Engaños

Lo que más duele en una ruptura es el engaño. El haber sido herido en el orgullo puede destrozarte emocional y psicológicamente. A no ser que reacciones positivamente y seas capaz de reponerte

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Engaños

Abro la puerta de mi casa. Al entrar grito:

— ¡¿Dónde están mis niñas?! — Una algarabía de vocecillas me recibe gritando

— ¡Papi! ¡Papi! — Las niñas se abrazan a mis piernas y casi me hacen perder el equilibrio. A la más pequeña, Laura, la cojo en brazos y me besa dejando mi cara llena de babas. Le correspondo  abrazándola y besando sus mejillas. En cuclillas beso a las dos mayores. Adelita y Luci.

—Por fin German, me tenías intranquila — La voz preocupada de Lucia me lleva a abrazarla sin soltar a nuestra hija. Un beso cargado de emoción nos une a los dos, la pequeña Laura protesta requiriendo atención.

—Lo siento mi vida, me metí en un atasco monumental en la autovía, al parecer se produjo un accidente… Pero ya estoy aquí. Con mis niñas, mis preciosas niñas.

—Vamos a la mesa, ya está puesta; vamos Lauri, a comer… — Lucia se separa y me empuja agarrada a mis nalgas hasta el comedor.

— ¡Vaya! ¿Qué celebramos? — La mesa con la vajilla buena, con mariscos, asado de carne, vino tinto y cava, que no son los de todos los días… Las niñas con comida a su gusto y zumos de frutas…

—Hay que ver lo despistados que sois los hombres; ¿ya no te acuerdas de qué día es hoy?

De pronto caigo en la cuenta… Claro hoy hace cinco años qué…

—Por Dios Lucia… ¿De verdad vamos a celebrar eso?

—Sí German, fue un día nefasto por un lado, sobre todo para ti, pero por otra parte fue el principio de nuestra felicidad ¿no crees? Ya es hora de que superes aquello y que mejor forma que celebrándolo. Te quiero con toda mi alma…

—Vida mía… Y yo a ti, y tienes razón. Yo ya había olvidado lo que pasó, pero es bueno que lo recordemos y juntos…— Nos abrazamos nuevamente los dos; una lágrima surcaba el rostro de Lucia.

—Mami ¿por qué lloras? — Laurita nos miraba sorprendida… No entendía nada, hizo un pucherito.

—Porque soy muy feliz Lauri… Muy feliz… Con papi, con tus hermanitas y contigo…

Nos sentamos a la mesa y dimos buena cuenta de los deliciosos manjares que Lucia había preparado. Al terminar de cenar acostamos a las niñas en su dormitorio; tras los besos de rigor Luci y yo nos abrazamos en el sofá para ver la TV. Con una mano acariciaba los cabellos de mi mujer que me cogía la otra y la besaba. Una sensación de inmensa felicidad me embargaba.

Mi mente se remontó cinco años atrás en el tiempo…


Había salido antes de mi trabajo por haber terminado una tarea asignada. Pensaba darle una sorpresa a mi mujer, Adela; al entrar en casa unos lamentos en el dormitorio me alertan de que algo pasa. Me preocupa que haya sufrido algún percance.

Al acercarme, por la puerta entreabierta, veo a mi esposa en la cama de matrimonio boca abajo con un hombre sobre ella. No son lamentos, son gemidos de placer...

Una sensación extraña recorre mi cuerpo. Escalofríos y hormiguilla en las manos. La sien parece querer estallar. Me alejo y trato de reponerme. Mi “amigo Manuel” se folla a mi mujer…

Recapacito; pasada la primera impresión una sensación de frialdad me invade. Pongo mi móvil en modo silencio, cámara en video y me acerco de nuevo. Por la rendija de la puerta grabo lo que ocurre dentro de mi habitación.

Para evitar que me puedan ver solo pongo el aparato en la ranura, yo veo la pantalla. Manuel está sobre Adela follándola con furia. Ella boca abajo recibe las empujones emitiendo gemidos. No se por donde la penetra, pero por cómo se  queja debe estar follándole el culo… Tras unos minutos, que se me hacen eternos, Manuel emite un rugido y se separa de ella dejándose caer en la cama…

Adela se incorpora y se sienta apoyando la espalda en la cabecera de la cama. De la mesita de noche coge un cigarrillo y lo enciende, da una calada y se lo pasa a él, que lo recibe y sigue fumando.

