Entre cómics

¡Quién iba a decir que aquel atractivo y maduro vendedor de cómics y yo nos entenderíamos tan bien!

Entre cómics

por Falazo

Había ido a hacer un recado a un barrio de Madrid que está algo alejado de mi casa. Cuando me encuentro en una zona donde sé que no me conoce nadie, que puedo hacer lo que quiera sabiendo que no me voy a topar de pronto con un colega o un vecino, me entra una vena morbosilla y me pongo a fantasear con cualquier cosa que esté a mi alrededor; me veo sobándole el culo a este universitario buenorro, tocándome en esa esquina cuando ya ha oscurecido, o fumándome un peta en aquel banco con aquel macarrilla mientras hablamos de guarradas varias.

Pero nunca me habría imaginado con qué me iba a encontrar, aquella misma tarde, en una aparentemente inocente tienda de cómics que me llamó la atención al pasar ante ella. Entré; era pronto, y me gusta echar un rato ojeando este tipo de tiendas. Era de esas grandes, especializadas, con muchos cómics de importación y figuritas caras para frikis sin remedio; como yo, jeje.

  • Buenas –saludé levemente al vendedor cuando pasé por delante del mostrador.

  • Qué hay –respondió sin levantar la vista (estaba leyendo un cómic), pero con una voz grave y cálida que me incitó a mí a levantarla y echarle un vistazo de reojo. Era un hombre de unos cuarenta y muchos, aunque su edad se reñía con un aspecto juvenil y despierto bien conseguido: cuando podría haber llevado camisa, en lugar de ello lucía una camiseta ceñida de las que casi no tienen manga, buena elección ya que no tenía mal cuerpo y le quedaba de puta madre (y yo, a mis 23 años, de camisa para disimular mi pequeña barriga cervecera... umm bueno, en todo caso más tarde agradecería mucho este detalle pues las camisas me favorecen bastante); estaba además sensualmente rapadete, pero lo mejor de todo era la postura, pues leía desde una silla alta, mirando hacia abajo con el tronco erguido, y una mano agarrándose espontáneamente la rodilla, en plan macho.

Pensaba en la sugerente imagen del vendedor mientras echaba un ojo distraído a los estantes de cómics, cuando al cabo de un rato me encontré, sin esperarlo, con la sección de cómics eróticos. De forma instintiva, busqué un apartado gay y sonreí al ver que efectivamente lo había. La tienda estaba vacía, y dioss, qué libertad poder abrirlos y dejar que se me pusiera dura sin preocuparme porque me viese alguien... Por supuesto, un poco más allá estaba el vendedor, pero él seguía con su cómic tranquilamente y además estaría acostumbrado a ver a chavales cayéndoseles la baba con aquellas morbosas portadas; los vendedores no suelen meterse en los asuntos de los clientes, aunque, jóder, éste sí que se metería a fondo antes de que acabase el día.

Miré el reloj, las 19:55, mierda, estaba a punto de cerrar; tendría que apuntar la dirección para venir en otra ocasión con más calma. Tras comprobar que ya no se notara bulto entre mis piernas, pillé dos cómics gays que me molaron y fui al mostrador. Al ir a mirar los precios vi que eran caros y quise optar por uno; como no me decidía, se me escapó decirle distraídamente al vendedor, sin mirarle:

  • ¿Cuál me aconsejas?

De pronto me dio vergüenza al darme cuenta de que con esa pregunta estaba dando por hecho que al pavo le gustaba lo mismo que a mí, pero ya era demasiado tarde. La vergüenza se tornó en agradable sorpresa cuando le vi ponerse a examinarlos como quien no quiere la cosa y, con una amable sonrisa tranquila, tomó uno de ellos, buscó una página concreta y lo depositó sobre la mesa abierto de par en par.

  • Tu verás –volví a oír su voz de madurote seguro de sí mismo–, pero dime si no te correrías con sólo recordar esta imagen.

Observé el dibujo con curiosidad, era una escena a doble página, un primer plano del pecho de un tío impresionante al que otro le lamía un pezón. Me encanta el porno que, sin necesidad de ser explícito, consigue ponerte más que ver una mamada en directo.

