Enséñame mami ( i )

Rosita pasa de niña a madre tras conocer el sexo en la aldea, parte I

ENSÉÑAME MAMI

CAPÍTULO 1:   LA ALDEA  -  1978

La vida del pequeño Fran se inició felizmente gracias al esfuerzo de su padre, su madre biológica murió en el parto, para no perturbarle tardaron años en confesárselo.  Su padre estaba enamorado hasta las trancas de su esposa, novios desde niños, el amor de su vida, amor de pueblo, pero no dudó en tomar medidas drásticas por el bien de su pequeño, no podía dejar que su hijito creciera sin mamá, quería que fuese igual que todos los demás.

Con el bebé de seis meses acuestas se fue de vacaciones estivales al pueblo, la remota aldea gallega donde nació, un paraíso de la naturaleza hecho realidad, paisajes de bosques, verdes praderas un riachuelo de abundante pesca con varios acantilados y cataratas lo hacían idílico. La primera noche de su llegada reunió alrededor de la mesa para cenar a sus padres y suegros, tras los primeros ágapes caseros se lo expuso con claridad buscando consenso y aprobación, mi hijo necesita una madre, pero una madre de verdad, no una criada ni una cuidadora, estoy dispuesto a hacerla mi esposa y a que goce de una desahogada situación económica.

Tras largas conversaciones fue su suegra la que lanzó un nombre, por qué no hablamos con la prima Rosa, dijo en alto.

Rosa era la mayor de nueve hermanos, estaba a punto de cumplir los 18, de difícil vida en la aldea, apenas cuatro o cinco veces había bajado a la ciudad para asuntos médicos, estudió en la escuela de un pueblo cercano la EGB y lo tuvo que dejar para cuidar a sus hermanos, su madre si no estaba enferma se lo hacía y su padre era el borrachín de la comarca que sacaba a pasear una noche sí y otra también su cinturón contra sus hijos, como Rosa era la mayor y la más respondona su cuerpo pagaba los enfados y las borracheras.

Siempre era lo mismo, cada noche le tocaba aguantar gritos, golpes e improperios, por suerte, o más bien por desgracia, un día encontró la fórmula para no cobrar tan a menudo, una o dos veces por semana su padre le pedía que le acompañara al corral para coger huevos frescos mientras ella le sujetaba la linterna. A la tercera visita al corral accedió a las pretensiones del padre para evitarse los correazos y bofetones de rigor, se dio cuenta de que su padre los huevos que quería le cogieran no eran los de las gallinas, eran los suyos, sus testículos.

Rosa tuvo que acostumbrase asombrada a ser tratada con ternura, en ese corral era el único sitio que su padre la llamaba cariño o mi niña, en cuanto el borracho se aliviaba era salir por la puerta y revivir el infierno.

Tras tres noches de negativas que acabaron a cintazo limpio ante el consentimiento de la floja madre, a la cuarta accedió, estaba cansada, exhausta, su cuerpo no aguantaría esa noche otra ración de violencia. El padre la tomó por el brazo y la arrinconó contra la esquina del gallinero, apoyó la linterna en el murete, le cogió la mano y la posó en su entrepierna, la chica palpó algo blando sobre el pantalón mugriento de pana gorda

PDR: Así, mi niña, aprieta un poquito, no pasa nada, haz lo que te pido y no te pegaré más, te lo prometo

Esa promesa ya se la había hecho en otras ocasiones mandándole hacer recados, principalmente traerle vino de la taberna o tabaco, siempre la incumplió

RS: Siempre me lo dice y al final acaba pegándome, no le creo padre

PDR: Esta vez no, mi niña, si haces lo que te pide padre no te pegaré, ya lo verás

RS: Y que quiere que haga ¿?

PDR: Desabrocha el pantalón, baja la cremallera y agárrame el pito

RS: Usted está loco, es un pervertido sin escrúpulos, aunque no lo crea soy su hija

PDR: Ya sé que eres mi hija, mi niña grande, en tu mano está que esta noche no cobren ni tus hermanos, ni tu madre ni tú, así que ya sabes, en tu mano está

RS: Me lo jura, padre

PDR: Te lo juro por la patrona, hija

Y así fue como Rosa se inició en el sexo, esa noche vio y tocó su primera polla, esa noche vio como el esperma brotaba de un pene, notó su calidez y viscosidad en su mano, había masturbado a su propio padre para evitar que pegara sus hermanitos, ha sido un asco, se dijo al acabar, pero bueno, tampoco para tanto, peor son los golpes.

Así llevó su vida desde los 16 a los 18 en que un ángel de la guarda vino a rescatarla, tuvo suerte, se decía, es un ángel bueno, pero se hubiera ido con uno malo con tal de que la sacara de ese inframundo.

Fueron dos años de suplicio y sufrimiento, su único consuelo era que con cada visita al corral sus hermanos y ella misma se ahorraban una paliza, durante el primer mes las cosas no variaron demasiado, entraba al gallinero detrás de su padre, con los brazos cruzados en su pecho, el hombre se apoyaba en la pared e iniciaba las órdenes - desabróchame, sácame la polla, acaríciala para ponerla dura, ya está, ahora cógela fuerte y muévela, venga niña ¡¡ que ya sabes cómo ¡¡ -  Dos pajas semanales le caían al viejo, como dos soles, lo que tu madre no me da me lo tienes que dar tú que eres la mayor, le decía mientras se la meneaban.

