Entre dos chochetes

Se lo metí y ella cerró instintivamente la cuevita trasera mientras mi lengua iba desde el perineo hasta la concha y entraba...

No volví a ver a Marta desde entonces, ni a su amiga Poli, aunque sé que ellas siguen siendo grandes amigas, lo sé por los mails que me envía mi hija, en los que siempre me habla de las dos.

Era verano y hacía calor, faltaban unos días para que empezara el año escolar, y yo tenía el pasaje en el bolsillo. Habíamos arreglado con Marta la separación definitiva, hacía muchos años que no vivíamos juntos y llegamos a un acuerdo, la casa para nuestra hija con el usufructo a nombre de Marta, de manera que Cecilia no la pudiera vender mientras su madre viviera. Esa mañana, después de firmar todos los papeles en el juzgado, la invité a comer, a manera de despedida. Su respuesta fue muy sugestiva:

-Mejor nos despedimos esta noche, andá por la casa y cenamos.

Yo tenía ciertos resquemores, no quería crearle problemas con su pareja, aunque según mi hija, en esos días él no estaba en la ciudad, también era un contratiempo aceptar su invitación porque pensaba salir esa misma noche hacia Buenos Aires, pasaría unos días en la capital, donde compraría discos y libros, y saldría el sábado para Caracas, donde me reuniría con mi mujer para regresar después a Santo Domingo.

Confieso que esa noche fui a la casa que habíamos compartido durante diez años con muchas prevenciones. Sabía que mi hija no estaría porque tenían una invitación ella y su marido, así que me preparé para salir de ahí en cuanto Marta se pusiera a tomar más de la cuenta, porque entonces sí que se pone pesada, le daría por recordar cómo le arruiné la vida, lo hijo de puta que fui al abandonarla, en fin, un teleteatro que no pensaba volver a repetir después de tantos años separados.

La primera sorpresa fue encontrarme a Poli, su presencia no me molestaba en absoluto, pero me llamó la atención que estuviera vestida de manera tan informal, de bermudas y remera, como si estuviera instalada en la casa. Nos saludamos con mucha cortesía y nos sentamos en el patio trasero, donde estaba la piscina de hule que Marta usaba durante el verano. Marta tenía un vestido enterizo que le llegaba hasta encima de las rodillas, bastante amplio, sin mangas, de color azul, y sandalias de tiritas. La noche estaba cálida pero había un vientito agradable. Me senté en una silleta junto a una mesita ratona y entre las dos armaron rápidamente una cena fría, embutidos, quesos, galletitas, tomates y aceitunas, me preguntaron si quería cerveza o vino, cosa que rechacé, prefería una gaseosa o un amargo serrano, nada de alcohol. Charlamos de cosas intrascendentes, le pregunté a Marta si mi presencia no le crearía problemas con su pareja y ella dijo que no. Cuando eran las once de la noche Poli nos dejó solos, dijo que se daría una ducha. Yo empecé a despedirme pero Marta me desafió.

-¿Tan temprano te vas a ir? Quedate un ratito más, si acá nadie te controla, ya sos grandecito y podés andar de noche ¿o no?

Sonreí. Marta se levantó entonces y volvió después con unos dulces, se sentó a mi lado y seguimos charlando.

-¿Y Poli?- pregunté. Ella se rió un momento y me dijo que Poli estaba viendo la tele en la sala, estamos de vacaciones, dijo, no hay que madrugar mañana, y me puso un dulce en la boca. Me sentí tonto en ese momento. Ambos pasábamos de los cuarenta y si bien físicamente estábamos bien conservados, no habíamos engordado mucho y ella estaba mucho más delgada que cuando nos divorciamos, me parecía que ya éramos viejos para estar jugando a esconder cosas, como mis resquemores y las intenciones con que ella me invitó a la casa para mostrarme como una barrera contra segundas intenciones mías la presencia de Poli.

-No te preocupes, disfrutá la tranquilidad, ¿querés una cerveza?

Volví a negarme. Marta comenzó entonces a arreglarme el cuello de la camisa, notó que, entre el calor y los nervios, yo estaba transpirado.

