Enseñando el placer
Una mujer recientemente divorciada se encuentra con que su sexualidad se vuelve a activar. A pesar de sus dudas tendra encuentros sexuales con varios jovenes.
Hacía ya tres meses que me había divorciado de mi marido. En este tiempo me había mudado con mi hijo a una casa del extrarradio. Fui yo la que decidió cambiar de vivienda, no me veía capaz de vivir en un sitio tan cargado de tantos dolorosos recuerdos.
- Hola mamá- Me saca de mi ensimismamiento mi hijo entrando en casa. Me levanto de la butaca y le doy un beso en la mejilla.
- ¿Que tal te ha ido? – le pregunto
- Bien. – me contesta mientras sale de la sala.- He quedado ahora con Rober y ya llego tarde. ¿Y tú, has ido ya a preguntar al gimnasio? – grita desde su habitación
En lugar de contestarle me acerco a su habitación y observo como prepara su ropa. A pesar de la insistencia de mi hijo porque salga de casa y rehaga mi vida no tengo ninguna intención de apuntarme al dichoso gimnasio, si bien es cierto que antes iba habitualmente, desde lo del divorcio no encuentro motivación.
Con la ropa que se va a poner preparada sale corriendo hacia el baño.
– Me voy a duchar. Si llama Rober dile que suba. – tras esto cierra la puerta y me deja sola en el pasillo.
Rober según me había contado mi hijo Mark era el único amigo que tenía desde que vivíamos en la nueva casa. Yo tenía mucho interés por conocerlo. Por lo que sabía había ayudado mucho a mi hijo al instalarse en el nuevo barrio. Oí como llamaban al timbre y me acerqué al telefonillo, pero no me atreví a descolgar. Tras unos instantes volvió a sonar y decidí invitarlo a subir. Esperé junto a la puerta a que subiera y cuando llamó abrí rápidamente. Ante mi me encontré a un hombretón con un cuerpo realmente desarrollado pero con cara de niño. Debía medir más de 1,80 y sus músculos se vislumbraban a través de una ajustada camiseta. Me fijé en su cara y vi que me miraba fijamente con cara de tonto. Me llamaron la atención sus ojos, verdes, que destacaban más al contraste con su bronceada piel. Al coincidir nuestras miradas, bajo la suya rápidamente, como signo de timidez.
Aun en el rellano me preguntó si era la madre de Mark. Siempre he odiado que me llamen así, me hace sentir vieja así que le dije que me llamara Marina. Despues me acerque a él y lo saludé con dos besos haciéndole ponerse aun mas rojo. No pude evitar ser un poco malvada y lo seguí provocando mientras lo invitaba a entrar a casa. Mientras lo sujetaba del brazo le pregunté si todos los amigos de Mark eran tan guapos. Yo solo intentaba bromear un rato a su costa. Tras esto pensé que le daba algo de lo angustiado que estaba, hasta me pareció ver alguna gota de sudor brotando de la frente.
- Ya salgo – volvió a gritar mi hijo mientras terminaba de arreglarse.
Momento que aprovechó Rober para librarse de mi contacto y preguntar:
- ¿y cómo que no vienes nunca a ningún partido?
La verdad que a mí nunca me ha gustado el futbol, normalmente era su padre el que le llevaba a los partidos. Esto me hizo plantearme si a mi hijo no le molestaría que yo no mostrara el mínimo interés por este tema así que decidí que al próximo partido iría . Siguiendo con la broma le prometí que no faltaría a ninguno si todos estaban en tan buena forma como él. Lo sonreí y volví a posarle las manos sobre el brazo para intentar tranquilizarlo. En esta posición podía notar la dureza de sus músculos y la calidez de su piel, el contacto piel con piel con un hombre me resultaba agradable a pesar de saber que no era más que un niño. Precisamente en este momento apareció mi hijo, que por fin había terminado de arreglarse, y retire instintivamente el brazo. Tras reñirme por agobiar a su amigo me dio un beso y salió de casa. Me giré hacia Rober y me despedí de él con dos besos. Cuando cerré la puerta no pude evitar mirarme en el espejo de la entrada. A pesar de mi edad y de un parto tenia buen tipo, quizá las tetas algo caídas… pero no estaba nada mal. Mientras me giraba para verme mejor no pude reprimir una sonrisa al recordar el efecto que solía provocar en los hombres. La verdad es que de joven tenía bastante éxito entre el sexo masculino.
