Enseñar a amar es más difícil de lo que parece III
Siempre fui la persona que no podía confiar en nadie, nunca tuve una relación seria y siempre estuve bien así hasta que llego alguien que iba a cambiar mi mundo y a poner mi vida de cabeza.
Historia desde la perspectiva de Natalia.
Hoy me llamó Andrea para decirme que había una fiesta en el apartamento de su hermana para recibir a Carolina, la amiga de ella que se había ido hacia años a conocer el mundo. La noticia me paralizó. Nadie, ni siquiera Andrea sabía lo que sentía respecto a Carolina.
Desde que empecé a ir a la casa de Andrea cuando éramos niñas y empezamos a estudiar bachillerato juntas, la mejor amiga de su hermana mayor me parecía fascinante, era independiente, arriesgada, valiente, inteligente, aventurera, le encantaba viajar, era hermosa, desde siempre me pareció perfecta.
Un día, cuando estaba en casa de Andre oí a Carolina hablando con Mariana, estaban hablando en voz baja y Caro hablaba con preocupación. Decidí quedarme escuchando aprovechando que Andre estaba hablando con su novio de la época. Caro le estaba diciendo a Mariana que le tenía que contar algo muy grave, que estaba sospechando que no le gustaban tanto los hombres como deberían gustarle y que se había besado con la monitora de química. Mariana se quedó en silencio por un par de minutos y le dijo que no se preocupara, que ella la iba a apoyar y que la quería igual, así le gustaran los niños o las niñas.
Cuando oí que a Carolina le gustaban las mujeres me quede mucho tiempo pensando en eso. Pasaron meses e incluso años y ella me ponía nerviosa, era como si siempre hubiera querido decirle algo pero no sabía qué. Yo siempre estuve enterada de su vida y cuando me enteré que se había ido del país sentí como si se hubiera ido alguien muy importante para mí, alguien a quien iba a extrañar más de la cuenta.
En ese tiempo intenté empezar varias relaciones con diferentes niños, sobre todo desde que entré a la universidad a estudiar derecho, pero nunca funcionaban, había algo en mí que me decía que eso no era lo que yo quería, algo muy grande me hacía falta en todas esas relaciones. Luego, una de mis compañeras en un taller de investigación, cuando estábamos haciendo un trabajo en su casa, decidió darme un beso. Yo me paralice…
Estaba besando a una mujer y me gustaba, es más, me gustaba más que besar a todos los hombres que había besado. Sin embargo, en medio de ese beso me llego el recuerdo de Carolina. Desde ese momento supe que era lesbiana, pero más aun, supe que tenía sentimientos muy fuertes por Carolina, y cada que besaba a alguien o empezaba una relación, el recuerdo de Carolina estaba presente.
Por eso, cuando Andrea me dijo que la iba a volver a ver, que ella estaba pensando quedarse a vivir en Bogotá por un tiempo, que la iba a tener cerca, me quedé en shock. El día de la fiesta yo me arreglé más que de costumbre, quería que Carolina dejara de verme como la amiguita de la hermanita de su amiga y me viera como una mujer.
Cuando llegó no le podía quitar los ojos de encima. Estaba hermosa, más grande pero se veía mucho más perfecta que la que tenía guardada en mi recuerdo. Notaba que me evitaba y eso me producía sentimientos encontrados, por un lado me preocupaba que no quisiera verme, pero por otro me llenaba de ilusión pensar que podía ser que quería evitarme para evitar la tentación, por lo que me dediqué a mirarla toda la noche y a esperar pacientemente que nuestras miradas se cruzaran.
En el momento en que la fiesta se acabó quedé un poco deprimida. Habría querido tener algún acercamiento, que me diera una excusa para llamarla, haber podido dejar una puerta abierta para volver a verla. Pasaron dos semanas y no encontré ninguna alternativa para poder encontrarme con ella, hasta que recordé que el cumpleaños de Mariana era el fin de semana siguiente, por lo que llamé a Andrea para proponerle que organizáramos una fiesta sorpresa para su hermana. Como detalle adicional, podríamos pedirle el favor a Carolina de tomar algunas fotos.
