Enseñando el placer
Para seducir, o cazar. hay que tomarse un tiempo. Así la pieza va asimilando que ha nacido para entregarse.
Enseñando el placer.
Esta historia es continuación de TRES DE CADA DIEZ y de La profesora de orgasmos.
La vida fluye, sólo sé lo que me ha ocurrido hasta ahora, no lo que me deparará el futuro. Sólo hay final en la muerte, el resto es un fluir.
Han pasado unos días, y muchas cosas, antes de volver a ponerme a escribir esta historia, mi historia, de una mujer casada, con un hijo, esperando otro, que ama a su marido, pero que le gustan las mujeres. Mi bisexualidad no sólo la tengo asumida, sino que me llena de felicidad y placer. Los problemas surgen en cómo satisfacerla. La sociedad en la que me muevo, burguesa, bien pensante, llena de tabúes, lo ve como algo sucio, diría que perverso y degenerado, por lo que el guardar las apariencias es fundamental.
El fin de semana del domingo 1 de agosto fue un regalo de los dioses. Mi marido me cuidó como los preparadores a las yeguas que van a competir en una carrera. Hicimos el amor cargados de ternura, llenándome durante horas con su pene gordo que mamaba al final, cuando tras mi orgasmo, buscaba su eyaculación en mi boca.
Me daba consejos de cómo acabar de seducir a nuestra vecina, objeto de mis deseos, siempre desde la ternura y el humor. Aunque he ido a pocas corridas de toros, sí entiendo algo el lenguaje taurino, por lo que me hacían gracia su metáforas del torero y el toro, donde yo debía ser el lidiador y Hortensia la lidiada.
El lunes comenzaba el colegió para los niños, y allí me encontré con mi vecina. Iba más arreglada que lo usual para esas horas de la mañana. Sabíamos que apenas teníamos para nosotras el camino de vuelta, luego cada una a su departamento. Le tocaba mujer de limpieza en su casa, la compartíamos. Ella, el lunes; yo, el martes. Luego, la mucama seguía la ronda por el resto del edificio. Al despedirnos en el ascensor, me dio un beso en la boca, apretando su cuerpo al mío. Me dejé besar.
A la noche, montada sobre mi marido, acariciándome el clítoris mientras cogíamos, para llegar pronto al orgasmo y poder tomar su leche, le conté la historia. Mientras yo cabalgaba y él, acomodaba sus embestidas a mi ritmo de galope, me felicitó por mi control, recordándome que era ella la que debía embestir, me tocaba a mí esperar sus avances, eso sí incitándola a que atacara.
El martes, al despedirme de mi hermosa vecina, dejé mis labios entreabiertos, con la lengua apoyada en ellos, para que chocara con los suyos. Respondió a la prueba, jugando apenas unos segundos con las puntas, en un mini combate.
"Mañana nos vemos tranquilas."- me dijo, respirando acelerada tras el beso, mientras se cerraba la puerta del ascensor.
Estaba muy nerviosa, he engordado, todavía no se me han hinchado los tobillos, esos que mi marido dice son de potranca de carreras, pero es cuestión de días, de semanas, pasar de estar buenorra a foca. Me iba a embarcar en una aventura, con un cuerpo en el que rápidamente se notarían los avances de la gestación.
Después de cenar, cuando le conté mis dudas, mis angustias, mi compañero me dio un beso lago, apasionado y me susurró los piropos que necesitaba oír. Allí mismo , en el salón, me arrodillé entre sus piernas, le saqué la verga por la bragueta y comencé a chupársela. No dejé que se derramara ni una gota. Al besarle, mientras saboreaba su propio semen, le dije, mimosa:
" La he tragado toda para que no mancharas los pantalones ni el sofá"
Se rió con ganas: " Esta es mi chica, siempre con sentido del humor. Anda, vamos a la cama que hay que preparar la estrategia de mañana. Pero, siempre, recuerda que el placer de la caza es la caza en sí, no cuantos tigres has matado. Tienes que disfrutar del camino"
Me quedé dormida, con la cabeza apoyada en su pecho de nadador, ancho, con vello que hace cosquillas al rozarlo. Me gustaría decir que me despertó la luz del alba, que se filtraba a través de las rendijas de la persiana bajada, pero no fue así. Me despertaron los ronquidos de mi marido, que boca arriba y con tres güisquis que se había tomado, dormía como un señor feudal. Me levanté a orinar, y me tomé un vaso de leche, cuando volví a la cama, mi chico dormía de costado, y su orquesta tocaba bajo. Me acosté , culo contra culo, y me acaricié la concha hasta que me rindió el sueño, pensando que era imposible tener mejor pareja.
