Engañado

No se debe firmar un papel si leerlo, ni para la persona que más quieres.

Esta historia comienza hace algo más de dos años. Mejor dicho, comienza en mi juventud, cuando los fines de semana. y siempre que podíamos, nos juntábamos el grupo de amigos. Éramos seis chicos y cinco chicas y nos dedicábamos a beber refrescos, escuchar música e ir a bailar donde fuese.

En el grupo había dos con coche (de los padres) y como éramos once, entrábamos cinco en cada uno y alguien, que cambiaba cada vez, en el maletero. Eran días felices, hasta que una de las chicas trajo a dos hermanas, primas de ella, para que se incorporasen al grupo porque, al parecer, se habían quedado sin amigas, luego supe por qué y como tenían coche, fueron admitidas sin problemas.

Eran dos hermosas mujeres, impresionantes, buenas tetas, piernas largas, buen culo y bonitas de cara, a las que todos calificamos inmediatamente de “niñas pijas”. Perfectamente conjuntadas. Vestidos de marca, zapatos de marca con buenos tacones, cinturones de marca, bolsos de marca, joyas finas, etc.

Yo tenía veintidós años, la mayor, de nombre Ana, veintiuno y la pequeña de nombre Luisa, diecinueve, aunque ambas tenían casi la misma altura. Inicialmente me gustó la mayor, pero resultó sosa y aburrida, por lo que después de tres o cuatro intentos, decidí atacar a la pequeña.

Con ella fue todo mucho mejor. Era divertida, alegre y buena conversadora. Al principio seguíamos quedando con los amigos, aunque ya como pareja. Nos sentábamos juntos, participábamos de las conversaciones con los demás y teníamos las nuestras propias.

No me di cuenta del detalle, pero siempre estaba su hermana junto a nosotros, hasta que un día le propuse salir solos los dos para ir a cenar y al cine, con la intención de proponerle de avanzar un paso más en nuestra relación y convertirnos en novios.

Reservé mesa en un restaurante tipo medio, que me habían dicho que era muy tranquilo. Elegí una mesa interior bastante discreta y quedé con ella a una hora temprana, porque ya había comprobado que la puntualidad no era lo suyo.

Llegué a la hora y me senté en la mesa. Me pedí una cerveza y cuando ya llevaba tres, tomadas con pausa, aparecieron ella y su hermana por la puerta. Tras localizarme, se acercaron ambas.

-Hola Juan (que soy yo). ¿Te importa que venga mi hermana con nosotros? Es que no quería dejarla sola?

Oculté mi decepción y el mal humor que se me puso y le dije, al tiempo que pedía al camarero un nuevo cubierto:

-¡Nooo! Que va, así estaremos más entretenidos. –Frase errónea.

La cena fue buena, mantuvimos una conversación lo más alejada de lo que yo pretendía con Luisa, con breves comentarios de Ana, siempre a preguntas directas. Tras la cena, fuimos a un cine cercano, donde conseguí tres entradas en la llamada “fila de los mancos”, la última de la sala, donde todos tenían una mano escondida en algún lugar.

Casualmente, la fila estaba vacía y yo, caballeroso, las dejé pasar delante. Primero entró Luisa, luego su hermana y finalmente yo. A la hora de sentarse se colocaron juntas, quedando yo junto a la hermana, lo que mejoró mucho mi humor. Mi mal humor.

-Chicas, ¿os podéis mover para sentarme junto a Luisa?

Ambas se miraron y Luisa dijo:

-Perdona, Juan, es que desde aquí se ve mejor la pantalla.

Todavía me enfadó más, teniendo en cuenta de que el cine estaba medio vacío, así que opté por levantarme, pasar ante ellas y me senté al otro lado, junto a Luisa.

Ya con las luces apagadas, me acerqué a Luisa para susurrar a su oído:

-Había preparado esta cita para estar a solas contigo, porque tengo algo que decirte.

-¿Qué es? –Me dijo, también despacito.

-Me gustas mucho y durante este tiempo que llevamos saliendo, me he enamorado de ti. ¿Querrías ser mi novia?

Se quedó callada un momento hasta que me dijo:

-Déjame que lo piense y ya te diré.