-Estás tenso- comentó ella. Yo permanecí en silencio.

-¿Querés sacarte la camisa?-

No pude reprimir una risita nerviosa y respondí con una estupidez.

-¿Y vos qué te quitarías?

Ella se rió esta vez, y me miró a los ojos con esa mirada que yo le conocía tan bien.

-A mí no me vas a asustar ¿eh? Yo me quito lo que vos digas pero… hay un problemita

Ella debió leer en mi cara la pregunta, porque dijo inmediatamente

-Somos dos mujeres, así que si va a pasar algo, tenés que dar para las dos.

No me caí de la sorpresa porque estaba sentado. Marta había sido la mujer más puritana que pueda imaginarse, jamás quiso ver una película porno, cuando veíamos la tele juntos pasaba las escenas eróticas con el control, jamás quiso hacer nada fuera de lo tradicional en la cama, ¿tanto había cambiado?

-¿No creés que haya cambiado?- preguntó.

-No te lo puedo creer, no, esto no puede ser cierto- dije.

-No te preocupes, mirá, se trata de tener sexo, nada más, nosotros ya cruzamos la línea hace rato, ¿me entendés? Ahora podemos decir lo que es, dejémonos de boludeces románticas, para eso está la novela de la tele, por eso ahora llamo a las cosas por su nombre, digo coger, digo picho, concha, y culo, no hay más vuelta que darle, así que si te animás, cogemos, me hacés sexo oral y hasta te dejo que me lo metas por detrás, pero sin culpas, sin vueltas, y la invitamos a Poli porque yo ya no tengo inhibiciones ni ella tampoco, no somos bisexuales, pero a las dos no excita ver cómo la otra se da su desparramadita, eso no quiere decir que lo hacemos con cualquiera, no, nos cuidamos muy bien las dos, ¿me entendés?

-Sí te entiendo- respondí.

-Pero estás sorprendido-

-Un poco sí.

-Bueno ¿y?

-Yo no tengo problema.

Sin embargo mi cara de sorpresa la hizo reír, me acarició el pene por encima de la ropa, cuando lo sintió duro, caminó hacia la puerta y se paró en el pasillo, en un ángulo donde sólo yo podía verla, y se quitó la tanga roja que tenía debajo del vestido y me la arrojó hecha un bollito, el trocito de género cayó sobre mi regazo.

-¿Sigo?- me desafió. Asentí.

Se quitó el vestido y la vi desnuda, exactamente como la recordaba. Sus senos tenían los pezones duros, su vellón oscuro de otro tiempo había sido reemplazado por un manchón dejado por la cera de depilar. Parecía un conejito adolescente.

-¿Qué, no te animás, no le querés ser infiel a tu mujercita que vaya a saber con quién te estará adornando la frente?

Confieso que estuve a punto de irme en ese momento, y aunque ya había dado mi palabra, sentía miedo, yo jamás me había acostado con dos mujeres, ni siquiera cuando era joven.

Caminé hacia ella y la tomé en mis brazos. Nos besamos largamente. Ya no era la muchachita pueblerina llena de prejuicios. Su mano tanteó mi sexo sin ninguna inhibición. Cerró la puerta del pasillo y me exigió que me desnudara, me ayudó a quitarme la camisa, me bajó el calzoncillo y el pantalón a la vez, abrió la puerta de lo que fuera el dormitorio de Cecilia y colocó mi ropa sobre la cama desocupada.

-Poli, bajame las persianas y cerrá la puerta del frente- dijo mientras me retenía contra ella. Poli nos vio cuando fue a cerrarla pero no mostró la más mínima sorpresa al vernos desnudos. El único sorprendido era yo.

-Él no cree que tiene que dar para las dos, así que traete las toallas y vamos a darnos un baño

-Pero… ¿y ella no se acaba de bañar?

-Lo que abunda no daña, papito- respondió Poli y se quitó la bata que tenía puesta. Su cuerpo regordete quedó expuesto ante mis ojos, sus senos redondos, carnosos, todavía apetecibles y el triangulito de vello de su sexo depilado terminaron de disparar mi erección. Las dos se rieron entonces

-¿No lo podés creer todavía?- preguntó Poli.