  • Hostia, esta claro –dije, alucinando–, cóbrame este. Me he empalmao en cuanto lo he visto. – Ya me daba igual tomarme confianzas, el tío había ido directo a buscar esa página: el cabrón se lo había leído (entre comillas leído , claro).

Me lanzó una mirada de complicidad, acompañada de un discreto guiño que me hizo devolverle una sonrisa, y mientras me cobraba se me ocurrió preguntarle si no tenía más cómics de ese dibujante, pues me parecía la hostia y quería tenerlo fichado.

  • Tengo en el almacén, pero cierro en cinco minutos; si no tienes prisa espérate y te los busco.

  • Qué va, no tengo prisa.

  • Pues mira, cierro la tienda y los buscamos con calma, ¿te parece?

  • Putamadre tío. –Me encantaba hablarle como si fuese un colega de toda la vida, él mismo incitaba a hacerlo con sus gestos y su forma de hablar.

Vi cómo cerraba y apagaba las luces; aproveché para echar un ojo a lo que había estado leyendo: era un cómic en plan policiaco; "eres un puto salido", pensé de mí mismo al darme cuenta que me había decepcionado el hecho de que no fuera algo porno. Ya con todo cerrado y en penumbra, vino y me tocó en el hombro indicándome que le siguiera hacia el fondo de la tienda. Allí abrió una puerta y entramos a un almacén no muy grande pero bien aprovechado, con espacio para unas sillas y una mesa que, colocadas en el centro, me hacían pensar en la de horas que se pasaría el hijoputa "leyéndose" allí, tranquilamente, el material que le llegaba, antes de venderlo.

  • Siéntate que igual tardo un rato...

Así hice y observé desde abajo su culo cuando se subió a una escalera para alcanzar los estantes más altos. Sus vaqueros ajustados sugerían un trasero redondito y duro; joder, no pude evitar rozarme la polla discretamente por encima del pantalón. Bajó portando en alto un pesado cajón, marcándosele los músculos del brazo por el esfuerzo, y lo dejó caer pesadamente sobre la mesa.

  • Echa un ojeo a estos, hay algunos que son la polla.

  • Jóder tío, se nota que sabes. – Me puse a mirarlos – Dioos me los llevaría todos. Pero son caros de cojones ¿eh?.

  • En eso te doy la razón; pero haz como yo, móntate una tienda de cómics y los tomas "prestados". ¡Pa tres pajas no te hace falta comprarlos!

  • ¡Jaja, quién pudiera, te lo has montado bien cabrón! –reímos; él ojeaba un cómic con una sonrisa pícara–; pero lo que más me gusta es que tienes este sitio donde te quedas solo y te las haces tranquilamente.

  • Ya te digo chavalote –volvió a guiñarme un ojo y se acercó más a mí como si fuese a contarme un secreto–. Se corre uno aquí de puta madre. –Debió de captar mi calentón desesperado y añadió:– Oye me pareces un tío legal, si quieres me voy a hacer unas cosas en la tienda y así te dejo solo para que puedas sacudírtela a gusto.

  • No jodas, –ahí sí que lo flipé– ¿me dejas?

Sonrió. - Mientras no me manches la mercancía... apunta donde quieras pero ojito con los cómics, que aún están para vender.

  • Tranqui, sólo faltaba... ¿Me recomiendas alguno?

Rebuscó entre el montón y sacó uno.

  • Este es la puta polla –dijo saboreando las palabras; me encanta oír a un macho pronunciar tacos de ese modo–, venga, córrete a mi salud chaval.

  • Oye, gracias colega, te aviso cuando acabe.

Me apretó el hombro amistosamente, y salió, dejando entrecerrada la puerta del almacén. Oí cómo se ponía a hacer cosas, yendo de acá para allá.

¡Dios, dioooos! ¡Qué calentón llevaba en mi puta tranca! Y los cómics eran lo de menos, lo que me ponía de verdad eran otras cosas: esos brazos de adulto fuertote, ese apretón de colegueo en mi hombro, "apunta donde quieras", esa voz sensual y caliente, "córrete a mi salud chaval", "te dejo solo y te la sacudes a gusto"...