-¿No te gusto? ¿No sientes nada por mí?

-Sí, pero no estoy segura de querer comprometerme por el momento. Si te parece, lo hablamos la semana que viene.

Lo acepté. Entre semana no nos veíamos. Dedicaba los días a mi trabajo. Con dinero de mis padres y un préstamo del banco, compré una furgoneta y monté un servicio de transportes que fue creciendo hasta ese momento, que ya se había convertido en una pequeña flota de 30 vehículos pequeños para reparto y portes nacionales y tres grandes camiones para transportes internacionales.

Ellas no sabían exactamente todo. Solamente que tenía una empresa de transportes y que me iba bien.

El viernes siguiente la llamé por teléfono para quedar el fin de semana. Me dijo que sí y aproveché para repetirle la pregunta:

-¿Has pensado en lo que te dije la semana pasada en el cine? ¿Quieres que seamos novios?

Me respondió con un “Si“ apagado, pero la alegría del ‘si’ me hizo no darme cuenta de nada más. Y así comenzó mi verdadera historia.

Los meses fueron pasando. Salíamos los fines de semana ‘Los tres’ y la falta de intimidad hizo que no tuviésemos un momento para darnos el primer beso y eso, unido a que ella tampoco era muy decidida, nos llevó a que la recibiese y despidiese con un beso en la mejilla (y otro a su hermana).

A los dos meses de estar saliendo, un sábado por la tarde fui a hablar con sus padres, para ver si conseguía que fuesen ellos los que separasen a Ana de nosotros.

Cuando entré en su casa, un chalet en una selecta urbanización, pude apreciar que eran una familia de mucho dinero. La casa estaba ubicada en una enorme parcela, con piscina junto a un enorme jardín, muy bien cuidado.

Su madre resultó una mujer sencilla y cariñosa, que me ofreció de todo lo que tenía y que rechacé amablemente. Mientras tanto, las hijas desaparecieron.

Su padre fue otra cosa. En principio pensé que era del FBI, dado el interrogatorio al que me sometió. Yo respondí como pude, hasta que mucho rato después vino la madre, que había salido anteriormente para preparar cena:

-Venga, deja ya el interrogatorio, dale permiso para cortejar a la niña y vamos a cenar que ya está todo preparado. ¡NIÑAS, A CENAR!

Lo nuestro fue de todo menos noviazgo. Nuestras conversaciones se basaban en preguntarme por el funcionamiento de mi empresa, contarme sus maravillosos viajes, lo buenos que eran sus padres, etc. Y ahora sé que nuestros besos no eran disfrutados por ella. Eran un compromiso.

De vez en cuando nos hacíamos una masturbación mutua en el coche, yendo a algún lugar apartado, sin penetraciones ni nada que nos diese suficiente placer. Solamente el miedo de ella a que alguien nos viese. Eran descargas de tensiones sexuales.

Su hermana aparecía en alguna de nuestras salidas y cuando quedábamos con los amigos, aunque no participaba en las conversaciones.

Compré un piso a gusto de los tres, bueno, más bien al de ellas, para que fuese nuestra vivienda una vez casados y para tener un sitio donde desfogarnos con tranquilidad hasta entonces.

Todo fue inútil. Yo acariciaba su cuerpo, la besaba con toda la pasión de que era capaz y hacía lo posible para que ella disfrutase, pero las acciones no eran recíprocas y lo único que conseguía eran unos impresionantes calentones.

Gracias a ellos conocí a una prostituta, Eva, bonita, de buen cuerpo, a pesar de algo de tripita como consecuencia de haber sido madre. La visitaba tres veces por semana, incluido el día que nos masturbábamos y así pasó todo un año, al cabo del cual, le pedí matrimonio, que, después de una semana de pensarlo, aceptó.

Fijamos la fecha para un mes más tarde, y durante ese periodo nos vimos poco. Solamente para seleccionar las cosas de la casa, viaje de novios, restaurante, menú, etc., que luego supe que previamente había sido supervisado por su padre.

