Enrollándose con la profe
Epílogo de la serie Dominando a la profe y Emputeciendo a la profe. Una vez liberada de la dominación a la que se había visto obligada, la vida de Laura ha cambiado totalmente
Habían acabado los tres meses a los que Laura se había tenido que comprometer a cumplir con todo lo que a los que habían sido sus alumnos de matemáticas, Carlos y Rober, se les antojase. Ellos habían conseguido simultanear la diversión sexual que les proporcionaba tener a su entera disposición a una mujer con el morbo de Laura, por su atractivo, por su apetecible edad que la convertían en una perfecta milf y por el hecho de haber sido su profesora, con las ganancias que les había proporcionado emitir sus actividades sexuales en una web.
Durante aquel tiempo, aparte de las bacanales de sexo que se habían desarrollado en casa de Laura, entre ella misma, Vanesa, Carlos y Rober, los jóvenes habían retransmitido absolutamente cualquier práctica sexual que su fértil imaginación había diseñado, así como otras que en ocasiones les solicitaban sus numerosos seguidores. Laura había acabado por asumir que su coño fuera expuesto bien abierto para ser visto con todo detalle por un montón de gente a través de la pantalla, igual que su ano, o que le insertaran en cualquiera de los dos agujeros todo tipo de consoladores, bolas, e incluso otros objetos como frutas; también habían mostrado sus dos orificios taladrados por las pollas de los dos muchachos, comidos por las bocas de cualquiera de los tres jóvenes; abiertos mientras brotaban de su interior las corridas de los chicos. También habían emitido las orgías, tanto hetero como lésbicas y combinadas, que habían llevado a cabo. Pero había habido también transmisiones en las que se acababan por desarrollar prácticas sexuales mucho menos convencionales: allí se habían visto todo tipo de escenas de lluvia dorada, de coprofilia, e incluso de sado light, sometiendo a Laura a alguna sesión con cera caliente cayendo sobre su cuerpo, atándola, pinzas…
Todas aquellas vivencias habían transformado a Laura. No se sentía la misma mujer respetable de antes. Tampoco era la misma ingenua sexual, había sufrido con aquel escarnio al que la habían sometido, pero también había descubierto placeres que desconocía que fuera posible alcanzar. Igual que le ocurre al que se vuelve adicto a las drogas, ahora era difícil para Laura volver a la misma vida monótona que tenía, renunciando a ciertas dosis de actividad sexual. Por mucho que le costara reconocerlo y por mucho que pudiera despreciarse a sí misma por ello, se había vuelto una viciosa que ya no se consideraba moralmente superior a los dos osados adolescentes que habían pergeñado el plan para dominarla.
Pero es que además, como si de alguien con el síndrome de Estocolmo se tratara, sentía una irresistible atracción por Carlos. Por mucho que su cerebro intentara racionalizar lo inconcebible de que una mujer de su edad se sintiera atraída por un adolescente que aún no había cumplido la mayoría de edad, estaba enganchada al físico y al carisma de aquel muchacho. Adoraba todo el joven y atlético cuerpo de Carlos, se mojaba solo de pensar en su juvenil pecho, suave y lampiño; en su perfecta espalda; en su musculado vientre que conducía al fino y corto pelo de su pubis; y que decir de su polla… era para ella objeto de veneración.
Aunque se sintiera una estúpida y se avergonzara de ello, transcurridos unos días desde el final del acuerdo que la ataba a las vejaciones que le habían infringido, sentía que no podía vivir sin ponerse en contacto con Carlos para de alguna forma poner fin al síndrome de abstinencia que sufría sin él.
Durante unos días intentó planificar alguna forma de llamarle sin descubrir abiertamente lo que sentía por él, pero no se le ocurría la manera de tener un encuentro con él que no fuera únicamente cruzarse por los pasillos del instituto. Así que, desembarazándose de sus represiones del pasado, decidió asaltarle y en una ocasión que iban los dos solos cuando se encontraron le invitó a pasarse a tomar algo por su casa.
Carlos estaba confuso, porque esperaba que Laura no querría volver a cruzar palabra con ellos una vez que se había librado de su compromiso. Parecía extrañamente cordial después de lo ocurrido ¿Habría urdido alguna venganza contra ellos? Aun así Carlos aceptó la invitación, avisando a sus compinches Rober y Vanesa de la cita para que estuvieran atentos a alguna trampa de Laura contra ellos.
Carlos acudió a la cita en casa de Laura, donde ella le recibió ligera de ropa, descalza, con solo una ligera camisola grande para que quedaran a la vista sus preciosas piernas. Aunque durante la temporada de continua actividad sexual que habían tenido estaban desnudos gran parte del tiempo, Laura no dejaba de presentarse muy sexy a los ojos del chico.
Estuvieron tomando algo y hablando de algunas cosas convencionales para dos conocidos normales, hasta que empezaron a tocar el tema central de la visita:
- Te habrá extrañado esta invitación –dijo Laura, procurando entrar en la vía por la que quería que discurriese el encuentro–
- Sí, la verdad es que creía que querrías saber lo menos posible de nosotros después de lo ocurrido… –le respondía Carlos– pero ya veo que estaba equivocado, sobre todo viendo lo sugerentemente vestida que me recibes.
- Perdona… –replicó inmediatamente Laura, ruborizándose sin quererlo al verse descubierta por Carlos– Después de lo que he hecho con vosotros no me di cuenta de vestirme más formal.