Transcurrido un mes, una fría noche de lluvia se sorprendió al ver la amabilidad con la que padre entró en la casa, eso no era ni casa, era una choza, tres habitáculos con las paredes de adobe, sin puertas, con unos sacos de rafia a modo de cortina intentando fabricar algún tipo de intimidad, en una habitación Rosa compartía cama con su hermana de tres años, la única niña, los tres varones más jóvenes en la cama de enfrente, los cuatro más mayores se agolpaban en la otra habitación.

Era tarde, más que de costumbre, todos estaban acostados para darse calor, el que salía de la estufa de madera era insuficiente. Padre entró canturreando y silbando, se sirvió el estofado que aún caliente le aguardaba en la lumbre y sin tardar se fue a su dormitorio, la madre estaba tumbada de espaldas a la puerta. Rosita aguantaba la respiración haciéndose la dormida, la cosa pintaba bien esa noche, buen humor, sin gritos, sin golpes y sin viaje al corral. La muchacha sentía como sus padres murmuraban y cuchicheaban en la estancia contigua, fue una conversación larga, para ellos hablar durante cinco minutos era todo un logro. Oyó el sonido de los muelles de la cama y sintió unos pasos dirigirse a su cuarto, fue su madre la que corrió el saco, la vieja observó cómo los pequeños dormían atiridos y abrazados por el frío

RS: Qué pasa, madre

MDR: Rosiña, ven a mi habitación que padre quiere hablar contigo

RS: A estas horas ¿? Ya es tarde

MDR: Anda, hija, no hagas que se enfade y la pague con todos

La chica ni se imaginaba lo que su progenitor querría, entró en el cuarto detrás de la madre, observó como la señora se metía en la cama y se colocaba de lado mirando al marido, con el codo apoyado en la almohada y la cabeza posada sobre la mano.

PDR: Dile, Camila, dile a Rosita lo tiene que hacer

MDR: Hija, padre quiere que le hagas delante de mí lo que le haces en el corral, anda, házselo rápido para irnos a dormir, este sin vergüenza tiene ideas de casquero ¡¡

RS: Usted lo sabía, madre ¡¡ Lo que me obliga a hacer usted lo consiente ¡¡

MDR: Hija, no es para tanto, así se desfoga y no la paga con nosotros, todas lo hemos hecho en las aldeas, lo haces por nuestro bien. Anda, dale que acabe de una vez el salido este ¡¡

RS: Están ustedes locos ¡¡ Son unos degenerados ¡¡ Mañana se lo digo a los abuelos y al señor cura ¡¡

PDR: Mañana díselo a quien quieras, la vergüenza es para ti, pero ahora haz lo que te ha pedido tu madre o monto un escándalo que acabáis todos en muletas ¡¡

El padre estaba tendido en la cama con la ropa de la calle, la madre le miraba en camisón, la imagen era dantesca, la luz que la lumbre producía en la sala era la única iluminación que tenía, tenue,  pero no lo suficiente para verse las caras, los cuerpos, las miradas. Con los ojos encharcados y avergonzada, Rosa se arrodillo delante de la cama, desabrochó el pantalón, bajó la cremallera y dejó salir el badajo de su padre, todavía estaba fláccido  pero ya algo morcillón, no era grande, tamaño normal, de unos catorce o quince centímetros, a la chica le parecía enorme, era el único que conocía, retiró la piel del capullo como el viejo le enseñó, lo asió con la mano y comenzó a moverlo, los comentarios que el padre le hacía a la madre la desesperaban - ves Camila, ella sabe, mira como sabe - - lo hace mejor que tú cuando eras moza -. Al notar como el falo se ponía duro Rosita acrecentó el movimiento para que su padre echara la leche lo antes posible, arriba y abajo lo movió sin compasión, el pene empezó a tensarse, ya le sale, se dijo la muchacha, pero la última sorpresa estaba por llegar, cuando ella intuía el fin se sorprendió al escuchar hablar a su padre

PDR: Para, nena, ahora ya acaba madre, pero no te muevas de ahí, mira lo que va a hacer

Rosita soltó la polla de la mano y se retiró un poco hacia atrás, en cuanto ella se separó vio incrédula como su madre se inclinó y se metió la verga de su padre en la boca, no tenía ni idea de lo que estaba pasando, no se imaginaba que aquello fuera posible. La cabeza de su madre se movía arriba y abajo, una y otra vez, sin detenerse, su padre mantenía los ojos cerrados y posaba una de sus manos sobre la nuca de su esposa – que bien lo hacen mis dos mujeres – repetía casi absorto, de pronto habló más alto y entrecortado – ahí te va, Camila, ahí te va, trágalo todo -, un minuto después, su madre se separó, se giró en la cama y se acostó callada mirando a la pared, ella estaba asustada y sorprendida, dónde está ese líquido blanco que le sale a este hombre de la polla en el corral y que llama leche, no puede haberse esfumado, se decía la joven en silencio, el padre entre sonrisas le sacó de dudas mientras se acomodaba las ropas – no lo busques, jajaja, tu madre se lo ha tragado todo, dice que es un asco, pero yo sé que es mentira, le encanta, llevará tomados más de mil biberones de estos, jajaja- - calla, cerdo, a dormir Rosiña, aquí no ha pasado nada, me oyes ¡¡ -

Desde esa noche las visitas al corral fueron más esporádicas, la actuación solía ser en la cama de sus padres, a veces su madre se tragaba la leche del viejo, otras caía esparcida sobre las sábanas y las ropas, según al cerdo le apeteciese.

