ENTRE 2 PASIONES 2parte

Sus dedos, rozando mi piel delicadamente, bajaron por mi cuello, lentamente, llegando al escote de mi blusa. Hábilmente desabrochó los botones dejándola abierta, mi respiración se agitó aún mas y cerré mis ojos para disfrutar su caricia...

En cuanto entré al departamento, con la copia de la llave que Mauricio me había dado, me fui quitando la ropa hasta quedar completamente desnuda en el umbral de la puerta de su habitación. El salía del baño, con una toalla alrededor de su cintura y el cabello mojado.

Sus ojos brillaron al verme desnuda, con mis pezones duros por la excitación y mi mano en mi entrepierna acariciando mis labios y mi clítoris, gimiendo un poco y mis fluidos empezando a mostrarse en mis dedos... su erección no se hizo esperar.

Se acercó a mí, se hincó y casi con violencia separó mis piernas y tomándome de las nalgas, hundió su cabeza en mi sexo devorando mis fluidos para separar después mis labios y chupetear mi clítoris casi con desesperación.

Mi cuerpo se retorcía a causa del placer que estaba sintiendo, mi respiración estaba tan agitada que sentía que me faltaba el aire. Ni una sola noche de las que había pasado con él, mis gemidos fueron tan intensos ni él me lo había hecho de tal manera: intenso, desesperadamente.

Sentí 2 de sus dedos entrando y saliendo de mí mientras sus labios y su lengua torturaban sin descanso mi clítoris.

Mis manos iban de mi cabeza a mi cintura, recorriendo mi piel, apretando mis senos y jalando mis pezones. Mi cuerpo ya no me respondía y me dejé ir en medio de las convulsiones que me provocó el orgasmo más intenso que había sentido hasta ese momento.

De espalda en el suelo y desfallecida, Mauricio abrió mis piernas y tomándome de las caderas se dejó ir dentro de mí con fuerza, provocándome un grito de placer. Lo sentí llegarme profundo, no tenía fuerzas y Mauricio me penetraba intensamente a medida que mis gemidos se convertían en gritos pidiéndole más cada vez que me la enterraba hasta el fondo.

Sebastián se detuvo debajo del balcón de la sala, pero al creer percibir gritos, caminó hacia el balcón de la recamara. Como primera reacción quiso correr a la puerta y entrar a la fuerza, pero a medida que escuchaba mis gritos y gemidos, sobretodo mis gemidos, se quedó debajo del balcón, escuchando, alimentando los celos que ya sentía y sin poder evitar sentir la presión del pantalón sobre su erección al imaginar la escena que estaba escuchando.

En ese momento, si no fuera tan complicado, hubiera trepado por el balcón para ver un poco, deseaba ver más, cerró los ojos y casi podía verme, el deseo nubló su juicio en ese momento e indefinidamente. Su mano abrió la bragueta de su pantalón y se acarició suavemente primero, aumentando el ritmo de su mano con mis gritos.

Ya no era Vi, su querida sobrina a quien adoraba, mimaba, consentía y a quien le cumplía todos sus caprichos. En un instante me convertí en Viviana, una mujer. La mujer cuyo cuerpo lo volvía loco y que hasta ese momento luchaba con todas sus fuerzas por desechar la idea. Pero al escucharme de esa manera, al masturbarse mientras me escuchaba y pensaba en mi, dejó de luchar contra el deseo que sentía y decidió que debía tenerme a como diera lugar. Deseaba ser él quien provocara esos gritos de placer.

Con esa forma de penetrarme, Mauricio no duró mucho tiempo, en cuanto sintió que mi vagina comenzaba a contraerse, mi espalda arquearse casi hasta sentarme y mi último gemido fue profundo, intenso, casi gutural, lo sentí aferrarse con fuerza a mí, queriendo traspasarme mientras chorros mas espesos y abundantes me llenaban acompañados de sus intensos gemidos.

Al mismo tiempo, Sebastián reprimía sus gemidos mientras se corría debajo del balcón. Se detuvo del muro próximo a él y sacó su pañuelo para limpiarse, arreglarse y volver a su auto.

