Enséñeme, Profesor - Capítulo II

Luna creía conocer todo lo que se debía sobre sexo, pero cuando conoce a Rafael, el profesor de literatura de su hermana menor, se da cuenta poco a poco del mundo de maravillas que se esta perdiendo, abriéndose paso a nuevas experiencias, y nuevos placeres.

Han pasado tres días desde que fui por Lucia al colegio, o más bien tres días desde que un extraño me dio azotes y me masturbo en el salón de clases de mi hermana menor, desde ese día no he podido dejar de pensar en él, en la forma de sus manos, o de sus dedos más bien, como se movían con perfección y sincronía demostrando su habilidad, me he muerto de ganas de verlo desde esa tarde, he intentado disimuladamente ofrecerme para ir a por mi hermana, pero como llegue tarde aquella vez mi madre duda mucho en enviarme.

-Buenos días mamá-

-Luna, que sorpresa, últimamente andas mucho por aquí, y que sorpresa verte tan temprano-

-Bueno, es que pasaba por el área y quise ver si mi hermanita estaba lista, tal vez podría dejarla en el colegio-

-Que dulce nena, pero tu padre se la llevo hace unos cuantos minutos- Trato de que no se me note la decepción y lanzo el bolso y las llaves sobre la silla del comedor.

-Bueno, en ese caso, me quedo a tomarme un cafecito- En eso suena el teléfono de mi madre y escucho la voz insistente de mi hermanita gritando algo sobre una cartulina.

-Pero nena como fue que la dejaste, no puedes ser tan distraída…- ¡Una oportunidad! Comienzo a buscar la cartulina por toda la cocina y por fin la visualizo sola y olvidada en un rincón ¡Que alegría! La tomo y le aviso a mi madre que no se preocupe, que yo iría personalmente a llevar la cartulina abandonada.


No hice más que llegar al colegio para visualizar al hombre que me ha estado persiguiendo en sueños estos últimos días. Estaba recostado en la puerta de la entrada, casi como si estuviese esperando por mí, me le acercó y le saludo, pero él no responde, al contrario, solo sujeta firmemente mi muñeca y me guía por el pasillo, así me doy cuenta de que nos dirigimos a su oficina, nada más en pensar en el hecho de que estaremos a puerta cerrada me pone cachonda. Aun cuando puedo ver a las jovencitas de todas las edades corriendo alrededor de nosotros. Yo solo estoy concentrada en la forma de su caminar, como si flotase por las nubes, un auténtico titán.

Al llegar me hace pasar, y cierra la puerta tras de sí, con cerrojo, su oficina es amplia, hay un sofá de dos y un escritorio con sillas para visitas, me sujeta por la cintura y me empuja al sofá, se sienta y cuando yo intento sentarme también me lo impide, me sujeta por las piernas y subiendo por mis muslos mientras me hala, haciéndome sentar a horcadas sobre él.

Sus manos estaban sobre mi cintura, rozando con un toque delicado sobre mi piel, provocándome escalofríos, derritiéndome entre sus dedos.

Ahí, a horcadas sobre el paso mis manos sobre su cabello, su largo y alocado cabello, desordenado como siempre, me acerco a su rostro lentamente, sin soltarle la mirada, me acerco lo suficiente como para sentir su aliento caliente contra mi cara, y deposito un beso tímido muy cerca de sus labios, y me alejo para ver su reacción, su mirada sigue igual de pesada sobre mí, y muy de repente su leve toque se convierte en un agarre firme, fuerte.

Me rodea con ambos brazos y me hala hacia él, juntando su nariz contra la mía, observa mis labios por un segundo como buscando aprobación, sonrió para darle seguridad. Parece que con eso le basta, y sujeta firmemente mi cuello con una de sus manos, y me hala nuevamente hacia sí, uniendo nuestros labios, me besa con fuerza, con necesidad; puedo sentir sus mordidas, como hala un poco mis labios con sus dientes y luego me vuelve a besar, dejándome sin aire, sé que estoy respondiendo al beso con igual o mayor desesperación.

Repentinamente se separa del beso dejándome embobada, cuando abro los ojos el me mira aún más intensamente que antes, en ese momento abre mi camisa de un tirón y su boca se apodera de mi cuello, dejando pequeños mordiscos, y besos húmedos por todas partes, puedo sentir como succiona sin vergüenza.