Miércoles 4 de agosto.
Era el día. De acuerdo con el plan trazado, mi marido llevó al niño al colegio, cuando viera a la peruana le diría que yo había pasado una mala noche y que me había quedado en casa.
Me puse un camisón semitransparente, de color blanco, que contrasta con mi piel morena; largo, con nido de abeja en los senos que te deja ver las areolas de los pezones y la turgencia de sus puntas. Una bata de seda y chinelas de medio taco, rojas, haciendo contraste. Sin duchar, oliendo a hembra, pero con unas gotas de Chanel para acelerar las feromonas.
En la mesa , el mate y un libro adecuado: " Dímelo al oído" de dos periodistas españolas que trata de las fantasías eróticas nuestras.
El escenario y la actriz estábamos preparados, sólo quedaba esperar. Estaba nerviosa, leí y releí el estudio sobre mujeres. No me telefoneó hasta las 10.30. Me preguntó si podía subir y cómo estaba. Le dije que bien y que la esperaba.
Abrí la puerta y allí estaba con una pollera escocesa, un palmo por encima de la rodilla, y un pulóver azul de escote en V, que dejaba ver el canal de sus senos. No llevaba corpiño y los pezones se marcaban bajo la fina lana. Las medias del mismo color y unos botines de medio taco. Estaba preciosa.
La ofrecí mate, como mi marido, lo había descubierto en Argentina. El compartir la infusión te hace solidaria con la otra persona.
La tranquilicé sobre mi mala noche, eran cosas del embarazo, pero sembré la sospecha de algo más, alguna idea que me había rondado impidiéndome dormir.
Me tocó preguntar a mí por sus avances en el mundo de la masturbación.
" El vibrador me ha cambiado la vida . Lo uso cuando estoy sola, y no bajo de dos veces al día. Y cuando mi marido acaba, y me ha dejado sin terminar yo, hago lo que me dijiste, al baño a lavarme y chorrito templado, manita a la concha y ¡pummm! . Gracias por dejarme ese juguetito maravilloso."
Di una chupada al mate, lo volví a cargar y se lo ofrecí.
"¿ Quieres ver como son los demás aparatos?. Si querés los traigo, pero creo que es mejor que los veamos en el dormitorio."
"De verdad, ¿ me los enseñarás?. No los he visto nunca."- parecía una niña ante su primeros regalos de Navidad.
" Anda, bobita, claro que te los enseño, y te cuento para que y como."- cuando ví que se levantaba para ir hacia la alcoba, le dije.- " Lleva el mate"
El dormitorio es una habitación amplia, con un enorme ventanal desde el que se ve el río. Los edificios de nuestro entorno son más bajos, así que no tiene cortinas, mi marido dice que para espiarnos hay que usar un telescopio. La cama de 1.80 tiene la altura que permite coger a lo perro , yo en ella y mi chico parado detrás. Hubo que cortarle un poco las patas, porque como venía de la tienda era incomoda para ofrecer la cola. El vestidor en una ala, pegado al baño. Un silloncito y una mesa de trabajo, pegadas al ventanal. Una cómoda frente a la cama, con el televisor y un viejo aparato de video, no queremos perder la colección de películas que tenemos de ese sistema. Las mesitas de luz, y dos espejos, uno sobre la cómoda; el otro, de cuerpo entero, puerta de un pequeño placard. Prácticamente puedes verte reflejada cuando coges en cualquier sitio que lo hagas.