Ya solo faltaban seis meses para que Rosita cumpliera los 18, su cuerpo había experimentado cambios, sus pechos habían crecido, sus caderas anchado y su culo también. Era una chica mona, no de gran belleza ni guapura, no de cuerpo de infarto, era tirando a baja, menos de 160 y rellenita, sin estar gorda, destacaban sus ojos verdes y su pelo ondulado trigueño. Al crecimiento corporal se le añadió el crecimiento sexual, sin quererlo, sin jamás desearlo, las peripecias nocturnas a solas en el corral con su padre y a veces en el dormitorio acompañados de su madre habían despertado en ella instintos desconocidos, su desconocimiento del mundo sexual era total, la soledad de gente de su edad en la aldea lo propiciaban, sus hermanos y algunos vecinos eran su única compañía, como amiga solo contaba con Flora, una chica unos meses más joven pero tan falta de experiencia y conocimientos como ella.

Corría el inicio del verano del 78, el calor era extremo, los hombres del pueblo se amontonaban en la cantina, allí estaba la única televisión en color de la aldea, se jugaba el mundial de Argentina y todos agolpaban para ver a la selección. Pero el ganado no entendía de fútbol ni de televisiones, había que llevarlo al campo a pastorear, ante la ausencia de varones, como no, las encargadas fueron las chicas. A media mañana, después de los quehaceres cotidianos Rosa y Flora se juntaban en la salida del pueblo dando de beber a las vacas en el caño, las dos de Rosita más las cuatro de Flora. Con un zurrón cada una con bebida y comida emprendieron rumbo a los prados del monte con una vara de avellano en la mano, crispaban a las vacas para que no se pararan ni se enredaran con las zarzas comiendo moras, las llamaban por su nombre, marquesa, pinta, blanquita, los animales parecían comprender. Una hora después llegaron al lugar, una gran pradera verde rodeada de robles y castaños de fresca sombra, al fondo el arroyo grande, en el abrevaban las vacas pero nunca subían hasta la laguna, así llamaban a un pequeño lago que se producía naturalmente entre los dos regueros de agua que bajaban de la montaña, para ellas era la piscina municipal.

Ataron una cuerda a la patas de las vacas para que no se escaparan corriendo, les amargaba en exceso tener que perseguirlas campo a través, desde la pezuña delantera a la trasera, dificultando sus andares mientras pastaban.

Las chicas montaron su habitual campamento, manta al suelo y los ágapes de ambas a disposición, Flora había cogido a escondidas una botella de vino, Rosita una gaseosa de la bodega, como dos adultas, les faltaban meses para serlo, se pusieron tibias de tinto, mientras apuraban los bocadillos las risas tontas no tardaron en florecer, el vino se les había subido a la cabeza, no abrir tan siquiera la botella de gaseosa contribuyó a ello.

Los calores emanaban, la sombra era fresquita pero el sol era de justicia a las dos de la tarde, otearon el horizonte para ver si había moros en la costa, comprobaron su inmensa soledad, tras ello, vestidos fuera. Las dos jóvenes se quedaron en braga y sostén, con los pies descalzos tumbadas en la manta, se decían tonterías, verdades a medias que las hacían reír y dar gritos avergonzados. Entre risas y risas comenzaron las confesiones que hacían confirmar el dicho, los borrachos pierden la vergüenza `pero no el conocimiento.

RS: Flora, le has visto el pito a algún hombre ¿?

FL: Oye ¡¡ Qué vergüenza ¡¡ Y tu ¿?

RS: Yo sí

FL: Vah, pero los de tus hermanos pequeños no cuentan

RS: He visto y tocado el de alguien mayor. Ahora te toca a ti, pero di la verdad. Será nuestro secreto

FL: Pues yo he visto y tocado dos, uno muchas veces, el otro solo una.

RS: Así, y a quién

FL: Tú primero, te toca a ti

RS: Yo a mi padre, para que no nos pegue le hago pajas en el corral, es un asco, pero por lo menos no nos zurra, es como una especie de trato

FL: Buah, como es la familia, bueno, los hombres

RS: Tú también a familiares ¿?

FL: Sí, a mi abuelo desde hace tiempo, y el otro día a mi hermano, la tiene más pequeña pero huele mejor.

RS: La de mi padre a veces huele fatal

FL: Y solo le haces pajas o algo más

RS: Solo me pide pajas, gracias a Dios, tú haces más cosas ¿?

FL: Al principio con mi abuelo solo tocarle, me daba una naranja si se le hacía una paja, después los regalos iban siendo mejores, para dármelos tenía que hacer … algo más

RS: Joder, para el abuelo Ramiro, y qué más te pedía ¿?

