Enseñando a Nuria a quererse

Nuria nunca se ha corrido a pesar de llevar muchos años casada. Su sobrino va a demostrarle que todavía está viva.

Uno, dos, tres,.…Nuria siempre contaba, siempre era hasta veinte: era el tiempo que tardaba su marido en correrse con muy poco margen de error…..cuatro, cinco, seis,…..estaba postrado encima de ella, rara vez era de otra forma, no conocía muchas más posturas y no necesitaba innovar…..siete, ocho, nueve…..era viernes. Él la follaba los viernes y, eventualmente, los domingos si ganaba su equipo al football……diez, once, doce……él no lo notaba pero ella estaba seca, hacía mucho tiempo que no se excitaba al hacer el amor……trece, catorce, quince…… llevaban casi 20 años casados y todavía no se había corrido nunca. Para él, el sexo se limitaba a ponerse los viernes encima de ella y empujar durante el tiempo que se tardaba en contar hasta veinte……dieciséis, diecisiete, dieciocho.……... ella conocía perfectamente la secuencia: ahora disminuiría el ritmo e intensificaría la fuerza del empujón………diecinueve……..pondría los ojos en blanco y se desplomaría dejando caer todo el peso de su cuerpo sobre ella…………..y veinte.

Tenía 37 años y siempre había sido muy guapa, a pesar de que la insatisfacción le había dejado una expresión triste en el rostro. Conservaba una firmeza en la piel propia de una adolescente y además, el hecho de no haber tenido hijos, la preservaba de los deterioros que sufre el cuerpo, propios del embarazo. Era delgadita y tenía unos senos de tamaño medio y todavía duros que cualquier mujer de su edad hubiera deseado tener. Total, que de no ser por la cara de amargada que le había puesto su marido a base de contar hasta veinte, podía haber pasado perfectamente por una mujer de unos treinta años.

Se casó muy joven, como casi todas las chicas de su pueblo: apenas tenía 18 añitos y había sido educada para ser una "mujer de su casa". Durante los dos años de noviazgo anteriores al matrimonio había sido la chica más envidiada del pueblo. Había cazado al mejor partido: apuesto, encantador y de familia adinerada. La familia de Antonio era poseedora de una buena cantidad de hectáreas de olivos que, en un futuro, pasarían a estar a su cargo.

Como era de esperar, por su estricta educación religiosa, y la más que arcaica mentalidad que se conservaba en su pueblo, fue virgen al matrimonio. En el tiempo del noviazgo se limitó a los besos y a las caricias superficiales que, cuando se volvían más intensas, terminaban con una paja para que él se desahogara.

Antonio, por el contrario, si que tenía experiencia sexual. Al igual que la mayoría de los jóvenes en el pueblo, se había dejado caer de vez en cuando por "la generosa", bar de alterne situado a las afueras del pueblo. Pero eso no estaba mal visto. Era normal que los jovencitos se desahogaran y aprendieran, para que en un futuro pudieran enseñar a sus esposas a satisfacerlos y, de paso, comprobaban que funcionaban en la cama. Algunos de estos muchachos, como era el caso de Antonio, no dejaban de ir a la "generosa" después de casarse haciendo uso de una falsa clandestinidad, ya que en el pueblo esto se justificaba abogando que seguramente su mujer no le satisfacía en la cama.

Muchas veces antes, Nuria le había dicho a su marido que estaba dispuesta a probar cosas nuevas, para estimular su actividad sexual y así evitar los continuos devaneos de su marido al puticlub, pero su marido consideraba que ciertas cosas no se le podían pedir a una "mujer decente" y que para eso estaban las putas.

Al principio de estar casada, debido a la frustración provocada por su insatisfacción en el sexo, Nuria empezó a tocarse. Tan solo lo hacía por encima, hasta que empezaba a excitarse y a fluidificarse y, cuando llegaba ese momento, retiraba sus torpes dedos con plena convicción de que lo que estaba haciendo estaba mal. Con el tiempo, abandonó esos intentos frustrados de autocomplacerse y aceptó su estado de desidia sexual. Nunca llegó a correrse.