Nos dimos un largo baño, las enjaboné a las dos, me detuve largamente en las tetas de ambas, le enjaboné el culo a Poli y con el duchador le quité toda la espuma, ella se abría de piernas y se agachaba para que el agua le diera de lleno, entre las dos me enjabonaron, me acariciaron, Marta me ordenó que la bañara de nuevo y que la secara, fuimos a la habitación y Poli puso a andar el aire acondicionado. Colocó la toalla sobre la cómoda y encendió una ramita de incienso, y se sentó.

-Primero quiero mirar, además Marta tiene derecho a ser la primera, yo mientras tanto me motivo mirando, ¿puede ser?

Marta se acostó en la cama, abrió un cajón de la cómoda y sacó un tubo de plástico, lo apretó y se empapó la entrepierna con un gel que olía y sabía a vainilla.

-Tanto te encantaba chupármela ¿te acordás? Dale, ahora podés darte el gusto… dale, nene.

Comencé a darle lengua, primero por los bordes, después le hice levantar las piernas, le chupé un poco el culito, Poli bajó entonces de la cómoda y comenzó a masajearle los pezones

-No, a mí no, acaricialo a él- protestó ella.

Las manos de Poli fueron pasando sobre mi espalda, bajaron hasta mi cintura y juguetearon con mis testículos, me besó los glúteos, me pasó los pezones por la espalda mientras mi lengua hacía cambiaditas en los senos de Marta, volví a su cuevita que estaba totalmente mojada y, con el mismo juguito de su chuchi empapada me lubriqué el pulgar y empecé a acariciarle la entrada del culito. Se resistió un poco al principio, así que fui trabajándoselo con suavidad, mientras su panochita mojadita se abría y mi lengua entraba hasta el fondo, ella me acariciaba la nuca y Poli me besaba las pantorrillas, me pasaba la lengua por el cuello, tardó bastante en mostrar excitación, pero en un momento su ojete humedecido empezó a latir y ella misma empujaba para que el dedo le entrara un poco más, seguí con mi estilete lengüil y puse a girar el pulgar en la entrada del ano, Marta gimió despacio, casi un ronroneo, un sonido que yo recordaba muy bien de las veces en que, totalmente borracha, estaba al borde del orgasmo. Aceleré mis estocadas con la punta alternadas con pasadas de la lengua totalmente desplegada por toda su rajita abierta, la respiración de Marta se aceleró, alcancé a apretarle un pezón endurecido y sus manos retiraron mi cabeza de su entrepierna, su respiración era entrecortada. Poli bromeó:

-Pero mi hija, tardaste un poco pero semejante acabada que te diste… parece que el secretario éste te salió bueno, eh...

Marta me abrazó un momento mientras recuperaba el aire y se reía.

-Estamos locos los tres, mirá vos, cuánto hace que nos conocemos, ¿a vos se te hubiera ocurrido que terminaríamos encamados los tres? Ay, qué frío- dijo y se levantó de la cama para ir al baño. La seguí, me enjuagué la boca y el pene mojado.

-Para qué te enjuagás la boca si todavía te falta ella- dijo ella mientras se lavaba la entrepierna con el duchador y se secaba con una toalla que después me pasó para que yo también me secara. Volvimos a la habitación. Poli estaba de espaldas, levantando sus glúteos redondos y blancos. Marta le abrió los cantos y volcó el gel en ese ojete oscurito.

-A ella le gusta que le chupen el culo, así que dale con tuti- dijo, y yo comencé a darle lengua. Poli hizo como un ronroneo

-Hmmm… hmmmm….