FL: Ehhh, ahora te toca a ti, cuenta algo más

RS: Lo único de más, es que una noche convenció a madre, me llevaron a su cuarto y se la tuve que menear delante de ella, cuando le iba a venir el gusto la agarraba por el cuello y ella se la metía en la boca y le echaba la leche dentro hasta tragarla toda. Un guarro asqueroso, y madre igual, desde aquella noche he visitado muchas veces su cuarto

FL: Vaya con tu padre, menudo pieza, y a tu madre ya le vale ¡¡

RS: Son dos asquerosos, venga, suelta lo de algo más ¡¡

FL: Al principio era como un juego, iba con abuelo a la casa monte paseando, me contaba historias del pueblo, al llegar a la caseta entrábamos y me sentaba en su regazo, me acariciaba y hacía cosquillitas en la espalda y las piernas mientras me contaba cosas, siempre me decía que si guardaba el secreto me daría cosas, que era su preferida. Poco a poco fui cogiendo confianza, me encantaba que al llegar a casa me diera nueces, avellanas y dulces, yo siempre le decía que quería una naranja, él me contestaba que más adelante, que me la tenía que ganar.

Una tarde, estando sentada en sus piernas, mientras me acariciaba la espalda le pregunté - abuelo, que tengo que hacer para ganarme una naranja ¿? – él me contestó, - tienes que hacerme y dejar que te haga cositas, pero no puede enterarse nadie, mira, déjalo, seguro que no vas a querer – no, no, dime que es, quiero la naranja, le contesté.

Y a partir de esa tarde empezó el ritual, ya llevo tres o cuatro años así, desde los catorce o quince.

RS: Y cuál es el ritual ¿?

FL: Pues ya sabes, según estaba sentada me fue tocando las piernas por debajo del vestido, me gustaba, eran caricias, al poco me dijo que tenía que ser una chica buena, que ya era una mujer, que tenía que abrir un poco las piernas, yo solo pensaba en la naranja, están buenísimas, así que las abrí y él fue llevando las caricias cada vez más arriba hasta que llegó a mis bragas, estuvo un poco jugueteando con los dedos con ellas, cuando sentí que los apoyaba contra el chichi di un respingo, él me dijo, schuss, tranquila, no te va a pasar nada, ya verás, te va a gustar, confía en abuelo, y me repitió que ya era una mujer, que pensara en el premio tan rico al llegar a casa.

Fui tomando confianza y obedecí, abrí las piernas todo lo que pude, enseguida metió la mano por la ingle, sin bajarme la braga, y la puso sobre el vello, estuvo jugueteando y tocándolo un buen rato, empezó a preguntarme para que diera mi consentimiento, quieres que pare o sigo otro poco, me decía, como una tonta le contesté, si prometes darme la naranja puedes seguir otro rato. Y claro, siguió, empezó a tocarme más abajo, en la rajita, despacito, no sé qué me pasaba Rosita, pero notaba el chichi mojado, cada vez un poco más, sentía un cosquilleo que me gustaba si cerraba los ojos más, si los abría y veía a abuelo ya no tanto, así que los cerré por completo y le dejé hacer, puso los dedos en la raja y empezó a moverlos como las patas de los caballos, adelante y atrás, entonces, para que me acabar de gustar más, se me ocurrió una idea que funcionó a la perfección, con los ojos bien apretados me imaginaba que era Camilo Sexto el que me hurgaba el chichi con los dedos, y así, al poco empecé a sentir mucho gusto, me movía sobre las piernas de abuelo como dando saltitos, como si tuviera pulgas y se lo dije – abuelo, me meo, para que me voy a mear -  tranquila mi niña, no es orina, déjalo salir, es tu gusto, te está viniendo tu primer gusto, déjate llevar con abuelo, me contestó, otra vez le hice caso y tenía razón, me encantó, me salió un poco de líquido que me empapó las bragas, pero no era pis, era mi gusto, después me dijo que se llamaba correrse, que me había corrido por primera vez, que ahora sí que era una mujer de verdad. Me colocó la ropa y me dijo – ahora le toca a abuelo – nos pusimos de pie, se bajó la cremallera y se sacó la pirola, me pareció enorme, con una cabeza rosada como un champiñón gigante, era gorda, cuando se la cogí la mano no me abarcaba toda, me explicó lo que tenía que hacer y le hice una paja, su leche tardó poco en salir, me dijo que estaba muy caliente, que yo le había puesto así, la mesita de la caseta la dejó perdida, toda blanca, echó unos cinco o seis chorretones grandes que tuve que limpiar con el papel de un saco que había en el suelo.

De vuelta a casa me preguntó que si al día siguiente repetíamos me daría dos naranjas y unos caramelos, le dije que vale, entonces me dio instrucciones con nuevas preguntas, - nena, tú cuando te lavas el chichi – abuelo, le contesté, todos los día al levantarme y al acostarme en el barreño del baño, sino huele fatal. Muy bien, cariño, pues tienes que hacerme un favor, me dijo, esta noche y mañana cuando te levantes no te lo laves, ya lo harás a última hora. Pero abuelo, le contesté, oleré fatal, a pescado ¡¡ No importa, a mí me gusta así, que huela a hembra.

RS: Joder, Flora, con lo que me cuentas estoy sintiendo yo esas cosquillas por ahí abajo, jajaja. Venga, no me dejes en ascuas, que pasó al día siguiente

FL: Te toca de nuevo, Rosita, a ti no te ha tocado tu padre ¿?

RS: No, no, bueno, una vez mientras se la meneaba en el corral me apretó las tetas, pero por encima de la bata y el sostén, enseguida le viene la leche, no le da tiempo de mucho por suerte. Venga, sigue.

