Enemigas (Capítulo 4)
Dos rivales que se odian a muerte descubren un nuevo modo de lidiar
Hola. Soy Roxana nuevamente y voy a contarles como sigue esta historia. Habíamos llegado al final de las vacaciones y lo íbamos a festejar con un campamento en el autódromo. Ese viernes a la tarde, regresaba a mi casa cruzando por el parque y pude ver que Carolina estaba sola. Tal vez esperando a sus amigas. O tal vez no. Quizás sólo estuviera colgada, sin nada que hacer.
Me saludó sin levantarse de donde estaba sentada haciéndome señas para que me acercara. ¿Qué querría? No lo sabía y la única forma de averiguarlo era hablando con ella. Me senté a su lado y se arrimó hacia mí.
_ Roxy. ¿No vas a saludarme? _ Me preguntó en un susurro.
_ Ya te saludé. ¿Qué querés? _ Mañana va a ser el último día que nos veamos antes de las clases. Tengo que preparar materias y casi no voy a poder salir de casa. _ ¿Y? _ Pregunté incrédula. En realidad, me importaba muy poco lo que tuviera que hacer. Diego había alquilado un departamento en la costa y nos íbamos a ir de vacaciones hasta el comienzo de las clases.
Carolina me tomó de la barbilla forzando el cruce de nuestras miradas. Aproximó su boca a escasos centímetros de la mía y me dijo en un sensual susurro: _ ¿No me vas a dar un beso? La situación me violentó. Estábamos en la mitad del parque y eran cerca de las 5 de la tarde. Mucha gente podría vernos. Pero por otra parte, toda la mañana había esperado este momento. Aún cuando en el baño nos estábamos sobando y alguien golpeó la puerta interrumpiéndonos. Por otra parte, ese peligro de que nos descubrieran me excitaba. Necesitaba estar a solas con ella. Por eso, la tomé de la mano y le di un suave beso en los labios. _ ¿Qué vas a hacer hoy? ¿Salís con Diego? _ Me preguntó.
_ No sé. ¿Por qué? _ Le pregunté extrañada. Después de aquella noche, nunca más nos pudimos disfrutar, más allá de algún manoseo en el baño o en alguna “pelea” en medio de la colonia.
_ ¿No querés venir a dormir esta noche? En casa no hay nadie.
Por toda respuesta le acaricié la cara interna de los muslos y saqué la lengua. Caro me imitó y nos enredamos en un beso francés fugaz pero ardiente.
A las nueve, tenía la mochila preparada y cuando estaba llegando vi que Diego, mi novio, se despedía de ella con un morreo digno de una película porno. Esperé a que se fuera y unos minutos después estaba tocando el timbre en su departamento. Bajó casi inmediatamente y la saludé con un beso en la mejilla. Carolina me tomó de la cintura, me hizo entrar y con su lengua recorrió mis labios. Me arrinconó contra la pared y se apoyó completamente sobre mí como si quisiera que nos fundiéramos. Nuestras lenguas luchaban ardorosamente como lo habíamos hecho nosotras en el pasado y nuestras manos se movían fuera de control. Sentí sus senos sobre los míos y nuestras vulvas peleando por besarse una vez más. Carolina llevó sus manos hacia mi culo y levanté las piernas cruzándolas en su cintura. Mis mano acariciaron su rostro mientras succionaba su lengua.
No podíamos estarnos quietas. Subimos los dos pisos por escalera y deteniéndonos a manosearnos innumerable cantidad de veces. Los escalones fueron testigos de nuestra excitación. Carolina se posesionó de mi cuello y lancé un quejido. Otra vez me había hecho un chupón. _ Carolina. Me estás lastimando. Calmáte un poco. _ Le pedí.
_ Estás en mi casa. Viniste a mí porque querías. Te voy a cojer como nadie y por eso, vas a llevar mi marca. Sos mía.
También la mordí. Sentí un grito ahogado y su mano apretando mi vulva. Nuevamente comenzamos a pelear para ver quién resistía más. Sus dedos me estaban dañando y tuve que entrelazar mis dedos con los de ella para evitar que siguiera atacándome. Sentí un ardor inmenso en donde estaba su boca y algo cálido en la mía. Forcejeábamos denodadamente. Ninguna quería dar el brazo a torcer. Pude ver la sangre en su cuello. La había lastimado. Esto no iba a terminar bien y decidí ponerle un alto.