En cuanto Mauricio salió de mí, me acomodé en posición fetal sobre el piso, sintiendo como escurrían por mis labios y piernas, mis fluidos mezclados con el semen de Mauricio. Me sentía exhausta, sin fuerzas y un poco adolorida.

Mauricio me tomó en sus brazos y me llevó al baño para bañarnos, mientras que a mi celular entró un mensaje de texto:

"Te veo mañana 9 am en la boutique para ver cosas importantes del catálogo, y escoger la ropa para ya dar inicio con las fotos."

Salí del baño envuelta en una toalla. Casi en automático, tomé mi celular de mi bolsa y leí el mensaje de Sebastián. Si quería ser puntual para esa cita, debía regresar a casa y dormir.

A pesar de que había gozado como ninguna otra vez, me sentía un poco confundida. Primero que nada porque a pesar de todo, no podía sacarme a Sebastián de la cabeza; en segundo lugar, por el rumbo que estaba tomando la relación con Mauricio, creo que fuera de la increíble química sexual que teníamos, no había nada más; y en tercer lugar, aunque hasta ese momento, había experimentado el mejor y más intenso orgasmo, no me gustó mucho la manera en cómo se dieron y desarrollaron las cosas esa noche. Ni siquiera pronunciamos palabra alguna en la regadera y aunque comenzaba a sentir mi vagina palpitando, excitada de nuevo, no sentía fuerzas para tener una noche intensa.

Estaba a medio vestir cuando Mauricio salió del baño, de nuevo, solo con una toalla alrededor de la cintura.

Mauricio:

¿A dónde vas? ¿No te vas a quedar?

Viviana:

Debo volver a casa.

Mauricio:

¿Estas bien Pequeña?

Viviana:

Si. No. No sé

Mauricio:

¿Qué pasa?

Viviana:

No se, deja aclarar mis ideas y mañana hablamos, si?

Mauricio:

No, ven, siéntate. No quiero que te vayas así.

Viviana:

Es que, no sé, lo disfruté como ninguna otra vez, pero me hace sentir un poco incomoda, fue un poco rudo.

Mauricio:

Perdóname, no quise ser así, me cegué en el momento y me dejé llevar. Fue una de las venidas más intensas que he tenido, pero tú me pones así. No te has dado cuenta de lo intensa que eres y pedías más y más.

Viviana:

Perdóname, no quise hacer un drama de esto, creo que solo me asustó un poco el darme cuenta de lo que soy capaz.

Mauricio:

Anda, quédate...

Estaba sentada sobre sus piernas y para este momento chupaba mi cuello, la mano con la que me abrazaba estaba debajo de mi blusa, pellizcando mi pezón y magreando mi seno mientras que la otra ya se encontraba desabrochando mis jeans y hundiéndose más dentro de ellos para frotar mi inflamado clítoris al tiempo que automáticamente mis piernas se abrían para darle paso libre.

Mi respiración ya estaba agitada y casi silenciosos gemidos empezaban a escapar de mi boca.

Viviana:

Mau debo estar muy temprano en casa.

Mauricio:

yo me encargo de eso... ¿Te gusta amor? ¿Quieres que siga?

Viviana:

siiiii

En ese momento me abandoné, a pesar de lo que pensaba y sentía, solo me dejé hacer para dedicarme a sentir.

Me quitó la blusa y dejándome puesto el brassiere, sacó mis senos de la copa. Mis pezones estaban duros y la boca de Mauricio se prendó de ellos mientras su mano seguía trabajando mi sexo.

Tendida sobre la cama, solamente con mi ropa interior y prendada de la boca de Mauricio, saboreaba sus besos cada vez más intensos. Nuestras lenguas se acariciaban, nuestras bocas se saboreaban y sus manos terminaron de deshacerse de mi ropa.