Ese verano, como todos los veranos, su hermana había vuelto al pueblo con objeto de pasar allí las vacaciones estivales reencontrándose con sus raíces. Pasaba dos meses en la antigua casa de sus abuelos junto con su marido y su hijo Julio, que ya contaba con veinte años de edad.

Cuando estaba su hermana los días eran estupendos, se solían juntar todas las tardes a tomar café y a hablar de sus cosas mientras los maridos iban al bar a echar algunas partidas al póquer y, a menudo, los acompañaba alguna vecina del pueblo de toda la vida. Fue durante una de esas reuniones en la cual, sin quererlo nadie, a Nuria le recordaron lo infeliz que era. Se encontraba con su hermana y su vecina Chari y la conversación empezó a derivar en temas de sexo.

pues chica, yo creía que no, pero desde que he empezado con la menopausia se me ha despertado el apetito sexual de una forma….. ¡anda que no está contento mi Manolo! Todo el día dale que te pego!

Hay que ver lo tontas que fuimos. Tanto tiempo comiéndonos el coco para que fuésemos vírgenes al matrimonio. Los jóvenes de hoy si que saben! Mi hijo Julio, por ejemplo, yo no se lo que hace ni lo que deja de hacer, pero lleva teniendo "amiguitas" desde que tenía dieciséis. Seguro que ese ha disfrutado más ya que algunas de nosotros en tantos años de casada.

Y que lo digas! No te puedes ni imaginar el tiempo que a mí me costó que mi Manolo me comiera el pitorro! Decía que eso era asqueroso. Pero bien que quería que yo le chupara a él la polla!!

Pues con el mío no he tenido nunca problemas con eso. Desde el primer momento fue muy abierto en temas de cama. ¡si era yo la que me asustaba! pues no sabes el mal rato que me dio cuando me dijo que quería encularme! Al principio no le dejé pero con el tiempo……acabó por gustarme!

Uf hija! Pues a eso yo no he llegado todavía con mi Manolo, pero yo que quieres que te diga, mi ojete es para sacar y no para meter! Si nos escucharan nuestras abuelas que en paz descansen….

Pues ya ves, hasta que no nos casamos mi marido y yo, mis padres no nos dejaban solos ni en pintura. Y con Nuri lo mismo ¡con lo buen partido que es Antonio! ¿te acuerdas Nuri, que eras la envidia de todo el pueblo?

..

Nuria se limitaba a soltar una risita fingida de vez en cuando y a asentir mientras por dentro un dolor empezaba a subirle desde el estómago hasta la garganta provocándole unas inmensas ganas de llorar. Se excusó diciendo que no se sentía muy bien y se fue a su casa a descargar su llanto. Esa noche era domingo y ganó al fútbol el equipo de Antonio. La montó sin que ella tuviera ánimo ni para contar hasta veinte.

La mañana siguiente, Nuria la pasó como en una nube de tristeza. Su matrimonio era una mierda y el patán de su marido ni siquiera se esforzaba por mejorarlo. Se le saltaban las lágrimas al pensar en Antonio montándola como a una masa inerte. Le alivió mucho que a media mañana llamara diciendo que no iría a comer, no le apetecía estar con él.

Un poco antes del medio día llamaron a la puerta. ¡Mierda! ¡Lo había olvidado! Hoy su hermana se iba al pueblo vecino a visitar a una amiga de la infancia y su sobrino comía en su casa. Este año, su sobrino había sufrido la mayor transformación que ella recordaba en él. Se había transformado definitivamente en un hombre.

Julio era un chico bastante guapo, o por lo menos a su tía se lo parecía. Acostumbrada a ver siempre a los chicos del pueblo, le llamaba la atención el modo de vestir de su sobrino y ese olor a colonia masculina. Se notaba que era un chico que se cuidaba. Pero lo que más le gustaba de él, era el interés que este mostraba cuando Nuria le hablaba. Estaba acostumbrada a que su marido le dijera que no decía más que tonterías y le extrañaba que Julio se mostrara tan atento a lo que ella pudiera decir. No obstante, a pesar de todo esto, Nuria nunca había visto a su sobrino como un objeto de deseo.

hombre Julio! Perdona pero no me acordaba de que hoy no comías en mi casa y ni siquiera he preparado comida…..como Antonio tampoco come aquí iba a hacerme cualquier cosilla.

