Enseñar a amar es más difícil de lo que parece IV.
Siempre fui la persona que no podía confiar en nadie, nunca tuve una relación seria y siempre estuve bien así hasta que llego alguien que iba a cambiar mi mundo y a poner mi vida de cabeza.
No podía creer que Natalia había aceptado estar en una “relación” sin compromiso. Era perfecto para mí ya que ella me encantaba y luego de probar esos labios no quería dejarla ir, pero yo tenía muy claro que no me iba a enamorar. Así que esa fue la mejor solución que se le pudo ocurrir.
A eso de las 9 de la mañana del domingo seguíamos acostadas en el sofá de la casa de sus papas y como no quería apresurar las cosas le dije que fuéramos a desayunar algo. Nos medio arreglamos y decidimos pasar todo el día fuera de Bogotá. Estaba haciendo un día hermoso así que aprovechamos para pasear un rato.
Me encantaba que mientras yo tenía mi mano sobre la palanca de cambios ella puso sutilmente su mano sobre la mía, ese simple gesto me hizo muy feliz, por lo que con mis dedos apreté los de ella y seguimos andando sin ningún comentario. Ella me hacía sentir increíble, era como si fuera natural estar con ella y quería seguir así siempre.
Fue un día maravilloso, no hablamos mucho de nuestra situación pero disfrutamos de estar juntas y yo pude sentir su contacto cálido y sus labios perfectos en mi boca. Estuvimos todo el día juntas hasta que a las 8 de la noche tuve que dejarla en su casa, aunque eso era lo que menos quería. No quedamos en nada y eso me daba tranquilidad, yo sabía que no iba a poder mantener una relación comprometida así como estábamos, estábamos bien.
Al día siguiente no apareció y por un lado eso me dio tranquilidad de que estábamos claras acerca de nuestra relación, pero también la extrañe muchísimo, tanto que pase casi todo el día pensando excusas para llamarla. Como no encontré ninguna me obligue a no llamarla y esperar a que ella apareciera.
El martes a las 7 de la mañana me mando un mensaje que decía: “Preciosa buenos días, solo quería saludarte y preguntarte si tienes tiempo algún día de la semana para vernos o el fin de semana salimos. Cuídate. Te mando un beso”. Ese mensaje me dejó feliz, no me estaba presionando pero era obvio que estaba pensando en mí. Como pude, esperé un poco más de una hora para contestarle, diciéndole “Hoy estoy un poco ocupada pero mañana tengo una reunión en la tarde cerca de tu casa. ¿Vamos a cenar?” Ella inmediatamente aceptó y quedé de recogerla a las 8.
Ese miércoles estuve más que feliz porque sabía que iba a verla y aunque no tenía ninguna reunión cerca de su casa, a las 8 de la noche estuve lista en su puerta para recogerla. Se veía hermosa y me regalo una de esas sonrisas que me encantaban y me hacían sentir bien. Me saludo con un beso corto pero intenso, el cual yo había estado esperando desde que la deje el domingo en ese mismo lugar.
La llevé a cenar y los gestos que para ella eran naturales, para mi eran momentos únicos que me hacían completamente feliz y me ponían muy pero muy nerviosa. Me tomaba de la mano mientras estábamos en el restaurante, me hacía probar su comida con una sonrisa, tomaba un mechón de mi pelo y lo ponía detrás de mi oreja, ay como me gustaba todo lo que hacía!
Las cosas siguieron así por un par de semanas, sin compromisos, sin obligaciones, sin títulos para nuestra relación. Nos veíamos dos o tres veces por semana y ella siempre me dejaba feliz, recargada de esperanzas y de energía positiva. En esas semanas puedo decir que estaba completamente feliz y que todo se estaba dando como quería. Había momentos en los que me preocupaba la cercanía que tenía con Natalia y lo mucho que me estaba apegando a ella, pero todas las dudas se desvanecían cada que me regalaba uno de sus besos.
Al tiempo que mi “no-relación” avanzaba, mi vida laboral y todo lo demás estaba saliendo muy bien. Mi trabajo me encantaba y hasta encontré un hermoso apartamento, el cual pude alquilar fácilmente y me pude mudar inmediatamente. A la primera que lleve fue a Natalia y le encantó, ella me ayudó a terminar mi trasteo y a dejar todo instalado, fue una maravilla que me ayudara, ya que pudimos dejar todo listo en un fin de semana.
Cuando terminamos ella me pidió que la dejara darse un baño, ya que teníamos planes de salir a cenar esa noche y no quería irse tan desarreglada, aunque a mí me parecía hermosa. Obviamente le dije que claro y mientras ella se arreglaba yo me quedé instalando el sistema de sonido.
