ENREDOS DE FAMILIA: Historia de una guarra III

En esta tercera entrega de la saga se analiza como la bella Emelyne derivó desde sus vicios originales, para incluir el incesto entre ellos, pasándose por el potorro a varios de los varones de su familia con la mayor depravación y lujuria del mundo. Morbo, dramas familiares, escándalos

En esta tercera entrega de la saga, he pensado que, dado su contenido, iría mejor ubicado en esta sección de Amor Filial que en la de Fetichismo en que fueron subidas las dos primeras. Imagino que muchos de los lectores que aplaudieron aquéllas, se sentirán quizá un tanto defraudados, ya que no se aborda la misma temática, pero han de entender que, si se pretende contar una historia y no una mera sucesión de mete-sacas, hay que prestar la atención debida a la diversidad. Nadie se pasa la vida haciendo una misma cosa. No se preocupen no obstante, pues la bella Emelyne es mujer fiel a sus vicios y volverá por sus derroteros.

Téngase en cuenta que la protagonista es hembra de poderosas inclinaciones sádicas y masoquistas, con lo cual algunas de sus afirmaciones pueden herir sensibilidades. Apréciense pues en su contexto. Emelyne es una mujer de existencia real, como se aclara en el añadido final, pero las cosas están retorcidas y exageradas en estos relatos en que es figura central. Tan sólo se busca profundizar el morbo sadomasoquista, no verter opiniones reales ni pretensiones de realidad. Tras leer el relato, se entenderá esta aclaración.

Para todos aquellos que no leyeron las dos primeras entregas, subo de nuevo la descripción física de la protagonista. Supongo que es importante para centrar las cosas en la mente y tener claro de que estamos hablando. Copio y pego directamente.

“Soy una guarra. Y no únicamente en el sentido de putón, mujerzuela, golfa, mujer fácil… que también, y mucho, por cierto, sino en el de sucia. Guarra, marrana, cerda, puerca… podéis llamarme como prefiráis. Lo soy, me gusta serlo, mostrarlo y que me lo digan. Me encanta.

Enumerar mis vicios y perversiones sería difícil. Más sencillo, mucho más, resultaría citar aquellos que se me escapan. Soy una ninfómana insaciable. Me gustan los hombres, las mujeres, los niños, las niñas… tríos, orgías, bukkakes… zoofilia, sadomasoquismo, humillación… supongo que ya vais haciéndoos una idea.

Soy mujer bella, si bien con mis particularidades, que ya iréis conociendo. 170 de altura; 60 kg de peso; pelo rubio natural, liso y cortado en una muy breve melenita que no llega a mis hombros; ojos azules; labios gruesos y carnosos… Soy muy guapa de cara, bastante más de lo que acostumbran las cerdas españolas que tenéis por aquí. Porque yo no lo soy, claro. Nací en Aalst, Bélgica, hace más de veinte años ya y bastantes menos de treinta. En mi país hay hombres y mujeres semejantes a los dioses de nuestra antigua mitología. Si por eso hubiera sido, me hubiera quedado allá sin duda, pero decidí bajarme para acá a vivir atraída por el clima mediterráneo. Además, son estos lares muy cosmopolitas y se puede encontrar de todo, desde rubios como los de mi tierra natal, a negros africanos y hasta amerindios. Muy colorido. Me gusta.

Tengo las tetas grandes. Bastante grandes y algo caídas. Busque expresamente que así fuera. Ya en mi temprana adolescencia, desee unos buenos melones con que poder putear y zorrear, paseándolos con escotes de vértigo y transparencias ante los ojos de babosos, viejos verdes, salidos, etc. Costó convencer a papi para que me pagase el tratamiento hormonal necesario –los quería naturales, de silicona ni hablar-, y más aun encontrar aprobación médica, pero siendo su favorita y niña de familia adinerada hay muchas cosas que se pueden conseguir.

Conseguí así las tetas que quería. Luego fue cosa de entregarlas a manoseos múltiples y frecuentes y prescindir del uso de sujetador habitualmente, para dejarlas caer y ablandarlas.

El culo venía de fábrica, pero aún lo conseguí hacer más voluminoso a base de sentadillas, prensa y otros ejercicios de gym. Los preparadores flipaban conmigo cuando les pedía consejo para hacer mis glúteos más grandes. No miento cuando digo que ya tenía un verdadero culazo, pero siempre quería más.

Mis piernas son preciosas, una verdadera provocación carnal. Unos muslazos que, claro, también se vieron realzados por aquellos ejercicios. Mi cintura estrecha por naturaleza. He tenido que trabajarla bien a base de ingerir grasas animales, azúcar y demás alimentos hipercalóricos para conseguir algo de tripita y algún michelín.

Ése es mi cuerpo. El cuerpo que quiero. No el de una sílfide de pasarela, sino el de una auténtica guarra provocativa y obscena. Obscena mi actitud, mis formas, mi filosofía de vida… Algo que apele directamente al morbo y se la ponga dura a los hombres con sólo verlo.”

Saludos.

::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Enredos de familia

El vídeo se publicó, claro. Y llegó a ojos de allegados y hasta algunos familiares, claro, con muchísimo morbo y placer por mi parte. Pero aun sucedieron otras cosas antes de ello que vinieron a marcar el punto de inflexión.

Poco antes de cumplir la mayoría de edad, tuve una relativa y agradable sorpresa al regresar un día a casa. Por un a combinación de factores, mis padres, que muy raramente solían dejarnos solos a mi hermano pequeño y a mí, dada la desconfianza que hacia nosotros albergaban, lo hacían hecho ese día. A cada uno por su parte, les habían surgido sendas obligaciones inexcusables.

Michael había comenzado a flirtear con las drogas a la edad en que otros chavales comienzan a prestar atención a las chicas además de a las consolas de video-juegos.. Siendo descendiente de una familia con un poder adquisitivo como la nuestra, aun intentando evitarlo nuestros progenitores, siempre acaba disponiéndose del dinero o las mañas necesarias para obtener lo que se desea. Ahora tenía quince y era ya un cocainómano empedernido, además de un juerguista y vividor de sobra conocido por personajes y fauna de ambientes a los que aún no tenía acceso debido a su edad, pero que ya le iban preparando la bienvenida cuando alcanzara la necesaria y anticipando sus placeres.

Nada más abrir la puerta y acceder al salón, encontré a mi hermano pequeño en el sofá con una puta negra desparramados en el sofá. La guarra era algo realmente espectacular. Una verdadera escultura de ébano. Debía tener sobre los 28 o 29 años de edad y permanecía con las tetas al aire abrazada a él. Sobre la mesita de cristal y roble que mi madre había hecho importar a precio de oro, lucía un hermoso montoncito de brillante y escamoso polvo blanco, así como los restos de muchas rayas hechas y esnifadas.

