Engañé a mi esposo con mi primer y rico amor
Después de tantos años de casada y habiendo probado a otro hombre con la venia de mi esposo para experimentar y comparar, encontré a mi primer novio y con él conocí los orgasmos más ricos que pude imaginar jamás. Rico en todo sentido.
En primer lugar, agradezco los dos comentarios que enviaron por mi relato, me alegro que les haya gustado, pero ahora quiero contarles lo que nuevamente me pasó y es lo mejor que me pudo pasar, valga la redundancia.
El 19 de abril envié un relato como anónimo, "mi marido me hizo probar a otro hombre" en la categoría Confesiones, pero esta vez pongo mi nombre e inclusive mi e-mail para que podamos intercambiar criterios con otras mujeres y por que no, con otros hombres.
A raíz de lo sucedido con Toño, con autorización de mi esposo, me gusta vestirme mucho más provocativa, pero siempre cuando salgo con él, cuando ando sola me da cierta vergüenza y el pudor puede más que mi deseo de ser admirada.
En el momento que escribo este relato, aún siento la excitación de lo que pasó y me estremezco al recordarlo. Ustedes recordarán que les dije que siempre fui fiel a mi esposo hasta que él mismo quiso que yo pruebe otro hombre, como les conté me seguí viendo con Toño, a escondidas de mi esposo para sentirme más libre y poder actuar como yo quiero.
El jueves 22 de este mes de abril, al salir del Banco de Guayaquil, me encontré con una sorpresa muy hermosa para mí, mi ex enamorado, mejor dicho, mi primer enamorado o mi primer amor, Marcos, estaba frente a mí. Pasada la sorpresa de ambos, me invadió una alegría inmensa y me puse muy nerviosa que creo que lo notó.
Antes debo contarles que Marcos fue mi enamorado a los 14 años de edad, él tenía 20, yo aún no sabía mucho o casi nada de sexo y terminé con él por que en el cine donde me había llevado a ver una película (les dije a mis padres que iba donde una amiga a conversar), mientras me enseñaba a besar, metió una mano a mis senos alcanzando a tocarme el pezón. En vez de darme gusto sentí miedo, lo increpé y salí sola del cine. A los 18 años volvimos a encontrarnos y me pidió perdón y continuamos nuestro noviazgo truncado. Esta ocasión yo ya sentía ganas de que me acariciaran y en la playa, así como en el cine, mientras me besaba de pié, poco a poco se arrimaba más a mí hasta hacerme sentir su pene a través del pantalón en mi vagina que ya se humedecía rápidamente a su contacto.
Empezó a decirme que estaba hermosa y toda una mujer. Como ya no era la niña inocente de entonces, sutilmente lo provocaba con los labios húmedos y le pegaba mi vagina a su pene hasta sentir que su miembro iba a estallar. Para no alargar la historia, nos fuimos a un lugar bastante alejado, nos acostamos en la arena a besarnos y me dijo muy vivamente que se me veía el calzón a través de la falda, respondí que no era posible y apostó a que era negro.
Le seguí el juego coquetamente y le sugerí que si era negro que pasaría. Marcos respondió, mira Albi, si es negro el calzón gano y me dejas darte un beso por encima del calzón y si pierdo me lo das tú. Me reí de su astucia, él ganaba en todo sentido, pero quise probar su audacia y acepté a sabiendas que mi calzón si era negro. Me subí la falda un poco y pudo verme una pequeña parte de mi calzón, pero yo no contaba con una situación. Siempre fui muy velluda y en ese tiempo no me depilaba, por lo que Marcos se quedó con la boca abierta al mirar el bulto que se me formaba en la parte donde está la vagina, además, los pelos se me salían por los lados del calzón. El me subió un poco más el vestido y se arrodilló a cobrar su premio, pero me dijo que el beso era de un minuto, me opuse pero terminé aceptando.