Dos días antes de la boda nos reunimos Luisa, su padre y yo en el despacho de un notario, con la intención de hacer una separación de bienes (idea de su padre). Según dijo el notario, lo que aportase ella sería de ella y lo que aportase yo, sería mío. Como la quería acepté todo y firmamos un montón de folios. Las escrituras estarían disponibles el mismo día de la boda.

El día de la boda la esperé en de pie en el altar de la iglesia, emocionado, la vi entrar del brazo de su padre y cuando llegó a mi lado, intenté levantar el tupido velo que cubría su cara, pero me lo impidió con un gesto. Durante la ceremonia tampoco pude, pues todas las veces que tenía que levantárselo, su padre me decía algo por detrás de ella.

La ceremonia fue a última hora de la tarde, ya anochecido para evitar las horas de calor. Al terminar y salir de la iglesia, me extraño que no se quitase el velo, cuando lo normal era que la novia saliese de la iglesia sin él. Lo primero que pensé fue que le había ocurrido algo en la cara y no la quería mostrar. Decidí respetar el hecho y no preguntar para que no se sintiera avergonzada; ya me lo diría

Un coche nos llevó a un lugar típico para las fotos de novios donde nos hicieron fotos en todas las posiciones, ella siempre con velo y solamente se lo levantaba cuando yo estaba tras ella o no la podía ver.

En la cena, comió poco y ese poco fue levantando el velo lo suficiente para llevarse el bocado a la boca.

Nada más acabar y saludar a los invitados, nos subimos a la habitación que teníamos reservada en el hotel. Allí me hizo entrar al baño a desnudarme y que no encendiese la luz al salir, porque le daba mucha vergüenza. Respeté nuevamente sus deseos y, tras dos golpes con los muebles que me hicieron ver las estrellas, me acosté desnudo junto a ella.

Cuando fui a abrazarla para empezar nuestra primera relación sexual, me encontré con la sorpresa de que llevaba puesto “¡UN PIJAMA!”.

Con las ganas que tenía, me callé y me puse a besarla. Estaba boca arriba, tiesa como si le hubiesen metido un palo por el culo, lo que ya me resultó muy extraño, pues no tenía nada que ver con la novia que me hacía las pajas y a la que se corría gritando, las pocas veces que me peritía masturbaba.

Empecé por su mejilla. Fui besando poco a poco hasta llegar al lóbulo de su oreja, sin notar ninguna reacción especial. Bajé por su cuello depositando mis besos hasta que el cuello del pijama me impidió seguir.

-¿Te ayudo a quitarte el pijama, cariño?

Sin decir nada, fue ella la que se desnudó, a oscuras, sin que yo pudiese apreciar nada. Pero a esas alturas, con la excitación que tenía, lo que yo quería era follarla y me daba igual todo lo demás.

Volví a su mejilla y bajé hacia su lóbulo y cuello. Se abrió de piernas y quiso que me subiese encima, mejor dicho, me forzó a situarme sobre ella. No quise meterla tan pronto, a pesar de que era lo que ella quería, fui bajando por su pecho hasta llegar a uno de los pezones que tomé entre mis labios. Le hice una suave succión y le pasé la lengua rodeándolo.

La única reacción que pude observar fue que el pezón se ponía erecto y duro, pero ninguna se reflejó en gemidos y u otras acciones.

Cambié al otro pezón, con el mismo resultado. Acaricié sus pechos con manos, boca y lengua. Solamente conseguí nuevos intentos para que la penetrase. Sin hacerle caso, fui bajando por su estómago y tripa, sin acciones por su parte.

Cuando llegué a su coño y empecé a recorrer los labios con la lengua, noté que dudaba entre dejarme o apartar la cabeza. Optó por no apartarme y yo estuve lamiendo y chupando hasta que noté que la humedad que había en su coño no era solamente saliva mía.

Pude degustar su sabor a coño nuevo y lo acompañé metiendo primero un dedo y luego dos, para follarla con ellos sin llegar a romper su himen. Seguí un rato más, y no paré, a pesar de que notaba periódicamente un estremecimiento de su cuerpo, unido a una presión con sus piernas y una respiración agitada.

Hubo un momento en el que quedó algo desmadejada y aproveché para colocarme encima y clavársela hasta el fondo. Con lo lubricada que estaba, entró sin problemas, llevándose por delante el himen, hasta chocar con el cuello del útero.