Me sonrieron sin demasiado, más bien ninguno, apuro. Mi hermano debía haberle hablado y sabían que no había peligro en mi presencia.

-Hola –les saludé con una sonrisa.

-Hola -me respondió ella con otra. ¡Qué buena estaba la condenada! No debía haberle costado nada seducir a mi tierno hermanito, aunque tampoco él era un alma cándida precisamente. Para aquellas alturas, ya era un auténtico y consumado putero, bien conocido por las profesionales de la ciudad y con más experiencia sexual que muchos hombres de los que le triplicaban la edad. La zorra no era profesional. No tenía ese aire. Se la debía haber ligado en algún sitio seduciéndola a base de barra libre de coca y vicios.

-¿Puedo unirme a la fiesta?

Me miró perversa la muy puta.

-Claro.

Fue así como empezó. Nunca antes había tenido alguna aventura del tipo con mi hermano de por medio. Sabía bien la clase de hermana que tenía, claro. El vídeo de mi orgía, follando y mamando a destajo y siendo manoseada por todos lados por múltiples varones, había hecho furor. Rápidamente había desaparecido del mercado, por supuesto. No podía ser de otra manera siendo menor. Pero mi fama era ya de sobras conocida por todos, hubieran visto el vídeo o no. Y además, los lectores ya lo saben, nunca gusté yo de ocultar mi condición de soberano y redomado putón.

Sin más palabras me quité el top para , quedando también con las tetas al aire, sentarme con ellos. Se acercaba ya el verano y era la única prenda que vestía junto a una minifalda de vuelo. Colocado al lado de ella, la miré sonriente.

-¿Me hago unas rayas?

-Sí claro, háztelas –respondió mi hermano como con fingido y gracioso hastío, justo cuando la puta negra iba a tomar la palabra para hacerlo. Lo miró ella extrañada- ¡Oh, vamos…! ¿Crees que se ha quedado medio en pelotas por mí? Esta zorra está loca por comerte el coño.

Me miró de nuevo, perversa y excitada. Una belleza como yono resulta moco de pavo, como dicen por acá, para ningún macho, ni tampoco cuando de boyeras se trata.

-¿Es cierto eso?

-Oh, no, qué va. No le hagas caso. Tan sólo quiero meterte la lengua por él hasta el útero y por el culo hasta el estómago. Sólo eso. ¿Me hago las rayas o no?

Reímos divertidos los tres. Luego ella se inclinó hacia mí para besarme los labios. Tomando su precisa cara con ambas manos, la atraje yo con fuerza para meterle la lengua y lamer su lengua y su boca con ansia. Lo hice enredándola con aquélla en una húmeda y lasciva batalla, pasándola por todos los rincones de ésta, Por sus encías, sus dientes, sus muelas… Tal era la fuerza de mi succión y la sorpresa de mi asalto, que la diosa oscura, cogida de improviso, tan sólo podía dejarse hacer un reaccionar por instinto, sin controlar sus actos. Dejándome caer para recostarme de espaldas sobre el sofá, la arrastré conmigo sin soltarla, llevándola a una posición sobre mí con la boca abierta y los labios sellados sobre los míos. Así sorprendida y carente de control, de esta caía sin cesar deliciosa saliva que yo bebía cual si del más exquisito manjar se tratase.

-Uff cielo… –consiguió exclamar cuando por fin la liberé de mi lujurioso asalto- -¡Casi me das miedo!

Me miró con alucinada excitación.

-¿Cuántos años tienes?

-Dieciocho. Recién cumplidos.

-¿Dieciocho? –se sorprendió de nuevo-. ¡Joder…! Si con dieciocho añitos tienes ya ese vicio, terror me daría encontrarte cuando tengas veinticinco.

Elevando un poco el toros para acercarme a ella, le mordí con cierta saña un pezón. Quería hacerle daño. Sólo un poquito.

-¡Ay…! –se quejó deliciosamente ella.

-Si con veinticinco años me pusieran una puta como tú ante mí, me la comía entera. De hecho, pretendo adelantarme siete años a ello.

Nos miramos a los ojos muy de cerca. Después volvimos a sumirnos en un lascivo beso con lengua.

-¡Eh, ya os vale, boyeras de mierda! –se quejó mi hermano haciéndonos reír-. A ver si ahora va a resultar que me quedo yo a dos velas.

Sonriéndole, se acercó la guarra para besarle a él ahora.

-Tranquilo mi amor. Esta negra tiene para los dos.

A continuación se inclinó para, sacándole la polla de los pantalones, comenzar a mamársela con deleite ante mis ojos. Evidentemente, la mierdosa tenía todo el vicio del mundo. ¡La adoré!

Una vez hubo tranquilizado un poco al salido de mi hermano pequeño con su buen hacer oral, la invité a tumbarse sobre la mesa de roble central para hacerme las rayas sobre su cuerpo escultural. Primero hice una entre sus soberbios melones, inclinándome acto seguido para, agarrándolos con ambas manos con avaricia, hundir mi cara en su entreteta para esnifar mientras los sobaba a placer. Luego preparé otra igual para mi hermano, que gustosamente me imitó.

-Una para cada agujero de la nariz –propuse, haciéndome otra a continuación sobre su pubis, acabándola justo sobre el botón de su clítorix. Blanco sobre negro. Contraste ideal. Inclinándome de nuevo, esnifé desplazándome hacia abajo. Hube de presionar algo con la mano para mantener su bajo vientre convenientemente elevado, pues con los movimientos de su respiración, la parte más inmediata a su coño se declinaba peligrosamente hacia la vertical, con el riesgo inherente de desparramar el preciado polvo.

No me detuve esta vez al terminar de esnifar. En lugar de ello, continué el movimiento para, llegando hasta el centro de su potorro , hundir mi lengua lascivamente en él.

-Negra de mierda… -protesté.

-¿Qué paso? –se preocupó ella alzando un poco el cuelo para mirarme.

-Había escuchado que a las negras os huele el potorro de forma realmente exagerada.

-¡Ah, por supuesto que no! Yo soy muy limpia. Eso no son más que leyendas urbanas.

-Pues yo me cago en tu puta y negra madre y en las leyendas urbanas.

Me miró extrañada.

-Me gustan los coños sucios y olorosos. Los adoro.

Ahora lo hizo como si estuviera escuchando los desvaríos de una demente. Yo por mi parte, me limité a hundir mi cabeza en su entrepierna de nuevo, buscando con mi lengua dentro de su gruta sabrosos manjares.

-Oye, ¿y mi raya qué? –se quejó mi hermano cuando ya ella comenzó a suspirar de placer de nuevo.