A partir de aquel momento algo cambio dentro de mí. El inocente encuentro con Rober había encendido algo en mi interior, claro que no sentía nada por un niñato que podía ser mi hijo pero desde aquel momento algo volvió a la vida.
Pasaron los días y el cambio de humor fue en aumento, me notaba más alegre, con más energía. Tanto era así que mi hijo no tardó en darse cuenta del cambio.
- Mamá, te noto rara; osea al contrario, te veo….normal.
- No te entiendo.- le conteste haciéndome la inocente.
- Llevas unos días más alegre, mas….como eras antes de… ya sabes. – en ese momento vi cómo una mueca de tristeza aparecía en su cara.
Me acerqué a él y le di un beso en la mejilla.
– Lo que hemos pasado los dos ha sido muy duro. Pero verte a ti feliz me hace sentirme feliz. Sé que lo pasaste muy mal con todos los cambios y demás. – le dije mientras le pasaba el brazo por los hombros.
- La verdad que si. Lo pase muy mal al principio, aquí no conocía a nadie y estaba bastante amargado. Rober me ha ayudado mucho, conocerlo fue un punto y aparte, sino fuera por él no sé si lo habría aguantado. – dicho esto se levanto y me abrazó.
A partir de ese día muchas cosas cambiaron en nuestra casa. Yo empecé a ir al gimnasio habitualmente y cada día me sentía mejor con mi cuerpo: cuidaba mi aspecto, iba más a menudo a la peluquería…. Además retomé el contacto con unas amigas a las que hacía tiempo que no veía porque a mi ex no le gustaba que saliera con ellas. El motivo era que todas eran divorciadas y eran “una mala influencia” ya que según él se comportaban como adolescentes. Así fue como tras mucho meditarlo, un día me decidí a llamarlas y me invitaron a ir con ellas. Me resistí, pero finalmente acepte. Esa misma noche iríamos a un local para “tomar unas copas, bailar y ver qué tal estaba el género” según me había dicho mi amiga Carol. Ya por la noche, y mientras me preparaba, no podía dejar de sentirme tonta al reconocer que estaba algo nerviosa. Como si fuera la primera vez, y realmente era así, hacía bastante tiempo que no salía y menos aún sin pareja. Yo no tenía ningún interés en comenzar una relación y la sola idea de intimar con un hombre me incomodaba. Terminé de ducharme y al salir de la ducha me fijé en mi monte de Venus, desde la separación no había tenido ganas de depilarme y tenía el pelo algo largo. Dudé unos segundos y finalmente cogí la maquinilla. Unas pasadas después estaba como nuevo, nunca mejor dicho, libre de cualquier vello y así era mucho más agradable a la vista. Me pasé la mano para ver si había quedado bien rasurado y al rozar mis labios noté un estremecimiento que me hizo recordar el largo tiempo que hacía que no llegaba a un orgasmo. Algo en mi estaba volviendo a la vida, lo notaba. Hasta ese momento no había extrañado para nada el sexo pero realmente me estaba poniendo algo excitada.
Un mensaje en el móvil me sacó del trance, mi amiga Carol me decía que en media hora me recogían. Salí desnuda del baño y frente al espejo de mi habitación comencé a vestirme. Al ver mi imagen en el espejo me sentí atractiva, totalmente desnuda pude apreciar las curvas de mi cuerpo. Comencé a pasar mis manos por mi cuerpo recreándome en el más mínimo detalle. Realmente estaba disfrutando de mis propias caricias. Miré el reloj y vi que era casi la hora, así que rápidamente me vestí y bajé a la calle. Enseguida llegaron mis amigas y ya en su coche nos fuimos poniendo al día mientras íbamos hasta el local. Según me confesarían después su objetivo para esa noche era que yo me liara con algún hombre para, palabras textuales: “darle alegría a ese cuerpazo” y que me olvidara del cerdo de mi ex.