Me acomodé en la silla y me desabroché los vaqueros, sin llegar a bajármelos. Recorrí con dos dedos el bulto que formaba mi slip; el glande asomaba un poco por la rajilla de éste, y estaba ya un poco húmedo. Sin dejar de mirar una escena porno del cómic que me había aconsejado el vendedor (que por cierto, tenía razón: era la puta hostia), me saqué la verga del calzoncillo, con algo de trabajo pues mi miembro no está mal, no es muy largo pero sí voluminoso. Me agarré la polla y los huevos y empecé a sacudir, pero pese a lo cachondo que estaba reparé de pronto en que no había papel ni nada para limpiarse después de .

No quise abusar de su confianza dejándolo todo perdido, así que paré y di una voz.

  • ¡Oye!

  • ¡Dime! –contestó desde lejos. Me coloqué la polla en el slip (mierda, con lo que me había costado sacarla) y me abroché el botón del pantalón; entonces fui a la puerta y me asomé por la rendija.

  • Tío, no hay nada para limpiarse.

Rió un poco y se acercó. Aunque yo creía que mi polla ya estaba a cien, se me puso aún más dura.

  • Ya te he dicho que no te cortes, me da igual encontrarme tu lefa en el suelo, la silla o los estantes, siempre que no me estropees los cómics.

  • Joder, ya, pero me da palo pajearme y dejarlo todo sucio mientras tú curras, te estoy quitando tu rato de "relajación" aquí...

  • Tranqui chaval, que ya tendré luego yo "mi rato"; ¿te crees que soy de piedra?, me pone mazo saber que estás aquí meneándotela y luego pienso buscar tu corrida y pajearme con los huevos embadurnados en tu semen.

  • ¡La hostia, estás más salido que yo, que ya es decir, jeje! Pues tío, atento porque no tardaré mucho, que me has puesto a mil y estoy que se me revienta.

  • Tómate tu tiempo y disfruta, chico, no te preocupes por mí.

Con el calentón que llevaba ya se me había pasado toda la vergüenza, y le solté:

  • Cómo no voy a preocuparme; me prestas un sitio guapo para que me pajee de puta madre, sin conocerme de nada, y te quedas al margen... ¡Deberías estar aquí disfrutando de tu momento y al menos presenciar mi corrida!

  • Bueno, como quieras –se quedó ligeramente cortado, y noté cómo trataba de disimular su bulto en el pantalón; jejee esto me mola–. Yo era por respetar tu intimidad.

  • Joder, es que no sabes cómo me pones tío...

Se acercó a la puerta; yo aún estaba detrás de la rendija, y abrí un poco más la puerta para dejarle sitio. Se apoyó en el marco de una forma que me volvió loco, con su brazo por encima de mi cabeza, y con la otra mano empujó levemente la hoja para abrirla aún más. Antes de que me diera tiempo a reaccionar, deslizó su mano hasta mi cintura y noté que sonreía un poco mientras acercaba a mí su rostro y me besaba suavemente. Entreabría un poco los labios, dejándome probar tan sólo la punta de su lengua; yo estaba tan flipado que ni siquiera acerté a moverme.

  • Tú también me pones, cabroncete. –Me sonrió tranquilamente; tenía una serenidad que me excitaba de la hostia.

Nos morreamos de nuevo. Yo ya reaccioné y le cogí por la cintura, deslizando mis dedos por entre su camiseta y su pantalón para tocarle la piel. Él seguía apoyado en el marco de la puerta. En esto, me empujó muy suavemente acercándome a la silla, hasta que quedé sentado. Se sentó él también en la silla de al lado y tomó mi mano. Me moló cuando me desabrochó la manga de la camisa y me la fue remangando cuidadosamente, de forma muy sensual. El cabrón sabía que si iba a saco me correría en seguida; quería hacerme disfrutar.

  • Así estás más sexy –me dijo cuando acabó de remangarme los dos brazos. Después metió su lengua en mi boca mientras rodeaba mis hombros con su brazo y me acariciaba el cuello. Yo adelanté una mano y le sobé la pierna, rozando su paquetón para ver cómo reaccionaba. Él mantenía su tronco erguido y sus movimientos eran siempre lentos y deliberados.