Yo le seguí chupando el ojete empapado y le metí dos dedos en la conchita mojada, ella levantó el culo todavía más, se apoyó sobre sus rodillas mantuvo la cabeza sobre la almohada y se abrió de piernas, boca abajo, entonces empecé a chuparle la chuchi que ella abría con los dedos para que mi lengua le entrara mejor, su ronroneo seguía. Cuando le pasé la lengua entera por el culete empapado ella dijo

-Por favor… meteme el dedo en el culo, dale

Se lo metí y ella cerró instintivamente la cuevita trasera mientras mi lengua iba desde el perineo hasta la concha y entraba, le puse dos dedos de mi mano libre, los abrí y cerré alternativamente adentro mientras ella empezó a gemir, su ojete lubricado latía y su concha estaba tan mojada que parecía que se había hecho pis… me hizo sentar contra el respaldo y se paró en la cama, su concha quedó a la altura de mi boca, ella empezó a moverse, me daba conchazos literalmente mientras mi lengua le lambeteaba todo el chochete, después se acostó boca arriba y se abrió de piernas totalmente, se la seguí chupando sin pausa hasta que empezó a gemir cada vez más fuerte hasta que dio un gritito ahogado y en el momento de acabar me cruzó las piernas sobre la espalda.

-Estaba caliente la sopa ¿eh?- dijo Marta.

Poli me abrazó, me hizo unos cariñitos y, tras un breve descanso volví al baño a lavarme la cara y la cabeza del pene, que estaba totalmente empapada, creo que los nervios, y el hecho de no poder creer lo que estaba sucediendo, evitaron que acabara en el aire

Cuando volví a la habitación Marta estaba fumando un cigarrillo, Poli había ido a la heladera y me trajo una lata de cerveza, habían apagado el aire porque, pasada la calentura, ambas tenían frío.

-Enfriate un poco, viejito calentón- me dijo Poli y le quitó el cigarrillo a Marta para darle una pitada. Marta se sentó en la cama.

-Vení, acostate mi chino, que ahora te toca a vos, ¿qué querés hacer?- preguntó Marta

-¿Te gustaría un poco de culito?- preguntó Poli.

-No estaría mal- contesté.

-Marta va primero- dijo.

-¿Yo? ¿Y vos no querés? ¿No te estabas quejando que hace mucho que no tenías una buena encamada? Esperate, que acá tengo condones, dijo y de un cajón de la cómoda sacó una caja de Tulipán, una marca que me traía recuerdos. Poli me acarició el pene y me colocó el condón cuando se me puso duro.

-Chupáselo, dale- le sugirió a Marta

-No… yo nunca pude, chupale vos.

-Está bien, yo le chupo, pero te lo mete a vos primero

-Bueno… ya que insiste- dijo y se acostó boca abajo sobre la cama. Poli le echó un chorro de gel del pomo en la entrada del ano, me hizo señas de que lo esparciera, le fui metiendo el dedo índice despacito, hasta que sentí que entraba y salía sin dificultad

-¿Estás bien? ¿Seguro que querés?- pregunté

-Tanto te gustaba ¿te acordás? Soñabas con darme por atrás, ahora date el gusto, querido, cogeme por el culo, dale

Poli me dio unas chupadas, me acarició los testículos, tanteó la dureza de mi pene, colocó un almohadón bajo la pelvis de Marta y dijo

-Ahora

-Despacito- pidió Marta mientras me montaba sobre ella. Empecé a metérselo suavemente mientras le acariciaba el cabello, sentí otra vez los besos de Poli en mi cintura, me mordía el coxis y eso me hacía poner más tieso, tuve que pedirle que no lo hiciera, porque no quería acabar tan pronto. Marta volvió a ronronear, se metió la mano en el chocho y empezó a masturbarse a medida que yo entraba y salía de su culito ya abierto, estuvimos así un rato, yo no podía acabar y ella tampoco, pero el cosquilleo, mezclado con el dolorcito de metérselo en esa piel algo más áspera que la almejita tibia, me hacía gozar de todas maneras, le pregunté varias veces si no le dolía y ella me decía, dale, metémelo, movete, no te preocupes… por supuesto que le hice caso, seguí moviéndome un rato más, pero entonces Poli dijo

-Así no van a acabar ninguno de los dos.

-Yo no tengo ganas de terminar ahora, es para disfrutar un rato, ¿a vos te falta mucho?- me preguntó Marta.

-Yo no voy a acabar- dije. Seguí un ratito más hasta que el pene se me empezó a poner fláccido, entonces lo saqué y me tomé un trago de cerveza, me quité el condón y me recosté un momento.