La noche transcurrió sin nada digno de mención, nos divertíamos hablando de los viejos tiempos, de los defectos de nuestros ex y, entre copa y copa, bailando. Yo no tenía costumbre de beber así que me notaba algo borracha. En cierto momento decidí ir hasta la barra a pedirme un refresco ya que tenía sed, pero no quería beber más alcohol. Mientras esperaba a que me atendieran se me acercó un chico bastante más joven que yo. Según me contó se llamaba Alberto y no era tan joven como yo creía. Era bastante atractivo, vestía una impecable camisa negra que se le ajustada al torso y poseía una sonrisa preciosa que mostraba a menudo. Al principio yo intenté quitármelo de encima pero él estaba siendo educado y bastante agradable así que al final me dejé llevar por la conversación. Debido a la música del local cada vez que hablábamos teníamos que acercarnos para poder oírnos, y con cada acercamiento hacia él podía aspirar su intenso olor, mezcla de perfume y masculinidad. En uno de estos acercamientos él me paso la mano por la espalda y la mantuvo ahí. Cosa que me puso realmente tensa, pero supongo que el alcohol que había tomado me ayudo a relajarme. Era una situación agradable, él era bastante simpático e interesante y a pesar de no querer nada con él estaba disfrutando con la charla. En cierto momento un hombre paso por detrás de mí empujándome hacia el cuerpo de Alberto, posé mis manos sobre su cuerpo y pude percibir la dureza de sus músculos. El me sonrió y me comento que porque no íbamos al final de la barra que estaríamos más tranquilos. Hacia allí fuimos y ciertamente había menos alboroto. Seguimos un rato hablando hasta que, de repente, me poso su mano en el cuello y me besó en la boca. Yo en el primer momento me quedé paralizada dejando los labios rígidos al principio. Mientras me besaba, me bajó su mano por la espalda, centímetro a centímetro fue descendiendo por mi cuerpo, yo sabía donde acabaría eso pero me resultaba tan placentero que me dejé llevar. Seguimos besándonos apasionadamente hasta pasó su mano por mis piernas e introduciéndola debajo de mi vestido. En ese momento una alarma se encendió en mi cabeza, ¿Qué estaba haciendo? Dejándome meter mano por un chaval que podía ser mi hijo rodeada de gente. Me separé un poco de él y miré a mi alrededor. La verdad que al estar en aquel oscuro rincón nadie nos podía ver. Aun así no estaba segura de seguir por ese camino. En ese momento noté algo húmedo en mi cuello, sentí sus cálidos labios sobre mi piel y eso fue lo que terminó por derretirme. Me miró a los ojos pidiéndome permiso y yo, como respuesta, me abalance sobre su cuello. Mientras le daba mordisquitos y lametones volvió a meter su mano por debajo de mi vestido y la acercó hasta mis bragas. Cuando rozó mi sexo con las yemas de sus dedos no pude evitar darle un fuerte mordisco para no gritar. Comenzó a mover sus dedos suavemente de arriba abajo acariciando mis labios a través de la tela. Nerviosa volví a mirar a mi alrededor, todo estaba tranquilo. Ambos estábamos disfrutando de la situación, sin ninguna prisa. Cuando pasó un dedo por debajo del elástico de las bragas cerré las piernas instintivamente para, segundos después, volver a abrirlas dejándole vía libre. Él comenzó a pasar su dedo sobre mi pubis jugueteando alrededor de mi sexo. Tanta era mi excitación en ese momento que susurrando le pedí que siguiera. Tas esto rozó mis labios y me dijo que estaba empapada mientras metía un dedo en mi interior. Noté como mi respiración se aceleraba, hacía mucho tiempo que no gozaba tanto y sólo había introducido un dedo. Lo sacó y lubricado por mis líquidos empezó a jugar con mi clítoris. Eso ya era demasiado, el placer que recorría mi cuerpo era tan grande que temí caerme. Aceleró sus movimientos haciendo círculos alrededor de mi clítoris alternándolo con la introducción de dos dedos. El detonante fue cuando, susurrando, me pidió que me corriese. Oleadas de placer provenientes de mi sexo recorrían mi cuerpo y comencé a soltar gemidos y gritos, afortunadamente amortiguados por la música. En ese momento agradecí que Alberto me tuviera bien agarrada porque sino creo que me hubiera caído al suelo. Unos segundos después recuperé la consciencia y mire hacia él, que me miraba con una sonrisa traviesa.