No te preocupes tía – dijo esto besándola en la mejilla a modo de saludo – si quieres me voy y como en mi casa

Anda ya! Entra y ya haré un par de huevos fritos!

Comieron hablando de trivialidades, Nuria estaba un poco ausente y eso no pasaba desapercibido a los ojos de Julio, a menudo perdía el hilo de la conversación. Quitaron la mesa entre los dos y se sentaron a tomar un café.

Tía, ¿no me vas a contar lo que te pasa?

No me pasa nada, es que estoy un poquito cansada

Venga ya! No me tomes por tonto! Te crees que no me he dado cuenta cuando he entrado que tenías los ojos enrojecidos?

No es nada, de verdad, son tonterías mías

Lo que quieras tía, no me lo cuentes, pero no me gusta verte así.

Siguieron tomando el té en silencio, pero ya no pudo evitarlo, una lágrima caía de su mejilla a la taza del café tras la cual pretendía ocultarse.

es que…..nunca me he corrido - ¿por qué habría dicho eso? Estaba claro que su vida sexual no le incumbía a un niñato de 20 años.

Julio se quedó perplejo. Ni siquiera esperaba ya que le contara lo que le pasara y, menos aún, que le hiciera ese tipo de confesión. Se quedaron mirando un instante tras el cual Nuria bajó la cabeza y empezó a sollozar.

perdona, ….yo…..yo no tenía que haberte dicho eso……perdona….no te interesa.

Tranquila Nuria – nunca antes la había llamado por su nombre de pila – me interesa todo lo que te pase – se había acercado a ella y le había empezado a acariciar el pelo - ¿es que con el tío Antonio nunca….? – movimiento negativo con la cabeza como respuesta - ¿y tu sola…? – de nuevo un movimiento negativo – pero supongo que ya lo habrás intentado… - tercera negativa.

Las caricias en el pelo pasaron a ser caricias en la espalda y la otra mano, la depositó encima de la mesa y la depositó en su muslo por debajo del fino vestido veraniego que ella normalmente se ponía para estar en casa. Ella dio un respingo.

shsss, tranquila, shsss – iba avanzando con su mano hacia su entrepierna mientras la calmaba con su suave voz. Ella sollozaba, pero no oponía resistencia – pues tu marido está gilipollas, eres una mujer preciosa.

La mano que antes le acariciaba la espalda había pasado a su escote y ahora le estaba acariciando un pecho. Nuria nunca llevaba sujetador para estar en su casa. Se sentía más cómoda. Julio le bajó un tirante y le sacó una teta mientras lo amasaba con cuidado.

Julio, esto no está bien

Shsss…..lo que no está bien es que el inútil de tu marido no sea capaz de cuidarte un poco. Te voy a enseñar a tocarte.

Las manos de julio la tenían hipnotizada. Iba despacio, como tanteando el terreno, pero ella no oponía resistencia, así que siguió avanzando hasta topar con sus braguitas. Empezó a acariciarle la vulva por encima de ellas.

Nuria, tienes que aprender a acariciarte, no es nada malo darte placer. – seguía tocándole por encima de las bragas mientras le hablaba al oído. Ella escondía su cabeza, abandonada al placer que estaba empezando a sentir y que le avergonzaba, notaba una incipiente humedad en su entrepierna. Sus pezones se habían puesto ya duros con las caricias que Julio le aplicaba – eres una mujer muy hermosa y todavía joven, no puedes enterrar tu placer.

Con la ayuda de sus dedos, Julio retiró las braguitas poniendo el sexo de Nuria al alcance de sus manos, lo que le permitió poder introducir superficialmente sus dedos en la hendidura de su sexo y comprobar que éste empezaba a segregar fluidos. Empezó a extenderlos por los labios con un suave masaje, lo que a su vez aumentaba la segregación de líquido vaginal. Nuria empezaba a sentirse rara, con un cosquilleo en el estómago que nunca antes había tenido, era una mezcla entre excitación y culpabilidad. Lo que estaba haciendo estaba muy mal, era una mujer casada y debería de comportarse más decentemente, pero….se sentía tan bien bajo las manos expertas de Julio que abrió un poco más las piernas para facilitarle a éste el acceso.