Sus besos no me daban tregua y su cuerpo buscó acomodarse entre mis piernas para penetrarme lentamente. Cuando estuvo completamente dentro de mí, se quedó quieto, dejándome sentir como me llenaba. Sus movimientos fueron lentos pero firmes, sin dejar de mirarme a los ojos. Mis piernas se abrazaron a él y mis manos se encajaban en su espalda mientras mis gemidos se hacían profundos cuando lo sentía llenarme. Entraba y salía, entraba y salía, entraba y salía, y mis movimientos se acoplaban a los de él. Sentía mi orgasmo aproximarse y las contracciones de mi vagina comenzaron a hacer presión en el, sus movimientos fueron más rápidos hasta lograr correrse en mi interior. Se desplomó sobre mi cuerpo, buscó mi boca para besarme, y después de acomodarse a mi lado, se quedó perdidamente dormido.

Me quedé un rato recostada, sintiendo la brisa que entraba por el balcón sobre mi cuerpo desnudo. Miré la hora en el despertador, y apenas se acercaba la media noche. Me senté en la orilla de la cama, con cuidado para no despertarlo. Me quedé quieta unos minutos antes de levantarme para vestirme e irme a casa. Pero sentí la yema de sus dedos trazando finas y delicadas líneas en mi espalda.

Viviana:

No quería despertarte, dormías profundamente.

Mauricio:

Me acostumbre muy rápido a tu presencia junto a mi en la cama, y sentí tu espacio vacío.

Viviana:

¿Mi espacio?

Mauricio:

Si, tu espacio. ¿No hay nada que pueda hacer o decir para persuadirte que te quedes?

Ya no estaba acostado, sentí sus labios dando tiernos besos a lo largo de mi espalda.

Mauricio:

Te siento rara… ausente.

Viviana:

¿Ausente? Pensativa tal vez.

Mauricio:

¿Qué piensas?

Me quedé en silencio. Mauricio me tomó de la cintura con ambas manos y me jaló hasta el. Sentado sobre la cama, recargado en la cabecera, quedé con mi espalda pegada a su pecho, sus  brazos me rodeaban de la cintura, recargué mi cabeza en su hombro mientras él apoyaba su mentón en el mío.

Mauricio:

Prometo no insistirte en que te quedes… pero no quiero que te vayas así, dime que tienes.

Viviana:

No tengo nada Mau,

Mauricio:

No me digas eso Chiquita, te noto diferente y…

Viviana:

Sólo estoy un poco sacada de onda… No sé, a lo mejor sólo estoy viendo cosas que ni al caso…

Mauricio:

Dime… ¿Cómo vas a saber si no me lo dices?

Viviana:

No sé, creo que apresuramos demasiado todo… No sé que es esto, no se si pueda explicarme… entre nosotros ¿es sólo sexo?

Me quedé en silencio, ¿De dónde me había salido eso? ¿Estaba haciéndole un drama a Mauricio por sentir que únicamente teníamos una relación basada en el sexo, cuando fui yo quien propició así las cosas y fui yo quien decidió que serían así las cosas para hacerme de experiencia y poder estar con Sebastián? Creo que empezaba a confundirme demasiado el juego que yo misma había inventado.

Mauricio:

Hey, te lo dije desde un principio… No eres una mas para mi, ni la conquista de la hija del jefe para subir en mi trabajo.

Viviana:

No estoy diciendo eso, únicamente me asustó lo que pasó hace un rato, y si ves las cosas fríamente, no tenemos ni siquiera una semana juntos y ve la intensidad de las cosas, y es lo único que hacemos cuando estamos juntos, ni siquiera platicamos o salimos…

Mauricio:

¿Quieres que tomemos las cosas con más calma? Las tomamos con más calma… por mi no hay problema Chiquita, me interesas tu, toda tu, no nada mas tener sexo contigo.

De nuevo, me quedé en silencio… sin saber siquiera que era ya lo que quería.

Mauricio me soltó y giró mi cuerpo para vernos de frente, a los ojos. Tomó mi rostro entre sus manos y acercó su rostro al mío. Me besó con mucha ternura y me abrazó para susurrar unas palabras muy cerca de mi oído.

Mauricio:

Te quiero conmigo, vamos a tomar las cosas con calma. Perdóname por lo de hace un rato Chiquita. Déjame hacerte el amor y quitarte esas dudas.

Me llenó de suaves besos desde mi oreja hasta llegar a mi boca, Sus manos acariciaban mi rostro, mi cuello, mi cabello, mientras sus labios no dejaban de besarme.

