña de mi edad, esperaba ansiosa a que mi hermano buscara un momento de tranquilidad en casa para venir a mi habitación, desnudarme y hacerme el amor. Cada día le esperaba adicta a esas oleadas de placer que mi hermano me proporcionaba, y siempre que podíamos inventábamos algo nuevo: una nueva postura, un nuevo sitio donde hacerlo, algún nuevo juego antes del momento de la penetración,… Pronto me vino la regla por primera vez, por lo que desde aquel día tuvimos que usar preservativo, y aunque guardo con gran cariño todos los recuerdos de esas sesiones de sexo prematuras, mis preferidas son sin ninguna duda las que tuvimos antes de que tuviera ese cambio biológico con el que empecé a ser una mujer. Ya han pasado más de 10 años desde aquel día, y aún hoy de vez en cuando pasamos un buen rato practicando sexo, y recordando aquellos días en que, siendo aún una niña, hacía el amor con mi hermano. Aunque ya no somos sólo nosotros dos en nuestros juegos de hermanos: unos tres años después del día en que mi hermano me convenció para follar con él, consiguió hacer lo mismo con mi hermana mayor, y desde aquel día los tres disfrutamos de una fantástica relación tanto personal como física, como os contaremos más adelante.

Y esta es mi historia. Sé que a algunos os costará de creer, pero es absolutamente cierta. Nunca la había contado hasta ahora, y nadie aparte de mi hermano o de mi hermana sabía nada de todo esto. Lo escribo ahora por el morbo de hacerlo, y porque me gusta la idea de que otras personas lean y sepan lo que hacemos, y también porque me gustaría que la gente me escribiese para contarme lo que opina, y para conocer a otra gente que haya tenido experiencias similares. Mis hermanos y yo estaremos encantados de leer todo aquello que nos queráis escribir a marionaianna@yahoo.es

¡Un beso a todos!