Tras este morreo nos miramos y yo solté un "¡Joder!" en un susurro de excitación. Él acercó su boca a mi oreja y susurró a su vez:

  • Me encantan los chavales tranquilos y morbosetes como tú.

Comencé a subirle la camiseta, deslizando las manos abiertas por su abdomen para sentir todos los músculos de su torso. Estaba cachas el hijoputa, pero de una manera natural, sin exagerar. Tenía poco pelo, revuelto, de adulto. Siguió hablándome al oído entre pequeños lametones y besuqueos en la oreja y el cuello, mientras yo jadeaba de placer.

  • Me encantan los machitos simpáticos pero peleones, como tú.

Le subí la camiseta hasta el cuello, sin quitársela, y le toqué un pezón con mi lengua. Me acordé de la imagen que le había molado en el cómic que me iba a llevar. Moví mi lengua con cuidado por su ya duro pezón, mientras me acariciaba la cara diciendo: - Mmmmh... me gusta.

Cuando hube humedecido del todo el pezón, le ataqué el otro pero esta vez dándole mordisquitos. Él jadeaba, mirando hacia arriba con los ojos cerrados, y sin dejar de sujetarme la cabeza con sus grandes y cálidas manos.

Nos morreamos de nuevo, y él llevó su mano a mi paquete, introduciéndola por la cremallera abierta del pantalón. Me agarró la polla por encima del slip, y entonces me apartó la cara diciendo:

  • ¡Qué ganas tengo de comerme esa polla!

  • Pues cómemela, cabronazo.

Bajó su cabeza y comenzó a lamerme el slip, que ya tenía una pequeña mancha oscura de pre-lefa (me gusta llamarlo así, je). Me impregnó todo el slip con su saliva; yo balbuceaba:

  • ¡Mmmh sí! Qué de puta madre tío... –sin dejar de lamer, acercó una mano y con dos dedos empezó a acariciarme los cojones– Jodeer, ¡qué de puta madre hostia!.

Me dijo: - Quiero metérmela en la puta boca.

Me puse de pie; él siguió sentado y me desabrochó el pantalón. Yo me solté un par de botones de la camisa, dios, cómo sudaba. Tiró del pantalón bajándomelo hasta la rodilla; apartó el slip por detrás dejándome el culo al aire, y me lo magreó con ambas manos mientras se agachaba para agarrarme la polla con la boca aún por encima del slip, lateralmente. En un gesto rápido acabó de quitarme el slip y mi palpitante tranca quedó frente a su cara. Volvió a agacharse y me lamió los huevos mientras me alcanzaba con un dedo el ojete y se ponía a acariciármelo. Apartó la otra mano de mi culo y la introdujo entre mis piernas por delante para tocarme esa zona que está entre el ojete y los cojones, y cuando yo ya estaba viendo las estrellas me soltó un lametón en la polla.

Le encantaba mamarla con cuidado, deslizando toda su lengua por el tronco de mi nabo, sin dejar un trozo seco de saliva. Después susurró en voz alta: - Fóllame la boca. –Y agarrando su cabeza con cuidado se la metí y saqué de la boca repetidamente, con suavidad porque sabía que él no era de esos que le mola el sexo bestia (yo tampoco, dicho sea de paso); él me acariciaba los cojones y me metía la punta del dedo en el ojete.

  • ¡Me voy a correr! –Grité, parándome.

  • ¿Quieres hacerlo? –preguntó sacándosela de la boca– Me trago tu lefa.

  • Aún no tío, quiero tu polla un rato.

  • Eso está hecho machote –Se recostó en la silla– Sírvete tú mismo, ya me aprieta el pantalón y tengo ganas de que me la liberes.

Dicho y hecho, me puse de rodillas y le desabroché el pantalón; llevaba un boxer que, imitándole, me puse a lamer con gusto. Después le dije:

  • Ponte de pie.