-Lo llevas claro si crees que voy a separar la lengua de su potorro . Háztela tú mismo. No te molestaré.

Y no lo hice. Mi oficio mamando coños comenzaba a ser ya magistral. También el de mi hermano haciendo y metiéndose rayas resultaba equiparable, con lo cual nos compenetramos perfectamente y no hubo problema. Después preparó dos más sobre un CD y se lo ofreció a ella que, elevando su torso para quedar sentada, lo tomó junto al billete de 50 € ofrecido –raramente en mi familia los manejábamos de cantidad inferior, tan sólo cuando tras pagar algo nos devolvían- para esnifar con deleite mientras Michael le comía a placer las tetas. Luego se recostó de nuevo boca arriba para dejarse hacer, limitándose a gozar, suspirar y gritar como una perra.

En un momento dado, el cerdo de mi hermano se sacó la polla para ponérsela en la boca, y la negra comenzó a comer rabo a base de bien. No tardó demasiado en descargar él, resoplando como un búfalo , directamente en su garganta. ¡Había que ver como tragaba la gorrina! Como si del más sabroso sorbete de leche se hubiese tratado. Aunque, pensándolo bien, quizá era precisamente de eso que se trataba.

Tras ello se puso en pie ella.

-Ahora me toca a mí.

Tomándome del brazo, me llevó entonces hasta el sofá de nuevo, poniéndome a mí ahora tendida en él boca arriba y colocándose ella a horcajadas sobre mí. Apoyados Sus gloriosos y marmóreos glúteos sobre mis grandes y blandas tetas –bien cómodo para ella, bien a gusto que soportaba yo tan divino peso-, su delicioso potorro directamente sobre mi boca.

-Venga… ¡chupa gorrina!

Comenzó a restregarme entonces el coño por toda la cara mientras yo se lo lamía. Más que proporcionarle yo placer, era ella misma que se lo proporcionaba, cabalgando mi rostro y frotando su maravilloso chocho contra él como una desquiciada. Yo por mi parte, hacía lo que podía, buscando con la lengua y como una desesperada su orificio vaginal y su clítoris. La perra gritaba de gusto como una auténtica demente.

-¡¡Me corro!! ¡¡Me corro!! ¡¡¡Me corroooooooo…!!!

Como es lógico, buscaba yo en esos momentos su delicioso néctar, que ella derramaba abundantemente sobre mi cara y boca y yo tragaba ansiosa. Porque no fue una sola vez que se corrió, no. O quizá sí, pero en una continua e interminable corrida cuyo torrente aumentaba y menguaba por tiempos, pero jamás cesaba.

-¡Uuuufff…! Estoy a punto de me arme de gusto…

-Venga –la desafíe yo sin dudar nada más escuchar aquellas palabras. Me miró ella con ojos sorprendidos desde arriba, sin dejar de cabalgar mi jeta. Fue una mirada de esas que lo dicen todo. Algo así como “¿he entendido bien lo que me has dicho?; claro; ¿seguro?; seguro. Adelante”. Todo en una mera y fugar mirada.

-Vale gorrina… abre bien la boca.

El primer chorro salió disparado directamente contra el fondo de mi garganta. Corto y potente. Fue una especie de experimento. La cerda miraba esperando mi reacción. Yo simplemente tragué mirándola perversa a los ojos. Sonrío con mi “glup” al ingerir su orina . Comprobada aquélla y ya con más confianza, aflojó del todo su esfínter para dejar salir libre e su delicioso torrente amarillo, que desbordante e incontenible salió para llenar mi boca y rebasarla. No se inmutó cuando ello ocurrió, deslizando aquella exquisitez amarilla por mis mejillas hacia el sofá, empapándolo con su adorable meada que, muy profundamente, calaba e impregnaba.

Desde arriba y a mi derecha, observaba el bastardo de mi hermano alucinado.

-Pero mira que eres cerda…

Supongo que no había podido llegar a hacerse una idea todavía de cuánto realmente. Sacando su móvil de última generación del bolsillo, comenzó a grabar la escena. Huelga decir que no me corté un pelo por ello, dirigiendo mi mirada directamente al objetivo de la cámara con toda la depravación del mundo mientras me esforzaba en tragar y beber todo lo que podía.

La siguiente hora y media siguió a tono con lo relatado hasta ahora. Después se despidió la negra, muy ilusionada y hasta empollada con mi hermano –hay que decirlo, que mucho mérito tiene el que un adolescente imberbe enamore a semejante hembra-. No sé cuántos besos en la boca se dieron y cuántos engorrosos “te quieros se cambiaron”, totalmente vacíos y falsos en el caso de Michael, casi hubiera podido jurar, absolutamente auténticos en el de ella. Me sentí orgullosa de mi hermano pequeño. De todos los de la familia, él y yo éramos los más parecidos.

Quedamos en que les diríamos a los viejos que lo de la meada en el sofá –porque no había forma de ocultarla, no veáis cómo olía al cabo de un rato-, era cosa del perro de su chica. Una muchacha de su edad más o menos y con una tierna y cariñosa mascota que, en un descuido, se había orinado a gusto en el mueble. Ficticia la chavala, claro. Ya convenceríamos a alguna más tarde si hacía falta para que hiera el papel o nos inventaríamos alguna ruptura de la relación. A quien quiera saber, mentiras con él. ¡Ja, ja, ja! La vieja pondría el grito en el cielo al ver así tratado su carísimo sofá de diseño, pero a quién le importaba. Ya encontraría la forma de que lo limpiasen. O compraría otro. Algo de eso. Que se buscara la vida.

Fue así más o menos. La loca de mierda incluso soltó alguna lagrimita, mientras Michael y yo, por lo bajini , nos reíamos de ella.

No se habló más del tema ese día. Al siguiente, estando de nuevo ambos en casa por la tarde, volvimos a coincidir. Yo vestía más recatada que el día anterior, con larga falda blanca, amplia y de gasa, de Gucci y blusa del mismo color y muy ajustada de Versace. Vestía como una verdadera señorita, lo cual no resultó óbice para que mi hermano, sentados de nuevo al sofá, se volviera hacia mí y me dedicara una lujuriosa mirada. Mi padre atendía unos papeles en el despacho, arriba en la segunda planta, mientras mi madre se ocupaba de sus plantas en el jardín. Me sentí excitar al verlo mirándome de aquella manera.

-¿Qué te pasa Michael? –le pregunté con ojillos perversos.

-Nada… sólo estaba pensando en lo de ayer.

Bajó su mirada hasta mis tetas. No llevaba sujetador, claro. Raramente suelo usarlo. Ya sabéis que me gusta tener las tetas blandas y caídas. Enormes, pero dos verdaderos flanes de carne. Después me miró de nuevo a los ojos. Yo medio sonreía, como intrigada. Alargando el brazo, llevo su mano izquierda hasta una de mis mamellas.

