Entonces, la playa (parte 3)
La excitación llega su clímax. La vergüenza pierde la partida ante el deseo.
"¿De verdad mi cuerpo te gusta más que el de tu hermana?"
No contesté, y me limité a sonreírle, continuando el camino.
Llegamos a casa, dejamos junto a la puerta las mochilas y las toallas y nos fuimos directamente al pequeño cuarto de baño, justo a la entrada. Mi hermana y yo comenzamos a despojarnos de las ropas, mientras Paula nos miraba aterrorizada desde la puerta.
-"¿Que hacéis?", preguntó con ojos de espanto.
-"Que vamos a hacer" -contestó mi hermana mientras se bajaba las bragas- "¿No pretenderás que vayamos por la casa esparciendo las arenas de la playa por todos los rincones? Fuera ropa y a la ducha" -zanjó-. "No nos mires así, nena" -continuó mi hermana, conmigo en bañador junta a ella, completamente desnuda y abriendo ya la llave de la ducha- "Es lo mismo que hacemos tú y yo cuando venimos de la playa".
-"Ya.. pero.. hoy está él ...", titubeó Paula, mirándome.
-"Esperanos fuera, tranquila" -contesté, intentando darle confianza- "Nos damos un agua y luego entras tú. Pero porfa, no vayas a la sala ni a las habitaciones antes de ducharte, o mamá nos matará", le advertí, mientras ellas reían con mi comentario.
Después de unos segundos de duda, exclamó: "En fin... lo que se coman los gusanos...", y comenzó a quitarse ropa apresuradamente, quedándose en bragas y sujetador. Sin detenerse, y con las mejillas sonrosadas de la vergüenza, se quitó el sostén con determinación, tirándolo al suelo y dejando libres sus dos enormes tetones, que no se molestó en tapar como hizo unos minutos antes en la playa.
Mi hermana comenzó a aplaudir con entusiasmo y yo me deshice también del bañador, saltando la polla a la vista de las dos. Animada, de un movimiento rápido se bajó las bragas ante nuestra mirada, aplaudiendo ahora los dos con júbilo, mientras Paula alzaba los brazos y posaba para nosotros como una bella sirena.
-"¡Vamos!", exclamó mi hermana ya desde dentro de la ducha, mientras yo abría paso para que Paula entrase con ella. El baño era estrecho, y yo me puse de canto para que ella pasase. Muerta de vergüenza, hizo ademán de taparse el coño al cruzarse conmigo, pero no pudo evitar rozarme con uno de sus pezones mientras miraba hacia abajo, escrutando mi polla -que comenzaba a reaccionar- sin perder detalle.
-"¿Entraremos los tres?, pregunte, con las dos ninfas ya dentro.
-"Hacemos hueco...", me contesto Paula, solícita, con un hilillo de voz.
Entré, cerrando la mampara, y sentí de pronto un halo de calor intenso, que emanaba de los propios cuerpos de Paula y de mi hermana. Me situé entre las dos; mi hermana estaba de espaldas a mí, con los brazos en jarra recibiendo el agua de la ducha en su cuerpo, y con su culo hacia afuera rozando peligrosamente la punta de mi pene, totalmente tieso para entonces. Se dio la vuelta, descolgando la alcachofa de la ducha y rociándonos con agua a Paula y a mí. De inmediato, cogió un bote de gel y comenzó a esparcírselo por el cuerpo, de forma sensual, recreándose especialmente en su sexo y en sus tetas. Recogió la espuma sobrante con sus dos manos, estirándola por mi pecho, mientras le pasaba el bote de gel a Paula, que salió de su segundo plano .
-"Enjabónale la espalda", le indicó.
Paula obedeció, echando un chorrito y repasando mi cuerpo, desde el cuello hasta el culo, que rozó tímidamente con el dorso de la mano.
-"A fondo. Enjabónalo bien", le pidió mi hermana.
Paula, sin decir nada, volvió a echar un buen chorro en sus manos y repasó a conciencia el culo, pasando su mano derecha a lo largo de la raja y entreteniéndose enjabonando mi ojete con un dedo.
