Entre cuatro paredes

Un hombre maduro espera lleno de deseo cada tarde a su ninfa...lleno de ansia y deseo se imagina cuanto va a suceder, y realmente sucede...

ENTRE CUATRO PAREDES.

La esperaba sentado como tantas tardes; a pesar de que había ido bastante tiempo antes, aún estaba nervioso. Sobre un viejo saco de dormir y una esterilla, que amortiguaría los roces de sus rodillas al galope, estaba yo…a mis casi cincuenta años, temblando por un encuentro que  ella ya había normalizado, ella  mi salvaje doncella, mi joven potra, mi tierna jatica que tanto azoraba mi rutina diaria, ella daba normalidad a un romance que había sido capaz de convertir en terrenal lo que para mí era algo exotérico.

Eran casi las ocho y treinta minutos de un miércoles más, pero este sería distinto, la iba a ver, la iba a poseer, la iba a dar el mayor placer que nunca la dieron.

En medio de mi letargo saboreaba un gin-tonic  frío, refrescaba mi fuego interno ya encendido, me notaba tan sexual, tan caliente, sudaba, sentía como la dureza de mi sexo apretaba mis pantalones, estaba incómodo, esperaría a que ella me obligara a quitármelos…Intentaba que ella, mi niña, mi gran amor, no notara la ansiedad de mi cuerpo, el ansia mental de absorver cada feromona suya, ¡Seguro que había vuelto a ducharse la cabrona!, cada jugo de su sexo, quería lamer el sudor de su canalillo provocado por la excitación, siempre estaba tan caliente, era una perra callejera, no dejaba nada para nadie más, eso es lo que me gusta de ella, sólo me desea a mí de esa manera, como una loba que protege a sus lobeznos, así era ella conmigo, me quería todo, sólo y solamente para ella.

Oí los golpes  en la puerta de madera de nuestras cuatro paredes, una, dos veces, me levanté todo lo rápido que mi abstracción me dejó, y sin más la ví… ¡Dios! Estaba exuberante, aunque su principal atractivo no era su belleza, no era especialmente guapa, poseía un encanto especial, transmitía sexualidad, era puro morbo, su olor, sus ojos, el movimiento de sus caderas al follarme era irresistible…

Cuando  quise levantar la vista, tenía su mirada clavada, pedía a gritos que la hiciera gozar, un vestido negro ceñido cubría su cuerpo, apretaba sus carnes, oprimía sus pechos, tan lechosos, eran como las ubres de una vaquita, estaban por exprimir…

Unos interminables tacones  la hacían más alta que yo, eso me gustaba, me daba la impresión que nunca la acabaría, tan grande, con tanta carne, con tantos ojos, con tantos jugos…y ¡Todo para mí!

Corrió la cortina que separaba el pasillo de entrada y nuestro zulo del placer, abrió lentamente sus piernas y se doblegó a mis pasiones. La apreté fuertemente contra el armario de espejos, estaban fríos, pronto se cubrirían de vaho. Agarré su culo, terso, de una joven deportista, creo que se cuidaba para mí, la besé tan lentamente como era capaz, las ganas de comerla no me dejaban saborearla, la quería toda, quería tragármela, que nadie más la tuviera nunca! Su lengua en mi boca me sabía a fuego, a tierra, era cálida, suave, sabía muy bien como utilizarla. La agarré de los brazos, no quería que hiciera movimiento alguno, esta vez sabría demostrarla lo que siempre ella me decía, yo era su macho.

Le mordí el cuello, chupé los lóbulos de sus orejas, le susurré: “ te quiero pequeña zorra ”, “ voy a follarte como nadie lo ha hecho ”, gimió, se que le gustaba, apreté sus tetas con todas mis fuerzas, estaban tan apetecibles, ella me pedía más, a la muy puta le gustaba jugar, gritó de placer o de dolor, no me importaba…

La giré violentamente, puse su cara sobre el espejo, empezaba a desnudarse, no la dejé, ahora mandaba yo.

Con los tacones aún puestos, levanté su vestido hasta la cintura, su culo quedaba ahora al descubierto, me apreté contra ella, iba a reventar, creí que iba a correrme sólo de sentir como se movía restregándose con mi polla, estaba muy cachonda, sólo tenía que ver como se mordía los labios, no la soportaba!

Llevaba unas bragas rosas de gasa, siempre su toque infantil, esa locuela que tanto sabía como excitarme! Buscaba su olor, su humedad, me arrodillé cual lacayo a sus pies y ahí estaba, todo el manantial del placer que me ofrecía, esta vez tampoco me había fallado, ese olor a tierra mojada, a liebre en libertad, su coño era una fuente natural en todo su esplendor, las bragas permanecían pegadas a su piel por la humedad, no lo pude soportar se las arranqué de un solo tirón, noté como su excitación aumentaba sin control, jadeaba sin importarme si alguien nos oía, quería que la penetrara, le gustaba mi polla, su polla, la había hecho suya.

Me sumergía en su naturaleza íntima, bebí cuanto quise de ella, la hice correr una, desveces, no sabía si era ella misma o yo quien le hacía disfrutar de esa manera, pero me hacía sentir tan hombre…

Así, de pies semidesnudos la penetré por detrás…lo estaba deseando, yo necesitaba hacerlo, era mía, y sólo yo estaba dentro de ella, su vagina era elástica aunque no demasiado, no había sido madre, no se había regalado lo suficiente, aún permanecía la turgencia del interior de su coño, había aprendido a utilizar su musculatura, abrazaba mi verga como si no quisiera que me fuera jamás.

La agarré del pelo, tiré como se que a ella le gustaba, lo llevaba corto, lo tenía revuelto, así me excitaba, la imaginaba como una amazona tan natural, tan pura, cuando me sintió dentro de ella, levantó la vista, nos miramos tras el espejo, lo sentía, se había vuelto loca del gusto, se movía lenta pero intensamente, se apretaba contra mí, le di fuerte, tan profundo como mis fuerzas me dejaban, mi mano se posó en su abultado clítoris, empapado, chorreaba, sus muslos estaban mojados, perdió el norte, me abandoné, nos corrimos como nunca, juntos, dentro de ella, sólo y para ella. Había dejado la firma de un amor, de una pasión que tarde tras tarde aumentaba mi locura, íbamos a morir de tanto disfrutarnos, de tanto amarnos…

MISSINA´17