FL: Pues nada, al día siguiente volvimos a la caseta y al principio pasó lo mismo, esta vez se metió entre mis bragas más rápido, me hurgaba con los dedos y cada poco los sacaba, los olía y los chupaba para volver a la carga hasta que hizo que me corriera como el día anterior. En cuanto me corrí, me levantó y me tumbó en la mesita con las piernas colgando

ABU: Cierra los ojos cariño, voy a quitarte las bragas para oler lo que te pedí, tranquila, no te va a pasar nada

FL: Vale, pero prométeme que no me vas a andar con el pito por ahí, sé que si lo haces me quedo preñada y mi madre me mata, tienes que prometérmelo ¡¡

ABU: Jajaja, tranquila, eso se queda para tu novio o tu marido cuando lo tengas, solo voy a olerte el coñito y …

Me quitó las bragas y me dijo que tenía un coño precioso, el más bonito que había visto en su vida, me apoyó un pié en cada taburete, se puso de rodillas en medio y metió ahí abajo su cabeza, yo sentía como lo olía aspirando, también me soplaba suavemente, que maravilla, qué maravilla decía cada poco, la verdad, a mí también me estaba gustando, como no le veía su arrugada cara me encantaba lo que me hacía, hasta que dijo, te lo voy a chupar, y sin darme tiempo a contestarle clavó su boca contra el chichi y empezó a chuparlo, a devorarlo como si estuviera loco, joder Rosita, que gustazo me dio, no tardé ni dos minutos en correrme en su boca a grito pelado, dos corridas en quince minutos. Me besuqueó todo el pelo de ahí un buen rato y me mandó vestirme, pensé que todo había acabado, pero no, me dijo, ahora le toca correrse a abuelo, y claro, otra paja que le cayó al viejo, jajaja, menudas corridas se pega para los años que tiene, parece que ordeñas a una cabra, jajaja.

RS: Jajaja, tiene que ser la leche que te coman el chichi, verdad ¿?

FL: Pues sí, a mí me encanta, el otro día me lo comió mi hermano por primera vez, pero claro, yo creí que sería como abuelo y no le avisé cuando me corrí, le puse la boca perdida, jajaja, se enfadó un montón, y como compensación se la tuve que chupar yo a él, casi me ahoga con la cantidad de leche que me echó, es un bruto, me la metió hasta la campanilla ¡¡

RS: A tu abuelo también se la has chupado ¿?

FL: A mi abuelo ¿? Más de cien veces, menudo es ¡¡ Su leche es más espesa y sabrosa que la de mi hermano, pero mi hermano huele mejor, menos a rancio.

Presas del vino se quedaron dormidas hasta bien entrada la tarde, cuando se desperezaron retomaron camino a la aldea, Rosita iba meditabunda, la conversación con su amiga había hecho mella en ella, por su mente no pasaba la polla tan usada de su padre, ni los recuerdos contados por Flora de su abuelo, en su cabeza solo estaba una cosa que había visto esa misma mañana, la polla de Félix, su hermano mayor, tan solo diez meses menor que ella. Si Flora lo hace, porqué yo no, se decía justificando sus pensamientos.

Esa noche la borrachera fue grande, durante el partido más cervezas de lo normal habían caído, como resultado, tocó corral. Los tres varones más mayores, la madre y Rosita estaban sentados al fresco en la puerta cuando el padre apareció entre improperios

PDR: Ustedes tres, a la cama, y sin rechistar u os muelo a palos ¡¡

Los muchachos obedecieron a la primera, salieron escopetados rumbo a los dormitorios, pusieron la radio algo alta de volumen para no escuchar la bronca que se avecinaba

PDR: Y las dos zorras, venga, al corral

MDR: Porqué al corral, José, si quieres aliviarte la nena lo hace en la cama y yo te veo, hombre

PDR: He dicho al corral, no quiero que los mocosos se enteren de nada, hoy va a haber función especial.

Las dos hembras siguieron al descamisado padre hasta el corral, encendió la linterna y se apoyó en su sitio habitual, sin que nadie le dijera nada, Rosita se puso en situación intentado desabrochar el pantalón del padre para acabar cuanto antes.

PDR: Espera, neniña, he dicho que hoy va a ser una función especial, no quiero preguntas ni quejas que os arreo duro, eh ¡¡

Tú, Camila, aquí a mi lado, que te vea bien, quietecita y calladita. Rosita, ven, mira madre, debe estar necesitada la pobre, hace meses que no le pongo un dedo encima y sé que se toca a escondidas, la he visto. Quiero que la ayudes, esta noche será primero con ella

RS: Padre, no diga locuras, le ha afectado el vino demasiado, no pienso tocar a madre ¡¡

PDR: No hay problema, hija, si tú no la tocas con la mano lo haré yo con el cinto, y a ti y tus hermanos igual, va a ser duro, te lo aseguro, ha perdido España y las vais a pagar vosotros, los diez. Así que tú dirás

RS: Está bien, que quiere que haga ¿?