Para entonces, mi hermana ya estaba agarrando mi polla erecta con su mano derecha, iniciando un movimiento muy suave de sube y baja.
-"Mira que maravilla", le indicó a su amiga, que en ese momento me abrazó por detrás, apoyando su cara en mi hombro izquierdo y mirando desde arriba como mi hermana me estaba masturbando a fuego lento. Podía sentir con intensidad el calor del sexo de Paula rozandose en mi trasero.
De pronto, mi hermana soltó mi polla y buscó la mano derecha de Paula, asiendola por uno de sus deditos, como si la llevase a la pista de baile, y dirigiendola de nuevo hacia mi falo. Paula, sin ningún pudor ya, hizo el resto. Palpó el tacto de mis huevos hinchados, antes de subir con la yema de los dedos hasta la cabeza de mi polla, capturándola entonces con la mano completa e iniciando el sube/baja que hasta unos segundos antes me aplicaba mi hermana.
-"Esta durísima...", suspiró.
-"Yo no miento", aseguró mi hermana, que volvió a situarse bajo el chorro de agua, aclarándose el cuerpo.
Abrió la mampara y puso un pie fuera, envolviéndose en la única toalla de baño que había. "Voy a por más", nos dijo, y cerró la mampara abandonándonos a nuestra suerte.
Paula, mientras mordisqueaba mi cuello con dulzura, me masturbaba con suavidad, pero imprimía cada vez más velocidad al movimiento de su muñeca, lo que unido a mi inexperiencia me hacía temer correrme allí mismo. Le retiré brevemente la mano con la excusa de situarme frente a frente, y entonces pude contemplar su cuerpo en todo su esplendor. Tenía unos ojos grandes y verdes que me miraban con una mezcla de expectación y deseo. No había ya ni rastro de vergüenza en su semblante, y sus labios lucían una media sonrisa entre tímida y pícara. No era guapa, pero las mejillas rosadas de excitación y el pelo mojado que alborotaba su estampa le concedían un aire sensual. Había recogido sus manos detrás de la nuca, esperando recibirme y enseñándome su cuerpo sin obstáculos. Sus tetas eran grandes y levemente caídas, pero contundentes, con los pezones enormes y erectos, rodeados de una aureola rosada y anchísima. Del propio gel de baño que rodeaba mi cuerpo, recogí con mis manos una buena cantidad para extenderla por sus pechos. Eran blandos y suaves al tacto, y me recreé en conocer con movimientos muy lentos cada uno de los poros de su piel. Descendía por los pliegues de su cuerpo, con ambas manos, hasta encontrarme unas caderas anchas y firmes que servían de apoyo a las piernas, fuertes, robustas y coronadas por su sexo, rodeado por una desmadejada mata de pelo muy al estilo de los tiempos, donde solo mi hermana, siempre a la vanguardia, debía arreglárselo.
Con un movimiento casi imperceptible, abrió levemente las piernas invitándome a entrar en el cuarto de la pasión. Lo rocé de manera tímida con la palma de la mano, esperando su reacción. Con las yemas de los dedos lo acaricié suavemente, en el momento en que cerró los ojos y se mordió los labios de manera leve. Se repuso, buscando a tientas mi pene para volver a masturbarme de nuevo, mientras yo buscaba torpemente el botón del deseo en su interior. Rodeó mi mano con la suya, ayudándome a encontrar, entonces, una mezcla de intensisimo calor interno y un jugo pastoso y húmedo.