Permanecí con los ojos cerrados, sintiendo sus labios vagar por mi piel hasta llegar a mis senos, para llenarlos de besos, de caricias, de suaves mordidas. Chupaba mis pezones, entreteniéndose por largo rato con cada uno de ellos. Los sentía excitados, duros, respondiendo a sus caricias. Sus manos vagaban por mi cuerpo, acariciando mi piel, recostó mi cuerpo sobre la cama y sentí el peso de su cuerpo sobre el mío. Sentía mi vagina húmeda, deseosa de sentirlo dentro de mí.

Se acomodó entre mis piernas, mirándome fijamente a los ojos. Busqué su boca y besé sus labios, al momento en que ese beso se hizo más profundo y mas intenso, lo sentí firme y decidido entrando lentamente en mí. Pronto nuestros movimientos eran sincronizados, mi respiración era agitada, me abrazaba a su espalda sintiendo su pene rozando las paredes de mi vagina, lentamente pero con fuerza, lo sentía salir casi completamente de mí para entrar hasta el fondo con decisión.

Sentí crecer mi excitación, pequeños gemidos salían de mi y sentí mi cuerpo temblar al alcanzar un orgasmo. Mauricio cargó mi cuerpo sin salirse de mi, quedó de rodillas sobre la cama, me abracé a su cuello y lo besé mientras movía mis caderas sobre el y él se abrazaba a mi. Subía y bajaba mirándolo a los ojos.

Me recostó de nuevo sobre la cama, y sus embistes se hicieron mas rápidos y bruscos, buscando provocarme un nuevo orgasmo y terminar los dos simultáneamente. Cuando sintió las paredes de mi vagina palpitar, dejó caer el peso de su cuerpo sobre mi para vaciarse dentro de mi.

Sentí su aliento sobre mi cuello… “Te quiero Viviana”. Buscó mis labios para besarme con mucho deseo y ternura.

Nos quedamos dormidos, mi cuerpo casi completamente sobre su cuerpo, mi cabeza en su pecho, abrazados. Abrí los ojos y vi en el despertador que eran apenas la 1:30 de la madrugada. Ambos estábamos rendidos, me levanté con cuidado y me di un baño. Me vestí en silencio y Mauricio estaba profundamente dormido. Con cuidado cerré las ventanas del departamento, apagué luces y salí.

Manejé hasta la casa, no vi los autos de mis hermanos, pero si el de Sebastián, pasaban de las 2 am. Subí por el ascensor de servicio y entré por la cocina. Todo estaba en silencio, pero en la sala, las puertas de la terraza estaban abiertas y las luces exteriores encendidas. Sentí un pinchazo en el vientre mientras me acercaba para ver quien estaba ahí.

Sebastián:

Hace rato que te espero, no te he visto en días. ¿Recibiste mi mensaje?

Viviana:

Hola, si, lo recibí, por eso llegué temprano.

Sebastián:

¿Temprano? ¿Cómo que te has vuelto un poco parrandera últimamente, no crees?

Estaba recargado en el barandal. Ver su ancha espalda, su cuerpo atlético, su profunda y fuerte mirada, me hicieron recordar porque inicié todo ese juego, sentí más intenso el deseo por él. Un escalofrío me recorrió el cuerpo haciéndome temblar mientras sentía como me humedecía al admirarlo y estar tan cerca de él.

Sebastián:

¿Tienes frío? Acompáñame con algo antes de que me vaya.

Yo estaba como tonta, sin moverme ni decir nada. Sebastián entró a la sala para volver a llenar su vaso y servirme algo a mí. Me preguntó que quería tomar y le pedí que me sirviera lo que él quisiera. Salió con 2 vasos en la mano, ambos tenían bebidas diferentes y extendió su brazo para darme el mío.

Sebastián:

Como tienes frío, te serví un poco de Damiana.

Viviana:

¿Qué es?

Sebastián:

Pruébalo, y si te gusta te digo.

Le di un pequeño trago a la bebida, era muy dulce, fuerte, pero nada desagradable. Me tomé todo lo que me sirvió de un trago.

Viviana:

¿Puedes servirme un poco más?