—Eres una bestia Manu. Me has dejado el culo escocido, no me voy a poder sentar en una semana…

— ¡Pero que exagerada eres! ¡Si tienes el culo como la boca del metro! ¿Tu marido no te lo folla?

—No, a él no lo dejo porque se puede dar cuenta de lo abierto que lo tengo… Para él que soy virgen de atrás… Jajaja

— ¿Y el coño? ¿No se dio cuenta que lo tenías más que abierto cuando te folló la primera vez?

—Ya sabes que no. Disimulé diciéndole que me dolía mucho y el muy imbécil se lo tragó… Jajaja

— ¡Pero que puta eres! ¿Qué pasará cuando sepa que las dos niñas no son suyas? ¿Le dirás que son mías?

— ¡Déjate de tonterías! ¡No debe saberlo nunca cabrón! Debías haberte casado conmigo y no con la guarra de Irene.

— ¿Cabrón yo? Cabrón él, que ha cargado contigo y con las dos niñas y cree que son suyas… Pero bueno, dejémoslo así. Toma el cigarro mientras te chupo la almejita que no te has corrido aun…

En la pantalla veo a mi “amigo” Manuel con la cabeza entre los muslos de mi mujer, mientras ella, con la espalda recostada en la cabecera de la cama, fuma indolente.

A los pocos minutos, Adela, aplasta el cigarro en el cenicero de la mesilla de noche y agarra la cabeza de Manuel aplastándola contra su coño, moviéndose como una posesa y gritando palabras inconexas. Separa los muslos y tira del pelo de él para separarlo de su sexo que aparece brillante por las babas que han segregado.

Ella queda desmadejada sobre la cama; él, se incorpora y de pie sobre la cama, se orina apuntando a Adela que se levanta dándole guantazos que al otro le provocan risotadas, sin dejar de regarla.

Ella lo derriba sobre la cama y se coloca abierta de piernas sobre él y descarga una meada en su cara. Acaban riendo los dos, abrazados y dejándose caer en la cama empapados de orines y flujos…

Tras unos minutos de relax se levantan y se dirigen hacia el baño del dormitorio donde se duchan y se lavan uno a otro entre bromas, entre las que destacan las referidas al cabrón de su esposo, o sea… Yo…

He grabado casi todo lo acontecido. Salgo de mi casa sin hacer ruido y me voy al bar de enfrente desde donde tengo una vista de la puerta del bloque de mi casa. Me tomo un café y espero hasta ver salir a Manuel, que se sube las solapas del chaquetón y se dirige rápidamente a la boca del metro cercano.

Dejo pasar unos minutos y subo a mi piso… Sorprendo a Adela limpiando los restos de la batalla. Me mira muy extrañada por la hora en que regreso a casa y le explico que he salido un poco antes porque he terminado mi tarea antes de lo que pensaba. Ella se acerca para darme un beso, pero le retiro la cara. Me da asco…

— ¿Cómo es que huele tanto a meados? — Pregunto haciéndome el inocente.

—Han sido las niñas. Antes de llevarlas a la guardería las he tenido en la cama conmigo y se han hecho pis… Por eso estoy oreando el colchón y cambiando las sábanas.

—Vale, voy al despacho, adelantaré trabajo para mañana. — La dejo en la habitación y voy a registrar la basura a ver si utilizan preservativos… No encuentro ninguno.

Manuel no lo llevaba puesto cuando follaban, o sea lo hacen sin ninguna precaución. A mí me hace ponérmelos las escasas veces que me deja metérsela…

En la habitación que utilizo como despacho, tengo un pestillo que uso para que no me molesten las niñas mientras trabajo. Cierro y paso lo grabado con el móvil al PC y lo vuelvo a repasar para convencerme de lo que he visto esta mañana.