Solamente emitió un gemido de malestar. Me mantuve dentro, sin moverme, para que se acostumbrase, hasta que se recuperó y pude empezar a sacarla y volverla a meter, al principio despacio. La sacaba justo hasta que salía el glande y la volvía a meter haciendo que rozase el clítoris, lo que nuevamente la hizo excitarse.

Enseguida noté que quería más, aunque nunca dijo nada, pero sus gemidos lo decían todo. Con el último de sus orgasmos, me corrí con fuerza y cantidad.

Caí cansado a su lado buscando recuperar mi respiración agitada. Cuando me repuse quise volver a la acción, pero su respiración me dijo que ella se había dormido, por lo que decidí imitarla.

Un par de horas después, me desperté al notar que me manipulaban la polla. Era una manipulación torpe, pero consiguió su propósito. Rápidamente se me puso dura, haciendo que ella me forzase a subirme encima y follarla de nuevo.

Noté dos orgasmos de ella antes de correrme yo.

Otro par de horas después me desperté y tras tomar una partilla revitalizante, fui yo quien la despertó con caricias por su cuerpo y coño. Todavía lo hicimos dos veces más, alternándonos uno y otra, hasta que el reloj marcó las 14 horas ya pasadas.

-Debemos levantarnos. Se está haciendo tarde y tenemos que comer con tu padre. –Le dije mientras me levantaba para abrir las tupidas cortinas que impedían la entrada de la luz del día, y cuando me di la vuelta me llevé una grandísima sorpresa:

La mujer que estaba en la cama y con la que había pasado la noche, no era Luisa: ERA ANA.

Durante un momento pasó la boda por mi mente. Las ocultaciones de cara que yo creía porque le había pasado algo, el silencio y la falta de conversación.

-¿PERO QUÉ BROMA ES ÉSTA? Dime que no estamos casados, que todo ha sido mentira, que ha sido una broma, de mal gusto, pero una broma.

Ella bajó los ojos y dijo:

-Perdóname. Ahora, durante la comida, te lo explicará mi padre.

-¿Que te perdone? ¿Esto lo habéis preparado entre los tres?

-Sí, pero ten paciencia y te lo explicará mi padre.

-Vamos a la ducha, rápido. Quiero saberlo todo y cuanto antes.

La tomé de la mano y nos metimos a la ducha juntos. Era lo bastante grande como para caber ambos cómodamente. Abrí los grifos y dejé que el agua cayese antes de meternos.

Una vez dentro, mi polla, al sentir su cuerpo junto a mí, no entendió de problemas y volvió a ponerse dura.

La puse contra la pared, la hice inclinarse y se la metí en el coño desde detrás. La estuve follando un buen rato. Estaba tan vacío que, cuando me corrí, apenas salió nada. Erra no sé si se corrió, pero ya no me importaba. Me lavé el cuerpo y sobre todo la polla y me fui a secar y vestir, dejándola sola en la ducha.

-Date prisa. –le dije antes de salir del baño.

Cuando ella salió, yo ya estaba vestido. Teníamos una pequeña maleta con ropa distinta a la de la boda. Ella retiró un vestido rojo con pintas de ligero, la detuve cuando iba a coger unas bragas y sujetador.

-No te pongas eso. Vamos con prisa.

-Sí, lo que tú digas.

Se puso el vestido, que disimulaba bastante su desnudez interna, excepto en el suave balanceo de las tetas y salimos hacia el restaurante, donde esperaba su padre.

-Cabrón, hijoputa. ¿Qué es lo que has hecho? –Fue mi saludo de buenos días.

-Cálmate un momento, siéntate, y te lo explico todo. Y siéntate tú también, hija.

Más cabreado que una mona, tomé asiento frente a él.

-Más vale que sea una buena explicación, y que sea rápida. En cuanto acabe, me voy a mi abogado a presentar la demanda de divorcio.

-No quieras correr. Primero escucha todo y luego decides.

-Habla.