Paula comenzó a emitir ligeros gemidos que fueron ganando intensidad a medida que se entrecortaba su respiración. Segundos después, y con los ojos tornados en blanco, emitió un gemido ahogado que se prolongó varios segundos, hasta acabar con su frente apoyada en mi pecho. Se incorporó para fijar sus ojos en los míos, y entonces me besó. Me besó de una forma salvaje, encontrándose nuestras lenguas atropelladamente en el interior de la boca, sin orden ni concierto, comiéndome los labios de manera animal. Siguió jugando con su lengua alrededor de mi cuello, hasta bajar a mi pecho y detenerse en mis pezones. Primero pasó la punta de la lengua alrededor de cada uno de ellos, alternativamente, para después mordisquear mi pezón izquierdo hasta meterselo en la boca. Me excitaba y me atemorizaba a partes iguales verla transformada en una gata salvaje e incontrolable.
Me miró por un segundo antes de continuar descendiendo por mi cuerpo. Con su lengua dibujó una línea entre el pecho y el ombligo, hasta agacharse encontrándose de frente con mi polla, firme e imponente, y a un paso de derramar todo el zumo del deseo acumulado.
La miró intrigada, y su respiración, más fuerte y acelerada cada vez, acallaba el rumor del agua que caía de la ducha, que ignorabamos en un completo segundo plano. En un instante, sacó la lengua y, con la puntita, recorrió el diámetro del capullo, probando su sabor. Bajó un poco más la cabeza, y repitió la misma operación con mis huevos llenos de leche caliente, que elevó con la ayuda de su mano derecha. De nuevo la lengua dibujó un círculo sobre cada uno de ellos, y desvió el trazo siguiendo por la base de mi falo y por todo el tronco del mismo, regresando otra vez a la punta del capullo. En esta ocasión, lo besó y, sin dudarlo, abrió la boca para meterse de un golpe todo el largo de la polla dentro de sí.
Comenzó entonces un sube y baja frenético, donde parecía devorar la polla en cada acometida, solo interrumpida alguna vez para darle consistencia con su mano izquierda. Con la mano derecha, como pude comprobar al bajar la mirada, se estaba masturbando al mismo ritmo que se metía en la boca el falo al completo.
Seguía comiéndomela a un ritmo terrible, intentando abarcar en cada ataque a mi polla toda su dimensión dentro de la boca. La mamada era cada vez más rápida y profunda hasta que empecé a notar como venía... Ella pareció percibirlo dándole la misma profundidad e intentando abarcar cada centímetro de carne, pero comenzando a ralentizar el ritmo, lo que acabó de matarme... noté como ya subía e intenté sacarla de su boca, cuando me sorprendió rodeando con fuerza mi cintura con sus brazos, no pudiendo zafarme de ella... obligándome a acabar dentro de ella...
Ya era tarde para evitarlo... un segundo después, derramé en el interior de su boca el jugo de la pasión, con un primer chorro profundisimo, acompañado en segundos por hasta cuatro descargas, hasta vaciarme por completo. No me dejó retirarme hasta el final, sino que fue ella cuando, tras la lluvia, fue replegando lentamente su boca del largo de mi falo, recogiendo con la lengua cada gota extraviada.
Las piernas flaquearon y me apoyé contra la pared hasta recuperar el ritmo normal de mi respiración. Desde allí pude presenciar como, todavía de cuclillas, siguió masturbándose con la mano derecha, mientras situó bajo su boca la palma de su mano izquierda y derramó en ella un largo chorretón de semen, que extendió por sus tetas con la misma mano, tragándose el resto no sin antes aprovechar con la lengua lo que pudo sobrar en la comisura de sus labios. Acabó por rematar otra vez en un grito ahogado y de nuevo tornando los ojos de placer. Cuando recuperó la compostura, se incorporó agarrándo la alcachofa de la ducha y lavándose la corrida que bañaba sus tetas, ante mi mirada estupefacta.
-"Quiero llegar a más contigo", me dijo sonriéndome, al tiempo que se acercaba de nuevo para darme un casto pico.
Abríó la mampara, viendo desaparecer tras ella su generoso trasero saliendo de la ducha, mientras el agua continuaba corriendo y yo yacía exhausto en un rincón, planteándome a cuánto más se podía llegar con una mujer.
Ahogada por el rumor del agua chocando contra el piso, escuché la voz de mi hermana:
-"¿Ya habéis acabado?".
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