– ¿Me devuelves mi mano?. – enseguida caí en la cuenta de que con el orgasmo había apretado mis piernas atrapando su mano.
Relaje las piernas y sacó la mano no sin provocarme nuevamente sensaciones placenteras. De repente se llevó su dedo a su boca y lo chupó.
– Sabes muy bien – me dijo. Como respuesta, le di un beso mezclando con nuestras bocas mis fluidos. En este momento me estaba preguntando si sería posible hacer algo mas desde aquella esquina cuando… le sonó el móvil. Lo descolgó y comenzó a hablar. No podía oír de lo que hablaba, pero le veía gesticular bastante y parecía muy enfadado. Cuando colgó me dijo:
– Nena, me tengo que ir pero me debes una, así que… ¿porque no nos damos los móviles y continuamos otro día?
No me lo podía creer, pero a pesar de la frustración que me produjo acepté el intercambio y me despedí de él. Cuando llegué con mis amigas no pararon de preguntarme qué había pasado a lo que yo no respondí, haciendo que se pusieran aun más pesadas. Un rato después decidimos irnos a casa ya que una de nosotras trabajaba al día siguiente.
Durante el trayecto en coche hasta mi casa no paré de darle vueltas a la situación con Alberto, la verdad que pasado el “calentón” me sentía algo avergonzada, no me podría creer lo que había hecho. Pero lo había hecho. Yo era una mujer joven y libre que podía hacer lo que quisiera con mi cuerpo. Claro que si, en ese momento decidí que a partir de ahora no me pensaría tanto las cosas, simplemente actuaria. Cuando estábamos esperando a que el semáforo se pusiera verde me fijé en que Rober, el amigo de mi hijo, estaba esperando en la parada del autobús. Pregunté a la dueña del coche si le importaba que le acercáramos a casa ya que nos pillaba de paso.
– Umm claro que si, no está nada mal el yogurín… - dijo mi amiga haciendo que el resto del coche se riera.
Les advertí que era bastante tímido. Le ofrecimos llevarle a casa. Parecía algo sorprendido al principio, pero por fin se decidió y se montó junto a mí. El trayecto era corto e intenté darle algo de conversación para que se sintiera mas cómodo. Aun me sentía algo mareada por el alcohol así que, junto con mis amigas, empecé a cantar y bailar al ritmo de la radio. Notaba a mi lado a Rober bastante cortado así que intenté animarlo y lo abracé para hacerle moverse al ritmo de la canción. Mis amigas no paraban de hacerle preguntas íntimas y bromas algo subidas de tono. A pesar de la oscuridad, sin querer, me fijé en que se le marcaba el pene a través del pantalón. Debía de tener una gran erección, cosa que me causó bastante impresión. No sabía qué hacer, supongo que para él ir en un coche con tanta mujer era una situación novedosa. A pesar de que me sentía algo incómoda no podía apartar la mirada del paquete que se dibujaba entre sus piernas. La situación era bastante excitante, si ya sé que podía ser mi hijo, pero saber que en parte estaba así por mi me atraía; además de que me había quedado con ganas de algo mas con Alberto. Sin querer no pude evitar el imaginarme a Rober desnudo con el pene erecto. Rápidamente me quite esa imagen de la cabeza, pero inconscientemente apreté mis piernas. En ese momento paro el coche ya que habíamos llegado a la casa de Rober. Tras despedirse de todas nosotras se bajo del coche haciendo mucho más visible su estado al ponerse de pie. Y mis amigas también se dieron cuenta porque comentaron jocosamente que estaba empalmado provocando carcajadas.