Esto es lo que quiero que hagas cuando estés sola en tu casa y te apetezca tocarte ¿ves? Ahora voy a meter mi dedo en tu interior………ha entrado muy bien, estás muy mojada. ¿te gusta?

Mmmm – Julio interpretó eso como un sí y movió un poco su dedo en el interior de Nuria. Le excitaba tener a su tía en sus manos, que, a pesar de ser más de 15 años mayor que él, no sabía nada de los placeres que podía ofrecerle el sexo. Era como tener a una virgen a su merced, y su polla pensaba lo mismo, que empujaba para salir del pantalón.

Ahora te he metido otro dedo

El pecho de Nuria se agitaba al ritmo de su respiración, poniendo más en evidencia sus pezones excitados. Julio se metió una teta en la boca y empezó a chuparla. Nuria no controlaba ya de donde le venía su placer, el cosquilleo en el estómago se hacía cada vez más fuerte, pero no era capaz de aislar las sensaciones que las distintas caricias de Julio le producian. Estaba inmersa en una nube de placer. De repente sintió algo distinto, fue como si Julio pulsara en su cuerpo un botón de sensaciones, un resorte de placer. Una parte de su anatomía que ella no había descubierto antes. Julio notó su espasmo:

shsss….tranquila…..ese es el clítoris, si te molesta me lo dices.

Nnno,……..me……me gusta

No habías acariciado antes tu clítoris? – Entre frase y frase, Julio mordisqueaba suavemente el pezón protuberante de Nuria.

Mnmmnm – eso significaba que no.

Cuando te toques ahí ten cuidado, porque es una zona extremadamente sensible – aunque estaba claro que ella era la persona más indicada para saber la presión adecuada, a Julio le estaba encantando darle indicaciones como si de una colegiala se tratase – y ahora voy a bajar y a meterme tu coño en la boca.

Descendió por el cuerpo de Nuria, que tenía el vestido enrollado a la altura del ombligo, y le deslizó las bragas por las piernas. Se paró delante de su sexo, siempre le había gustado observar los coños de sus amantes, tenía delante de él los labios sonrosados e hinchados de su tía, mostrándose apetitosos y húmedos. Pasó la lengua muy despacio, quería observar su reacción, Nuria se agitaba inquieta, estaba teniendo sensaciones totalmente nuevas. Julio lamió y mordisqueó suavemente sus labios y luego introdujo la lengua por su raja, saboreando sus mieles. Hacía movimientos circulares con la lengua que se abría camino a su interior. Nuria empezó a jadear inconscientemente, el corazón empezó a bombear muy fuerte. Era el momento de empezar a chupar el clítoris, lo cogió solo con la ayuda de los labios y empezó a tocarlo con la lengua. Nuria estaba cada vez más agitada y sus jadeos comenzaron elevar el tono. Julio supo que estaba próxima al orgasmo y empezó a sorber el clítoris. Nuria tuvo entonces la sensación más placentera que había tenido nunca antes: fue como si todo el placer que estaba sintiendo se acumulara en el estómago hasta que estuvo llena y explotó soltándolo todo a la vez y quedándose relajada. Nuria acababa de tener su primer orgasmo.

Al darse cuenta Julio de que Nuria dejó de convulsionarse, le soltó el clítoris y comenzó a lamerle suavemente los labios limpiándola de sus fluidos vaginales. Su polla iba a reventar el pantalón, la visión de su tía teniendo su primer orgasmo dirigido por él le había llevado a una excitación que ya empezaba a ser dolorosa. No aguantaba más:

Nuria, te voy a follar.

Tu no puedes…… yo soy tu tía…… mi marido….. – todavía estaba alterada por la sacudida de su orgasmo. No era capaz de pensar con claridad.