De un empujón estamos en el suelo, volviéndonos a besar igual de desesperadamente, sus manos recorren mis muslos, mi cintura, mis senos. Termina de remover mi camisa, muerde uno de mis senos sobre el sostén, gimo y presiono mis caderas sobre él, demostrándole lo deseosa que estoy por tenerlo.

Suelta un gruñido al sentir como me roso contra él, mis manos buscan su cinturón, e inexpertamente intentan quitarlo, me toma algo de tiempo, pero finalmente lo logro, inmediatamente soltando el botón de sus pantalones, y bajando el cierre, mis manos lo aruñan en el camino que recorren al retirar su suéter, doy un pequeño mordisco juguetón una vez que su pecho esta descubierto, el gruñe nuevamente y muerde uno de mis pezones en términos de venganza.

Ahí es cuando empuja la falda hacia arriba, revelando una de las bragas de adquirí en mi última visita a Victoria’s Secret, son blancas y semi transparentes. Las mira con picardía y hace un camino de besos bajando por mi cuello, entre mis senos, y pasando por mi vientre, pasa sus dedos por el borde y la liga de las bragas jugando con ellas antes de bajarlas y lanzarlas por alguna parte del despacho, reparte besos y pequeñas mordidas por mi monte venus, hasta llegar a mi clítoris, chupándolo con fuerza, y luego suavemente, con calma y sin apuros, como si tuviera toda una vida para saborearme, al mismo tiempo puedo sentir uno de sus dedos haciendo círculos en el área, para luego entrar en mí, volviéndome loca, haciéndome derretir, pedir por mas, sujeto su cabeza, halando su cabello con fuerza mientras el sigue la tarea.

De un segundo a otro siento que toda parte desaparece, me abandonan sus dedos y su lengua, y de inmediato como me levanta del suelo para sentarme sobre el escritorio, sé que quiere follarme, pero antes quiero devolverle el favor, así que me dejo caer al suelo, de rodillas, y le sostengo las piernas para apoyarme, bajo sus pantalones y comienzo a repartir pequeños besos sobre sus bóxeres, sintiendo el calor de su miembro atreves de él, al mirar arriba esperaba que tuviese una cara de tortura, pero al contrario, su expresión demostraba calma, estaba expectante, no ansioso. Por un momento me sentí intimidada por su mirada, me perdí, y él lo noto, me sujeto por ambas muñecas y de un jalón ya estaba de pie.

-Señorita Luna, espere por usted estos últimos días ¿Cómo ha estado? - Quede anonada por su capacidad de hablar como si nada hubiese sucedido.

-Amm, bien, he estado bien- Él va tranquilo recogiendo mis piezas de ropa esparcidas por todo el suelo, me coloca el sostén con destreza y luego va por la camisa.

  • ¿Que la trae por aquí?, no creo que haya venido por una sesión de roces- El continua la tarea, abrochando mi camisa botón por botón.

-Pues, debía traerle una cartulina a mi hermana- Me acomoda la falda y me remanga la camisa, ya estoy vestida pero mi impresión aún no ha bajado.

-Tal vez desee acomodarse el cabello antes de salir- Él se viste rápido, se mete la camisa dentro del pantalón y toma la cartulina. -No se preocupe, yo me asegurare de que Lucia reciba su cartelón, tome su tiempo para reacomodarse, yo tengo clase, un placer verla como siempre. - Se acerca y me da un suave beso en la mejilla, luego así por así se retira, dejándome sola en la oficina.

Unos minutos después estoy afuera de su despecho, luego de buscar mis bragas desesperadamente por todo el despacho y fallando en el intento, pero además sintiéndome vacía y un poco atontada, no puedo creer que no haya sido capaz de darle una simple mamada, bueno, después de todo ni siquiera conozco al hombre, ni siquiera recuerdo si me dijo o no su nombre la primera vez que nos vimos, esto es una niñería, no puedo volver a caer en las garras de este hombre, como es que me hace perder el control si no lo conozco y él no me conoce.

No puedo volver más a esa escuela, ya he pasado suficientes vergüenzas, él ha de pensar que soy una simple cualquiera. Y así es cuando me doy cuenta de lo que en realidad soy para él, me volteo decididamente y me dirijo de vuelta a la escuela, a paso apresurado y con rabia en los ojos, este hombre me va escuchar, yo no soy ninguna zorra, él está a punto de recibir la insultada de su vida, y yo recuperaría mis bragas sí o sí...