- Estás muy bien así, muy sexy. –le dijo Carlos, dándose cuenta de lo que ante él se estaba planteando– ¿Me habías echado de menos?
- Pues… estooo… la verdad es que… sí –balbuceó Laura al comprobar que el inteligente muchacho ya había captado el motivo de que le hubiera contactado–
- Así es que, después de todo, te ha gustado ser nuestra putita –le soltó ya sin miramientos, confiado en ser dominador de la situación, acercándose a ella y sentándose a su lado para poder sobarla–
- Noooo!!! –exclamó inmediatamente Laura– No es eso!! Lo que ocurre es que… aunque te parezca absurdo… aunque ya sé que es algo… –volvía a mostrarse insegura y dubitativa– que no puede ser… que es algo imposible…
- Vamos!!! Explícate!!! No hacen falta tantos rodeos. –le instó Carlos, mientras ya le metía mano, poniendo aún más nerviosa a su exprofesora–
- Pues, que tú me gustas!! –soltó al fin, como desprendiéndose de un gran peso– Aunque entenderé que me rechaces, necesitaba decírtelo.
- ¿Qué es lo que te gusta, mi cuerpo, o estás enamorada de mí? –le preguntó sin inmutarse por la noticia, divertido, mientras continuaba con su sobeteo al cuerpo de Laura, desprendiéndola de su camisola y dejándola en tetas–
- Me gusta todo. Eres un chico muy guapo, inteligente, con carisma… –le decía, sintiéndose cada vez más vulnerable desnudando sus sentimientos mientras Carlos desnudaba su cuerpo–
- Pero también te parecía un cerdo, un degenerado… –le rebatía él, jugando ya con sus braguitas, amenazando con quitárselas–
- Espera un poco –le pidió Laura, intentando detenerle sin mucha convicción– Me pones nerviosa si no paras de tocarme y despelotarme mientras hablamos.
- Eso quiero. –dijo él riéndose con ganas–
- Pues sí, te has portado como un cerdo, habéis abusado teniéndome atrapada haciendo todo lo que habéis querido,… auténticas guarradas… pero…supongo que serán cosas de las hormonas… de vuestra edad… no sois más que unos críos salidos en el fondo.
- Pero este crío te gusta… –apostillaba Carlos, comenzando a desprenderse de su ropa–
- Síííí!!! Así es joder!! Lo reconozco, soy patética!!
- No, a mí también me gustas. Siempre te he dicho que estabas muy buena…
- Ya, pero yo solo te gusto para follarme.
- Bueno, no querrás que nos casemos ya –bromeó, mientras se había quitado ya los pantalones, quedándose solo en calzón–
- Eres un idiota!! –le dijo Laura en broma, lanzándose hacia él al tenerlo ya semidesnudo delante de ella–
El mero contacto con la piel de Carlos supuso una descarga para Laura, y no precisamente de electricidad estática, tal era el deseo acumulado en ella hacia aquella carne adolescente. Con voracidad se lanzó a acariciar la desnuda piel, a saborearla, a besarla: los fuertes hombros, las axilas con el pelo ralo, el henchido pecho del muchacho que se sabía objeto de admiración… descendiendo por el vientre hasta alcanzar el calzón para ir quitándoselo, descubriendo el pubis cubierto de recortado pelo y liberando la juvenil polla, turgente y desafiante, que Laura comenzó a comer con delectación. Se regodeaba chupándole el glande, pasando su lengua como si saboreara un helado. También recorría con su boca el potente tronco del pene del joven, percibiendo las venas hinchadas que lo surcaban y el vigor que transmitía; hasta alcanzar los huevos que introducía en la boca, recreándose en sentir dentro los masculinos atributos del chico.
Carlos disfrutaba complacido de la entrega de aquella guapa y madura hembra, notaba la ansiedad con la que la que hasta hace poco solo era su profesora se afanaba en gozar de su joven cuerpo recorriendo hasta el último milímetro de su piel. En un momento determinado, sintiendo que su excitación alcanzaba niveles máximos, decidió pasar él también a la acción. Desnudó a una Laura extasiada de placer, guiándola para colocarla en el suelo y penetrarla frontalmente, quería observar cómo se retorcía de gusto mientras la follaba. No le costó nada penetrar el encharcado coño, para mantener una larga follada, con un aguante increíble en alguien tan joven, mientras manoseaba todo el cuerpo de la mujer: sus hombros, sus axilas, sus tetas, su vientre, su culo, sus piernas… Laura se corría una y otra vez, hasta que Carlos alcanzó el clímax viniéndose dentro de ella.
Así comenzó entre profesora y alumno, entre mujer que se encaminaba a la cuarentena y chico que no alcanzaba la mayoría de edad, una relación en la que el desequilibrio de edades no se traducía en una equivalencia con experiencia y voz cantante, ya que era Carlos el que tenía el control y el que conducía a Laura a novedosas prácticas y situaciones, muchas de las cuales la mujer jamás hubiera creído que llegaría a hacer: como ir a lugares nudistas donde toda la vida se hacía en cueros, en los que había llegado a follar con Carlos delante de entusiasmados hombres de más de 50 y 60 años en algunos casos; o dejar que pintaran su cuerpo desnudo semejando ropa y paseándose así, sin nada encima, en lugares públicos; habían participado en orgías con otros hombres y mujeres… En fin, una relación de lo más abierta a experiencias sexuales de lo más diversas, fruto de la calenturienta mente de un adolescente capaz de conseguir cosas inverosímiles en otros chicos de su edad.
Gracias por las valoraciones y comentarios que animan a escribir.