Engaño 2

Me invitan a un fin de semana de sexo y no se porque.

Una puerta se abrió y uno de los hombres entró, le seguía una de las enfermeras. Esta se acercó y me ayudó a levantarme, seguidamente me fue colocando la ropa que había sobre una silla en ese lado de la habitación; primero unas braguitas blancas con encaje, después unas medias también blancas con encajes que llegaban hasta medio muslo y se sujetaban con un par de ligas, luego un traje de sirvienta francesa, unas muñequeras de hilo blanco, todo me lo colocaba y me explicaba cómo me lo debía poner y quitar, y en qué orden. Después me llevó delante de un espejo y me sentó en una silla frente al espejo, empezó colocándome un par de cosas en mis ojos que dejaron de ver con claridad, todo era muy borroso para mí, me tranquilice poco a poco. Después empezó a maquillarme y me colocó una peluca bastante larga.

No veía nada y sentía mi respiración muy acelerada, hasta que la enfermera me dio algo que parecían unas gafas y me las puse. Era increíble delante del espejo pude ver a alguien que no era yo, era… era… una chica pelirroja con finísimas cejas, ojos verdes y unos labios muy rojos.

En seguida me levantaron de la silla y la enfermera me colocó una gruesa cinta negra con encajes alrededor del cuello y una cofia blanca. Seguidamente el hombre que en todo momento se había quedado a la expectativa, se acercó y me cogió de la cintura y me sentó en la mesa donde desperté con anterioridad, la enfermera se acercó y me coloco unos zapatos negros de charol con mucho tacón y después el hombre me volvió a colocar en el suelo sobre esos zapatos pero sujetándome de un brazo para que no me cállese.

El hombre me coloco mi brazo sobre el suyo como había visto que hacían las parejas, la enfermera se acercó y me cambio los pendientes de las orejas por unos aros no muy grandes que se movían a cada paso que daba.

Después y siempre cogido del brazo del hombre me llevaron hacia la puerta y me condujeron por un largo pasillo a una cocina bastante grande donde varias sirvientas se alineaban frente a una señora que esperaba con los brazos cruzados a que llegásemos.

El hombre me coloco al lado de la sirvienta más cercana y se alejó.

La señora que aparentaba unos cuarenta años, nos miró con bastante atención acercándose y tocando.

Después volvió frente a donde estábamos y dijo:

Mi nombre para vosotras es Ama.

Espero unos segundos, supongo que para que nos calase y continúo.

Ama: Desde este momento NO sois hombres, No sois libres y No podéis hablar salvo que yo os lo permita. Ahora os pondré un nombre que memorizareis.

Se acercó a la sirvienta más alejada de mí, una chica de pelo rubio y rizado.

Ama: Tú te llamaras Mónica, tienes la oportunidad de hacerme una pregunta.

Mónica: Se… Señora (dijo con una voz que dejaba a las claras que era un hombre), ¿porque estoy aquí?.

Seguidamente la señora extrajo un aparato muy pequeño que tenía en un pequeño cajón de la mesa central de la cocina y se acercó a Mónica y le dio corriente eléctrica que la tiro al suelo.

Ama: Como ya os dije jovencitas, me llamareis Ama y no otra cosa.

Uno de los hombres se acercó a Mónica y la levanto, colocándola otra vez de pie y en el lugar que ocupaba.

Ama: Bien Mónica, te responderé a tu pregunta. Estas aquí para hacer lo que yo te mande.

Dicho esto se acercó a la siguiente sirvienta, una chica con pelo negro corto, bastante bajita.

Ama: Tú te llamaras Verónica, espero tu pregunta.

Verónica: Ama, ¿cuánto tiempo estaremos aquí?

Ama: Si me dejáis satisfecha podréis iros en tres días.

Después se acercó a la siguiente, que era una chica con el pelo castaño y de media melena.

Ama: Tú serás Andrea.

Andrea: Ama, ¿Qué tendremos que hacer?

Ama: Servir, pues como ya debéis haber visto por vuestros trajes sois sirvientas, pero no nos adelantemos, pronto sabrás que hacer.

La señora se acercó a mí y me dijo.

Ama: Tú serás Elisa y como has llegado la última, no tendrás opción a preguntar.

Dicho esto nos dijo que quería vernos dar vueltas a la mesa de la cocina, corrigiendo ella nuestros pasos. Así lo hicimos.

Ama: Niñas, espalda recta, vista al frente, pasos cortos pero decididos, movimiento de caderas y piernas lo más juntas posible.

Fue un infierno de dos horas que solo paro cuando estuvo contenta con los resultados y después de varias caídas y electrocuciones.

Pero aun no acabo la tortura, porque nos colocaron una bandeja a cada una con varios vasos y una botella llena de agua, debíamos mantenerla con una mano y con la otra en la cintura dando vueltas a la mesa que media tres metros de largo por uno de ancho. Una hora tardo en dar su visto bueno.

Ama: Bien chicas, con vosotras creo que podre progresar. Ahora preparareis café, Té, sacareis las pastas y os reuniréis con todo en el salón que hay en la primera planta. Allí os estaré esperando.

Ama: ah, se me olvidaba, como alguna de vosotras tropiece en alguno de los 50 escalones o me deje en mal lugar ante mis amigas… Lo pagara muy caro.