Enseñando a mi jefa
Su marido me pidió ue le instalase un ordenador y yo le hice un trabajo completo a ella, y unos cuernos a él.
Hola, mi nombre es Javier, estoy divorciado, tengo 40 años y trabajo como director del departamento informático de una pequeña fábrica situada en el cinturón industrial de Madrid.
Lo que os voy a contar, sucedió hará aproximadamente, dos meses. En la empresa, trabajamos unas cincuenta personas, siendo los dueños, es decir, mis jefes, un joven matrimonio. Ella se llama Laura y tiene 35, y Carlos, su marido, 38,
Debido a la cercanía de mi puesto a la dirección general, tengo un trato un poco más allegado hacia los propietarios que el resto de los empleados. Eso implica que solemos comer juntos, tomar café con frecuencia, y alguna cerveza al terminar la jornada en el bar del polígono industrial.
Un día, Carlos me comentó que había comprado un ordenador para Laura , y que ella no sabía la forma de ponerlo en marcha, instalarle los programas básicos para su funcionamiento, y conectarlo a internet.
Le comenté a Laura lo que me había dicho Carlos y me presté amablemente a hacerlo cualquier día despues de la salida del trabajo, o algún fin de semana que no fuese demasiado molesto para ellos. A ella le pareció un idea genial, me dijo, se lo comento a Carlos, y te digo algo para que vengas a casa este sábado.
Al día siguiente en el desayuno, estaban los dos y volvió a salir el tema de su nuevo ordenador. Les pregunté, quieres que vaya este sábado y lo dejamos funcionando?
Ella me contestó, no podrá ser este fin de semana, Carlos se va de caza con unos amigos hasta el domingo. Enseguida entró éste en la conversación y dijo: No importa que yo no esté, a mi no me necesitais para nada. Acércate el sábado y se lo dejas funcionando, me dijo. Así tendrá entretenimiento para el fin de semana.
La verdad es que me sorprendió que no le importara que fuese a su casa sin estar él, y sobre todo, sabiendo que no volvería hasta el domingo. No se trata de ser o no celoso, sino del hecho de meter a otro hombre en tu casa cuando tú no estás.
No obstante, ese no era mi problema. Yo sólo quería quedar bien ante mis jefes.
Laura era más bien baja, en torno a 1,60. Mentiría si dijera que es guapa, aunque si la definiría como atractiva. Su pelo rubio, media melena rizada. Su constitución era fuerte, tetas grandes, aunque si tuviera que decir de dónde le sobraban tres o cuatro kilos, no podría definir de donde quitárselos. Lo que más me gustaba de ella era su estilo, siempre con los últimos modelitos de firmas importantes, maquillajes caros, y sobre todo el glamour personal, que le hacía ser una mujer única.
Si soy sincero, creo que jamás vi a mi jefa como una futura presa. Algo raro en mi, que cuando me cruzo con una mujer apetecible, suelo plantearme si tengo posibilidades de llevármela a la cama.
Por fin llegó el sábado. Habíamos quedado a las 10 de la mañana para evitarnos madrugones y que nos diera tiempo a realizar todo el trabajo.
Llegué a su casa, y estaba realmente preciosa ese día. Llevaba una bata rosa con un tacto muy suave, bastante larga, aunque cerrada sólo hasta la altura de los muslos, lo que permitía verlos cuando caminaba.
Todo era muy sencillo. Instalé internet, sin ningún problema, y enseguida le bajé de la red todos los programas necesarios para poder trabajar en casa.
A las 12 de la mañana, todo funcionaba correctamente. No hubo el más mínimo problema en la instalación.
Una vez que habíamos terminado, me ofreció tomar un café, a lo cual acepté inmediatamente.
Comenzamos a hablar de forma distendida, y me pidió que le hiciera una confesión personal.
Dime Javier, tú eres divorciado y un experto en informática, has conocido alguna chica a través del ordenador?
Me eché a reir, y asentí con la cabeza. Es algo frecuente. Si, he conocido a bastantes chicas por aquí.
Pero dime, has tenido sexo con ellas?
Volví a sonreir, esta vez casi se escapaban mis carcajadas. Si claro. Cuando dos personas de nuestra edad tienen una cita, es normal que terminen en la cama.
Ella se sorprendió mucho. Me dijo, he oído eso que me cuentas, incluso de personas que han dejado a sus parejas por este medio.
Si, es cierto, yo tambien conozco casos.
En esos momentos, empecé a notar, que estaba muy interesada en el sexo. Tu sabes que existe la posibilidad de tener sexo virtual?, le pregunté.
Sexo virtual, que es eso? Pues es sencillo, es como hacer el amor pero sin hacerlo, con otra persona que te cuenta en primera persona la situación.
Explícamelo, por favor. En esos momento pensé que me había metido en un jardín del que me iba a resultar difícil salir. Le respondí: No es ético hacer sexo virtual con la jefa, y menos en directo, estando juntos ahora.
Javier, no me vas a decir que te excito, verdad? Esto es sólo un juego, nada más. Quiero que me enseñes.
No se lo dije, pero la verdad es que mi excitación, por el morbo de la situación, iba en aumento. Por un lado quería salir corriendo, pero por otro, no quería perderme nada de lo que iba a venir a continuación.