Al sentir su boca en mi calzón de seda, era como sentir en la carne propia y me estremecí involuntariamente. Al intentar abrirme un lado del calzón para besarme la vagina, me opuse y él dijo, pero si estás mojadita mi amor, tú también tienes ganas. Nuevamente lo rechacé no por miedo a él sino a mi misma, temía que me entregara a Marcos y perdiera mi virginidad en una forma tan tonta. No lo volví a ver más hasta el jueves, como les conté anteriormente.
Ya entrando en conversación con Marcos, me dijo que seguía enamorado de mí, que siempre fui el amor de su vida, hablaba tan bonito que me daba gusto escucharlo. Hicimos un recuento de aquellas épocas y llegó lo temido por mí. Te acuerdas Albi lo que pasó en la playa entre nosotros, me sonrojé y él se rió.
Dijo con seriedad, esa noche no me lavé la boca saboreando lo que había besado, muchas veces pensaba en ti y sentía una erección formidable y cuando estuve con otra mujer en un cabaret, me imaginaba que eras tú. Tanto hablar de ese tema me entró una excitación terrible y sentí que estaba mojadita, recordaba cuando me besó mi vagina e inconscientemente empecé a desear que lo haga nuevamente para esta vez si ofrecerle todo lo que estaba dispuesta a darle.
Llegó el momento de despedirnos y me rogó que nos viéramos otra vez, me hice del rogar pero al fin acepté quedando en suspenso el día y hora, me dio su número de celular para que le avisara lo más pronto. Hoy sábado en la tarde, mi marido entró a trabajar a su turno de 3 a 11 de la noche . Inmediatamente llamé a Marcos y le dije que podíamos salir un momento si él quería, cómo no iba a querer, aceptó encantadísimo. Me arreglé como nunca lo había hecho. Me puse lo más sexi que pude: hilo dental blanco, pantalón ajustado negro, blusa ajustada de tirantes blanca, sostén bastante escotado blanco, boca roja con brillo, tacos altos, me depilé los vellos de la vagina dejando un cordoncito de pelos hacia arriba, perfume Ciara y lista para mi noche del recuerdo con el hombre que aún recordaba por ser mi primer amor y por ser el primero en hacerme mojar.
Me llevó a un lugar fuera de la ciudad para "conversar sin que nadie me vea y piense mal", supuestamente pensaba en mi seguridad. El lugar donde me llevó era un motel disfrazado de discoteca. Conversamos 1 hora tomando caipiriña cuando fui sintiéndolo que se me arrimaba más. Cuando me besó me dejé llevar por mis instintos de mujer y le correspondí con tanta pasión que se sorprendió pero le gustó tanto que me sugirió irnos a un lugar que no haya gente. Yo ya sabía donde él quería ir y acepté sin más preámbulos.
Nos levantamos de la mesa y subimos a la "sala de baile del segundo piso" . Pidió un reservado totalmente cerrado con puerta, puso el seguro a la puerta y nos sentamos en un mueble estilo cama pero con respaldar. Trajeron bebida, tomé unos tres tragos más y aún sentada me recosté en el mueble. Se levantó y por detrás del mueble me besó en la boca. Guau, que rico beso, con su lengua me recorría el cuello hasta que por la parte de abajo, cerca del ombligo, me levantó la blusa descubriendo uno de mis senos. Literalmente me los devoraba de uno en uno.
Luego se arrodilló frente a mí, me abrió el cierre del pantalón, me levanté un poco para ayudarlo y me lo bajó. Me sacó los tacos para que pudiera salir el pantalón y me los puso nuevamente. Todo esto lo hacía lentamente, saboreando su inminente mamada y penetración posterior. Al mirarme el hilo dental se quedó mudo diciendo, que maravilla de mujer. Le saqué la camisa, luego le bajé el pantalón y yo si me quedé con la boca abierta. El calzoncillo negro que tenía le quedaba bello y su bulto era enorme.