-Te propongo algo –comentó haciéndose el interesante.

-Soy todo oídos.

-Tú me dejas que te folle y yo no le digo a los viejos lo guarra que eres.

Sonreí.

-Recuerda que te grabé mientras bebías la meada de Ingrid.

Llevando mi mano hasta la suya, la separé un par de centímetros para, tras levantar un poco el borde de mi preciosa blusa con la otra, introducir aquella por debajo de éste para colocarla directamente contra mi pecho. Piel sobre piel, carne sobre carne. Me sentí estremecer con su cálido tacto. Sin dejar de mirarle a los ojos, aproximé mi rostro al suyo para hacerlo muy de cerca.

-Michael, cariño… nada me encantaría más que los viejos se enterasen de lo zorra que verdaderamente soy.

Se extrañó mi hermanito, pero no se le vio desagradado. Sabía por dónde iban los tiros.

-Te voy a proponer yo otra cosa.

-Dime…

-Tú me conviertes en tu puta… y yo te hago todo lo que quieras. Todo…

Acercándome aun más, le besé suavemente en los labios. Apenas un segundo después, se escuchaban los pasos de mi madre procedente del jardín, lo cual nos hizo separarnos apresuradamente.

Esa misma noche acogí a mi hermano en mi propia habitación, Se trataba de una visita esperada, claro. Cuando llegó ya yo andaba dormida, pero me había ocupado bien de prepararme para recibirlo como Dios manda. Me había vestido para la ocasión con un precioso camisón rosa transparente. De la clase de prendas que no resultaba necesario ocultar de mis padres. ¿Qué importaba la ropa que usase una para dormir? Los muy ingenuos… Además de elle me había dado un buen baño con espuma y sales y me había perfumado convenientemente.

Así pues, me había acostado y quedado dormida plácidamente, en la convicción de que la llegada de mi hermanito se había de producir sí o sí y sabiendo que no resultaría necesaria ninguna participación por mi parte para alentarla o posibilitarla.

Lo primero que sentí fue la presión de sus manos al colocarlas sobre mis tetas. Permanecía yo tumbada boca arriba y lo siguiente fue la sensación de notar sus labios besando mi cuello. Desperté así con un a sonrisa en los míos, aún entrecerrados los ojos, y un primer advenimiento de humedad en mi coño.

-Huuuummm… ¿ya llegaste?

Se escuchaba el sonido del televisor procedente de la habitación de nuestros progenitores. El muy cabronazo ni si quiera había esperado a que se durmieran. ¿Impaciencia? No lo creo, no es su estilo. Más bien sospeché en cambio y desde el primer momento, que lo había buscado así expresamente por cuestión de morbo.

Acto seguido sentí como entraba a la cama para, tumbándose sobre mi cuerpo, llevar sus labios hasta los míos para besarme con pasión.

-Humm… -aprecié una vez los separó al cabo de algunos lascivos minutos, mirándole a los ojos sonriente- besas muy bien, hermanito.

-Y tu eres una perra salida.

Reí.

-De esto no se pueden enterar los viejos.

Según mirándole sonriente.

-Como quieras. A mí me da igual.

-OK pues. ¿Qué te apetece hacer primero?

Reí ahora con más ganas, lo cual llevó a que él colocara su mano sobre mi boca para evitar que siguiera haciéndolo. No eran demasiado sonoras mis carcajadas, pero en el silencio de la noche, si podían resultar delatoras.

-¡Tchhhsst…! Silencio loca.

Lentamente la retiró para revelar nuevamente mi perversa sonrisa.

-Hermanito, hermanito… ¿qué vamos a hacer contigo? No puedes tratarme así. Soy una perra, no una dama. Una perra sumisa. Me gustan los machos dominantes y agresivos, no los maricones respetuosos. Si quieres tenerme como tu puta, habrás de apr4ender a tratarme como tal.

Me miró picado él ahora, lo cual me hizo reír nuevamente. No obstante, esta vez procuré hacerlo en un tono muy bajo.

-No te preocupes. Irás aprendiendo.

Dicho esto, tomé su rostro con ambas manos para, tirando de él, arrastrarlo hacia abajo para besarlo de nuevo. En esta ocasión sí sintió toda mi pasión y lujuria desbordada.

-¡Ufff…! –exclamó alucinado cuando finalmente le permití liberarse. Miró mis tetas

A continuación, llevando una mano hasta ellas para acariciarlas y sobarlas-. Qué flipe… Ahora tengo una puta en casa. Ya no será necesario salir siempre que ande salido y necesite echar un polvo.

Le sonreí de nuevo.

-Por supuesto que no. Aquí estoy yo para encargarme.

Volvimos a fundirnos en un apasionado morreo. Ahora llevó él una de sus manos hasta mi fabuloso pandero para amasarlo a placer. Después, sin muchos preámbulos más, tomó el borde inferior de mi camisón para levantarlo y dejar expuesta mi vulva. Ya hacía rato que venía sintiendo la acerada dureza de su plenitud viril contra mis muslos. Ahora la sentí apuntando a mi orificio anterior. Un segundo después dentro de mi cuerpo. Sin ninguna preparación ni preámbulo. Pese a su juventud, Michael ya era un consumado follador. Sabía cuándo una hembra estaba preparada y mi humedad vaginal, perfectamente captada por su capullo, resultaba invitación más que suficiente.

Sentí así cómo sus 17 centímetros de durísima polla invadían mi cuerpo. Fue glorioso. De un solo viaje, hasta el fondo. Gemí como una perra en celo, cerrando los ojos y entreabriendo la boca.

-Mi amor…

Sin más palabras, comenzó a cabalgarme mi hermano pequeño. Con cuidado y precaución para no hacer crujir la cama, vigilando que mis suspiros y gemidos no alcanzasen una intensidad indiscreta. Fueron largos y maravillosos minutos. El morbo e estar siendo follada por mi propio hermano, resultaba algo incomparable. Me sentía mezquina, sucia, la mayor de las rameras… ¡era fantástico!

En algún momento comenzó a morderme las tetas. Aplicaba asimismo sus labios para chupar y hacer el vacío, con la insana y evidente intención de llenarme éstas y el cuello de chupetones.

-Sí… márcame. ¡Lléname de señales de tu pasión!

Aquello consiguió sacarlo de quicio. Comenzó así a morder con fuerza, buscando intencionadamente causar dolor y sufrimiento. A mí me volvía loca y no paraba de pedirle más. Sobre todo cuando lo hacía en mis hipersensibles pezones. Para cuando se consideró saciado, mis tetas y cuello estaban cubiertos de mordeduras y moratones.

