Enséñamelo todo (02)

Una mujer de 35 años termina de darle al amigo de su hijo una lección que nunca olvidara.

Enséñamelo todo (II)

Cuando volví a la habitación después de la ducha y como me había imaginado Berto tenía en sus manos mi "amiguito" de 22 cms. Su expresión era risueña casi jocosa, pero parecía encantado con el descubrimiento.

Tú hijo llegará de un momento a otro, me comentó.

Descuida... creo que se me olvido decirte que me envío un mensaje. Me dijo que le disculparas y que haríais el trabajo mañana. Por lo visto ha ligado...

Yo, de alguna forma, también, respondió sonriendo...

Estaba envuelta en mi albornoz con un chaval de apenas 18 años echado sobre mi cama, esperando con impaciencia para follarme una vez más. Apenas 10 minutos antes me había comido su polla y su torrente de leche casi me ahoga. Estaba feliz por haberme dado este homenaje pero tenía un cierto sentimiento de culpa por usar a Berto de esa manera.

Entiendes que esto es algo que no volverá pasar, le dije...

Entiendo que eres la madre de mi amigo, que eres preciosa, que me excito sólo con mirarte, que te quiero hacer mil cosas que sólo he soñado y que por mi parte, cuando salga por la puerta, si tú así lo deseas no me volverás a ver...

Aquello me tranquilizó y me jure que este chaval jamás iba a olvidar esa tarde y que mucho tendría que trabajar la furcia que le mejorara lo que estaba dispuesta a hacerle...

¿Quieres ver como funciona ese juguetito Berto?.

Algo imagino,... pero enséñamelo todo...

Bueno de momento quiero ver como te excitas...

Me quite el albornoz y aparte el consolador de la mano de Berto. Me tiré sobre la cama y me dispuse a jugar. Tenerle como espectador me ponía más caliente. Podía ver la expresión de su rostro y como brillaban sus ojos. Pasé la punta del juguete por mis pezones muy suavemente... lentamente iban creciendo. Berto tocaba su pene aún flácido pero que enseguida despertaría. Llevé el vibrador a mi boca y lo chupé con mimo una y otra vez. No era mejor que la polla que me había tragado hacía un momento, pero el efecto de aquellos lametones sobre Berto eran letales. Una vez húmedo fui bajando el vibrador haciendo rozar su punta por todo mi cuerpo hasta llegar a la entrepierna. Allí me detuve unos momentos jugando con mi clítoris, a esas alturas mojado y dispuesto. Berto que no quitaba ojo del espectáculo tenía ya su verga a punto y la sostenía con fuerza dándose suaves masajes de arriba abajo. La visión de su polla hinchada me dejaba sin aliento. Cerré los ojos ante el torrente de placer que se avecinaba. Por fin introduje el vibrador en mi vagina. Creía morir, que felicidad. De una mínima presión lo llevé hasta el fondo. ¡Joder que fuerte¡ Comencé a jadear... Ahh, Ahh, Ahhhhyy... Mi mano no podía parar de sacarlo y de meterlo... más, más,... gritaba... Dios... joder... que biennnnn... De repente y en pleno camino del climax noté algo que no esperaba. El cabrón de Berto había dejado su papel de espectador y me había introducido un dedo en el culo. No lo podía creer pero aquello me excitó aún más. Yo seguía metiéndome el vibrador cada vez más rápido y más fuerte y Berto sacaba y metía su dedo en mi culo al mismo ritmo... Ahhhh... ahhh... ya... ya... yaaaaaaaa. Me estremecí por completo apreté mis piernas y creó que hasta se me saltaron las lagrimas de la alegría, mientras Berto aún con su dedo en mi culo me miraba maravillado.

Que bien Dios. Gracias por tu colaboración. Ha sido fantástico...

Ni que lo digas he estado a punto de quitarte el juguetito y de clavarte mi polla, pero hubiera sido una falta de respeto con la profe...

Has hecho bien. No debes intentar saber más que tu profesora. Ahora me parece que te toca a ti...

Eso creo, contesto.

Quiero que te dejes hacer y no pongas reparos.

Tú mandas.

Me levante de la cama y corrí a la cocina. Allí busqué tan rápido como me permitía la excitación un rollo de cuerda para empaquetar. Corté un par de trozos y volví a la habitación...