Rosa se estaba dando cuenta de que sus quejas eran con la boca pequeña, la conversación con Flora todavía rondaba por su cabeza, no sabía cuál sería la propuesta de su padre, pero algo le decía que obedecería sin titubear

PDR: Hoy le toca a madre, quiero que le quites el vestido, las bragas y el sostén y la toques como yo te diga hasta que se corra, tranquila, es muy zorra, le viene el gusto enseguida, puede que hasta varias veces, jajaja

MDR: José, por Dios, pero que locura estás diciendo, no me hagas esto

PDR: En manos de tu hija está, lo que ella diga, si no lo hacéis ya sabéis lo que os espera

RS: Venga, madre, acabemos con esto, que este degenerado duerma la mona tranquilo

Rosita desabrochó la bata ultra usada de su madre mientras la señora se tapaba los ojos con el dorso de la mano, la dejó caer al suelo dejando a la vista un sostén color carne y unas inmensas bragas blancas que le tapaban el ombligo, soltó el sujetador dejando que las ubres que la amamantaron la primera cayeran por su peso, no era la primera vez que le veía los pechos a madre, muchas veces la ayudó a bañarse en sus días de flojera, sus aureolas eran amplias, marrón muy oscuro, sus pezones reaccionaron como resortes al sentir el frescor nocturno, parecían dedales, padre le miró a los ojos, ella no apartó la mirada, - antes de quitarle las bragas cómele ese par de tetas a la zorra – Rosa no lo dudó, le daba casi asco reconocer la verdad, lo estaba deseando, se inclinó un poco y comenzó a mamar, succionaba los pezones y tiraba de ellos, no tardó en sentir la mano de su progenitora en la nuca para que no la soltara, mama hija, mama como de niña, le oía susurrar. No necesitó más órdenes del estupefacto padre, intercambió lo pechos saltando de uno al otro sin cesar, acariciaba el cuerpo de madre, lo besaba y mordisqueaba, hasta que instintivamente hizo una cosa por primera vez, recordando las palabras de Flora con su abuelo, fue subiendo hasta mordisquear, chupar y besuquear el cuello de su mamá, luego los lóbulos de las orejas escuchando los gemidos de la señora y de repente se lanzó a su boca, jamás pensó que la primera lengua que probaría iba a ser a aquella, jamás creyó que los primeros labios que besaría y mordería serían esos, los de su madre.

El padre asistía atónito al proceso, se movía despacio la polla que se acababa de sacar del pantalón, su esposa y su hija mayor estaban morreando delante de él, llenas de saliva fue bajando por el cuerpo de madre, pasó su cara entre los pechos, llegó al tapado ombligo y fue bajando las bragas hasta las rodillas observando el inmenso manchurrón húmedo que tenían, las llegó a los tobillos hasta sacarlas por completo dejando encuerada a su mamá, se levantó de nuevo afanándose de nuevo en los besos, pero esta vez de paso, y sin el menor cuidado metió de golpe dos dedos en el coño empapado, los movió adentro y afuera con desesperación, el ‘’ me corro ‘’ de madre se oyó desde lejos, el chapoteo de su mano al incrustarse en la cueva lo cercioraban.

De nuevo el padre se sorprendió cuando oyó las palabras de su hija en el reposar de su exhausta esposa

RS: Quiere que se lo coma, madre, quiere que le chupe el chocho para que se pueda correr otra vez ¿?

MDR: Sí hija, me encantaría

Sentó a la madre en el murete del gallinero, las piernas bien abiertas, solo tuvo que ponerse de rodillas para dejar el chocho a su altura, lo miró unos instantes,  lo abrió con una mano a cada lado separando los largos pelos y dejando la abertura de par en par, hincó su boca en él como Flora le dijo que hacía el abuelo, dos, tres, como mucho cuatro chupetones fueron suficientes para que su madre se derramara en su boca inundándole el rostro.

PDR: Ves Rosita, dos veces se ha corrido la muy puta, si es que es muy zorra. Anda, baja y chúpamela, Camila, que yo también me quiero correr

RS: Padre, está agotada, quiere que se lo haga yo

PDR: Quieres hacerlo tú ¿? Pues tendrás que decirlo y pedirlo

RS: Qué quiere que diga, padre

PDR: Pues tienes que decir bien claro que quieres comerle la polla a tu padre y tendrás que pedir permiso a madre, no quiero que haya malos entendidos y algún día digas que te obligué

RS: Madre, me da usted permiso para comerle la polla a padre ¿?

MDR: Solo si tú quieres, hija

RS: Sí, madre, hoy quiero

PDR: Así se hacen las cosas, venga adelante, pero ya sabes cómo me gustan las cosas, has visto como lo hace madre, tienes que llegar hasta el final y tragar toda la leche, estás dispuesta ¿?

RS: Sí padre, quiero comerle la polla y tragaré toda su leche

PDR: Pues hala, mi niña, baja al pilón que verás que biberón más rico te llevas.

Estando ya en la cama, por la mente de Rosita circulaban los pasajes acontecidos a lo largo del día, la conversación con Flora, la actuación con su madre conociendo por primera vez el morboso mundo lésbico y la mamada que voluntariamente le había hecho al borracho de su padre. Por un lado se excusaba en el victimismo de haber sido obligada a ir al corral, pero por otro la sacudía la culpabilidad, pues pese a negarse inicialmente al final había disfrutado de los dos actos, incluso se había propuesto voluntaria a comerle el rabo a su odiado padre. Recordando lo vivido más cosas se agolpaban en sus pensamientos, después de comerse su primera polla se había dado cuenta del porqué a su hermano más mayor le llamaban el burro los amigos del pueblo, el descomunal tamaño del pene que vio la mañana anterior a hurtadillas nada tenía que ver con el de padre. Un segundo pensamiento la hacía retozar entre las sábanas, la forma en que su madre disfrutó cuando le hizo el sexo oral, su forma de estremecerse y contornear el cuerpo hasta llegar al orgasmo, Flora tenía razón, que te coman la pepita tiene que ser fabuloso, cuando y quien me la comerá a mí, se preguntaba deseosa.

