Ensoñaciones con una camisa

Una fantasía exprés. Disfrutarla.

ENSOÑACIONES CON UNA CAMISA

La camisa llevaba allí varios días encima de la silla. La había retirado con mis propias manos para sentarme en esa silla, la había vuelto a colocar, la había levantado para buscar mis cosas. Pero ni siquiera había entrado en mi subconsciente. Estaba allí como otra cosa más, porque el almacén era un desastre.

Pero un día, después de leer algún que otro relato de mi escritor preferido, esa camisa tomó un aire nuevo. Ese aire me llegó después de que mi tío, un hombre no muy de mi estilo, llevara un perfume que traía algún recuerdo a mi pensamiento. Se acercó para explicarme el funcionamiento de un nuevo producto que había en la tienda. Eso le llevó a hacerme una broma y acercarse más de la cuenta. El olor me tuvo un buen rato atrapada. Le di vueltas a mi cabeza intentando averiguar a qué me retraía ese olor. Necesitaba volver a olerlo, intenté acercarme tanto a mi tío como para poder olerlo, pero no fue posible. Entonces cuando fui al almacén a por un producto que una clienta me pedía, vi la camisa. La camisa podría tener ese olor y llevarme a ese momento que mi cabeza estaba intentando recuperar entre mis recuerdos. Ojeando hacía atrás con un gesto poco normal, vi a la mujer esperando y no me atreví a oler la camisa, podía verme y pensar algo raro. Así que salí del almacén sin el producto que me había pedido, nerviosa por querer oler la camisa, por querer averiguar qué era ese recuerdo bloqueado.

-Lo siento, pero no quedan.

-¿Cómo que no? Si me ha dicho Moi que sí que tiene. ¡¡Niño!!

Grito la mujer queriendo llamar la atención de mi tío.

-Que dice la niña que no tienes lo que te pedí. Repitió esa mujer mientras mi tío dejaba de colocar productos, acercándose a nuestra posición.

-¿Cómo que no? Si lo he traído yo mismo esta mañana.

-¿Has mirado bien, Alba?

-Creo que sí. Me hice la despistada con un poco de vergüenza, ya que no había ni mirado siquiera si estaba ese producto. Iba a quedar en ridículo solamente por no haber hecho el esfuerzo de mirar. Que penosidad.

-Tome. Dijo mi tío a los pocos segundos saliendo del almacén y ofreciendo el producto que esa mujer quería.

-Esta juventud. Está por otras cosas. ¡No valen pa' na'!

Fui un poco avergonzada al otro lado del mostrador y despaché a la mujer. Al marcharse, mi tío se puso delante del mostrador.

-Alba, cariño. Con estas mujeres hay que tener cuidado. Pueden ser las mejores clientes o las peores. Ya que si se van descontentas no volverán jamás y encima harán mala propaganda de ti. ¡¡Céntrate!!

-Sí, sí, perdón.

-Venga, va, que estás aquí para echarme una mano no para darme más faena. Recógeme las cajas del almacén.

Se me abrieron los ojos y muy dispuesta fui hacía mi ansiado almacén. Solo entrar en la misma posición que anteriormente miré hacia atrás para comprobar que nadie me veía y agarré esa camisa y la olisqueé. Lo hice tímidamente. Pero pude comprobar que efectivamente era ese olor el que quería recuperar. Así que repetí el gesto pero esta vez inspiré profundamente. Me acercaba un poco más a ese recuerdo. Dejé la camisa y mientras hacía mi tarea recordé por qué me había traspuesto tanto ese olor. Efectivamente era a un hombre, no podía ser otra cosa.

Entre cajas me senté a mirar qué tenían las cajas y sentada en el suelo mi instinto hizo que me llevara la mano a mi entrepierna. Solamente me rocé un poco para aliviarme. Y pensé que necesitaba tener esa camisa cerca para hacer algo morboso. Pensé que si me la llevaba a casa, con ella puesta podría tener un buen orgasmo. Así que mis pensamientos fueron cavilando como poder llevarlo a cabo. Después de maquinar cómo lo haría, dije en mis pensamientos. <>>

No pude sacarme de la cabeza esa idea. Evidentemente sí que hacía otras cosas, pero siempre venía el recordatorio de esa camisa a mi cabeza. Y fue en ese momento en el momento que mi padre pasaba a buscarme por la tienda de mi tío. A veces ni aparcaba, desde la misma calle pitaba un par de veces y salía con mis cosas en las manos para ir lo más rápido posible.

No pude esperar al día siguiente mientras metía mi botella de agua en mi antigua mochila del cole, sin pensarlo agarré la camisa y la metí dentro de la mochila, cerré y salí casi corriendo a la llamada de mi padre.

Con el corazón acelerado me metí en el coche casi sin dirigirle la palabra a mi padre, un poco más seca de lo normal. En mi cabeza solo estaba la idea de mirarme en el espejo con esa camisa tocando mi piel, oliendo ese aroma que me recordaba a ese secreto que mi mente se negaba a desvelar.

Llegué a casa y casi escondí la mochila. Ese objeto que nunca tiene casi importancia, ahora era como el secreto más preciado de un ladrón de joyas en busca del diamante que siempre ha deseado. Podría haberme encerrado en el baño a probarme la camisa, podría habérmela puesto, pero decidí esperar al mejor momento. Al momento de soledad y de silencio que inundaría mi habitación. Justo en ese momento sacaría la camisa de la mochila, como el joyero que enseña la pieza más cara a su cliente preferido. Con sumo cuidado, intentando aspirar el aroma que ha dejado en la mochila, cerrando los ojos intentando recordar, sacando la prenda de la mochila, llevándola sin detenerme a mi nariz y aspirar con intensidad para impregnarme de ese olor.

Cuando el silencio reinaba en mi habitación y la soledad me acompañaba, mi ropa cayó al suelo como si alguien sentado en la silla del escritorio me estuviera mirando; erizándome la piel, como si tuviera que seducir a esa prenda de ropa. Mis sentimientos estaban delicados, lo podía sentir tanto en mi vello como en mi rajita. Sentía ese placer como cuando estas a punto de entregarte a alguien para darle tus excitación. Para entregarle lo que más aprecias en ese momento de locura y perversión. En realidad solo era ese pensamiento que me bloqueaba la mente.

Cogí la camisa por el cuello colando una mano, seguidamente la otra. Los puños estaban abiertos y me iba algo grande. Sentía que el olor había cambiado. Ahora parecía más bien esa camisa que ha quedado en un rincón porque ya la has llevado más horas de lo normal. Pero mi entrepierna me pedía acción, asi que no tarde en llevar una mano a mi coño. De pie, con la mochila delante de mí, metí la mano entre mis piernas. Acomodé estas para sentirme más abierta. Me sentí empapada. Estaba empapada. Después de aliviar un poco el deseo de tocarme, apoyé mis rodillas en la cama y seguí acariciándome. Sentía ese olor de la camisa, tuve que refregar la manga, un poco más áspera que mis dedos mojados, por mi clítoris. Me revolvía por la cama imaginando que ese hombre que mi mente no quería desvelarme, me poseía entre sus manos. Acabé corriéndome con muchísimo gusto, entre flashes de mi mente con ese deseado hombre.

Me tapé y me dormí entre el edredón y la tela de esa camisa que tapaban mi cuerpo recién saqueado."