Al llegar a casa me puse el pijama y me acosté. A pesar de que era tarde no era capaz de conciliar el sueño. No paraba de dar vueltas a todo lo que me había pasado esa noche, principalmente el orgasmo en el pub pero también la visión de la erección de Rober. Me sentía confundida, no tenía claro si me sentía avergonzada por mi comportamiento o si me sentía contenta. Me producía cierta tristeza que el simple hecho de estar en contacto con una mujer le produjese ese efecto a Rober, estaba muy falto de contacto con el género femenino. Yo sabía por conversaciones con mi hijo que su amigo no era muy bueno con las chicas y que nunca había tenido novia. Por cómo había tratado a mi hijo y la ayuda que le había supuesto yo me sentía en deuda hacia él y busqué la forma de poder ayudarlo en este tema. Pensé en tener una charla con él sobre el tema le ayudaría bastante. A pesar de seguir dándole vueltas a todo finalmente me dormí.
El día siguiente era Sábado así que me pude levantar tarde. Fui al baño a arreglarme y cuando volví a mi cuarto encendí el móvil. Tras apenas unos segundos oí el sonido de mensaje y me acerqué para leerlo.
“Buenos días preciosa, espero que hayas descansado bien. Perdón por la escapada de ayer, pero era un asunto de vida o muerte, ya te lo explicaré. Te echo de menos. Alberto”
Apenas había terminado de leerlo y con una sonrisa en mi cara me llegó otro.
“Apenas te conozco pero lo poco que vi me encantó. ¿Cuándo volvemos a vernos? “
Terminé de leerlo, me guardé el móvil en el bolsillo y caminé hacia la cocina. Mientras me preparaba unas tostadas pensaba en los mensajes. Por una parte, me sentía alagada; pero por otra, mantenía una postura de escepticismo. Para mí lo de anoche también había sido algo muy especial, pero no tenía claro si para él lo había sido realmente o es que solo quería acabar lo que habíamos dejado a medias. El solo recordarlo hizo que algo dentro de mí se activara y mientras daba pequeños sorbos al café pensaba en la respuesta a su mensaje. Juguetona comencé a escribir:
“Me alegra mucho saber que te acuerdas de mi, pensé que para ti solo sería un rollete de discoteca. He descansado muy bien después de los esfuerzos de ayer. Lo de volver a quedar…”
Deje de escribir, no me atrevía a seguir. Quería quedar con él pero a la vez tenía miedo de que algo saliera mal. Finalmente me decidí.
“…me parece muy buena idea ya que tenemos algo a medias. Espero que la próxima vez sea en un sitio más tranquilo y sin INTERRUPCIONES molestas. Un beso “
Le di a enviar y le di un mordisco a la tostada. Me sentía como una adolescente, estaba muy nerviosa y excitada.
Termine de desayunar y recogí un poco. Una vez terminado me fui a la ducha, mientras me desnudaba no pude evitar mirarme al espejo y note que hacía mucho tiempo que no me sentía tan femenina, tan sensual. Me volvía a sentir mujer en su sentido pleno. Comencé a pasar mis manos por mi desnudo cuerpo como si fuera la primera vez que lo veía. Otro pitido sonó desde mi móvil. Rápidamente leí el mensaje:
“Me ha encantado recibir tu beso mañanero. Por supuesto que la próxima vez será algo más especial, te lo prometo. Y nada de interrupciones. Un beso…con lengua
PD: no he podido bajar la erección desde ayer ;)”
Termine de leerlo y me metí en la ducha. Tras unos minutos debajo de la caliente agua en lo que no paraba de pensar en Alberto. Salí y me sequé con una toalla. Me puse algo de ropa cómoda ya que no tenía previsto salir de casa. Realmente me encontraba muy excitada y para intentar desconectar un poco me fui al salón a ver la tele. Hice un poco de zapping y me enganché a una película, aunque no era nada del otro mundo. En determinado momento los dos protagonistas protagonizaban una escena de sexo verdaderamente excitante que me volvió a calentar. Dudé unos instantes pero, al final no pude resistir a bajar una mano hacia mi sexo. Necesitaba apagar el fuego interno que amenazaba con quemarme. El simple roce con la palma de mi mano a través de las bragas me produjo un escalofrió, antes de que ocurriera nada mas sonó mi móvil. Pensé en no contestar, pero por el tono sabía que era Mark. Frustrada me levanté y respondí. Me llamaba para explicarme que había tenido una avería con el coche y que tardaría en arreglarlo. También me pidió que hablara con Rober ya que estaría al caer porque habían quedado para salir y le explicara la situación.