Han pasado dos semanas desde que sorprendí a mi mujer con su amigo follando en mi casa. He pedido unos días de vacaciones que me debían y después he cambiado horarios en el trabajo para que me permitan realizar un seguimiento más preciso de las andanzas de Adela. He colocado cámaras en mi dormitorio para grabar lo que sucede en él mientras no estoy.

He visto escenas que me han dejado helado. Las mayores atrocidades que dos personas pueden hacer, las practican casi a diario Manuel y mi mujer en la que era mi cama.

Solo lleva a Manolo a casa y siempre por las mañanas.

Un amigo informático especializado en móviles me ha explicado como colocar un software de localización en el móvil de Adela, para saber en todo momento donde se encuentra. Aproveché un momento que pude distraerle el móvil recién usado y le instalé el programita oculto.

Así pude saber que mi querida Adela tenía más de un amante. Utilizaba un apartamento compartido con una amiga suya, que también engañaba a su marido. Investigando averigüé que lo pagaban entre las dos.

Habían pasado dos meses desde mi descubrimiento; desde el primer día decidí dormir en la habitación donde tenía mi despacho en una cama abatible. La de mi dormitorio me asqueaba. A mi mujer no le importó… Ni le extrañó.

Pude hacerme con las llaves de Adela, le hice una copia a la del pisito y así pude acceder al apartamento en horas en que no había nadie. Era una sola pieza, tipo saloncito, dormitorio, cocinita y baño. Como un apart hotel. Coloqué una cámara disimulada en el techo, en un detector de humos, con conexión vía móvil a internet y alimentada con la alimentación del dispositivo. Solo se accionaba cuando yo enviaba el código de encendido.

La primera vez que activé la cámara, para probarla, aparecieron dos chicos jovencísimos y una mujer de la edad de Adela. La imagen desde el techo no me permitía ver quien era, aunque por el pelo ya sabía que no era ella. Además sabía que estaba en casa de sus padres por el localizador del móvil.

Los chicos desnudaron a la mujer en un santiamén. La empujaron sobre la cama, entonces pude ver que era una amiga de la universidad, de la que no recordaba el nombre. Yo apenas la había visto un par de veces. Se lanzaron como bestias sobre ella que aparentaba defenderse de la agresión entre risas y empujoncitos. Los chavales se desnudaron y la colocaron a cuatro patas para realizar la sesión de sexo más alucinante que yo había visto jamás. Sin preparación, sin consideración, violentamente, la penetraron por detrás, mientras el otro le follaba la boca. Vi la polla del chico entrar y salir a una velocidad de vértigo. De pronto cambiaron y el chico que estaba delante se coló bajo la mujer para penetrar su coño, mientras el otro intentaba entrar en su culo, sin ningún preliminar. Con violencia, con saña. Le dieron la vuelta y volvieron a penetrarla, pero ahora estando ella boca arriba. Su rostro reflejaba dolor, no había atisbo de placer. Cuando iban a terminar, se levantaron, descargaron sobre su vientre y tetas, se vistieron, tiraron unos billetes sobre el cuerpo y se marcharon. Tardó un buen rato en levantarse, recoger el dinero y pasar por la ducha donde se aseó un poco deteniéndose en el ano. Al salir se movía penosamente, como cojeando. Apagó y supongo que se marchó.

O sea. Era una prostituta y este era su puesto de trabajo… ¿Lo sería también Adela?

Vigilé el lugar y comprobé que los martes y jueves se desplazaba a este pisito. Así pude comprobar que no eran siempre los mismos tipos a los que llevaba. Eran ligues en bares cafeterías, grandes almacenes y eran de una o dos horas como máximo cada encuentro. Casi siempre por la tarde.

El primer día que pude ver a Adela siendo follada fue el peor de mi vida.

Había seguido su trayectoria con el móvil desde casa a un centro comercial. Después de algunos movimientos erráticos se desplazó al pisito.