Berto ¿Sabes para que es esto?.

No. Tampoco me importa. Tú sabrás...

Cogí sus muñecas y las até a cada extremo de la cama. No se resistió. Una vez sujeto comencé a maniobrar. Estaba indefenso, a mi merced y eso me ponía. Su polla aún seguía dura y después de este día me dije, seguiría dura mucho, mucho tiempo. Cogí sus huevos entre mis manos y los masajeé despacio. Quería abalanzarme sobre su pene erguido pero creo que se hubiera corrido de inmediato. Tranquila, me dije, poco a poco. Sus huevos estaban ardiendo por la excitación y sopesé que aún les quedaba mucha leche ahí dentro. Berto gemía con disimulo como si le diera vergüenza aquello, algo que me sorprendió porque a mí me había oído gritar como una zorra en celo. Ahora si, cogí su pene y lo fui acariciando con suavidad. Bese su glande y al igual que había hecho en el salón lo recorrí con mi lengua varias veces. Su cara me dio la pista de que estaba a punto de correrse así que pare. Me miro con odio, pero enseguida se relajó. Tener las manos atadas le impedía darse placer y sólo podía esperar a que yo eligiera el momento oportuno. Se me ocurrió devolverle el favor así que con cuidado lleve mi dedo hasta su culo...

No, no hagas eso, por favor...

Por qué no. Acaso tu me pediste permiso...

No le di más oportunidad para protestar metí mi anular en su culo y se encogió. Lo cierto es que no sé si de placer. Por fin conseguí que gritase son aquello...

joder eres una puta...

Una puta si, me dije yo, pero como te gusta. Seguí explorando su agujero con el dedo mientras con la otra mano acariciaba su pene. Todo lo hacía muy despacio para evitar que se fuera antes de tiempo. Paré una vez más para comprobar la temperatura de mi coño. Me introduje dos dedos y claro está los saque empapados.

Mira, le dije, como me tienes...

Y yo qué, protesto.

Creo que ya es hora de que los dos acabemos o me voy a morir de excitación...

Me puse de pie sobre la cama y dándole la espalda me senté sobre su polla. Mi culo en su estomago y su polla de 18 cms. toda dentro de mí. Empecé a moverme rítmicamente. Primero gozando el momento, con movimientos circulares y sin demasiada prisa. Después un poco más rápido, un poco más, un poco más... mis manos sobre sus piernas y mi culo arriba y abajo. Sigue... sigue, le oía gritar a Berto... Joder no te vayas aún resiste... Si, pero sigue moviéndote no pares... Mi coño iba a explotar de placer... No recuerdo bien más comentarios ni de Berto ni míos. Todo se había convertido ya en un intercambio de jadeos... Ahhh... Si... Si... venga... Ayyyy... mi amor... Santo dios... Me llegó el orgasmo con tal fuerza que creo que perdí el sentido de dónde estaba y con quién y a Berto también, note su leche dentro de mi inundándolo todo... Me abrace a mis tetas aún a caballo de Berto y volví mi cara para ver su expresión. Estaba exhausto y sonreía. Me levanté y su pene derrotado cayó por la inercia completamente mojado con su semen y mi jugo. Le desaté las manos y le di un beso de agradecimiento.

Cuando salió por la puerta le reiteré las gracias...

Gracias Berto. Ha sido estupendo y me has hecho muy feliz.

Tú si que me has hecho muy feliz y esta tarde no la olvidaré jamás. Por cierto aún no se como te llamas...

Nadine.

Cerré la puerta y me acorde de "Lo que el viento se llevo" y de Escarlata O’hara y de la escena en la que decía que jamás volvería a pasar hambre. Yo tampoco, pensé, yo tampoco volveré a pasar hambre... de sexo.

PD: dos meses después de escribirlo he enviado la segunda parte de este relato. Como dije un poco más arriba me propuse no volver a pasar hambre de sexo. Y he cumplido. Aquí, ya veis, fui para Berto una especie de profesora. En lo que os contaré cuando tenga tiempo, ahora estoy exhausta, fui alumna... pero esta nueva historia la tendréis que buscar entre los relatos lésbicos. Quizá me he pasado en mi deseo de no perderme ningún tren, pero no me arrepiento y aún me estremezco al recordar aquello... llamaré al relato Enséñamelo todo III para que no os perdáis...