Gracias a Dios a Andrea le encantó la idea y aceptó mi sugerencia. Me ofrecí a llamar a Carolina a contarle de nuestro plan y para eso Andre me dio su número, demore cerca de media hora en reunir las fuerzas necesarias para contarle de nuestro plan actuando con la mayor naturalidad e intentando controlar los nervios.
Cuando contestó el teléfono y supo que era yo se alteró de inmediato. Era obvio que la ponía nerviosa y a mí eso me encantó. Sabiendo que Andrea tenía clase hasta tarde el lunes siguiente y no iba a poder asistir, le propuse a Carolina que cenáramos las tres en el restaurante en el que habíamos planeado hacer la fiesta, ella aceptó, lo mismo que aceptó tomar las fotos de la fiesta. Todo estaba saliendo perfecto.
Llegue esa noche temprano, antes que ella, pero como quería observarla un rato decidí sentarme en el segundo piso del local a esperar que ella llegara. Le pedí al mesero que la sentara en el primer piso para evitar que me encontrara allí. Cuando llego me recordó lo hermosa que era, creo que mis recuerdos sobre ella nunca estuvieron a la altura de su belleza. Además de hermosa, lo que la hacía tan perfecta era su actitud frente al mundo, la naturalidad con la que vivía y la energía positiva que irradiaba donde estuviera.
Ella ordeno un Martini y yo me entretuve viéndola por cerca de 15 minutos. Luego salí disimuladamente y volví a entrar actuando como si acabara de llegar. Su actitud me sorprendió tristemente. De su adorable nerviosismo pasó a actuar con frialdad, como si le molestara mi presencia. Me dolía como me hablaba y como me miraba. No sabía que pasaba pero tuve que disimular bastante para mantenerme calmada y no preguntarle que le pasaba conmigo.
Planeamos la fiesta y se ofreció a llevarme a mi casa a lo que acepte encantada esperando que cuando estuviéramos solas intentara algo conmigo pero no fue así. Me llevó a mi casa y yo, intentando quedarme con ella por más tiempo la invité a que entrara un rato a lo que ella se negó. Me despedí con un beso intentando grabarme ese aroma tan natural de ella y me bajé. Mis planes no estaban saliendo bien pero esperaba que en la fiesta las cosas mejoraran.
El día de la fiesta Caro llevó a Mariana hasta el restaurante y nosotros estuvimos listos a gritar “Sorpresa” gracias al mensaje que ella le mando a Andrea. Reconozco que incluso me molestó que no me hubiera mandando el mensaje a mí. En la fiesta Caro me evitó todo el tiempo, pero no como si quisiera evitar mi presencia porque la pusiera nerviosa, pero como si le molestara profundamente que yo existiera. Ya no sabía que esperar.
Una nueva oportunidad llegó cuando Caro decidió que era el momento de llevar a Mariana y a Andrea a la casa, cuando yo me decidí a arriesgarme una vez más y pedirle que también me llevara a mí a mi casa aprovechando que yo vivía entre la de Mariana y la de ella. Ella aceptó lo cual me puso muy feliz. Nos fuimos y ella tuvo que subir a Mariana a su apartamento mientras yo la esperaba en el carro. En ese momento la que estaba más que nerviosa era yo.
Cuando bajó, empezó a conducir y yo sabía que si llegábamos a mi casa cualquier oportunidad se habría perdido, por lo que llenándome de valor le pedí que nos detuviéramos. Me voltee para verla y aunque intenté preguntarle con calma, mi frase salió más como el reclamo de una niña chiquita en el que le pregunté por qué me odiaba. Ella me preguntó de que estaba hablando y yo le reclamé por la frialdad con la que me trataba, desafortunadamente en un tono más infantil e inseguro del que hubiera querido utilizar, pero sirvió porque volví a ponerla nerviosa, no sabía que contestarme y solo podía balbucear.
Después que ella intentara disculparse bastante alterada yo reuní toda la valentía que tenía, tomé su cara entre mis manos y la besé. Fue el beso más maravilloso que había dado en mi vida y solo pensaba en lo perfectos que eran esos labios. Luego de un rato me di cuenta que ella no me estaba besando a mí, yo le estaba entregando mi alma pero ella ni se movía, por lo que entendí que ella no estaba interesada en mi, así que le pedí disculpas y decidí bajarme del carro y seguir caminando.