La imagen apareció en la pantalla de mi ordenador. Ella entró delante, se quitó la chaqueta, dejándola en el respaldo de un butacón. Detrás apareció un hombre de unos cincuenta años, casi calvo, el poco pelo que tenía era blanco. Se sentó en el butacón mientras Adela se desnudaba, entraba en el pequeño baño, sin cerrar la puerta que era de cristal y se lavaba el coño en el bidet. El hombre se desnudó, se acercó a ella por la espalda y pasando los brazos por las axilas de ella, agarró las tetas y las sobó durante unos segundos. Bajó la mano derecha, al parecer, para “lavar” la vagina de mi mujer mientras seguía sobando las tetas con la izquierda.

Se levantaron los dos, ella se secó los muslos y la ingle… Yo había visto hacer eso mismo muchas veces, lo hacía siempre antes de tener sexo.

Adela cogió el pene del hombre, lo llevó hasta el lavabo y se lo lavó y secó.

Empujó al hombre hacia la cama. La muy puta sonreía. Él quedó panza arriba, ella se arrodilló entre sus piernas, que colgaban de los pies de la cama y se zambulló en el bajo vientre peludo del hombre. Con la mano derecha agarró el pene flácido y lo masajeó hasta alcanzar una dureza aceptable. Mamándosela. Entonces se encaramó con las rodillas alrededor de sus caderas y se fue introduciendo la polla casi fofa en su interior. Cabalgó unos minutos, que para mí fueron eternos, para de pronto apearse de la montura, volver a arrodillarse en el suelo y chupar la verga que acababa de follarse. No pude ver si se había corrido antes, en su vagina, o después en su boca. Lo que si supe fue el retortijón de estómago que me dio y me hizo vomitar.

Cuando miré de nuevo estaba acostada al lado del hombre y así estuvieron unos minutos. Ella abierta de piernas se pasaba la mano por el coño sacando la descarga de su interior. Él le masajeaba las tetas con una mano y se masturbaba con la otra.

Se puso de costado y la obligó a ella a darle la espalda. Se acercó hasta colocar la verga entre las nalgas… Empujó y a pesar de las protestas de ella, la enculó. Pude ver bien como la polla del tipo, más dura y gorda, entraba en el ano de Adela, que, a pesar de sus protestas, empujaba hacia atrás para facilitar la penetración. Fueron unos minutos de mete y saca infernales, para mí. Ella se deslizó hacia delante para volver atrás y metérsela por el coño. Aquí si se movían los dos. Él mordía el cuello de ella y tiraba del pelo mientras con sus manos pellizcaba los pezones con fuerza. La sacó del coño para penetrar el culo de nuevo. Ella protestaba, según sus gestos, pero él no cedía hasta que descargó dentro de su vientre. Tras unos minutos de descanso ella se levantó, se lavó en el bidet, se peinó y se maquilló. Él se vistió, dejó unos billetes sobre la cama, se acercó a ella por la espalda y pellizco sus tetas. Adela protestó, pero no le importó, se giró, la besó en la boca y el hombre se marchó. Ella recogió el dinero, lo guardó en el bolso, se sentó en el butacón y se fumó un cigarrillo. Arregló la cama y se marchó.

Una hora después se encendió de nuevo la cámara… Era ella con un nuevo cliente.

Durante varias semanas pude comprobar que tanto su amiga como ella tenían al menos tres encuentros por tarde, dos tardes a la semana y la media de pago era de cincuenta euros la sesión, según pude ver por los billetes que les dejaban.

En las horas en que yo trabajaba, por la tarde, dejaba a su hermana en casa con las dos niñas. Mi cuñada Lucia, muy joven, preciosa, era objeto de mis deseos reprimidos. Jamás me atrevería a poner la mano encima a tan dulce criatura, aunque percibía cierto interés en ella por mí. Lo cierto es que la quería mucho.

Una tarde decidí acabar con aquella situación. Tuve que ir a mi despacho en casa para recoger unos documentos y encontré a Lucia en casa con las dos niñas. Jugaba con ellas. Al verme se extrañó mucho: le dije que tenía que recoger unos papeles. Me sorprendió la tristeza de su mirada cuando me vio.

— ¿Qué te pasa Luci? ¿No está tu hermana en casa? — Yo ya sabía que Adela estaba follando con algún tipo en el apartamento que compartía con su amiga. Lo había comprobado en el localizador del móvil.

—No, German, yo… No se… — Balbuceaba, estaba a punto de romper a llorar.