Nada mas colgar empecé a moverme de un lado a otro para intentar colocar un poco la casa antes de que viniera el hijo de mi amigo. Al pasar enfrente del espejo vi mi reflejo sobre él. Llevaba puesto un pantalón corto y una camiseta que me quedaba holgada. No llevaba sujetador y eso hacia que se me marcaban claramente los pezones. Me veía realmente sexi y por un segundo estuve tentada de recibir así a Rober. Sonó el telefonillo. Era Rober. Le abrí la puerta del portal y corrí hacia mi habitación para ponerme algo mas adecuado. Cogí el primer jersey que vi y me puse unos vaqueros. Caminé hacia la puerta y la abrí. Me fui hacia el sofá del salón y me senté. Me encontraba algo nerviosa.
Mientras Rober entraba en la casa le invite a sentarse y le explique la situación con Mark. Le invite a quedarse hasta que volviese mi hijo ya que en la calle estaba lloviendo bastante. Me fije en que estaba con la ropa empapada y le dije que se pusiera algo seco para que no cogiera un resfriado. Me dio la razón y se fue a la habitación de Mark a cambiarse y yo a por una toalla para que se secara. Recogí una toalla seca y fui a la habitación y vi como se estaba quitando la ropa mojada. Al estar la ropa empapada se le adhería a la piel y salía a la luz un cuerpo que sin duda habia pasado bastantes horas de gimnasio. Al notar mi presencia se dejó puestos los pantalones que, aunque estaban bastante mojados, supuse que le daba corte quitárselos delante de mí . Me agaché para recoger la ropa mojada junto con sus zapatillas. Cuando me fui a levantar se me escurrió una de ellas así que volví a agacharme para recogerla. Rober se había acercado hacia mí porque al levantarme note como nuestros cuerpos se tocaban. Más concretamente mi trasero con la parte de su paquete. Esa situación me dejó confundida y salí rápidamente de la habitación para meter la ropa en la secadora. Había sido un accidente o realmente me había arrimado su pene. Fui hasta la cocina para dejar la ropa sin poder dejar de darle vueltas. Aquella situación era morbosa, pero no podía ser, yo era la persona madura asique tenía que dejar de pensar en tonterías.
Me tranquilicé y volví a la habitación para darle normalidad a la situación. Cuando llegue al umbral de la puerta oí cómo hablaba por teléfono con alguien y deduje que sería mi hijo. Pero lo realmente importante es que Rober mientras hablaba no paraba de masajearse el pene. Y por lo que vi debía llevar así un rato porque debajo del slip se le dibujaba una gran erección. En ese momento colgó y se giro hacia mí. Yo rápidamente intenté decirle que iba a por el resto de la ropa. Mientras él, se intentaba tapar nerviosamente con sus manos y finalmente se sentó en la cama para disimular. En ese momento me dio pena lo nervioso que estaba, tenía la cara tan roja que parecía que le iba a explotar. Intenté tranquilizarlo diciéndole que era normal que esas cosas pasaran a su edad con todas las hormonas danzando. Que a las chicas de su edad les gustaría que le funcionase así de bien. Trate de calmarlo poniéndole un brazo en su hombro y diciéndole que no pasaba nada por ser virgen, que yo misma había tardado bastante en perder la virginidad con mi ex. Lo veía tan mal que intente hacer alguna broma para quitarle hierro al asunto, pero no funcionaba. En ese instante me sonó el móvil, era mi hijo otra vez disculpándose porque iba a tardar bastante. Me preguntó por su amigo y me pidió que le cuidara bien. En ese preciso instante un pensamiento invadió mi cabeza. Me despedí de mi hijo con la cabeza puesta en otro sitio. Se me ocurrió que quizá podría devolverle a Rober el favor que me había hecho con la buena relación que tenia con mi hijo. Tal vez yo podría ayudarle con su problema con las chicas, solo necesitaba algo de práctica para perderle el miedo al contacto intimo.