-Ahora tenés que hacerla acabar por adelante- dijo Poli.

-Después, Poli, primero que te lo meta en el culito, dale, si se aguanta y no te termina adentro, le damos un premio… ¿te animás?

Fui al baño y me di una ducha. Habían vuelto a encender el aire y el frío me reanimó un poco, Poli me hizo acostar de costado, no me dejó poner condón, Marta, que se ufanó de conocernos los gustos a los ados, me llenó el pene de crema, le abrió las nalgas a Poli, le untó gel y me ayudó a metérselo. Ahora era yo el que tenía que moverme y en el espejo de la cómoda veía la cara y los enormes senos de Poli, que se había embadurnado el dedo y la chuchi con crema para masturbarse a medida que yo se lo ponía por atrás, quise meterle el dedo en la rajita a medida que me movía, pero ella pidió

-Agarrame las tetas, Mario, que se me hamacan demasiado.

Marta encendió otro cigarrillo y se dedicó a mirarnos desde la cómoda, el lunar en su pecho, que antes me había enloquecido, me hizo acordar de la primera vez que tuvimos sexo, Poli empezó a apretar su ano, que era un poco más amplio que el de Marta, el movimiento de su paja la excitó tanto que empezó a gemir, sus pezones se endurecieron, a mí se me empezó a achicar el pene y al mismo tiempo tenía frío

-¿Te gusta ese culito?- preguntó Marta pero yo no respondí.

-Ay, no pares, dale, dale, que ya casi… hmmmm, hmmmm. Ay papito… ay mi amor… ay mi vida… decía mientras se movía más fuerte a medida que su dedo la excitaba todavía más

Cuando a mí ya me empezaba a doler el bastoncito de carne, ella se vino en un orgasmo violento, se puso toda roja, gritó y transpiró mientras Marta se reía y la remedaba

-Ja… estaba caliente la yegua de mi compadre- se burló mientras la otra se pasaba un dedo por el ojete enrojecido.

Poli me abrazó y me dio un beso en la boca.

-Papi, pero por favor, qué acabada… dame un trago Marta. Marta le pasó la lata de cerveza, yo volví al baño y me saqué toda la crema del pene. Cuando volví las dos estaban charlando. Poli me abrazó, me refregó sus senos por el pecho

-Ay Marito, qué manera de fifar papá, no te digo que hacemos esto todos los días, pero, bueno, cada tanto nos damos una fiestita ¿viste? ¿Cómo hacés para no acabar? Porque mirá que los vagos sueltan su leche, no pueden

-Debe ser porque es la primera vez que me acuesto con dos mujeres

-¡Ay qué humilde! Decí la verdad, che, que sos impotente- chanceó Marta.

Me tendí en el medio de las dos y empecé a acariciarles el chocho, una con cada mano.

-Te toca acabar a vos, Marito- dijo Poli.

-¿Qué querés hacer? ¿Querés que Poli te dé una mamada y terminarle en la boca? ¿O ya no se te para más?- dijo Marta y empezó a acariciarme el pene que unos instantes después se puso duro.

-Hmm, antes era una cosa increíble, si vos supieras, Poli, el tipo me cogía y al ratito ya estaba duro otra vez, a veces yo ya tenía sueño, pero él si no se echaba sus tres o cuatro polvos, no había caso- le dijo a Poli.

-Ay, Marta, yo ya estoy lista, en serio, hagan el amor ustedes, que él debe estar recaliente, pobrecito

-¿Querés terminar conmigo o con ella? En serio, aprovechá querido que tenés concha para elegir esta noche… dijo Marta mientras me bajaba el prepucio

Le metí el dedo en la chuchi y la sentí mojadita, ella empezó a moverse despacito, era evidente que todavía estaba excitada. Poli se empapó los dedos con el gel y empezó a lubricarla, tuve que retirar mi dedo para que la almejita de Marta se empapara bien. Cuando ella vio que Poli agarró la caja de condones le dijo

-Yo no quiero.

-¿No lo vas a hacer?

-No, no quiero condón, ¿te animás a hacerlo así? Total ahora ya no hay peligro- me sugirió.