Bien, pues empecemos. Imagina que estamos escribiendo, nos hemos conocido virtualmente y en esos momentos yo te digo...............
Te acaricio el pelo, te agarro con cariño las mejillas y te beso, metiendo léntamente mi lengua en tu boca. Ves, así comenzaríamos, y luego tú, irías escribiendo lo que tú harías.
En esos momentos, agarró mi cara y me besó. Es así? Esto no era virtual, no era hablado, era real. Me había besado, había metido su lengua en mi boca.
Me quedé helado, no sabía que hacer. Le dije, esto no es virtual, esto es real.
Pero es mejor, no? No prefieres que meta mi lengua en tu boca en lugar que te diga, meto mi lengua en tu boca? No es mejor conducir un gran coche que imaginar que conduces un gran coche?
Realmente me dejó sin argumentos. Estaba desconcertado. Mi reacción fue volver a besarla, para ver si seguía respondiendo, y efectivamente. Esta vez a la vez que me besaba, me agarraba fuertemente apretándome con sus pechos.
Me aparté un poco y comencé a tocar su teta derecha, despues la izquierda, mientras mi boca iba bajando por su cuello.No llevaba sujetador, y comenzaban a marcarse los pezones sobre la ropa, fruto de su excitación.
Comencé a desabrocharle la bata, momento en el que ella me mandó parar para dirigirnos al dormitorio.
Me llevó de la mano a la cama. Su casa era enorme, y su lecho tambien. Se quedó sentada mientras a mi me tumbó y comenzó a desabrocharme la camisa.
No podía dar crédito. Iba a tirarme a mi jefa, era impresionante. Esta son las historias que nos gusta contar a los hombres.
Metí la mano por debajo de la bata, y llegué hasta sus bragas. Eran muy suaves y finas, con rejillas. Comencé a pasar mis dedos por encima de ellas, hasta que al poco tiempo noté que estaban húmedas. Su coñito estaba totalmente rasurado, con un pequeño mostacho en la parte de arriba. Tiraba de ellas hacia arriba, lo que hacía que la fina tela se metiera dentro de su rajita. Yo la movía léntamente, de tal manera que tuviera el mayor roce posible con su clítolis. Ella abría sus piernas todo lo que podía para poder sentir todo el explendor sobre su clítolis.
Su bata estaba medio desabrochada, sólo por la parte de abajo, por lo que decidí ver sus inmensa tetas. Así lo hice, la desabotoné completamente. Era una maravilla. Me habría encantado hacerle una foto en esos momentos. Con las piernas abiertas, con la bata totalmente destapada, sus pechos al descubierto, y la braguita metida entre medias de las piernas. La imagen era increíble.
Seguí jungando un poco con su braguita, hasta que noté que se corrió. Ella se sintió relajada, y con la cabeza rescontada, totalmente inerte por su orgasmo, aproveché a quitarle las bragas. Colaboró ligeramente.
Volví de nuevo a besarla, le besaba las tetas, y de nuevo subía su excitación. Comencé a acariciarle su clítolis. Ella se levantó, y puso su cabeza encima de mis rodillas. Al momento, comenzó a chupármela. Lo hacía de una forma entrecortada, no era una experta. Le agarré la mejilla con cariño y le dije, mira cielo, abre la boca y yo te voy guiando con mi mano. Así lo hice. Mi empalme subía por momentos. Era realmente fabuloso lo que sentía. La solté y le advertí que me correría, no obstante ella siguió y todo mi semen llenó su boca.
Sabes? Me dijo. Con Carlos no puedo hacer estas cosas. A él sólo le interesa follar, no quiere saber nada de juegos, por eso quiero aprender cosas nuevas.
Follar tambien es genial. En esos momentos empecé a besarla para volver de nuevo a excitarme y que mi polla se pusiera dura. La puse a cuatro patas primero y despues la hice quedarse de rodillas, con las manos levantadas. Yo le acariciaba las tetas mientras ella notaba por detrás como iba aumentando de tamaño mi pene. Le besaba la espalda, el cuello y con las dos manos, le sobaba las tetas.
Cuando la tuve suficientemente dura, la puse de nuevo a cuatro patas, con las manos palpeé su sexo, hasta que encontré su vagina. Noté que seguía bastante mojada, por lo que dirigí mi polla hacia su orificio.
Le agarré las nalgas y comencé a bombearla. Era realmente sensual la situacion. Ella comenzaba a gritar y mientras recibía mis acometidas, veía como mordía la almohada fruto de su exctiación. De vez en cuando, pasaba la mano por debajo, y le tocaba su clítolis, que estaba empapado, esto le hacía gritar más aún. Otras veces, subía hacia sus tetas, cuyos pezones parecían diamantes, por su dureza. Sus movimientos eran constantes y los míos tambien. A los pocos minutos, volví a correrme.
Ella se derrumbó encima de la cama, y yo sobre ella. Estábamos agotados.
Era ya más de mediodía. Le dije que me iría a casa, a lo que ella asintió sin decir nada.
El lunes, volví a la fábrica. Nada más entrar, Carlos me dijo, vaya trabajito que le has hecho a mi mujer, está encantada con su ordenador. Realmente, el trabajito había sido más completo de lo que Carlos pensaba.