Me da igual, tengo que follarte ahora mismo, no aguanto más – ya se había sacado la polla del pantalón y le había levantado las piernas a Nuria de forma que le descansaban en sus hombros.

Julio, esto está mal….. – sintió la punta del glande de su sobrino a la entrada de su vagina – Julio…..estoy casada – su boca hablaba pero su cuerpo no oponía ninguna resistencia.

Cuando venga el cabrón de tu marido le dices de mi parte que debería follar a su mujer en condiciones – empezó a penetrarla muy despacio, mirándola a los ojos. Ella apartó la mirada. – Mírame Nuria, quiero que cuando tu marido te vuelva a follar te acuerdes de cómo yo te la meto.

Empezó entonces a moverse rítmicamente y manteniendo la mirada con su tía que parecía hablarle con los ojos. La intensidad y velocidad de las envestidas iba aumentando a la vez que la intensidad de su mirada, que parecía decirle "empuja cabrón, fóllame como nunca me ha follado mi marido". Las sacudidas eran cada vez más violentas, pero ella parecía pedirle más con esos ojos. Él intentaba que cada enviste entrara más dentro, más fuerte, cumplir las expectativas de esa mirada exigente que le pedía silenciosamente que la llenara. Y la llenó. La llenó con su esperma que se perdió en las entrañas de ella.

Nuria pasó los siguientes días con un gran sentimiento de culpa, pero a la vez con una gran excitación. Había descubierto su cuerpo y los placeres que este podía darle y, pese a su cargo de conciencia, no dejaba de tocarse. No podía evitarlo. Ahora, cuando andaba por la casa, era consciente de sus senos bamboleándose bajo el fino vestido veraniego, de sus pezones rozando con su suave tela, de la humedad de su entrepierna. Tenía la sensación de que el olor de su sexo le acompañaba por toda la casa.

Se pasaba el día despistada, con la mirada perdida y sin concentrarse en lo que hacía. Solo se concentraba cuando deslizaba sus dedos por el interior de su resbaladiza raja, se frotaba su clítoris o se manoseaba sus pechos. Había aprendido a regalarse orgasmos, quería recuperar todos los que no le había dado su marido. Y, mientras sus manos jugaban con su incandescente sexo, tan solo le venía una imagen a la cabeza: los ojos de su sobrino fijos en ella mientras le penetraba. Nunca había visto tanta lascivia en unos ojos, tanto deseo. El recuerdo de sus ojos penetrándole a la vez que su polla la perseguía.

Su marido ni siquiera se dio cuenta de que algo había cambiado en ella. No notó que la había abandonado esa mirada triste que antes siempre la acompañaba. Tampoco advirtió aquel viernes que algo en ella había cambiado mientras que la montaba.

Varios días después su sobrino llamó a su puerta. Le había mandado su madre a llevarle a Nuria unos nísperos que había recogido del árbol que tenía en el patio que, como todos los veranos, daba demasiado fruto como para no repartirlo. Su sola imagen en el quicio de la puerta con la caja de nísperos hizo que Nuria se estremeciera, sobre todo cuando sus miradas se cruzaron ejerciendo en Nuria un efecto hipnótico.

Hola tía – había vuelto a llamarla tía, pero su mirada permanecía fija en sus ojos como hace dos días – me manda mi madre con esto

Pasa, pasa y déjalo por la cocina – Nuria no podía dejar de oír como sus ojos le hablaban. Le esquivó la mirada.

Estás…. estás ya mejor? – había perdido parte de la seguridad del otro día. No se sentía tan poderoso.

Si…. gracias cariño – mierda, le había llamado cariño, como le llamaba desde que era un crío.

Dice mi madre que no hace falta que le devuelvas la caja.

Vale, dale las gracias de mi parte.

Pues entonces, si no necesitas nada más me voy

Se estaba yendo, no, Nuria no podía dejarlo ir, no, necesitaba sentirse otra vez más como una colegiala en sus manos, no, no te vayas por favor, no, no me dejes aquí a solas con mi excitación, no, no, por favor quédate, no, no, no, no,

Julio… - se volvió en el acto – quiero que me enseñes a comerte la polla.