-Habrás podido apreciar y si no, te lo digo yo, que Ana es una sumisa más que de manual. Es incapaz de tomar una decisión y obediente a todas las órdenes que se le den. Eso me ha preocupado siempre, pensando en que pueda juntarse a un hombre que haga de ella lo que quiera, incluso matarla o utilizarla para llevarse el dinero de la familia.

-Cuando Luisa te trajo a casa y te presentó como su novio, vi que eras una persona adecuada para ella. Cuanto te fuiste, tuvimos una larga y fuerte discusión, hasta que Luisa acepto mi propuesta: que Ana fuese la que se casase contigo.

Yo le interrumpí para decirle:

-No hace falta que sigas, me imagino el resto. Me voy a ver al abogado para presentar la demanda de divorcio.

-Espera, te conviene escucharme.

Y prosiguió:

-¿Te acuerdas del documento de separación de bienes? ¿Sí?. Pues el notario que lo firmó y legalizó es amigo mío desde la infancia y me debe muchos favores, así que le pedí que no te contase todo lo relacionado en la escritura y que omitiese algunos párrafos.

-Tú no te molestaste en leerlas y lo que omitió te lo cuento de forma resumida.

-Si os separáis, tu empresa pasará a ser de ella y tú te quedas sin nada.

-Tus cuentas pasarán a ser exclusivamente de ella.

-Deberás pasarle una indemnización que se estipulará en ese momento. Como ya te habrás quedado sin nada, tendrás que pedir el dinero prestado. Si no lo consigues irás a la cárcel por incumplimiento de los acuerdos de divorcio.

-Y deberás pasarle una cantidad mensual que se estipulará en su momento.

-Hay otras más, pero no son tan importantes.

-Y como te decía tuvimos una fuerte discusión en la que llegamos al acuerdo de que Ana se casaba contigo, pero como Luisa también te quiere, te tendrán que compartir. Ana como esposa y Luisa como amante.

-No podrás abandonar a ninguna, porque si lo haces se ejecutará el contrato de separación de bienes. A cambio, cuando me retire, serás quien lleve mis negocios, que entonces serán de mis hijas. Ahora tú decides: divorcio o viaje de novios.

No dije nada. Me levanté de la mesa y me dirigí a la habitación. Necesitaba pensar. Estaba rabioso. Rabioso contra ellos, rabioso contra mí mismo. ¿Cómo podía haber sido tan ciego y tonto? Necesitaba descargar mi ira.

Ana me alcanzó y se puso a mi lado, sin decir nada. Pensé en descargar mi rabia con ella, pero no tenía culpa, se limitaba a obedecer, pero yo necesitaba relajarme, descargar tensiones, por eso, ya en la habitación le dije:

-¡Desnúdate y chúpame la polla!

Como no le di más instrucciones, se quitó el vestido y luego los zapatos. Se acercó a mí, se dobló por la cintura y comenzó a buscar la polla con torpeza. Tuve que darle dos bofetadas para enseñarle a sacarla.

-Ponte de rodillas, bájame los pantalones y libera mi polla.

Cuando tuve la ropa en los tobillos, me la quité por el procedimiento de pisar en un lado y sacar el otro pie y viceversa. Así pude separar las piernas y mostrarle una dolorosa erección. Pero estaba claro que no sabía qué hacer o había que darle la orden. La agarré por el pelo y la aproximé a mi polla.

-Abre la boca y chupa. –Fue mi orden, al tiempo que la aproximaba.

Tímidamente metió la punta en su boca y se puso a succionar, como si estuviese tomando un refresco con una pajita.

Puse las dos manos en su cabeza y se la metí todo lo que pude, que solamente fue hasta la mitad. La retuve unos segundos y la saqué entre hilos de babas y arcadas. Las babas no me importaron y las arcadas se las corté con un par de bofetadas.

-Te falta mucho que aprender.

Le estuve follando la boca un rato. Aguantó como pudo mis envestidas, pero por alguna razón no disfrutaba, no conseguía correrme, así que decidí cambiar.

-Súbete a la cama, ponte a cuatro patas y apoya la cabeza en el colchón.

Me situé arrodillado tras ella, separé sus piernas y se la clavé en el coño sin más preámbulos. No me costó mucho meterla. Estaba ligeramente húmeda. La saqué, salivé en su coño e inicié un mete-saca rápido, aprovechando las babas que quedaban en la polla.