Puse sobre la cama: vibradores, consoladores de latex de diferentes colores y tamaños y un par de juegos de bolas chinas. No quise exhibir los arneses, no era el momento.
Yo me senté en el pequeño sillón, Hortensia en la cama. Desde mi posición podía ver sus muslos tersos, donde acaba la media. Yo estaba ardiendo, pero tenía que encenderla a ella, hasta que se quemara en mis brazos.
Empecé con las bolas chinas, explicando su utilidad: como te tienen caliente durante horas, que se pueden llevar todo el día, que cuentan que las concubinas chinas las usaban para estar a punto cuando les llamara su señor al lecho y hasta su acción terapeútica de fortalecer los músculos vaginales. Y por último los dos grandes tipos: las sonoras y las silenciosas.
"¿ Quieres decir que, cuando las llevas, suenan?. Pero se dará cuenta todo el mundo."
"Cielo, no hacen tanto ruido, pero si tu pareja sabe que las tienes puestas, le pone caliente el darse cuenta que te estás poniendo como una moto, por los pequeños sonidos. Los demás no se enteran."
Las tomó del hilo y jugó con ellas.
"¿ Quieres probarlas?. Están limpias."
" ¿Me dejarías usarlas?"
" Claro, tontita. Sos mi amiga y quiero que aprendas a disfrutar de tu cuerpo. Anda, ponte las sonoras."
Se dio cuenta que tendría que ponérselas delante de mí, dudó unos segundos, pero enseguida dijo:
" ¿No te importa ver si me las meto bien?"
Me di cuenta que ya había caído en la trampa. A partir de ese momento estaba en mis manos.
"Hazlo tú sola, y ya te digo si te equivocas"
Se alzó la pollera, llevaba una bombacha sport de algodón, se la bajó hasta las rodillas y acercó las bolas a su concha.
No se depilaba , apenas el recorte para que el rizado vello no asomara fuera de la prenda íntima. El clítoris estaba oculto por los labios externos gruesos, entre los que aparecían los internos rosáceos. Apoyó la primera pelotita y ¡CHOPP! Entró, repitió la operación hasta que las bolas quedaron enterradas en su vagina. Fuera el hilo de escape.
" Súbete la bombacha, y párate"
Me obedeció, miré su cara, una sensación de asombro risueño le surgió junto a una sonrisa en sus labios glotones.
" Date un paseo hasta el salón , y vuelve y me cuentas"
Marchó contoneándose. A la vuelta traía el libro de las autoras españolas en la mano.
" Parece interesante, ¿ lo has leído?"
" Si, trata de esas cosas que las mujeres pensamos y fantaseamos. Leyéndolo te das cuenta que lo piensas lo piensan muchas mas. Pero ¿ qué te parecen las bolas?"
" Muy agradables, te llenan y te dan un gusto sensualote"
Al sentarse , cruzó las piernas, aprendía rápido. Su mirada fue hacia los consoladores.
Tengo tres, uno negro, enorme, un pedazo de falo que asusta. Otro que simula una verga más convencional, con sus huevos que sirven de base . El tercero es de doble cabeza, largo con un glande a cada extremo.
Fui al baño a buscar una crema para lubricarlos. A la vuelta , Hortensia tenía el negro enorme en las manos.
" Si te lo metes, sientes que te destrozan. Pero también vale para entrenarte en la mamada. Anda, chúpalo si quieres."
No se hizo de rogar, su lengua recorrió el glande de goma como si fuera un helado. Luego lo fue introduciendo en la boca. Quedaba mucho fuera, pero dentro tenía un buen pedazo. Comenzó un mete saca lento, paladeando el juguete, el muslo en alto lo movía en un tic para sentir las bolas moviéndose en su interior. Si ella estaba caliente, yo me derretía con el espectáculo.
Cuando paró , tenía una mirada de lejanía. De caminar hacía una Ítaca cercana.
