Enjaulado

¿Crees que no puedo bajarte las bragas desde aquí? Dalo por hecho que puedo.

Perra, me tienes famélico y muerto de hambre. Al principio sólo era una sensación molesta pero ya llego al dolor de huevos mental. Llevo varios días al límite, enjaulado por voluntad propia. Hoy me las vas a pagar.

No sé qué prefiero, perra ignominiosa, si que te mees encima cuando me veas entrar por la puerta con la fusta en la mano o que te mojes de golpe como zorra que eres. Riéte, perra del infierno, ahora que todavía puedes. ¿Crees que no puedo bajarte las bragas desde aquí? Dalo por hecho que puedo.

Usaré tus manos que para eso son mías. Usaré tus manos para que NO te toques, sólo quítate las bragas y métetelas en la boca. ¿Reconoces el olor, el sabor, la marca? es el olor de una cerda, de una perra en celo, una perra encerrada con el coño caliente durante demasiado tiempo. Esa esencia que hueles ME PERTENECE y LA QUIERO.

Me gusta ver a mi perra a cuatro patas con las bragas en la boca, rodillas clavadas, coño palpitando por tacto. Me muero por azotar ese coño, lo quiero abierto y babeando para mí todo el puto día, pero te adivierto: ay de ti como te toques y te corras por cuenta propia. No tengo que contarte lo que te haría si te tocas y te corres sin permiso, cerda, ¿o sí?

Me gusta ver a mi perra culeando en el aire y gimiendo, mascar ese vacío que está sintiendo entre las piernas y más adentro. Abrete más y levanta las caderas, ofreceme eso que arde para que escupa en ello; quiero follarte con los dedos hasta golpear con mis nudillos tu periné, exporar, frotar, jugar como demonio, azotarlo con un matamoscas. Me estoy riendo, pero para tu suerte o desgracia la risa nunca me ha bajado la libido.

Me pregunto cuánto tiempo aguantaría mi perrita sin lloriquear, sin pedir eso que me muero por darle. Zorra consentida, sabes que me encanta que me lo pidas (si estoy de buen humor) y que al final te lo daré de un modo u otro, cuando me demuestres lo perra que eres.

Me gusta ver a mi perra así, con el coño tan caliente que la marrana se frotaría con cualquier cosa. Si pudieras elegir, perra, ¿con qué te frotarías? vas tan ciega que no eliges, te llevas al coño lo primero que tienes a mano: el brazo del sofá, un cojín o el maldito lateral de la pata de la mesa, con tal de que no te toques y sigas sobre tus cuatro patas me vale. Frótate para tu Amo, zorrita, y piensa, si pudieras elegir una parte de mí, ¿contra qué te frotarías?

Elijas lo que elijas sería divertido. Mi pierna, por ejemplo, aunque te azotaría por mojarme los vaqueros. O mi mano, el canto, o incluso la palma o el puño. Imaginar eso te ha gustado, ya lo sé. Tal vez prefieras la puntera de mi bota, sería una delicia ver cómo te la montas en cuclillas. O igual prefieres rabo, bueno, si tienes el arrojo de pedirlo igual te lo doy. Dime, ¿crees que aguantarías mucho tiempo sostenida, con esa tensión, sin correrte?

Levantate, elije un instrumento. Cepillo, zapatilla, pala, ya sabes para qué. Déjalo en la mesa y vuelve a donde estabas, quiero tenerlo a mano porque sé que, por mucho que te esfuerces, al final te correrás sin permiso. No es que necesite una razón para calentarte el culo, entiendeme, pero ahora me pone jugar a que es por tu culpa. A ti también te encanta que pulse resortes, en el fondo queremos lo mismo.

Me estoy riendo otra vez.

Quiero follarte, zorra. El corazón me late rápido, te agarro del pelo y meto mi rodilla entre tus piernas presionando donde palpita. Qué vergüenza de perra, arruinando definitivamente los pantalones del Amo con los jugos de su coño que traspasan la tela.

Sentado cómodamente detrás de ti, te dejo que te frotes durante un rato contra mi rodilla y te acaricio el culo con la lengüeta de la fusta. Mmmmmm. Me da pereza incorporarme pero fantaseo con separar tus nalgas y masturbarte el culo con un dedo sin lubricante. O dos. O tres, ¿cuántos entrarían? No seré suave, pero estás tan mojada que eso da igual.

Supongo que podrías correrte así, frotando el coño contra mi rodilla hasta que salten chispas y con dedos entrando y saliendo de tu culo. Estás viendo la pala delante de ti, o lo que me hayas traido para aplicarte el correctivo necesario si lo haces. ¿Quién te ha dicho que pares de moverte?

Te agarro del pelo, te juro que quiero girarte contra el sofá y clavártela de golpe, pero me contengo para hacerte sufrir un poquito. Ya te lo imaginas, eso me pone más. Quiero ver hasta donde llegas y cuánto aguantas así, ver cómo explotas y te corres contra una vil pata de mesa o de sofá, disfrutar la prueba irrefutable de que eres MÍA ya que, aunque lo tengas prohibido- y sabiendo que lo vas a pagar-, te corres para mí.