Así lo hizo y le bajé pantalones y boxer de una vez. Su polla tampoco estaba nada mal, de tamaño mediano pero forma perfecta, aunque lo que me perdió de verdad fue que estaba arqueadita hacia arriba. Sin mediar palabra la llené de saliva, agarrándosela con una mano y acariciándole los huevos con la otra; quería dejar el culo para después. Me la metí en la boca y él comenzó a bambolear su pelvis con un movimiento muy de macho, lento, serpenteante; desprendía masculinidad en todos sus movimientos. Con una mano posada muy abierta sobre mi cabeza ayudaba suavemente el vaivén de la misma, y con la otra se excitaba un pezón.

  • Ahhh, cómo la comes, cabrón, qué bien lo haces chavalillo, ¡ummmmh!

  • Gírate y apóyate en la silla.

Me obedeció y me encontré con su culo redondito y uniforme; tras magrearlo con las dos manos, le abrí un poco el ojete con los dedos y empecé a soltarle pequeños lametones cortos y rápidos. Por sus jadeos entendí que aquello le volvía loco.

  • ¡Ummmmmmmh, sí, sigue, cómo me gusta, dios, quiero olerte el miembro tío, dame tu olor!

Me pasé una paso rápidamente por la polla y se la acerqué por un lado, mientras metía cada vez más la lengua en su puto culo. Quedó apoyado sólo en una mano y con la otra acercó la mía hasta su nariz, aspirando profundamente. Casi me corro en ese momento, pero conseguí aguantarme: aún quedaba que él me comiera el culo a mí.

Me lo pidió él mismo: - Quiero probar yo también tu culito. –Cambiamos de lugares y me lo lamió, mientras con una mano se pajeaba y con la otra me pajeaba a mí. Cuando me empezó a meter la lengua a saco en el ojete, le solté:

  • ¡Quiero correrme en tu cara! ¡Ahora sí!

  • Gírate, eso es, córrete en mi puta cara, quiero toda tu leche, ¡venga hostias! –diciendo esto me pajeaba con toda su puta mano– ¡Quiero ver lo que tienes dentro de esta gran polla machote!

  • ¡Sí, ahhh, joder putaaa! –Me corrí en toda su cara, mientras él me comía la polla a bocados para agarrar el semen que iba saliendo a chorros. En cuanto salió el último, me dijo: - ¡Dónde quieres que me corra yo! –Aún excitado a mil, contesté que en mis cojones. Se puso en pie y me pasó un brazo por detrás de la espalda, dándome un morreo bestial mientras con la otra mano dirigía la punta de su polla hacia mis huevos; noté en ellos el líquido caliente de su corrida, un chorro, otro, su lengua dentro de mi boca, otro chorro, joder qué puto momento, ojalá hubiera durado horas, me cago en dios.

Acabamos, extenuados, de pie uno frente al otro, jadeando, su semen goteando desde mis huevos hasta el suelo. Nos miramos, él sacó su sonrisa característica que volvió a hacerme sonreir a mí. Me dio un pequeño beso sensual como el primero y me dijo en bajo:

  • ¿Te ha gustado?

  • Mucho tío, ya te digo...

  • A mí también. –hizo una pausa– Me ayudarás a limpiar, ¿no?

Estallamos en una carcajada, limpiamos un poco el temita (los cómics habían sobrevivido, ¡bien!; mi camisa no, ¡de puuta madre!) y nos vestimos. Me despedí, y me abrió un poco la reja para que pudiera salir. Me detuve en la puerta al acordarme de una cosa:

  • ¡Hey, el cómic! No te lo he pagado aún.

Lo cogió del mostrador y me lo dio.

  • Regalo de la casa, pa que tengas buen recuerdo.

  • Jeje, ya lo tengo tío.

Me dio un morreo de despedida. - ¡Vuelva cuando quiera! –nos reimos– Qué buen rollo, y qué polvazo tienes, me cago en la hostia.

  • Y tú ni te cuento macho... Claro que volveré, me he dejado media tienda sin ver.

  • ¿Sólo media tienda?

  • ¡Jaja! No me provoques...

  • Hoy más no, hasta la próxima chaval.

  • Hasta otra tío.

Espero que os haya molado el cuentecillo, es la primera vez que escribo un relato erótico y me lo he pasado muy bien haciéndolo. También me he tocado un poquito... espero no ser el único ;-)

No olvidéis poner comentarios y críticas. Hasta otraa...