" Ten este vibrador y acaba que estás muy nerviosa"
Le di uno pequeño, un juguete para poner en el botón rosado o metértelo, que vibra todo.
Se tumbó en la cama, se bajó la bombacha y puso el aparato apoyado en la concha de modo que la cabeza atacara su clítoris.
Me tumbé a su lado, me subí el camisón, y con el glande del consolador negro me acaricié mi pequeño apéndice, que estaba duro y expectante. No perdía nada de su masturbación, tenía los ojos cerrados, parecía poseída. Cuando estalló en silencio, mordiéndose los labios, con pequeñas convulsiones, decidí que era el momento de dar mi espectáculo.
Comencé a jadear , flojo al principio, creciendo después. En el espejo, me veía reflejada, el camisón en la cintura, la cabeza de latex, mojada con sus flujos, rozando cada vez más rápido mi botoncito, y ella mirándome.
Chillé al acabar, me giré para fijar mis ojos en los suyos.
" Nos hemos hecho una buena paja"- dije.
"Ha sido muy fuerte, lo de las bolas y el vibrador es maravilloso . Y el estar a tu lado"
" El jugar así dos amigas es muy agradable"- ya estaba donde yo quería, dispuesta a explorar, a entrar en nuevas sensaciones, pero sabía que debía ir despacio, y solté una boludez para que no se notara como la manipulaba- " Te conoces mejor masturbándote juntas que en una charla"
" Se nota que eres extrovertida, te dejas llevar por el placer y eres ruidosa. Yo, no. Me cuesta soltar lo que siento"
" A mi marido le vuelve loco que chille. A mí que me diga palabras fuertes. Me parece que sacamos el lado salvaje, animal que todo el mundo tiene"
Seguíamos en la cama, con la pollera y el camisón remangados, los sexos al aire.
" Te depilas toda, parece la chonchita de una niña"
" Y vos, sos como un pequeño nido de conejitos, con ese vello ondulado, tan clarito. Es precioso, no tenés mucho pelo y parece un juguete"
Nos quedamos en silencio, sabiendo que habíamos dado un paso sin retorno.
Tomó el libro que había dejado en la mesita de luz y comenzó a hojearlo. Miré el reloj, eran casi la una, quería que me lo pidiera para leerlo en su casa.
" Yo no he preparado comida, ¿ querés que almorcemos fuera?"
"Sí, si invito yo, tú me has dado la clase y algo tengo que agradecer"
" Me ducho y me visto, y nos vamos al Preferido. Tienen unos zapallitos rellenos buenísimos"
Salté de la cama, y me quité la bata y el camisón, quedé desnuda ante Hortensia.
" Se me nota mucho el embarazo. ¿ Verdad?"
" Estás más mujer, sigues preciosa"
" Mi marido dice que estoy buenorra."
" Tiene razón, eres delgada y estos kilos te llenan bien"
Fui al baño, abrí la ducha para dejar que el agua se fuera calentando, me puse el gorro para no mojarme el pelo y me metí . Me bañé en unos pocos minutos. Me sequé , me di crema, embarazada es fundamental, y salí.
Seguía tumbada, el libro en la mano, empapándose de las fantasías que tenemos las mujeres.
Me puse una bombacha y un corpiño blancos, una polera de lana del mismo color, un panty negro, y una de las pocas faldas que todavía me valen. Pensé que tenía que comprar algo de ropa para los meses que me faltaban.
" ¿ No querés lavarte esa conchita disfrutona?"
"¿ Cómo hago con las bolitas?"
"Tira del cordón y sácalas"
PLUF, PLUF y estaban fuera, eso sí, chorreantes del flujo vaginal.
" Límpialas cuanto antes. O las chupas y luego las lavas, o las lavas directamente. Yo te aconsejo lo primero, no te preocupes, seguro que tienes un buen sabor"
Era algo que no había hecho en su vida, puso un poco cara de asco, pero se las metió en la boca, una tras otra hasta dejarlas limpias. Se las tomé de las manos, y la acompañé al baño. Mientras se lavaba la concha, yo hice lo mismo con las bolas, usando el jabón desinfectante de la gripe A.