Deslicé mi mano por su pecho aún con alguna duda pero llevaba acumulada mucha tensión sexual y eso terminó de inclinar la balanza, en ese estado no podía pensar claramente. Le dije que estaba dispuesta a ayudarlo aunque creo que él no entendió a que me refería hasta que al seguir bajando mi mano por sus duros abdominales llegue hasta el elástico del slip. Le mire a la cara y el estaba con la mirada baja. Este chaval realmente necesita un empujoncito, pensé y metí mis dedos por debajo notando la calidez de su miembro. El dio un respingo cuando notó mis dedos e intentó decirme algo. Yo le dije que no hablara, que no se hiciera ideas raras en la cabeza, que se lo tomase como un masaje y que nunca se repetiría. Mientras le decía este le rodee la base del pene y comencé un suave sube y baja. El debía estar excitadísimo porque enseguida apareció una mancha de líquido en su calzoncillo a través de la tela. Le dije que se levantara para quitarle lo que le quedaba de ropa para que estuviera más cómodo. Se quedó de pie delante de mí y le bajé lentamente los calzoncillos hasta que apareció ante mí una polla totalmente erecta y con la cabeza roja y brillante. Con la mano libre le acaricie los huevos y aceleré la masturbación haciendo que su excitación aumentara. Me acerque más y tenía su glande a apenas un palmo de mi cara, no pude evitar morderme el labio para intentar contenerme, mientras veía ese pedazo de carne tan hinchado que parecía que fuese a estallar. No pude resistirme más y me metí su pene en la boca notando su salado sabor por toda mi boca. Jugueteé con mi lengua y le pregunté si le había gustado. Como respuesta solo emitió un gemido. Le cogí de las manos y le indique que se tumbara sobre la cama para que los dos estuviéramos más a gusto. Ya en horizontal volví a metérmela en la boca. Comencé a metérmela entera y lentamente la sacaba haciendo presión con los labios. Acompañé la mamado con la mano y me sorprendió que aguantara tanto para ser su primera vez. Con la otra mano comencé a acariciarle los huevos y el ano, ya que sabía que eso le encantaba a mi ex. Comencé a notar unos espasmos en su pene y a continuación grandes cantidades de semen inundaban mi boca. Me trague todo, no sin dificultades porque estuve a punto de atragantarme, y seguí chupando hasta que no quedó ni una gota. Continué con ella en la boca mientras notaba como se hacía pequeña. Después de esto me encontraba excitadísima y estaba dispuesta a todo. Me incorporé un poco y le guie una de sus manos hacia mi sexo para que pudiera notar su calidez. Le expliqué que estaba así por su culpa y que ahora debía devolverme el favor. Él no debía de saber muy bien por dónde empezar porque se quedó parado. Tenía que seguir llevando yo el mando asique le besé y posé sus manos sobre mi culo. Él debió entender lo que quería porque en seguida me apretó los cachetes. Tras esto le pedí que me desnudara lentamente. Mientras me quitaba los pantalones se pudo recrear con la visión de mi culo, tras unos segundos observando acabó mordiéndolo poniéndome a mil. Le dije que se incorporara y le ayude a quitarme el jersey quedándome en sujetador. Debido a la excitación se me notaban los pezones a través de la tela y él se quedo mirándolos fijamente. Intente jugar con él y le dije que si quería que me quitara el sujetador tendría que cerrar los ojos. Los dos cumplimos con nuestra parte del trato y mientras permanecía a ciegas puse sus manos sobre mis tetas. Aún con los ojos cerrados una sonrisa se dibujó en su cara mientras me acariciaba suavemente, casi con miedo, pasando sus cálidas manos sobre mi piel