Por la mañana le costó despertarse al alba como de costumbre, se había dormido demasiado tarde, mientras se lavaba su peludo sexo con las piernas abiertas sobre un caldero de cinc, con agua fría y una pastilla de jabón de la Toja pensaba en lo ocurrido, hoy me toca a mí, se dijo, tengo que tratar un plan.

No le hizo falta planear demasiado, los acontecimientos fueron girando a su favor, cuando regresó a casa a almorzar después de dar de comer a las gallinas y acondicionar a los cerdos y las vacas se le puso todo de cara. Dio el desayuno a los cuatro hermanos pequeños. Les lavó y los mandó a la escuela donde daban unos cursos de verano con actividades eclesiásticas, ella sabía bien en que consistían, por ello aleccionaba a su hermanita y a los pequeños, el cura siempre encontraba el momento para hacer un aparte con alguno de ellos y meterles mano.

Ya no quedaba nadie en la choza, solamente su madre que estaría aquejada de cualquier achaque para excusarse de los trabajos, nada nuevo, todos los días le ocurría algo. Rosita le preparó un tazón de leche con pan migado, le puso azúcar y se lo llevó al dormitorio.

RS: Madre, venga, el desayuno, son más de las diez

MDR: Gracias hija, estoy fatal, los riñones me están matando

RS: Vaya, ayer eran las cervicales, jajaja

MDR: Hija, tienes que perdonar lo de anoche, pero ya sabes, si no accedo a sus peticiones nos muele a palos a cualquiera. Te pido perdón por obligarte a hacerlo.

Ahí fue donde Rosita vio claro el plan, tras dar unas vueltas se lo pediría a madre, no podía negárselo, ella se lo había hecho.

RS: Madre, si en verdad quiere que la perdone tendrá que darme algo a cambio, es lo justo

MDR: Hija, mientras no sea dinero, si está en mano te lo daré

RS: Anoche vi que usted disfrutó mucho con lo que mandó hacerle padre, ya soy mayor y tengo el chichi bien poblado como usted. Verá, madre, a mí nadie me ha tocado ni chupado ahí abajo, lo tengo limpio, me lo acabo de lavar, si quiere que de verdad la perdone y olvide lo de ayer, tiene usted que hacerme lo mismo a mí, quiero probar.

MDR: Pero que cosas tienes, hija, lo de anoche fue un castigo, una obligación, no está bien que una madre le haga eso a una hija, estás loca

RS: Ah, pero si está bien visto que una hija se lo haga a la madre ¡¡ No es justo, si quiere mi perdón ya sabe la penitencia, además, a partir de mañana dejaré de madrugar para atender a los críos y los animales, hágalo usted que para eso es la madre.

Al oír la palabra madrugar la madre reaccionó, con lo bien que se estaba en la cama ¡¡ Tampoco sería para tanto, recordó como de pequeña ella y su prima lo hacían cuando llevaban el ganado a pastar, nunca les pasó nada malo por ello ni tuvo consecuencias.

MDR: Bueno mujer, no te pongas así, un día que estemos solas en el monte te lo hago, para que estés tranquila.

RS: No, otro día no, tiene que ser ahora, estamos solas y hasta la una no viene nadie.

MDR: Ahora ¿? Pero qué te pasa, te calentaste anoche y no aguantas los calores ¿?

RS: No sé, pero tengo el chichi toda la mañana mojado, no sé qué me pasa, me arde y parece que me escuece

MDR: No te pasa nada malo, hija, tienes un calentón, nos pasa a las mujeres cuando tenemos ganas de macho. Eres virgen todavía, verdad ¿? No te habrá desflorado el sinvergüenza de tu padre ¡¡

RS: Soy virgen, madre, él solo me pide que le haga pajas, anoche fue la primera vez que se la chupé. Usted ya ha hecho algo con alguna hembra ¿?

MDR: Sí, cariño, de joven cuando salía con el ganado me acompañaba la prima Carmiña y más de una vez acabamos enfrascadas una con la otra, anoche contigo se me vinieron esos recuerdos a la cabeza.

RS: Pues quiero que me lo haga, madre, quiero que me coma la pepita y saber lo que es correrse, a ver si se me baja esta quemazón

MDR: Pues venga, pero de todo esto ni mu, ni a padre ni a nadie, y mucho menos en confesión, que el cura es un salido ¡¡

Vamos, desnúdate de todo y túmbate en la cama.