Me acerqué a ella, la sujeté por los hombros, le levanté la barbilla y la hice mirarme a los ojos. Sus lágrimas, la tristeza de su mirada me conmovió.

—Te dice que está con unas amigas  ¿no?… Y sabes que no es así… Yo sí sé dónde está y que hace… No te preocupes. Sé que eres incapaz de mentir y tu hermana te obliga a hacerlo.  Y te duele que te utilice para cubrir sus correrías. Pero no te preocupes, esto terminará pronto. Lo que siento es que tú tengas que sufrir las consecuencias de los malos pasos de Adela.

—Lo siento German, yo… yo… Esto que te hace mi hermana me duele a mí. Tú eres bueno y no te mereces esto… ¡Te quiero German! — Rompiendo a llorar con una pena, con un sentimiento, que me llegaron a lo más profundo del alma.

Se abrazó a mí  con el corazón encogido, sin poder respirar, llorando amargamente.

Intenté consolarla, besé su frente y… Se desmayó entre mis brazos.

La llevé hasta el sofá, donde la deposité y me arrodillé a su lado. No pude evitar acariciar el suave cabello rubio, sujetar su cabeza con una mano mientras la apretaba contra mi pecho. Fue despertando de su desfallecimiento, me miró con sus ojos color miel, tan puros, tan limpios… Su declaración me dejó perplejo. En aquel momento supe que yo también sentía algo por ella…

Y lloré, lloré porqué mi divorcio con Adela supondría el alejamiento de esta mujercita que ya hacía tiempo hacía latir más rápido mi corazón…

—Te quiero mucho German… No sabes cuánto…

Aquella declaración hizo que se rompiera la contención de los sentimientos que me embargaban. La estreché entre mis brazos, nuestras lágrimas se fundieron, nuestros corazones latieron al unísono…

—Yo también te quiero, pequeña. Más, mucho más, de lo que piensas.

—German, yo… te quiero, más de lo que imaginas y me duele lo que mi hermana hace contigo. Sus brazos alrededor de mi cuello, su aliento en mi boca…

—Entonces ¿tú sabes…?

—Si, lo sé. No te lo podía decir porque es mi hermana y también la quiero, pero se lo que está haciendo contigo y no lo soporto.

—Pero ¿qué es lo que sabes Lucia?

—Sé que te engaña, que se acuesta con otro hombre, que te es infiel… Y tú no te mereces eso. Yo sé que eres bueno y… me enamoré de ti. Eso es algo que no he podido evitar.

—Entonces ¿tú no sabes que las niñas no son mías? ¿Que son hijas de Manuel, el antiguo novio de tu hermana?

—¡¡ ¿Cómo?!! ¡No…! No… ¿Cómo iba a saber eso…? ¿Estás seguro? — Era un manojo de nervios, temblaba; su mirada era de espanto. — Pero… ¿las dos niñas?

—Sí cariño, las dos, Manuel era novio de tu hermana y la embarazó y no quiso casarse con ella. Y me lió para que yo cargara con la niña, Adelita, antes de casarnos… Y Laurita después… — Tu hermana me ha engañado desde que la conocí. Me convenció de que yo la había dejado embarazada para casarse conmigo porque Manuel la rechazó. Pero más tarde volvieron a estar juntos y se embarazó de la pequeña… Yo era el imbécil que aceptaba todo sin saber…  — En este punto yo no soportaba más la tensión y también lloré, no pude evitarlo.

Lo que debía hacer me llevaba a separarme de las dos pequeñas que no eran culpables de nada. Debía dejarlas en manos de una mujer inmoral, sin principios, engañadora.

—Y… ¿qué vas a hacer German? ¿Nos dejarás? ¿Me dejaras? ¿No volveré a verte? Yo necesito tenerte cerca, si aceptaba venir a cuidar a las niñas era solo por verte a ti; aunque fueras un imposible para mí. — La angustia se reflejaba en la cara de la muchacha.