-¡Ah, ah, ah…! –comenzó a anticipar él su orgasmo. Tomándole por los glúteos, tiré para apretar su cuerpo contra el mío. Me miró él a los ojos desconcertado.

-¡Córrete dentro…! –le desafié.

Ahora hasta se le cortó la corrida. Siguió bombeando, pero más lentamente y atónito.

-¿Qué pasa? ¿No te da morbo?

-Y si te quedas preñada ¿qué?

Encogí el gesto en una expresión de indiferencia.

-Aborto, lo doy en adopción, lo tiro a la basura… ¿yo qué sé? Ya lo pensaré.

Todavía me miró más asombrado.

-¿Serías capaz?

-¿De cuál de las tres cosas? –respondí como si nada.

-De tirarlo a la basura.

-Ah, eso… Por supuesto. ¿Para qué quiero yo un bastardo?

Cada vez se le veía más anonadado. ¡Me encantaba!

-Dentro de algunos años, no demasiados, tendré un hijo. O dos, o tres… ya veremos. A las hembras las educaré desde su nacimiento para ser unos verdaderos putones. A los machos para follarme y ser unos auténticos degenerados. Pero no todavía.

Parecía gustarle la idea. Ninguna sorpresa. Conozco a mi hermano desde que nació. Sé de que pasta está hecho. De la misma que yo. Claro.

-Aunque, ¿sabes?... dicen que los hijos tenidos entre familiares próximos corren un altísimo riesgo de salir con taras mentales.

Sonreí morbosamente, mirándole a los ojos con muchísima depravación en los míos.

-Eso me gustaría. Si saliera niña, guapa e imbécil… ¡sería perfecto! Una bastarda así sería fácil y totalmente manipulable. La utilizaría de chacha toda la vida y la entregaría a los más degenerados de mis amantes para que abusaran de ella cuanto quisieran y la sometieran a las mayores vejaciones imaginables.

-¿Estás hablando en serio?

-Por supuesto que sí. ¡Ufff…! ¡Me estoy mojando toda de sólo pensarlo! Otra vez.

-Hermanita… eres una verdadera hija de puta.

Reí de nuevo.

-Tú lo sabes bien. ¿Quién era la te conseguía la coca cuando empezabas a flirtear con ella?

Se le vio cínico.

-Tenía muchas formas de conseguirla.

-Sí y yo era una de las principales. Pagaba tu silencio, que por aquél entonces aún me importaba algo, en gramos de escama.

No le desagradó el recuerdo.

Comenzó a bombear de nuevo sin decir más. Obviamente, se corrió dentro de mi cuerpo.

Aquellos encuentros pasaron a ser práctica frecuente en casa. Y sin embargo no llegué a quedarme preñada. Como había afirmado, no era el momento.

Pasados algunos meses, ya asentada en mi mayoría de edad, mis padres y yo llegamos a un acuerdo. Aún no había salido a la luz el vídeo, pero lo mío ya hacía mucho que pasaba de castaño oscuro. Me había follado a gran parte del vecindario y a muchos de los empleados de mi padre, incluidos varios casados. Desde siempre he tenido debilidad por los hombres comprometidos. ¿Qué quieren?, soy así de guarra.

El caso es que algunas de esas aventuras trascendieron y la cosa comenzaba a tomar cariz de próximo e inminente escándalo, a consecuencia de lo cual mis padres me propusieron irme a vivir algún tiempo con mis tíos Dusseldorf. Ellos eran más liberales y abiertos. Esperaban que allí, con algo más de tolerancia y una libertad para realizarme que ellos no podían consentir en la suya, alcanzase algún punto de equilibrio. Que su hija era una golfa y no podía hacerse nada por evitarlo, era algo que ya tenían asumido, pero mantenían la esperanza de que pudiera aprender a llevarlo con discreción y clase. Mis tíos no veían las cosas como mis progenitores. Para ellos las chicas de hoy día no son como las de antes. Son más desinhibidas y follan sin problemas, como los chicos. Si ellos pueden follar sin problemas con todas las que quieran, ¿por qué ellas no? Era su forma de pensar. Parecía pues que allí me encontraría más cómoda. Además tenía una prima de mi edad aproximada, con lo cual me adaptaría rápidamente y sin problemas.

Por mi parte no puse ninguna pega. Estaba más que harta de tener que andar continuamente simulando que era lo que no era.

Cuando llegué a casa de mis tíos, fui recibida con gran alegría por toda su familia. Es decir, ellos dos, mi prima y mis dos primos, algo mayores que nosotras. Hubo algo que me excitó desde el primer momento. La mirada de el hermano de mi padre. A todas luces, no habían tenido plena noción de lo que se traían entre manos cuando aceptó la petición de mis padres para ir a vivir con ellos. Por supuesto, estaban al corriente en cuanto a lo que a mi naturaleza zorrona respectaba. Mi vídeo –el primero- había sido famoso a nivel nacional en mi país, un verdadero escándalo. Ellos vivían en Alemania, pero no hubieran podido dejar de enterarse siendo parientes cercanos. No pusieron ninguna pega en cambio. Como dije, eran bastante liberales. Para ellos se trataba de un desatino adolescente nada más. Algo que se me había ido de las manos, pero a lo cual no había que dar tanta trascendencia. Los chavales de hoy día estaban así.

Como les digo, mi tío me miró de una forma muy especial. Tan sólo por un momento, pero en modo alguno hubiera podido pasar desapercibido a hembra alguna. Afortunadamente, nadie más se apercibió de ello.

Hacía mucho que no nos veíamos. Desde que yo tenía 12 años. El pobre no tenía ni idea del pedazo de hembra en que se había convertido su “tierna” sobrinita –y digo tierna entre comillas, porque ya para aquella edad se las traía la que escribe aunque él no lo hubiera sabido, ustedes ya lo saben-. El caso es que aquella niña rubita y de aspecto angelical, se había convertido en un pedazo de pibón con unas tetas y un culo de escándalo. Su preciosa carita seguía siendo la de un angelito, pero sus espectaculares ojazos azules brillaban como los de un diablo.

Ese día vestía similar al de mi hermano. De hecho, es posible que llevase la mima ropa. O similar. Qué más da. Es ropa. Me encanta gastar muchísimo dinero en ropa carísima. Y más aun, ya lo comenté, pensando que con lo que yo despilfarro en frivolidades, podrían sobrevivir muchos niños en el Tercer Mundo. Pienso en cómo sufre y mueren de hambre mientras yo gasto a expuertas y sin parar y me siento genial.