Estaba completamente avergonzada, pensándolo bien ella jamás me había dado muestras reales de estar interesada en mí, pero yo con mi estupidez había interpretado un par de dudas al hablar en la mayor muestra de su amor por mí. Que ridícula e infantil había sido, no la iba a poder volver a ver nunca. Para mi desgracia una cuadra después ella se acercó en el carro pidiéndome que me subiera. Yo ya me había avergonzado lo suficiente para aceptar.
Ella al parecer se cansó de rogarme y se fue, por lo que seguí sola caminando en dirección a mi casa, pensando en el enorme ridículo que había hecho y conteniendo las ganas de llorar. Sin embargo, cuando estaba llegando vi que ella estaba estacionada frente a mi casa y esperándome en mi puerta, ahora si no sabía cómo evitarla y evitar mi vergüenza. Tuve que subirme al carro para evitar que mis papas se despertaran, porque lo único que me faltaba era un regaño materno para acabar de parecerle la más infantil de las niñas.
Ella quería que habláramos en un lugar privado por lo que se me ocurrió que fuéramos a la casa de mis papas en las afueras de la ciudad a lo que ella aceptó. Entré por las llaves haciendo el menor ruido posible y volví a salir, reconozco que con una pequeña luz de esperanza en mi corazón. En los 45 minutos hasta llegar ninguna habló, se sentían nuestros nervios en el ambiente. No sé porque pero mis esperanzas crecieron en cada uno de esos minutos.
Nos bajamos y yo abrí la puerta, dejándola pasar, en el instante en que ella pasó por mi lado y mientras cerré de nuevo la puerta me llené de valor para tomar su mano y acercarla despacito a mí. Esperaba una negativa en cualquier momento pero no me detuvo, por lo que de nuevo pude probar esos labios que tanto quería recorrer. Despacito nos besamos, ahora si ella me estaba besando también y no solo eso, me tenía abrazada con fuerza, como si tuviera miedo de perderme. Por fin supe que le había faltado a todos los besos que me habían dado antes, era que no eran los labios de Caro, por eso no eran perfectos.
Por cerca de diez minutos estuve en el cielo, sus brazos me hacían sentir segura, completa, feliz y ahí quería estar el resto de mi vida. Sin embargo ella dejó de besarme y se alejó. Fue a sentarse en la sala y puso su cabeza entre sus manos mostrando toda la angustia que sentía. Yo no sabía qué hacer, no entendía que pasaba y porque Caro estaba actuando así. Me senté a su lado y sin saber muy bien que hacer separe sus manos de su cara y le pregunté que le pasaba.
Ella, con las pupilas dilatadas y los ojos un poco aguados me dijo que no podía tener una relación conmigo, no estaba interesada en una relación y menos conmigo. Se volteo para mirarme a los ojos, esos ojos grandes que decían más de lo que ella pensaba y que me mostraron lo cargada de sentimientos y de miedos que estaba su dueña.
Me dijo que ella nunca había tenido una relación seria y que no le interesaba, pero más que sus palabras, esos ojitos bonitos me dijeron que estaba aterrada porque estaba sintiendo más de lo que había sentido hasta ese momento en toda su vida. Yo sabía que ella nunca había tenido una relación seria y no sabía porque, ahora supe que era por el miedo enorme que le tenía al compromiso, por lo cual supe exactamente lo que tenía que decirle si quería que se quedara a mi lado y no saliera corriendo.
Le dije que yo no quería una relación tampoco, que no le iba a pedir nada, que me gustaba y hasta intenté aparentar frialdad y le dije que lo que quería era más besos. Evidentemente, en la primera parte de mi afirmación yo estaba mintiendo, pero tenía que tranquilizarla, tenía que eliminar sus miedos al compromiso y que ella descubriera paso a paso lo maravilloso de estar enamorada.
Me beso de nuevo y nos quedamos esperando a que amaneciera mientras nos besábamos en ese sofá que desde ese momento iba a ser una de mis partes favoritas en el mundo, ya que me permitió empezar la mejor relación de mi vida, con la mujer de la que había estado enamorada por más de cinco años. Aunque ella no lo sabía, o no lo quería aceptar, en ese momento nuestras vidas cambiaron para siempre, le iba a enseñar lo que era amar a quien me traía de cabeza.