Tampoco me gustaba. No calmaba mi ansiedad ni subía mi excitación para correrme. Cabreado, le di una fuerte palmada en el glúteo y sentí que me gustaba, tanto por las sensaciones recibidas como por la descarga que me produjo. Así que empecé a darle fuertes palmadas en ambos glúteos, observando también cómo se marcaban las manos hasta que estaba tan rojo que no se notaba casi nada.

Pero pesar de todo, todavía tardé mucho en correrme y cuando lo hice, creo que fue el orgasmo más fuerte de mi vida. De ella, no sé lo que le pasó. Me pareció que gritaba varias veces, pero no sé si de dolor o de placer.

Cuando la saqué, sucia de sus fluidos y de mi semen, caí sobre la cama y le dije:

-¡Límpiamela!

Hizo intención de limpiarla con la ropa.

-¡Así no, con la boca y la lengua!

Ella se puso a lamer y a chupar mientras yo iba cayendo en un profundo sopor. No sé cuánto tiempo duró mi sueño, pero cuando desperté, Ana estaba abrazada a mi cuerpo, desnuda y dormida. Me encontré más calmado y pude razonar.

No dudaba de que, mi suegro, me había dicho la verdad y de que yo había sido el más tonto del mundo, pero ahora y por el momento, la cosa no tenían remedio: Estaba casado y no me convenía divorciarme si no quería quedarme sin nada y encima endeudado. Tenía que esperar y buscar una oportunidad o forma de poder deshacerlo.

De momento, sí que parecía que me había casado con una sumisa, a la cual no sabía cómo tratar. No tenía conocimientos sobre el tema, hasta el punto de que escasamente había oído la palabra sumiso o sumisión. Tenía que averiguar más y aprovecharme de todo lo que pudiese.

El despertar de Ana me sacó de mis pensamientos. Levantó la cabeza, me miró a los ojos un momento y bajó la vista mientras decía:

-Perdóname. Mi padre me ordenó actuar así y ahora tengo que obedecerte en todo lo que me ordenes. Me dijo que debía llamarte amo o señor, lo que prefieras. Pero ¿nos vamos a separar?

-De momento no…

En ese instante sonó el teléfono de la habitación y como estaba en el lado de ella, le dije que descolgase ella. Me lo pasó diciendo: Es mi padre.

-Dime

-Que tal, Juan, ¿qué has pensado?

-Que te den por el culo. -y colgué.

Volvimos a acostarnos en silencio, hasta que poco después llamaron a la puerta, pensé que era su padre y le ordené que fuese a abrir. Se quiso poner el vestido, pero le hice ir desnuda.

Desde la cama, al abrir, vi que era su hermana, Luisa, que al verla desnuda, no puso muy buena cara.

-¿Puedo pasar? –preguntó mirándome, cuando ya estaba dentro.

Yo me encogí de hombros, indicando que me daba igual.

-Juan, necesito darte una explicación –yo solamente la miré-

-Quiero mucho a mi hermana. De pequeña sufrió una rara enfermedad que afectó a su voluntad y desde entonces, toda la familia la hemos protegido intentando que algún desaprensivo se la lleve. Yo también te quiero mucho a ti, pero sé que eres un hombre bueno y que nunca le harás daño y he renunciado a casarme contigo en favor de Ana.

Mientras ella hablaba, le hice unas señas a Ana para que fuese haciéndome una mamada, poniéndose a ello inmediatamente. Su hermana seguía hablando mientras miraba lo que hacía Ana.

-Estoo… Yo quiero estar contigo… ehmm. Como tu amante. Ehmm. O como quieras. Ehmm. Si tú quieres, claro.

Me limité a mover la cabeza de Ana para follarle la boca, mientras veía como asomaban las lágrimas en la cara de Luisa.

Tras un silencio en el que solamente se oía la boca de Ana, Luisa vuelve a preguntar con voz llorosa:

-¿Qué decides?

A pesar de la mala felación que me estaba haciendo, no pude evitar excitarme por la situación y me corrí, sujetando la cabeza de Ana para volcar mi corrida en su garganta. Cuando la solté, se separó lo justo para sacársela de la boca, dejando un nuevo rastro de babas y esperma.