Vale, que me desvío. Camisa de Gucci , falda de Versace… ¿o era de Caterina Gatta para Vogue ? ¿Armani? ¡Bah!, lo mismo da. El caso es que la falda se mecía al sensual compás de mis caderas y que la blusa marcaba unos melones imponentes, que dentro de ella bailaban libres de la opresión de sujetador alguno. Fue sólo un momento que los ojos le brillaron. A continuación se le fueron a éstas. Un momento. Bastante para darme a entender lo que sintió. Él se dio cuenta. Me lo confirmó cuando volvió la cara cortado.

Lo primero que hice fue follarme al novio de mi prima. No es que me gustase especialmente, pero me daba morbo. Soy así de cabrona. Le metí cuatro polvos –es una forma de hablar, fueron más, claro- y, cuando lo tuve loco por mí, pasé de él como de la mierda. Sólo quería follarme al chico de mi prima y saber que, si quisiera, se lo quitaría. Tras ello ya no me importaba. Fue un verdadero cuadrito. Tras conocerme íntimamente, ella ya no le decía nada y acabaron cortando. Claudia, mi prima, se pasó semanas llorando como una Magdalena. Durante todo ese tiempo estuve a su lado “consolándola”, mientras por dentro me partía el culo de risa.

Pero fue buena la cosa. Mi prima estaba bastante buena. No tanto como yo, claro. Yo soy rubia de ojos azules, ella morena de ojos oscuros. Tengo mejores tetas, mejor culo… en fin. Pero estaba bien buena igualmente, vamos. La amrga experiencia con su chico me sirvió para arrastrarla hacia el lado oscuro. Le hice ver que los tíos eran todos unos cerdos –ella no sabía que yo había estado tirándome al suyo, por supuesto- y que teníamos que ser unas zorras. No se merecían que guardásemos el recato. Fue así como la convencí y gané una compañera de salidas, orgías, etc. Nos follábamos todo lo que se movía y nos resultaba atractivo. Tríos, camas redondas, intercambios de parejas… ¡fue genial! Realmente llegué a cogerle cariño a Claudia y aun a día de hoy, es mi prima favorita.

Mi tío. A raíz de aquella mirada, las veces que nos cruzábamos resultaban un tanto embarazosas. Para él, claro. Para mí en absoluto. Yo lo miraba con esa media sonrisa que puede interpretarse de tantas maneras. “¿Se me está insinuando?”. “Es una cría, no se habrá dado cuenta”. “¿Es sólo una sonrisa?”. Y sin embargo mi atuendo resultaba escandaloso. Sobre todo para ir por casa, no usaba otra cosa que no fueran shorts indecentemente cortos y camisetas y tops de vértigo. En alguna ocasión me dio algún toque mi tía, muy indirecto y procurando resultar simpática, pero cuando su propia hija comenzó a vestir igual, comenzó a pasar de todo. Éramos jóvenes, teníamos que divertirnos. Me encantaba la mentalidad de mis tíos.

Sentía la mirada de él en mi culo. No volví a descubrirle mirándome los melones, aunque sé que lo hacía cada vez que podía y no me daba cuenta. Era delicioso. Adoraba exhibirme ante él. Al igual que el novio de mi prima, no era que físicamente me resultara atractivo, sino el morbo que el contexto y situación implicaba.

Una noche, mientras mirábamos una peli de miedo, mi tía se fue a preparar algunas palomitas, dejándonos a mi tío y a mí solos en el saló. Con el sistema de cine en casa, de noche y a oscuras, la cosa resultaba realmente atemorizante. El primer acercamiento lo busqué únicamente por ello y sin malicia alguna. Palabra. Arrebujada en la manta, me acerqué hasta él para, levantando ambas, la suya y la mía, pegar mi cuerpo al suyo y taparnos de nuevo. Teníamos calefacción, por supuesto, pero resultaba más interesante ver las películas de terror así. No nos miramos a los ojos, pero sé que los dos comenzamos a pensar en lo mismo instantes después. Nada cambió en nuestra posición ni iniciamos ningún toqueteo, pero, de momento, la cosa pasó a tomar un cariz erótico para ambos. No me lo dijo él, pero sé que fue así. Esas cosas se sienten.

Mi tía volvió con las palomitas y tomó asiento entre ambos. En algún momento, él y yo comenzamos a jugar con nuestros pies sin que ella se diera cuenta. No se trataba de ningún juego de provocación o insinuación, sino de uno que se pueda tener con cualquiera, familiar o no, de tu propio sexo o del contrario. Y sin embargo, el hecho de que procurásemos que mi tía no se enterase lo dejó todo dicho.

Dos o tres días después, mientras yo cortaba parte de una tarta helada en la cocina para ponérmela en un plato, sentí llegar a mi tío por detrás. Sin una sola palabra, sus manos pasaron rozando mis costados para, ya desde delante, ascender para agarrar mis voluminosas tetas, al tiempo que su mejilla se pegaba a la mía. Mi tía había salido. Estábamos solos en casa.

-¿Nunca usas sujetador?

Sonreí. Me gustaba cómo me las amasaba.

-Sólo cuando es absolutamente necesario.

Sí, me gustaba. Me gustaba mucho.

-¿Quieres que deje de hacerlo?

-En absoluto. Llevo mucho tiempo esperando. ¿Por qué tardaste tanto en decidirte?

Nos separaban casi treinta años de edad. Nos unía una misma línea sanguínea. Estaba profundamente turbada de placer. Mi potorro comenzaba a destilar jugos abundantemente, anticipando la follada que en breve iban a pegarme.

Sin responder a mi pregunta, bajó mi tío una mano para, tomando mi falda de gasa, subirla hasta mi cintura. Al mismo tiempo, con la otra desabrochaba mi blusa para liberar mis enormes y bamboleantes globos de carne y sobarlos directamente.

-Oh… -suspiré. Estaba en el Séptimo Cielo.

-Fóllame tío… fóllame, por favor.

Buscó las braguitas o el tanga con el mismo éxito que el sujetador.

-Verdaderamente eres zorra, ¿eh?

-Muchísimo tío –afirmé con un hilo de voz, los ojos cerrados de gusto.

Sentí la polla de mi tío entrar desde atrás. Luego comenzó a bombear sin compasión, mientras con ambas manos sobaba y amasaba mis tetas. Se le veía extasiado con ellas. Por supuesto. ¿Quién no lo estaría?

-¿Tomas la píldora?

-Sí… -mentí con voz igualmente débil.

Se derramó entonces mi tío larga y abundantemente dentro de mí. Fue algo maravilloso. No me molesté en limpiarme ni nada por el estilo. Simplemente me arregle la falda y me volví. Mientras me guardaba las tetas y me abrochaba la blusa de nuevo, le miré a los ojos perversa.

-¿Sabes, tío?; te he mentido. No tomo la píldora.

Me miró él escandalizado.

-Oh, no te preocupes. Para eso están la píldora del día después y las clínicas abortivas.