Me levantó, me abrazó besándome con pasión y luego vino lo verdadero rico. Sin sacarme el hilo dental se me prendió a mamarme la vagina, los muslos, me levantaba las pierna y me lamía las nalgas, se detenía en mi huequito, lo succionaba con tanta fuerza que me enloquecía de placer. Le pedí que me dejara mamarlo y se puso encima de mí, es decir, el 69. Aquí apliqué todos mis conocimientos amatorios en su miembro que Marcos gemía de placer.
Con toda esa belleza de masculinidad en mi boca y sintiendo mi vagina invadida por una lengua que me taladraba por todas partes y unos dientes que mosdirqueaban mi clítoris, experimenté el orgasmo más rico de mi vida. Casi inmediatamente le pedí que me penetrara, que lo quería sentir dentro de mí. Me hizo acostar boca arriba y me puso las piernas en sus hombros. Sabiendo lo que me esperaba, le grité que me lo meta y lo hizo, nada de dolor, era como si la felicidad me invadía mi vagina. Cuando empezó a sacarlo y meterlo yo gritaba de gusto, me lo metía hasta el fondo, lo sacaba todo y volvía a meterlo.
Yo lloraba de felicidad y placer, me sentía la mujer más feliz del mundo. Al presentir y sentir que se me venían las estrellas y todo el infinito, le pedí que lo haga más fuerte. Me embistió con fuerza descomunal. Me sacó las piernas de los hombros y me las abrió a los lados, me pegó más ricas que me han dado y se vino completamente, yo sentía ese semen caliente que me inundaba y pegué un grito o dos o tres, ya no me acuerdo cuantas veces grité, pero terminé como nunca antes lo había hecho. Estuvimos acostados abrazados unos 10 minutos, me puso boca abajo. Con su mano gruesa me sobaba las nalgas hasta que sentí que se arrodilló y comenzó a besarme y morderme las nalgas. Se trepó encima de mí y aunque pesaba me gustaba sentirlo en mis nalgas. Delicadamente me susurraba en la oreja que era lo más bello que había tenido como mujer y mientras me besaba y acariciaba puso su miembro en mi huequito y con una pericia que pocos hombres tienen, me lo iba metiendo que no sentí dolor.
Al rato de meterlo y sacarlo despacito, fui sintiendo gusto. Le pedí que me lo sacara un momento y él se sorprendió pero al ver lo que estaba yo haciendo, los ojos se le iluminaron de la alegría. Me le puse en cuatro, abrí las piernas y le dije: quiero que me lo metas todo, si puedes también las bolas. El se rió, puse la cara en la almohada y esperé lo que estaba por venir. Despacio pero seguro, hizo un solo golpe y me lo metió todo, a los 20 segundos otra vez vino lo rico. Yo movía las caderas tan deliciosamente para el gusto de él, que me gritaba que no parara, me embestía con gusto, me hacía ir hacia delante por la fuerza de sus impulsos, pero era deliciosa esa sensación de sentirse vapuleada con una pieza de ese calibre dentro de mis entrañas. Inexplicablemente aguantamos tanto que cuando terminamos casi simultáneamente, quedamos los dos totalmente muertos en la alfombra.
La despedida fue dura porque Marcos me pidió que nos siguiéramos viendo. Respondí con amor pero con firmeza que no, le dije que ya habíamos terminado lo que una vez empezamos, pero que por mi felicidad y tranquilidad, igual que la de él, no podíamos vernos más. Si algún momento de la vida nos volvíamos a cruzar solamente era como amigos. Debo decirles que a este hombre mi marido siempre le tuvo celos por haber sido mi primer amor y si llega a saber esto, creo que se acaba todo. El prefiere que me hubiese acostado con cien hombres pero jamás con Marcos. Mis deseos están satisfechos y también los de Marcos. Lo de Toño ya es historia y Rodrigo y yo somos felices y eso es lo que cuenta.
Gracias por saber entenderme. Reciban un beso de Albi.