—Lucia, nosotros nos hemos llevado siempre bien, más aún, muy bien. Me gustabas mucho, pero yo estaba casado con tu hermana y te respetaba, estabas fuera de mi alcance; pero ahora, con lo que sé, tenemos alguna esper…

No me dejó terminar la frase. Se colgó de mi cuello y unió sus labios con los míos en un beso tan dulce, tan amoroso… Sus labios eran deliciosos, autentico almíbar para mi amarga existéncia.

Con un gran esfuerzo la aparte, delicadamente, de mí. Me lancé como un suicida en la profundidad de sus ojos. Me atraía como un imán, pero logré vencer la fuerza de su atracción.

—Lucia, debemos ser fuertes. Nos esperan tiempos difíciles pero creo que podremos superar los escollos que deberemos vencer. Solo te pido que esperes a que termine lo que he empezado. Procura no estar en medio de la batalla que se va a librar entre tu hermana y yo. Después…

— ¿Podremos estar juntos?

—Sí, al menos lo intentaremos.

Escuchamos la llave en la puerta del piso. Entró Adela que se sorprendió al verme. Lucia se fue a la habitación donde jugaban las niñas.

— ¿Qué haces aquí a estas horas? — Me increpa Adela con gesto de desagrado.

— ¿Y tú? ¿De dónde vienes a estas horas? — Respondo airado.

— ¿Me vas a controlar? — Desafiante.

—No Adela, no te he controlado nunca ni voy a hacerlo ahora. Solo he salido un rato antes y he venido a mi casa ¿Puedo?

—Haz lo que quieras. Ya no cuento contigo para casi nada… — Respondió con sorna.

—Y menos que vas a poder contar. Toma… — Le entregué un sobre.

— ¿Qué es esto? — Lo abrió y sacó los documentos.

—Léelo y lo sabrás. — Leyendo se le cambió el color de su cara. Le temblaba el labio inferior. Me miró echando chispas.

— ¿Separación? ¿Divorcio? ¿Qué coño es esto German?

—Algo muy simple queridísima esposa, pronto ex -esposa. Los documentos para el divorcio. Incluidos los del acuerdo de separación. Ya ves que solo me quedo con el piso. Ya he vaciado la cuenta del banco, después… tú por tú camino y yo por el mío. ¡Ah…! Y con todo el dolor de mi alma, porque ellas no tienen la culpa de nada y pagarán las consecuencias y porque a pesar de todo las quiero. Renuncio a la custodia de las niñas, son para ti, no quiero saber nada de ellas… Como podrás comprobar, acompaño las pruebas de ADN que atestiguan que no son mías. Por cierto Irene ya sabe quién es el padre… Esta tarde ha recibido una copia de estas pruebas y otra que certifica que tu “amigo” Manuel, su esposo, tu ex -novio es el padre biológico.

— ¡Eso! ¡Eso!… Ya lo veremos… — La palidez de su rostro pasó al rojo purpura. La ira la hacía temblar.

—Cuando quieras, si te opones,  nos vemos en el juzgado, aunque no te lo recomiendo. Tengo videos, fotos, grabaciones de audio… Tengo videos que demuestran que te dedicas a la prostitución en “tus horas libres”. O sea, pruebas más que suficientes para demostrar que me has estado engañando desde el día que nos conocimos y hundir tu vida y la del cabrón de Manuel. Por cierto Irene, su mujer, también le ha presentado esta tarde la documentación para divorciarse y dejarlo en la ruina. La verdad es que os puede ir bien si arregláis lo vuestro. Sois tal para cual. Tú sigues ejerciendo como puta y él puede vivir a costa tuya… — La rabia la empujo a lanzarse contra mí para abofetearme. Esperaba su reacción y la detuve sujetando sus muñecas. La lance sobre el sofá.

—¡¡Te mataré, acabaré contigo…!! ¡¡Te odio…!! — Claro está, ella no sabía que todo lo que sucedía quedaba grabado en mi ordenador, en un apartamento que alquilé, ya hacía dos meses, para esto.

—Ahora me voy, mañana quiero que estés fuera de esta casa y de mi vida. Nos comunicaremos a través de los abogados… Mi procurador ya ha presentado la documentación en el juzgado. No quiero volver a verte.