Rosita obedeció sin rechistar, se desnudó por completo y se tumbó en la cama, estirada, con las piernas un poco abiertas mostrando a su progenitora su velludo monte de venus de pelo castaño. La madre se sentó a su lado y empezó a acariciarla, en voz baja le iba haciendo comentarios sobre su cuerpo, - tienes una tetas preciosa, muy duritas, a los hombres les gustan así, mira cómo se levantan tus pezones, eso es porque te excita lo que te hago -. Los comentarios pasaron a los hechos, se lanzó a comele los pezones, la hija ya suspiraba de placer, mientras lo hacía jugueteaba con el vello púbico de la muchacha ensortijándolo en los dedos, pronto pasó a frotar su húmeda rajita – me gusta, madre, me gusta – decía la chica, se los metió unos centímetros, apenas dos o tres, no quería desvirgarla, y comenzó un frenético movimiento con ellos escuchando el chapotear de los jugos, no tardó Rosita en estremecerse y suplicar su parada – madre, pare, me meo, per que me meo de verdad -, entre risas la madre le contestó – anda, tonta, no es momento de meadas, no te querías correr  ¿? pues eso es lo que te va a pasar, cuando te venga déjalo salir, ya verás qué gusto -.

Dicho y hecho, la madre continuó el frotamiento y en un minuto Rosita se corría como una perra dejando en la sábana un manchurrón importante.

MDR: Te ha gustado, hija

RS: Sí, madre, mucho, pero no se olvide que me tiene que comer la pepita

Ya va, ansiosa, ya va, le contestó la madre, se quitó por la cabeza el camisón dejando las tetas al aire, Rosita captó el mensaje, en cuanto las tuvo a su alcance se las tocó y comenzó a mamárselas, le encantaban los duros pezones de la señora, duplicaban a los suyos, después de dar de mamar a nueve hijo no era para menos. Mientras Rosita le comía con destreza el pecho izquierdo la mamá fue bajándose las bragas, a la chica le subían unos olores familiares, a su mente vino el corral y la imagen de su madre desnuda, de pie, con las piernas abiertas y ella arrodillada comiéndole el chocho.

La madre se separó y la volvió a recostar en el colchón, le acomodó entre sus piernas tras abrirlas de par en par, se agachó y le comió el coño a su niña hasta hacerla venirse en su boca a chorretones difíciles de absorber, la joven se contorsionaba como posesa entre gritos de placer.

MDR: Bueno, pues ya está, a mi niña ya le han comido el coño, jajaja, contenta ¿?

RS: Sí, madre, me ha encantado, Flora tenía razón, es una sensación maravillosa

MDR: Flora ¿? No le habrás hecho a esa pelleja lo que a mí anoche ¡¡

RS: No madre, no, solo hablamos, me contó que alguien se lo había hecho, pero no puedo decirle quien, lo prometí

MDR: A saber quién, esa cría es una fresca. A ver, nos vestimos o quieres jugar un ratito a algo que hacíamos la Carmiña y yo en el monte

RS: Juguemos, madre, aún es pronto

Esta vez fue madre la que se tumbó, abrió las piernas y ordenó a la joven que hiciera lo mismo pero sobre ella y de forma invertida, tras varios intentos entre risas la boca de una quedó frente al coño de la otra, ahora gozaremos las dos, dijo madre, tú me lo comes a mí y yo a ti hasta que nos corramos, esto tiene nombre de número, pero no me acuerdo de cuál es, jajaja.

Amabas se afanaron en realizar un espectacular sesenta y nueve, el olvidado número de Camila, madre, ya con experiencia en el tema, incluso le introdujo varias veces la lengua en el ojete a la chica, ella respondía con gemidos de placer, no tardaron en llegar al orgasmo, primero madre, enseguida Rosita, completamente desnudas y exhaustas acabaron ambas tiradas en la cama.

RS: Me ha encantado, madre, prométame que otro día repetiremos

MDR: Sí, cariño, una vez roto el hielo repetiremos cuando quieras, pero siempre que sea un tremendo secreto

Rosita pasó el resto de la mañana muy alegre, incluso se prestó voluntaria a salir con el ganado, recogió a su amiga Flora y regresaron a su escondite en el monte, tras acomodar a las vacas se bañaron desnudas en la laguna del arroyo grande, pusieron la manta al sol y se tumbaron en ella al salir del agua para secarse, no llevaban toallas.

Allí estiradas, notando como el sol absorbía las gotas de agua de su piel comenzaron la charla

RS: Flora, tú que sabes, hay una postura en el sexo que tiene nombre de número, una persona se tumba encima de otra pero del revés y se comen las partes

FL: Bo ¡¡ , ya sé lo que es, es el 69, lo he hecho con abuelo muchas veces, él se acuesta en el suelo en pelotas y yo encima del revés, él come la pepita y yo a él la pirola, nos corremos los dos, está muy bien.

RS: Ah, el 69, claro, la forma de los números lo dice todo

FL: Porqué me preguntas, es que tú lo has hecho ¿?

RS: No, no, se lo oí hablar a mis padres a escondidas. Pero vamos, no te niego que me da morbo, me gustaría probarlo

FL: Pues hija, bien fácil lo tienes, aquí estamos las dos en pelotas, no lo he hecho con una mujer pero contigo sí que me animaba, si te apetece, adelante.

No hicieron falta más palabras, Rosita se posicionó sobre su amiga y en minutos llegaron al orgasmo tras devorarse una a la otra. Pero esa tarde y por supuesto muchas otras, no dejaron la cosa ahí, fueron conociendo sus cuerpos, sus bocas y lenguas se entrelazaban, sus pechos se peleaban unos contra otros, tirones en lo pezones, tirones en los pelos del coño, besos y más besos por todas las zonas del cuerpo.

Continuará …