Fue instantáneo, Julio recuperó con esa sola frase su seguridad y superioridad. La volvía a ver indefensa y en sus manos. La conexión de sus miradas volvió tornarse intensa. Su polla respondió casi en el acto.

Quítate la ropa. Quiero verte desnuda.

El vestido era ligero, veraniego, se lo ponía para estar en casa. Deslizó los tirantes por los hombros y calló al suelo.

Las bragas también.

Julio se sentía poderoso. Guiaba los pasos de Nuria, que, a pesar de no entrar dentro de lo que ella le había pedido, se estaba bajando las bragas, tan solo porque él se lo había solicitado.

Ven aquí – se sacó el miembro erecto del paquete – arrodíllate.

Nuria se quedó de rodillas con su cara frente a su polla. Tenía el glande hinchado y sonrosado y estaba completamente erecta. Era la segunda polla que veía en su vida, aunque la de su marido nunca la había visto tan de cerca. No encontró grandes diferencias de tamaño, aunque esta se le antojaba apetitosa, mientras que la de su marido le era totalmente indiferente.

Cógela por la base – guiar los pasos de su tía hacía que el acto fuera tremendamente excitante.

Así? – lo dijo mientras miraba su capullo como hipnotizada.

Muy bien, ahora quiero que lo empieces a lamer despacito, como si fuera un helado. – Sintió la lengua cálida de su tía acariciando su tronco – muy bien, ensalívalo. Eso es, así me gusta.

Nuria estaba disfrutando, sentía que la polla de Julio estaba cálida y tenía un tacto sedoso. Con su lengua empezó a explorar los distintos recovecos haciendo especial hincapié en la hendidura central de su glande, por la que salía una pequeña gotita de líquido preseminal.

Muy bien mi niña. – joder, que excitante le parecía a Julio tratarla como a una niña – ahora mi vida, quiero que te la metas en la boca despacito.

Nuria seguía cada paso con sumo cuidado. Abrió su boca y se la introdujo muy despacio deslizando sus labios por todo el largo de su polla. Sus labios temblaban de excitación mientras la polla de su sobrino se hundía en su cara. Julio contemplaba la escena con una excitación creciente, no recordaba nunca haber estado tan ansioso. El morbo de la escena le dio una idea.

Nuria, quiero que te toques como te enseñé el otro día, pero no saques mi polla de tu boca. – Nuria se llevó la mano a su entrepierna – eso es mi niña, métete dos deditos en la vagina…. eso es, dime cariño ¿estás mojada? – como respuesta, su boca se resbaló arriba y abajo a lo largo de su polla – eso me gusta. Quiero que muevas así tu boca arriba y abajo.

Nuria empezó con un movimiento ascendente-descendente mientras que la mano que le quedaba libre se deslizaba por el interior de su vagina. La saliva se le empezaba a acumular en la boca, así que intentó tragar mientras resbalaba arriba y abajo por la polla de su sobrino, que emitió un quejido de placer, señal de que el nuevo movimiento de succión que había comenzado le gustaba.

ahh! Qué rápido aprendes!! Sigue así, como si fuera un biberón.

Dos de los dedos de la mano izquierda de Nuria (el corazón y el índice) se introducían rítmicamente en su vagina, que no cesaba de lubricar, estaba muy excitada.

cariño, ahora quiero que cojas un dedito y te lo insertes en el ano. – Nuria detuvo un momento su mamada (aunque sin sacarse la polla de la boca), eso no se lo esperaba – vamos, mi niña, sé buena y hazme caso, y no pares con la boca.

Ante la insistencia de Julio no pudo negarse. ¡Como negarle algo a él, que le estaba descubriendo que su sexo tenía vida! Se sacó los dedos del coño, pegajosos por los fluidos que ella segregaba, y los restregó en su ano con el fin de lubricarlo. Para su penetración se decidió por el dedo índice, que era más corto: lo puso a la entrada de su ano y ejerció una leve presión, con lo cual el esfínter cedió y su dedo se fue perdiendo en su interior. Al contrario de lo que ella pensaba, no le costó ningún trabajo introducirlo, pasó resbalando y produciéndole un placer distinto al que sentía por vía vaginal. Le gustó. Lo movió en su interior reconociendo sus tripas por dentro. Le gustó. Describió con él un círculo lo más amplio que pudo. Le gustó. Empezó a meterlo y sacarlo rítmicamente. Le gustó. Le gustó tanto que le desilusionó que él le pidiera que lo sacara.