-Ya te diré. –Le dije señalando la puerta.

Se fue caminando despacio volviendo un par de veces la cabeza, como si esperase una llamada mía. Antes de que cerrase la puerta le dije:

-Ya hablaremos. Vete.

Cuando se fue, estuve buscando un momento por internet y después hablé con Ana, que me observaba en silencio.

-Como te he dicho, no nos vamos a separar, por lo menos de momento, pero te voy a dar algunas normas a seguir para mantener nuestra convivencia.

Le mandé tomar el bloc de notas y el bolígrafo que el hotel ponía a disposición de los clientes y empecé.

-Solo hablarás cuando yo te pregunte o cuando te de permiso para hablar, después de pedírmelo.

-Vivirás para mi placer en todos los sentidos.

-Me obedecerás en todo, te parezca bien o mal, te guste o no y harás las cosas como yo te mande. Si algo no entiendes deberás preguntarlo o serás castigada.

-Quiero que lleves una libreta o diario donde anotarás cada noche lo que te ha gustado, cómo te hubiese gustado más, lo que no te ha gustado, tus necesidades, lo que deseas y cómo has vivido la experiencia del día.

-Estarás abierta a nuevas experiencias que yo te diga o haga, aunque no te gusten.

-Si te cedo a alguien, lo respetarás como si fuera yo mismo.

-Responderás a las órdenes que te de rápidamente y sin cuestionarlas.

-En público me tratarás con normalidad, pero no hablarás más de lo estrictamente necesario.

-Procurarás mantenerte en forma para mí, yendo a gimnasio e instituto de belleza.

-Todas las faltas que cometas por no seguir alguna de las normas o de las que vaya añadiendo, serán castigadas.

Ella lo anotó todo. No le pregunté si estaba de acuerdo

-Vamos a ducharnos.

Nos metimos ambos desnudos en la ducha, le dije que me lavase bien el cuerpo y sobre todo la polla.

Cuando me lavó a mí, me puse a enjabonar su cuerpo, empezando por el pelo, que le llegaba poco más que a los hombros, pasé el jabón por su cuello y su cara, sus hombros, me entretuve en sus pechos, amasándolos y comprobando su dureza, froté sus pezones hasta ponerlos duros. Fui bajando hasta su pubis, de pelo recortado.

-¿Te lo has arreglado tú? –Le pregunté

-No, mi hermana me llevó a un instituto de belleza para que me depilaran y me lo arreglasen.

-Quiero que te lo depiles entero.

-Sí, Juan, lo que tú quieras.

Proseguí mi lavado por la vulva y las ingles, bajé por sus piernas, eliminando bien los restos de su flujo y mis corridas. La hice darme la espalda y se la enjaboné desde el cuello hasta el culo. Limpié bien su ano, todavía sin usar, frotándolo en círculos con suavidad y presionando con el dedo e introduciendo ligeramente la punta.

Con la alcachofa de mano y agua tibia, aclaré bien su pelo, cuello, pechos, espalda, pubis y piernas, todo ello acompañado por la otra mano para eliminar el jabón.

Con su coño fui más insistente. Le hice separar las piernas y le di más concentración al chorro de agua, para que saliese con más fuerza. Separe los labios con dos dedos y lo enfoqué a su clítoris intentando también un lavado interior de su coño. Lo mismo hice con su ano, separando los cachetes del culo.

Al terminar, Ana estaba muy excitada, pero no quise hacerle nada. Vi que llevaba su mano al coño y le dije con voz seria:

-No se te ocurra tocarte ni correrte sin mi autorización

Seguidamente, nos pusimos las batas del hotel y nos secamos. Cuando terminó, porque yo lo hice antes, le dije:

-Y ahora, vístete, que nos vamos a cenar. Sin ropa interior.

Al bajar al restaurante, vi que en una mesa próxima a la entrada, se encontraban mi suegro y Luisa.

-¡Mira quién tenemos aquí! –Exclamé.

-Sentaos con nosotros… -Empezó a decir él.

-No. Gracias, me estropearías la cena. –Y me fui a otra mesa, seguido de Ana.