Se demoró cerca de media hora y cuando salió del baño y voltee a verla quede paralizada. Traía mi bata de baño y no parecía traer mucha ropa debajo. No sabía qué hacer, no sabía qué decirle y hasta creo que se me olvido como moverme. Ella se acerco a mi lentamente, tenía en sus ojos una mirada que mezclaba el deseo con una súplica de que no la detuviera, cosa que yo no habría tenido la fuerza para hacer. Se notaba que estaba nerviosa y hasta se estaba torciendo el dedo meñique, lo cual me pareció adorable.
La deje que se acercara a mí y puso sus manos alrededor de mi cuello para darme un beso lento y delicioso. Yo la tenía agarrada de la cintura y en un momento dio un paso hacia atrás y dejo caer la bata. Nos quedamos mirándonos y la verdad es que ella era perfecta. Cuando mi cerebro se volvió a conectar con mi cuerpo me moví hacia ella y la volví a abrazar. La bese como nunca había besado a nadie, intentando demostrarle que aunque oficialmente no tuviéramos una relación, yo sentía más cosas por ella que las que había sentido por cualquier otra persona.
Ella me quitó la camiseta que en ese momento tanto nos estorbaba y me quitó el bra y empezó a acariciar mis senos mientras nos besábamos. Yo también acariciaba sus senos, que eran suaves y firmes y cada momento sus pezones se ponían más duros. Yo quería besarla toda, acariciarla toda, quería que fuera mía y ser de ella. Teniéndola abrazada la llevé hasta el sofá donde la recosté suavemente, sin dejar de tocarla ni besarla.
Empecé a bajar mis labios por su cuello y llegue hasta sus senos, los cuales por fin pude besar y acariciar libremente, luego de disfrutar un poco de su suavidad decidí continuar recorriendo con mis labios ese cuerpo maravilloso, llegue hasta su vagina y la besé, a lo que ella respondió con un gemido de placer que me demostró que estaba disfrutando tanto como yo. Besé sus labios vaginales y con mis labios y mi lengua empecé a buscar su clítoris. Sus gemidos aumentaban cada segundo y eran un sonido maravilloso.
Mientras yo disfrutaba de su vagina ella me acariciaba la espalda y luego pasó a acariciarme los senos, que se electrificaban cada vez que ella los rozaba. Ambas estábamos muy excitadas. Luego de un rato en el que ambas nos descubrimos mucho más, me tomó de la mano y me atrajo hacia ella, para que la besara de nuevo, cuando me estaba besando me dijo: “por favor penétrame”.
Yo sin hacerla esperar baje mi mano y empecé a acariciarla lentamente y luego a introducir mis dedos en su vagina mientras que le frotaba el clítoris con mi dedo pulgar. Sus gemidos aumentaban cada vez más y sabía que estaba cerca de alcanzar un orgasmo por lo que acelere mis movimientos hasta que sentí como arqueo su espalda e inundo mi mano con sus jugos. Ninguna se movió por cerca de 30 segundos, en los cuales yo solo podía pensar que nunca había visto una mujer más hermosa. Sus ojos brillaban como estrellas y me miraban como nunca antes nadie me había mirado.
Ella me besó apasionadamente y cambio nuestras posiciones, ahora yo estaba acostada en el sofá y a su merced. Esos labios maravillosos empezaron a recorrerme, creo que mi cuerpo nunca había estado tan receptivo y sensible, ella me tocaba con un solo dedo y yo ya sentía que el mundo se detenía. Se acomodó arrodillada cerca a mis pies y empezó a subir alternando besos y caricias a lo largo de mis piernas, haciendo creer mi excitación y mi deseo por ella.
Por fin llego a mi vagina y cuando pasó sus labios por encima de los panties, que no habíamos tenido tiempo de quitar, se dio cuenta que estaban bastante húmedos demostrando el nivel de excitación en el que me encontraba. Ella me los quitó lentamente y se subió encima de mí, penetrándome con su mano y al tiempo besándome apasionadamente, como nunca lo habían hecho. Rápidamente alcance el mejor orgasmo que había tenido hasta entonces y quería que ese momento durara para siempre, quería que Natalia se quedara así, juntico a mí para el resto de mi vida.
Esa noche obviamente nos quedamos en casa, para que salir si todo lo que necesitábamos en el mundo lo teníamos ahí, estábamos juntas y eso era lo que importaba. Yo no sabía definir todo lo que Natalia me hacía sentir, pero si sabía que ya mi vida no iba a ser igual y que mientras ella estuviera conmigo todo iba a salir muy bien.