Muy bien preciosa, ahora quiero que saques de ahí ese dedito y te empieces a frotar el clítoris. Quiero que te corras, que yo ya estoy a puntito.

Puso sus dos dedos sobre su botón mágico y empezó a frotar. Se le hacía difícil llevar el ritmo con la mano izquierda, ya que con la derecha tenía agarrada la polla de Julio por la base. Al momento empezó a acoplar el ritmo de sus dedos en su clítoris con el ritmo de su boca arriba y abajo. Y de nuevo tuvo esa sensación que todavía le sorprendía. El placer se le acumuló en su estómago y lo soltó todo de golpe, en un estallido que la vació por dentro, deteniendo el vaivén de su boca. Pero Julio todavía no había acabado y no estaba dispuesto a quedarse así, así que agarró la cabeza de su tía y empezó a realizar movimientos pélvicos follando salvajemente la boca de Nuria hasta que le vino una oleada de semen y sacó el miembro de su boca. Se corrió escandalosamente, ya que el semen salpicó a la cara y el cabello de Nuria, que miraba como hipnotizada la potente eyaculación de su sobrino, fascinada por ver como salía ese líquido espeso.

¿puedo probarlo? – esto era ya demasiado para Julio, no podía creerlo.

Claro!!

Nuria mojó la punta de la lengua en el semen que resbalaba del glande. Intentó sacarle sabor, pero no había cogido suficiente, así que pasó la lengua por el glande recogiendo una mayor cantidad. Estaba ligeramente salado, con un tacto viscoso, sabía como su polla cuando se la comía minutos antes.

¿te gusta?

Si, sabe a tu polla.

Pues entonces cómetelo todo

Siguió lamiendo con la lengua concienzudamente y cuando hubo estado limpia, recogió con su dedo el semen que manchaba su cara introduciéndolo luego en su boca, hasta que hubo terminado con todos los restos de esperma.

Pasada la excitación, Nuria volvía a sentirse avergonzada y culpable, volvía a esquivar la mirada de su sobrino, pero él la cogió de la barbilla obligándole a mirarle a los ojos.

Cariño, el capullo de tu marido no merece que sientas ninguna culpa por él. Quiero que pienses en mí cuando él te esté tocando y follando. Mientras él tenga su polla dentro de ti quiero que pienses que tú has tenido la mía en tu boca. Quiero que esa sea tu pequeña venganza. De esa manera puede que logres correrte cuando te monta. Quiero que logres correrte pensando en que otro hombre te ha tocado y te ha gustado, en que otro hombre te ha penetrado y te ha gustado, que has probado el semen de otro hombre y te ha gustado. Y si necesitas algo más de mí yo estaré encantado.

Besó a Nuria suavemente en los labios y se fue.

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Hoy tocaba. Era viernes. Se había preparado un rato antes tocándose en el baño. Estaba excitada. Esperó a su marido metida ya en la cama. Su marido entró y se desnudó en el cuarto. Se metió en la cama. Empezó a masajearle hoscamente los pechos por encima del camisón. Le quitó las bragas y le levantó el camisón a la altura del ombligo. Se colocó encima de ella y de un golpe la penetró.

Pobre infeliz. No se dio cuenta de nada. No se percató de que su polla resbalaba dentro de su mujer mejor que de costumbre. No se dio cuenta de que la respiración de su mujer estaba agitada. Tampoco notó que mientras la follaba, ella tenía un dedo metido en el culo. Las contracciones de su bajo vientre pasaron totalmente desapercibidas para él. Nada cambió a partir de ese día para Antonio. ¡Pobre infeliz!

Aprovecho este relato para dar las gracias a todos los comentarios que me habéis dejado en otros relatos ¡Os estáis portando muy bien conmigo!