Al estar mientras se higienizaba , la hacía ver que no había secretos entre nosotras, que podíamos decirnos y contarnos todo, éramos dos hembras jóvenes, ardientes, lascivas y lujuriosas, que además eran amigas.
La dejé unos minutos sola, no quería atosigarla, comencé a guardar los juguetes en su sitio, no es bueno que estén a la vista de la mucama ni de los niños.
"¿ Vas a querer quedarte con unas bolas?. Yo, ahora , no me conviene usarlas."
Salió del baño, me miró con timidez y picardía, y me contestó un SÍ, le di las macizas que no había usado. Se tumbó en la cama y se las puso con habilidad. Era una buena alumna.
La dejé un plumas y yo me tapé con un poncho salteño, bajamos y nos acercamos a la vieja taberna en la esquina a la que Borges dedicó una poesía. De las tres salas , elegí la del restaurante, quería tener más intimidad.
Pedimos unos zapallitos e hígado y dos vasos de malbec, pudimos hablar tranquilas, ella quería saber. Empezó por la más fácil, la cantidad enorme de libros y DVD que teníamos en casa. Le expliqué que solíamos ver una película al día, que éramos de rever las que nos gustaban, le cité a los clásicos, Ford, Hawks, Wells, los Marx, Blake Edwards, Billy Wilder, Lubitch, Buñuel y algunos más que no cito para no caer en la pedantería cinéfila.
Y sobre leer , mi marido lee un libro por semana y yo, que tengo más tiempo, dos.
La pobrecita no disfrutaba de esos placeres, al igual que de los orgásmicos. Me ofrecí a dejarle algunos libros para que fuera entrando en el vicio de la lectura. Me pidió que le prestara el que estaba yo leyendo de fantasías sexuales.
Me di cuenta que la tenía encelada, como decía mi marido con los toros, había que darle la distancia, templar y mandar. Era un torito para figuras. Expresiones taurinas que mi compañero había aplicado a nuestra linda vecina.
Le dije que se lo dejaría forrado por si lo veía su marido, que en mi opinión era un poco machista.
Ahí se explayó, que si no la sabía dar goce, que sólo era un mete y saca, que gracias a Dios ( eso de meter a dios en una conversación siempre me ha hecho gracia) no lo hacían más que 3 veces por semana. Que yo había hecho más por su placer que él en toda su vida
" Mira , cariño, las mujeres estamos para ayudarnos. Hago esto por vos, como lo harías tú por mí. Creo que en pocos días, vas a ser una hembra completa. También vamos a ver cómo vas a lograr irte con tu marido. Y un consejo: está muy bueno, levanta miradas de lujuria en las mujeres, me doy cuenta en la pileta, así que si no quieres verte abandonada y con un hijo, ya te puedes poner las pilas. Y para que te quedes tranquila, él no es mi tipo. Me pareces vos mucho mas atractiva"
"¿ Tú lo has hecho con otra mujer?"- por fin había entrado al trapo, era la pregunta que llevaba esperando. Al plantearla admitía que lo quería probar.
" Sí, creo que a todas nos ha pasado por la cabeza esa fantasía. Yo la he podido realizar. Tuve una amiga , compañera desde la primaria, siempre nos habíamos atraído hasta que un día estalló. Ahora está trabajando en Estados Unidos con una multinacional. Cuando viene, nos vemos. Y también en España, tengo otra amante, es casada como yo, aprovechamos para amarnos cuando coincidimos en Madrid. Y si me quieres preguntar, que opina mi marido, que sé que lo quieres hacer, te diré que él no es nada machista, y no le parece mal. Eso si, su polvito diario que no se lo toquen"
Me miró asombrada, pero con una sonrisa en la que confirmaba sus deseos. su vecina , buena madre de familia, amorosa esposa, modelo de educación es una abierta sexualmente. Le extrañaba pero le gustaba.