No pareció él tan tranquilo como yo.

-¿A que es morboso?

Aproximando mi rostro al suyo, le besé en los labios.

A partir de ese día las folladas con el hermano de mi padre pasaron a ser algo bastante cotidiano. También me follé a mis primos, por supuesto, y a buena parte de sus pandillas de amigos. Incluso metí en ello a su hermanita pequeña. Para cuando yo dejara aquella casa, nada volvería a ser igual en aquella familia.

Intenté convencer a mi tío para montar una orgía con sus dos hijos y yo como única hembra para los tres, pero no accedió de ninguna manera. Yo le había comentado que follaba con ambos y que hasta me había montado tríos con ellos. A él no le hacía ninguna gracia, claro, pero no podía objetar nada dado lo que él mismo conmigo estaba haciendo. El caso es que, por más que insistí, no hubo forma.

Y fue en una de esas veces en que yo insistía y él se mantenía firme en el no, que su mujer nos sorprendió juntos en la cama. Solíamos ir a montárnoslo a una cabaña que ellos tenían en un bosque de las afueras. Ella no se acercaba por allí casi nunca, salvo de vez en cuando para echar una mirada a las plantas que cultivaba. Ése día no tocaba pero el destino quiso que, un cúmulo de circunstancias, la llevasen a adelantar su visita semanal. Confiados y distraídos en nuestra discusión, no escuchamos la llave entrar y girar en la cerradura. El coche lo había dejado junto a la verja de entrada para acercarse andando hasta el invernadero, con lo cual tampoco sentimos el motor. Cosas del Diablo.

Nos pilló a los dos en pelotas en la cama, la polla semifláccida de mi tío en mi mano. La escena fue grotesca. Supongo. A mí me dio por echarme a reír.

Aquello no podía sostenerse. Esa misma tarde llamaron a mis padres y ,e mandaron de vuelta a casa. Llegados allá, me preguntaron éstos que qué había pasado, a lo cual yo respondió encogiéndome simplemente de hombros.

-Preguntádselo a ellos.

Evidentemente, no se lo dijeron. Pasados un par de meses, se descubrió además mi pastel con el chico de Claudia, con lo cual se objetó aquello como motivo. Lo que más me molestó fue enemistarme con mi prima. Aunque no demasiado tampoco. Había gozado enormemente poniéndole los cuernos. Un buen polvo vale más que cualquier amistad o fidelidad. Luego, con el tiempo, las aguas regresaron a su cauce y volvimos a ser amigas.

No quedó ahí la cosa. Mi tío había quedado realmente prendado de mí y comenzó a realizar algunos viajes para ver qué tal seguía. A mi tía se la llevaban los demonios, claro, pero la posición económica que le deparaba su matrimonio le impedía montar un escándalo. En cada uno de esos viajes, follaba yo con él como una descosida. En la propia casa de mis padres y durmiendo bajo el mismo techo. Había noches incluso, en que follaba con él y con mi hermano. Primero con uno y después con el otro. ¡Delirante!

El caso es que, en algún momento, decidió ella que los celos la podían y comenzó a venir con él. Estaba cantado. Una noche nos pilló empomándome él por detrás en el pasillo del segundo piso, mientras los demás cenaban en el salón. Podéis imaginároslo. Mi tía se puso a gritar como una loca y mis padres subieron a la carrera alarmados, sorprendiéndome con las tetas al aire. La falda cayó por su propio pesó cuando salió la polla de mi tío de mi cuerpo, pero no me dio tiempo a ocuparme de éstas. Tampoco es que hubiera tenido demasiadas ganas. Me saturaba toda aquella hipocresía y apariencia de lo que no es.

A todo esto, a mi regreso tras la temporada viviendo en casa de mis tíos, mis amigos me habían preparado una casa de la que había sido la mejor de ellos, que hizo de organizadora y anfitriona. Para no perder comba, se lo había pagado yo enrollándome esa misma noche con su nuevo novio. Un chico marroquí 14 años mayor que nosotras que me sedujo nada más verlo. En este caso, al contrario que en el de mi prima, sí me cautivó el tipo por él mismo. Era guapo a rabiar y la forma en que me miraba las tetas y el culo sin disimulo me hizo humedecer desde el primer momento. Se pasó toda la fiesta persiguiéndome e insinuándose, de forma que, apenas dos horas después de haber comenzado, ya había conseguido llevarme a un rincón apartado para morrearme y sobarme todo el cuerpo a placer.

En el tiempo que de ello a la movida en mi casa con mi tía fue, la cosa se fue consolidando entre nosotros. Era la clase de hombre que me gusta. Moro, muy guapo y poco dado a la higiene corporal –no por ser moro, que también hay guarros entre nosotros-, muy machista y dominante con las mujeres… Con la primera bofetada que me dio, me hizo entender que estaba ante el primer gran amor de mi vida. Mustafá, que así se llamaba él, y yo follábamos a escondidas de Corinne, mi amiga. Nos gustaba hacerlo cuando andaba ella cerca, en su propia casa, mamándosela yo en el coche si estábamos los dos sentados en el asiento de atrás sin que nadie se diera cuenta… esas cosas. Yo por mi parte, seguía follando con mi tío y con otros machos también, claro. Un día en que habíamos quedado para salir a bailar ala discoteca, Mustafá trajo con él a un amigo argelino para que me acompañara y no me sintiera como una aguantavelas. El caso es que el chico estaba bastante bien también y comenzamos a tontear , de suerte que él, loco de celos, me siguió en una de las ocasiones en que me ausenté para ir al aseo y me asaltó ala salida cruzándome la cara con una sonora y muy dolorosa bofetada.

Mucha de la gente que había alrededor y había presenciado la escena, saltó sobre él para retenerlo y aun agredirlo creo, pero yo me precipité en su defensa. Incluso creo recordar que le crucé la cara de algún revés a alguna zorra que lo insultaba. No estoy segura. El caso es que llegaron enseguida los porteros alertados por la repentina agitación. Yo era de sobra conocida en los ambientes nocturnos de la ciudad. Si fueron cuatro o cinco los gorilas que vinieron, creo que me habría amorrado al pilón de al menos tres d ellos con anterioridad. Quisieron creerme a mí cuando les dije que se habían arrojado sobre Mustafá por puros celos y racismo al principio, al vernos juntos y creerlo enrollado conmigo. Total, que mi amiga no se enteró de la película y mis pretendidos defensores acabaron en la calle, varios de ellos golpeados y contusionados por mis amigos de la seguridad de la discoteca. Mientras los sacaban así a golpes y empujones, aún se volvían para mirarme indignados e irritados, a lo cual yo respondía con ingratas y maliciosas risas y sonrisas.