Entré en la habitación de las niñas donde encontré a Lucia llorando. Nos abrazamos, abrace y besé a las niñas y me despedí de ellas. Fue un momento duro… Muy duro… Separarme de las criaturitas que yo consideraba mis hijas pero… No lo eran… De todos modos no podría conseguir la custodia tras probar quién era su padre biológico.

—Cuídalas Lucia. Tu hermana es una psicópata y no las tratará bien. Deja que pase un tiempo y veremos que ocurre. Podemos tener un futuro juntos, tú y yo. Pero debemos tener paciencia. Sobre todo y a pesar de lo que oigas, recuerda que… Te quiero…

En la habitación del despacho tenía ya preparada una bolsa con lo necesario para unos días. La recogí y al salir me encontré a Adela sentada en el sofá, abatida, pero sin una lágrima…

El día antes de ir al juzgado a recibir la sentencia, recibí una visita. Irene, la mujer de Manuel, vino a verme. Lloraba y se sentía fatal por haberse dejado engañar por aquel mal nacido. Estuvimos hablando de la mala suerte que habíamos tenido en nuestras relaciones.

Ella se puso a llorar, le pasé un brazo por los hombros y se recostó sobre mí. Sentía su calor, su perfume… Acaricié sus cabellos y ella levantó el rostro; nuestros labios se rozaron. Aquello fue el inicio de una de las más ardientes relaciones sexuales que había experimentado en mi vida. Antes de darnos cuenta estábamos desnudos en la cama, en la misma cama donde su marido se follaba a mi mujer y que yo no había utilizado hasta ahora. Un profundo sentimiento de venganza se abría paso en mi pecho.

Era una mujer, sin ser bella, de un rostro redondito, de líneas suaves, nariz pequeña y mentón ligeramente sobresaliente. Su boca era pequeña, de labios carnosos y sensuales. El cuerpo regordete, sin excesos, armónico, pechos pequeños y caderas y nalgas pronunciadas. En líneas generales, estaba buena. Pero lo que más me sorprendió fue su fogosidad.

—Irene, relájate cariño. No tenemos prisa y te veo como… acelerada. Déjame hacer a mí.

—Perdona German. Estoy muy caliente. Me pones mucho y llevo mucho tiempo sin sexo… Parezco una puta ¿no?

— ¡No! Lo digo porque si lo tomamos con calma disfrutaras mucho más. Y de disfrutar es de lo que se trata ¿verdad?… Tiéndete, cierra los ojos y disfruta…

Besé sus labios, suavemente al principio, pero incrementando la presión y penetrando su boca con la lengua. Mientras acariciaba su nuca provocando estremecimientos en ella.

Acaricié sus pequeños pechos que al contacto con mis dedos se endurecieron los pezones sonrosados, haciéndola gemir. Bajé besando el vientre y acariciando las caderas…

Las piernas que al tenderse estaban juntas, apretadas, se fueron distendiendo hasta llegar a abrirse en V invertida, llegando hasta mis fosas nasales el aroma de su femineidad…

Cuando llegué al pequeño triangulito de vello sobre el pubis, no pudo soportarlo más y se encogió de repente, profiriendo un angustioso rugido que salía de lo más profundo de su garganta. El orgasmo la dejó exhausta, con los brazos en cruz y las piernas abiertas. Su vulva relucía de humedad. Un suave hilito transparente surcaba el perineo, ahora totalmente a la vista y se introducía por el anillito rosado, surcado de arruguitas concéntricas de su ano.

Dejé que se repusiera, me tendí a su lado y le besé los lóbulos de las orejas, el cuello… Se giró hacia mí y me besó con ansia, con ardor.

Bajé de nuevo y seguí la travesía donde la había dejado. Pasé la lengua varias veces desde el ano hasta el pubis. Se retorcía como una lombriz al sol. Cuando me detuve en el clítoris y lo acaricié con la punta durante un corto espacio de tiempo… Sufrió un nuevo espasmo, gritó y pataleó hasta que se tranquilizó.

De nuevo tuve que tumbarme a su lado para calmarla a besos.