" Vamos a pagar, que llegamos tarde a por los niños"- hice que la realidad cotidiana cayera sobre nosotras.
Nuestros hijos salieron como toros en San Fermín, corriendo y con ganas de bulla. Nos despedimos en el ascensor, le dije que iría un momento a por el tapado.
Tras la merienda de la pequeña fiera, y su fijación en Peter Pan , los niños son capaces de ver una y otra vez la misma película, le avisé que bajaba a casa de Hortensia por el plumas. Me pidió que no tardara mucho.
Con el libro forrado, llamé a su puerta. Al abrirme me dio un beso en la boca, esa vez sin titubeos, metiendo bien la lengua y pegándose a mí.
" Ten el libro, verás que todo lo que pensamos es normal, nos pasa a la mayoría. Tengo que subir , mi hijo está solo"
Al darme el tapado me sujetó la mano.
" ¿ Querrás ser mi amiga y enseñarme?"
" Sí, cielo, estate tranquila, yo te ayudaré a ser feliz."
Al despedirnos y volver a besarnos, mi mano libre acarició su espalda.
Esa noche conté lo ocurrido a mi marido, me dijo que no tenía que dejar pasar más tiempo. Que el jueves atacase, porque además nos íbamos a Entrerríos el viernes a ver a mis padres y volveríamos el lunes, con lo que la pieza se podía enfriar.
Yo estaba contenta, quería un polvo alegre, le dije que se acostara y me presenté ante él con la misma ropa que había usado por la mañana.
"¡ Pataplán! ¿ Está guapa tu gatita?"- dije desde la puerta.
" Estás más buena que un pan. Quédate ahí un momento y vas a ver como me has puesto"
Retiró la sabana que le cubría y le vi desnudo, acariciándose la verga, dura como un grueso mástil de deseo.
" ¿ Quieres que te monte? Macho mío"
" Ven acá zorrita, que te clavé la polla"
Me empalé en su virilidad, y cabalgué rápido. Él no se movía, sus dedos buscaron mi clítoris y lo acarició mientras yo subía y bajaba. La ola me vino, me quedé temblando sobre su vientre.
" Ahora me toca a mí. Ven"
Hizo que los tirantes del camisón deslizaran por mis hombros, y desnuda me llevó al salón.
" Apóyate en la mesa"- empujó mi torso hasta que quedó en contacto con el frío cristal. Mis pechos estaban aplastados sobre el mueble. Me agarré al borde y abrí las piernas. Su glande recorrió el valle de mis nalgas, pensé que me iba a encular. Pero no, siguió hasta mi concha mojada y expectante. Lo apoyó en la entrada de mi sexo y lo metió de un golpe. Creí sentirme taladrada. Me cogía como un loco. Cegado de lujuria, de su boca salían palabras fuertes que sonaban a música celestial en mis oídos . Le traía sin cuidado mi placer, sólo se ocupaba del suyo. Mis senos se restregaban sobre el tablero, me usaba y el sentirme así, como una hembra sometida, me excitó , volví a acercarme al orgasmo, cuando su leche me inundó. Dejé que se retirara y me masturbé en la postura que estaba, sólo jugando con mis dedos en la concha, hasta que me fui.
Después me levante, y mirándole a los ojos , chupé mis dedos llenos de mis flujos y su semen.
" ¡ Cómo sabes volverme loca!". Me tomó de la mano y volvimos a la cama.
Escrito el 16 y 17 de agosto. Mi marido me recuerda que nunca he mandado un relato que dure su lectura más de 15 minutos. Lo que ha acontecido hasta ahora, lo acabaré en la próxima entrega.
Mi vida de pareja, y mi aprendizaje del lesbianismo, está narrado en Aprendiendo en Iguazú, Verano familiar, Muñeca adorable, Muñeca perversa, Muñeca viciosa, Vida de hotel, La gata y su presa, Intercambio en los Roques, Orgía en los Roques, Totalmente desnuda, Me excita que me miren, Puta e ingenua.