Elegimos un par de platos de la carta cada uno. Aunque no habíamos comido, yo no tenía hambre, pero Ana debía de tener mucho, pues me dijo:

-Juan, puedo hablar.

-Si dime.

-¿Puedo pedir más comida?

-Sí, lo que quieras.

Y se pidió dos platos más.

Cuando ella estaba terminando, se acercaron su padre y hermana. (Habrás notado que en ningún momento he dicho su nombre ni el de su mujer. Es por el odio que les tengo)

-Juan, aunque no lo quieras, tenemos que hablar.

-…

-¿Has decidido lo que vas a hacer? ¿Aceptas o rechazas la propuesta?

-Lo sabes muy bien. No me queda más remedio que aceptar, pero no quiero volver a verte ni que te dirijas a mí, el resto de mi vida.

-Pero podré ver a mi hija.

-Error. Ya no es tu hija. Es mi esposa y mi sumisa. Cualquier cosa que quieras con ella, deberás pedirme permiso primero y deberás aplicar lo que te he dicho antes: no te dirijas a mí de ninguna manera, porque si me entero que simplemente se detiene a escucharte, le daré un castigo especial. Y ahora… ¡lárgate!

-Y yo ¿me puedo quedar? –Dijo Luisa

-¡No! Pero, si quieres, tienes los billetes para venir de viaje de novios con nosotros a la Riviera Maya. Así lo organizó tu padre. Como nosotros no vamos a ir, puedes aprovechar e irte bien lejos.

Cuando terminamos de comer, tomar café y copita de licor, nos fuimos a la habitación, pero antes me llevé dos pequeños recipientes individuales de aceite, y nada más entrar le ordené desnudarse, cosa que hizo de inmediato.

-Ana, quiero follarte el culo así que sube a la cama, ponte a cuatro patas y separa las piernas.

Obedeció inmediatamente. Yo me situé tras ella, le hice bajar la cabeza hasta apoyarla en la cama y poner bien alto el culo. Empecé a lamer desde el clítoris hasta el ano, jugando con la lengua en su agujero, y metiendo el dedo al volver a su clítoris.

Poco a poco la humedad creció, el agujero oscuro fue dilatando y primero dos y luego 3 dedos entraron con facilidad en él. Entonces, abrí uno de los recipientes de aceite y embadurné mi polla y metí parte en su ano, apoyé el glande en el ojete y fui metiéndolo poco a poco. Emitió gemidos de dolor, que acallé con palmadas en sus cachetes hasta que mi cuerpo chocó en el suyo.

Esperé un rato a que se acostumbrase e inicié el movimiento para follar su culo en profundidad y añadí el poco aceite que quedaba.

Aguantó bien al principio, luego el dolor cambió a placer y sus gemidos sonaban fuertes en la habitación. Aumenté la velocidad. La metía hasta el fondo y la sacaba casi completa, con una mano alternaba entre acariciar su clítoris y palmadas en sus cachetes.

-Puedes correrte cuando quieras. -Le dije

Se corrió tres veces antes de correrme yo, y volvió a quedar excitada porque me salí cuando estaba camino de la cuarta.

No fuimos de viaje de novios. No tenía sentido, pues no era un matrimonio por amor ni era un matrimonio consentido por ambas partes, sino impuesto por su padre. El conocernos mejor estaba de más.

Como ya he dicho, no soy dominante ni me produce gran satisfacción, lo que no quita que le pueda enrojecer el culo con el cinturón en algunas ocasiones.

Hacemos vida de matrimonio, con salidas a cines, teatros y bares. Quedamos con mis amigos y vamos a bailar, en fin, después de todo, no es tan difícil de llevar. Además siempre está dispuesta para el sexo, pero ya casi no utilizo estimulantes como el día de la boda, solamente cuando celebro algo. Y ella encantada. Siempre sonriendo y sin llevarme la contraria.

Quizá, otro día, os hable de su hermana.

AMORBOSO

Gracias por leerme y valorar mi relato. Agradeceré vuestros comentarios.

PD. Lo sitúo en grandes relatos porque no sé exactamente en qué categoría ponerlo.