Con toda la calentura del mundo, dije que sí.

-Bravo, como en los viejos tiempos, festejó Poli.

Me puse boca arriba y Marta se sentó sobre mi cintura, se extendió hacia delante y comenzó a refregarme las tetas en la cara, le hice el juego de las cambiaditas, que la enloquecía, y esta vez Poli me ayudó a acomodar la punta del pene en la entrada de la conchita perfectamente lubricada de Marta, ella empezó a cabalgarme cada vez más rápido, Poli le acariciaba los glúteos y eso parecía excitarla todavía más, entonces Poli hizo algo que terminó de enloquecer a Marta, le echó gel en el culo y me agarró la mano y me hizo meterle el dedo índice en el orto, algo que me hizo estirar hacia arriba para alcanzar el ano empapado de Marta

-Dale Poli, meteme un dedo en el culo, por favor-le pidió ella a su amiga

Esta vez no se cuidó de gemir, se movió cada vez más fuerte, me dio un beso de lengua como en nuestros mejores tiempos y después me pidió

-Dale, acabá, acabá, vamos juntos, dale, ay mi amor… ay mi amor, mi vida

Yo me vacié totalmente y sentí que me faltaba el aire, ella salió de encima de mí y se recostó en mi pecho, Poli me abrazó desde el otro lado de la cama

-Qué viejos calentones- dijo. Un momento después Marta fue al baño a lavarse y cuando volvió, encendió un cigarrillo y se cubrió con una manta. Yo estaba tan caliente que daba para un último polvo después de tanto aguante

-¿Todavía te da el cuero, papá?- sonrió Poli al ver cómo mi pene seguía semierecto.

Asentí con la cabeza.

-Lástima, yo ya tengo la chuchi helada, pero te voy a compensar por las dos acabadas que me hiciste tener

-¿Se lo vas a chupar?- preguntó Marta.

Poli volvió con una toalla mojada, me limpió bien el pene, me puso un condón y empezó a darme una mamada.

-Mejor hacemos un 69- sugerí. Cuando Poli se acomodó sobre mí y estuvimos dándonos lengua un rato Marta dijo

-Así no van a poder terminar ¿por qué mejor no lo hacen bien? A mí me dio corte esa sugerencia, pero Poli pareció complacida, se montó sobre mi pene y comenzó a moverse, Marta me acariciaba las tetillas, me ponía un pezón en la boca, le pedí que me dejara darle lengua en su chochito, al principio dijo que no, pero después, cuando escuchó los gemidos de Poli, se colocó dándole la espalda a su amiga, se agarró del respaldo de la cama y abrió su almejita recién lavada. Se la chupé con gusto a medida que me iba excitando, la panocha de Poli estaba bien calentita y ella se estaba moviendo con gusto.

-Ay, carajo, me vas a hacer acabar de nuevo, chino

-Acabá, chiquita, aprovechá el picho de mi marido, bah, mi ex marido- dijo Marta mientras movía su cadera para que mi lengua le diera más placer.

-No aguanto más- dije pero Marta me cerró la boca con su concha, me diluí en un orgasmo y me seguí moviendo hasta que Poli acabó y quedó boqueando, transpirada y enrojecida como si hubiera corrido diez kilómetros.

-¿Terminaron?- preguntó Marta.

Poli me sacó el condón, trajo del baño una toallita mojada y con ella me limpió el pene y me dio una chupadita cortita

-Es un cariñito, mi chino.

Marta siguió refregando su conchita mojada contra mi lengua, pero ya no podía acabar, así que se salió y se recostó sobre mi pecho.

-Linda fiesta Marito, te vas a acordar de nosotras… tres acabadas

-Me ganaste- dijo Marta, yo solamente acabé dos veces, te felicito gorda… me voy al baño- dijo mirándome sonriente- me removiste todo lo que tengo

Cuando volvió la vi saciada, agotada, yo estaba literalmente muerto, la abracé desde atrás y, como en los viejos tiempos, sentí su culo contra mi pene y me acomodé mejor, Poli me abrazó un ratito, sentí sus tetazas en mi espalda, y en pocos minutos nos quedamos dormidos.