Sebastián:

Solo un poco que yo no te voy a cuidar si te pones borracha.

Me senté en un sillón de la terraza y Sebastián se sentó junto a mí al traerme mi vaso lleno.

Viviana:

¿Me vas a decir que es?

Sebastián:

Es el destilado de una planta que crece en Baja California, donde los nativos dicen que tiene poderes afrodisiacos. Dicen que si quieres seducir a una mujer, debes darle licor de Damiana.

Me terminé el trago y dejé el vaso sobre la mesa. Me levanté del sillón y caminé hacia el barandal, giré para quedar de frente a él, recargada sobre el mismo barandal. Sebastián se había levantado detrás de mí y nos separaban solo unos pasos.

Viviana:

¿Por eso me lo serviste? ¿Para seducirme?

Sebastián se quedó en silencio, observándome. Me miraba fijamente a los ojos. Una sensación de calor invadía mi cuerpo y mis fluidos no dejaban de humedecer mi tanga.

Mi respiración comenzó a acelerarse un poco, lo que hacía que mis senos subieran y bajaran al ritmo de mi respiración, me estaba poniendo demasiado nerviosa. Sebastián estiró su mano para tocar mi mejilla con sus dedos, haciéndome sentir una descarga eléctrica.

Sus dedos, rozando mi piel delicadamente, bajaron por mi cuello, lentamente, llegando al escote de mi blusa. Hábilmente desabrochó los botones dejándola abierta, mi respiración se agitó aún mas y cerré mis ojos para disfrutar su caricia.

Mi lengua humedeció mis labios, sentí el cuerpo de Sebastián muy cerca del mío. Sus manos me tomaron de mi cintura y sin soltarme, estiró sus pulgares para acariciar mis pezones ya duros. Eché mi cabeza hacia atrás y dejé escapar un gemido de gusto que el aprovechó para buscar mis labios y comerme en un delicioso beso.

Me abracé a su cuello pegando mi cuerpo al suyo y correspondiendo a esos labios con la misma pasión y deseo. La intensidad de ese beso fue escalando y pronto su lengua invadía mi boca y yo, deseándolo tanto, me abandoné a él.

Su beso me dejó jadeando muy cerca de su oído mientras sus labios fueron a mi cuello buscando mis puntos más sensibles. Recorrió mi cuello, mi hombro, regresó hacia mi cuello comenzando a bajar por mi pecho. Al verme y sentirme totalmente entregada, tomó mi rostro entre sus manos para volver a saborear mis labios entre  los  suyos, y para  repentinamente, dejarme, así,  en  medio  de  la  terraza, sola, muy  excitada, deseándolo más que antes... y se fue a su departamento.

Después de reponerme solo un poco, apagué las luces de la terraza, cerré las puertas y me fui a mi habitación.

Cerré mi puerta y me recargué en ella, llevé mi mano a mi cuello y con los ojos cerrados recordé lo que acababa de suceder. Por fin había disfrutado los besos de Sebastián, me gustaron más que los besos de Mauricio, no pude evitar la comparación. Había mucha experiencia en ellos, no solo por la edad, todas sus correrías y ser tan popular con las mujeres... ahora sabía por qué.

Mi respiración se aceleró solo al recordar, sentí mi sexo húmedo e hinchado de nuevo. Caminé hasta el baño y después de desvestirme, me puse bajo el chorro de la regadera, esperando que el agua apagara, al menos por esa noche, el fuego que sentía por dentro de la manera tan intensa en que deseaba ser la mujer de Sebastián.

No pude evitar tocarme mientras me bañaba, el agua caía sobre mi cabeza y mis manos fueron a mis senos, mis pezones seguían duros, y al acariciarlos, temblé un poco. Mi mano se fue deslizando por mi vientre hasta llegar a mi sexo. Separé mis labios e inmediatamente alcancé mi clítoris, hinchado por la excitación que llevaba rato sintiendo.

Mis dedos comenzaron sus caricias, y sabiendo que no había nadie en casa, no reprimí mis gemidos. Aceleré el ritmo de mis dedos hasta conseguir correrme.

Me quedé un rato más bajo el agua hasta conseguir recuperar el aliento.