Bueno, volviendo con el hilo principal, el escándalo con mi tía marcó un punto de inflexión. Hubo de nuevo mesa redonda en casa, con participación de Michael en esta ocasión además. Ya iba teniendo edad para entender las cosas y opinar, y además había estado presente cuando se levantó la liebre. Mi padre me llamó de furcia para arriba, sin que con ello consiguiese ofenderme lo más mínimo.

-Pues claro papá, ya lo sabes hace mucho. ¿De qué te sorprendes ahora?

La situación fue violentísima. Una cosa era ser una redomada golfa que, ya desde adolescente, se acostaba sin ningún miramiento con todo macho que le resultase atractivo, ya fuera casado, comprometido, le triplicase la edad, conocido de la familia… Una auténtica zorra que no respetaba nada. Eso era algo muy difícil de aceptar para un padre, pero lo de esta vez había rebasado todos los límites. En algún momento, perdió mi progenitor los nervios e intentó agredirme físicamente, ante lo cual saltó mi hermano en mi defensa, agarrándole y reteniéndole el brazo como buenamente pudo.

-Si quieres pegarle a Emelyne, vas a tener que reventarme a golpes a mí antes.

Lo miró desconcertado mi padre. Nunca antes le había hablado así ninguno de sus hijos varones.

-¿Cómo puedes defender lo que ha hecho, Michael?

-¡Porque yo también me la he follado!

Aquello cayó como una bomba a mis progenitores. Mi madre simplemente quedó con la boca abierta. Los ojos como platos, ambas manos llevadas a su atractivo rostro. Mi padre, congelado en el sitio.

-Estáis tan absortos en vuestras cosas que no os enteráis de nada. Llevamos meses follando como locos bajo este mismo techo. Visito a Emelyne en su propia habitación o ella me visita a mí, mientras vosotros veis alguna película en la cama.

Aquello no podía ser. Lo mío ya había pasado de castaño oscuro y hasta de negro, y la afición de Michael a las drogas, las putas y las fiestas comenzaba a ser más que evidente también. Había que buscarle una solución definitiva a aquella situación. Fue así como mis padres decidieron aceptar la proposición que ya les había hecho dos años atrás. Yo no tenía pega alguna en buscarme la vida trabajando de puta, oficio que, dado mi espectacular físico y belleza, me reportaría el dinero necesario para mantener el tipo de vida de que gustaba. Ellos por su parte, no podían permitir que su amadísima hijita acabase así. El trato era justo: ellos me pasaban una paga razonable de por vida y yo me iba a vivir lejos, a algún lugar donde mis escándalos no salpicasen a la familia. Razonable.

La cantidad quedó establecida en 6000 € mensuales. Perfectamente adecuada al poder adquisitivo y la economía familiar. A cambio, yo me iría a vivir con mi amante a Marraquech, su ciudad natal, y dejaría de avergonzarles en público y en privado. Igualmente, quedó sentado un pacto similar con Michael para cuando alcanzase la mayoría de edad, dada su oposición rotunda y tajante a abandonar su modo de vida y vicios. Se entristecieron mucho con ello nuestros progenitores, pero no les quedaba otra. La vieja había parido a una puta redomada y a un vicioso irredimible. No quedaba más que aceptarlo y buscar la mejor solución posible.

Continuará

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::

Añadido sobre la naturaleza real o ficticia del relato.

Hembra Oscura y Emelyne no son una misma persona, como se puede comprobar fácilmente al tener otros relatos escritos con este nick en la Red. Internet. Historias diferentes con protagonistas diferentes. Sin embargo, no se trata éste de un relato de mera ficción tampoco. Visto el interés que ha generado “Historia de una guarra”, siendo muchísimos los mails recibidos preguntándome acerca de éstas yotras cuestiones, no em sabrá mal aclararlas un poco.

La que firma y escribe es autora de novelas y relatos dentro del género terror, subgénero gótico. Me informo y recopilo información para mis novelas, hablando con la gente y conociendo sus historias. A menudo busco impresiones –no tanto experiencias tal cual, sino la impresión que causan en mi alma bohemia- en lugares donde más intensas se pueden encontrar, debido a las influencias del contexto. Así hablo con jóvenes  borrachos o hasta las cejas de droga en conciertos; prostitutas y sus clientes en clubes swinguer y similares, etc. En principio se trata de buscar anécdotas, personajes, situaciones… que me inspiren para mis novelas, bien sea para pasajes concretos, bien para el planteamiento general de la historia; pero encuentro a menudo detalles de extraordinario morbo sexual, al menos en lo que a mi entender respecta. Algo que no podría incluir en mis novelas que, aunque tienen siempre un poderoso ingrediente erótico y hasta sadomasoquista –el romanticismo gótico siempre lo tiene-, nunca llegan a lo pornográfico. Me parece sin embargo desaprovechar un extraordinario material el abandonarlos sin más, y es en esas cuando, a veces, decido escribir estos relatos. Quizá más adelante me aventure a publicar algo dentro del género erótico/porno, pero de momento me limito a subirlos a estas webs . A veces empiezo la historia intentando ceñirme en lo posible a la realidad, si bien siempre me concedo licencias en beneficio del morbo, añejándome después de ello progresivamente para adentrarme ya en la pura ficción en las secuelas. Otras tomo un detalle real y de él construyo una historia de ficción. Otras recombino varias historias reales o éstas con detalles de fantasía.

La primera referencia de esta historia la conocí en un pub de 24 horas de la costa levantina, un día entre semana y de invierno, cuando sólo prostitutas, cocainómanos y demás gente de la noche y la bohemia queda por allá. Me hablaron de una chica tan bella como zorra, comentándome un chico que le gustaban películas de bastante mal gusto. No directamente pornográficas, sino de una familia muy guarra que, al parecer, se dedicaba a competir con otras por el título de la más guarra del mundo. Escenas en que lamían vómitos, cagadas de perro, etc. Pensé que aquélla era una persona digna de conocer y conseguí que me la presentaran. Nos hicimos muy amigas y llegamos a compartir salidas de fiesta y demás, alcanzando el nivel de mutuas confidentes.

Hace ya más de dos años que le perdí la pista de esta chica. Anduvo casada con un mulato caribeño dueño de un pub de 24 horas mítico en Benidorm, hoy ya desaparecido creo, y actualmente dedicado al tema de los clubes de alterne en la zona de la estrada. Los habituales de la noche benidormí sabrán sin problemas adivinar de quién hablo. Luego se pelearon y lo dejó para irse con un joven marroquí. Lo último que tengo entendido de ella es que se fue con él a vivir a Marraquetch.

A partir la segunda parte, la historia comenzará a alejarse de lo real y a adentrarse en lo ficticio. Hasta ahí, lo narrado refleja en buena medida la realidad.