con ligeros roces provocando agradables sensaciones. Tras unos segundos debió perder el miedo y se atrevió a besarme los pechos, dándome pequeños mordiscos y lametones. Él permanecía con los ojos cerrados mientras rodeaba mi pezón con sus labios y succionaba. Era tanto el placer que no pude evitar arquear el cuerpo echando la cabeza hacia atrás, una de mis manos rozo con su pene que para mi sorpresa volvía a estar de nuevo dispuesto. Aun con uno de mis pezones en su boca rodeé su pene con mi mano y le ordene que me mordiera. Un escalofrió recorrió mi cuerpo, necesitaba aliviar tanta tensión sexual y tras darle un intenso bese le pedí que abriera los ojos y me terminara de desnudar. Mientras me tumbaba en la cama el comenzó a deslizar rápidamente mi ropa intima por mis piernas. Totalmente desnuda, con mi sexo a su vista, estaba totalmente excitada y le pedí que me hiciera sexo oral. Temía que fuera brusco al ser su primera vez pero comenzó a besarme tiernamente alrededor de mis labios. La situación era muy morbosa y me moría porque fuera al grano. Cuando ya estaba a punto de pedírselo comenzó a pasar su lengua a través de todo mi sexo. Al pasar su áspera lengua por encima de mi clítoris no pude evitar gemir y el comenzó a trabajar sobre esta zona. Yo notaba que no tardaría en llegar al orgasmo asique le puse las manos sobre la cabeza para evitar que parase. Cuando por fin llego el deseado orgasmo le apreté tanto la cara contra mí que temí hacerle daño. Pasados unos segundos le atraje hacia mí y le bese en la boca notando el sabor de mi intimidad. Esto me excito y comencé a lamerle toda la cara. Yo en ese momento me moría por tenerle dentro y así se lo confesé. El se puso tenso asique intente tranquilizarle y le tumbe a mi lado mientras le acariciaba las nalgas. Le dije que estuviera tranquilo, que yo haría todo el trabajo. Con el boca arriba, con su pene apuntando hacia el techo, me coloque sobre él y comencé a frotar su polla por mis húmedos labios. Era bastante excitante usarle a modo de consolador pero tenía miedo de que si le daba demasiada caña acabara demasiado pronto. Seguí con el frote y con cada pasada introducía un poco más dentro, centímetro a centímetro, la cabeza de su aparato hasta que por fin la metí hasta la mitad. A estas alturas no había marcha atrás pero aun así le pregunte si le estaba gustando. El me respondió que sí, que le encantaba lo cálido que era mi interior. El oír eso me gusto y deje caer todo mi peso metiéndomela totalmente produciéndome gran placer. Apoye mis manos sobre su pecho para facilitar mis movimientos y comencé un rítmico sube y baja. El no paraba de acariciarme, iba de mi culo a mis tetas supongo que porque no quería perderse detalle de nada. A pesar de que había eyaculado hace poco deduje que no le quedaría mucho por la cara de placer que tenia y decidí acelerar la cadencia. Comencé a acelerar el movimiento de caderas cabalgando sobre su miembro mientras él me agarraba por las caderas. Una idea se me paso por la cabeza y le introduje un dedo en la boca para posteriormente comenzar a frotarme el clítoris, quería intentar acabar a la vez y a él no debía quedarle mucho. Y a si era porque en apenas unos segundos note cómo tensaba el cuerpo y empezaba a soltar chorros de semen en mi interior. El notar su leche caliente dentro de mi hizo que yo también llegara al orgasmo. Tras el intenso clímax me recosté sobre su cuerpo agotada. Pasados unos instantes agarré la sabana de la cama y nos cubrí con ella. Aun con su miembro dentro de mí se quedo dormido mientras yo pensaba en lo que había pasado en esa habitación.