—Ahora me toca a mí, Irene…

Sobre su cuerpo, besándola, acariciándola, coloqué mi hombría en su canal, empapado y presione levemente. Al penetrarla tuve la sensación de ser absorbido por su vagina. Como si me chupara hasta chocar la punta con un tope en su interior que la hizo emitir un quejido. Me detuve.

— ¡Joder German! ¡No te pares ahora! ¡Fóllame! ¡Destrózame el coñoooo!

Me sorprendió oír esas expresiones en una mujer tan modosita. Bombeé con fuerza; ella cruzó las piernas por mis nalgas empujándome más y más, para incrementar la penetración. Le pellizqué con fuerza los pezones y arqueó la espalda elevándome, apoyándose en las nalgas y la cabeza…

No sé cuánto tiempo estuvimos así. Solo sé que al terminar quedamos de lado, enfrentados y sin dejar de penetrarla. Fue aflojando pero se mantenía dentro de su cuerpo como si una ventosa la hubiera atrapado. Desperté sintiendo como algo me chupaba el miembro. Era ella…

—Perdona German… No había chupado nunca una…

—Dilo, Irene… Una polla… No te avergüences. ¿Te gusta?

—Pues la verdad es que sí. Sabe a mis jugos y algo más que me gusta…

—Pues sigue mamando mi polla. Me gusta como lo haces…

—¿De verdad? ¿No lo hago mal?

—No preciosa, lo haces muy bien pero… ¡Cuidado!… ¡Cuidado!…

Tuvo el tiempo justo para sacarla de su boca. La descarga le cayó en la cara, los ojos, el pelo…

— ¡Qué cabrón! Jajaja ¡Mira como me has puesto!

Sus risas me contagiaron, nos dio como un ataque y nos revolcamos en la cama sin poder parar.

Recordé algo… Coloqué una rodilla a cada lado de su cintura y apunté a los pechos… Y me oriné sobre ella. Su sorpresa fue mayúscula. Gritó e intentó zafarse pero no pudo. La sujeté hasta terminar, bañándola desde la cintura hasta la cabeza.

—Perdóname Irene. Necesitaba hacerlo… Luego te explicaré por qué. Ahora te toca a ti. — Me tendí y la puse sobre mi cuerpo — ¡Méame Irene! ¡Hazlo!

Y lo hizo. El cálido líquido bañó mi cuerpo, mi pírrica venganza estaba cumplida.

Nos levantamos y tras una ducha en la que, de nuevo la penetré por detrás, apoyándola en la pared, nos corrimos los dos, desayunamos y nos dirigimos al juzgado.

Dos meses después, ya con la demanda interpuesta y fallada a mi favor, me comunicó Lucia que su hermana se marchaba con Manuel a Argentina, donde este tenía unos parientes en Buenos Aires, pero no se llevaría a las niñas, las dejaba con ella. Vivían en el piso de los abuelos con los escasos recursos de la pensión de sus padres.

Lucia y las pequeñas se vinieron a vivir conmigo en cuanto su hermana se marchó. Sus padres, a pesar de lo traumático de la situación, aceptaron los cambios. Eran mayores, los llevamos a una residencia de ancianos y no llegaron a entender qué había pasado.

Aquí comenzó mi vida en común con la personita más dulce que jamás pudiera imaginar. Tres meses después de nuestra vida en común Luci me comunicó que estaba embarazada… Y por fin nació mi pequeña Laura.

En cuanto tuvimos la sentencia firme de divorcio nos casamos.

Aunque en contra de mi voluntad, Lucia se empeñó en hacer una prueba de ADN para demostrarme que era mi hija, nuestra hija. Que ella no era como su hermana. Me juraba que no me engañaría nunca. Su amor es el mayor regalo que la vida pudo darme.

Mi pequeña, nuestra pequeña, Laura cumplirá en una semana cuatro añitos. Adelita de diez y Lucia de siete… Siguen creyendo que son mis hijas… Sus hermanas. No comprenden por qué su mamá las ha dejado, pero están con su tita Lucia y su “papi”. No la añoran demasiado; estaba poco con ellas. Cuando crezcan y estén en condiciones de comprender espero que lo entiendan. Para mí, siguen siendo mis niñas… las cuatro.