_ Caro. Basta. Nos estamos lastimando y yo vine a otra cosa. _Esos segundos de silencio me hicieron recordar lo que hab&i
acute;a visto. _ Y decíme… ¿Qué hacías con Diego? ¡No quiero verte cerca de mi novio, puta de mierda! Por toda respuesta me dio un rodillazo en la entrepierna y cuando me doblé sobre mí misma, me dio un bofetón y me tiró del cabello. Tenía que hacer algo. Sabía que ella era más fuerte que yo y ahora estaba en su casa. Me levanté como pude y le devolví el golpe con el dorso de la mano. Nos enzarzamos en una pelea más salvaje inclusive que la del parque. En un momento me aprisionó contra la pared y comenzó a estrangularme. Su lengua se aproximó a mi rostro y le propiné un buen rodillazo como ella había hecho conmigo. Como respuesta recibí un puñetazo en el estómago y se me nubló la visión. Caí al piso y cuando me recuperé, pude ver a Carolina doblada sobre sí misma llorando. Esto último me extrañó porque nunca la había visto quebrarse delante de nadie. Me arrastré como pude hacia ella sin saber por qué. Sentí que no podía irme ahora y me acerqué. Le pregunté por qué lloraba.
_ ¡No quiero a Diego! ¡Lo que me pasa es mucho más fuerte! _ No te entiendo. _ Le respondí asustada. Sentía que se venía una revelación que podía llegar a no gustarme. El corazón me latía frenéticamente.
_ Desde el otro día en el parque, me di cuenta de que me gustás y me encantó cojerte. Pero sobre todo, la forma en que nos besamos y todo lo previo.
_ No es para que te pongas mal, Caro. A mí me pasa algo parecido.
_ ¡No es lo mismo! _ Protestó. _ ¡No puedo verte! ¡No te soporto! ¡Pero aún así me encantó cojer con vos! _ Caro, creéme que siento lo mismo y no sé por qué, pero también me caliento mucho estando con vos. ¿Cuál es el problema? _ Mañana es el último día que nos vamos a ver. Y te hice venir a esta hora porque quería que te enojaras conmigo por transarme a Diego. Quería que nos revolcáramos un poco. Quería robártelo. _ ¿Por qué? _ pregunté incrédula.
_ Porque ya que no puedo tenerte, siento que cuando beso a Diego algo de tu esencia quedó en él. _ Me respondió y rompió a llorar.
Extendí mi mano para secar sus lágrimas y le susurré que nos podríamos tener cuando quisiéramos. Rodeó mi cuello con los brazos y me besó con una dulzura que no recuerdo haber percibido en ella. Le devolví el beso y nos quedamos abrazadas en silencio en el suelo intentando recuperarnos de todo lo que había pasado.
Las piernas nos temblaban. Estábamos tan calientes que sentíamos que íbamos a corrernos de un momento a otro. Solamente sintiendo el calor de nuestros cuerpos y susurrándonos al oído.
Cuando llegamos a su departamento no perdió tiempo y se desnudó apenas cerrada la puerta. Me corté un poco pensando que tal vez estuvieran sus padres o su hermana pero ella me tranquilizó diciéndome que estábamos solas porque sus padres y su hermana estaban en la costa. Teníamos todo el fin de semana para nosotras. Con suavidad me ayudó a quitarme la remera y lentamente, sin dejar de besarme, me desvistió. Nunca nos habíamos visto desnudas por completo. Carolina, tengo que admitirlo, tenía unas tetas de ensueño con unos pezones marrones que invitaban a devorarlos, un culo algo gordito pero respingón y una cuevita que se veía húmeda y pedía a gritos que la devoraran. Nos acariciamos largamente mientras nos decíamos cosas dulces al oído. Era gracioso. Unos minutos atrás nos estábamos matando a trompadas y ahora éramos amantes. Mis manos se unieron en su nuca y sus dedos juguetearon con mis rulos. Sus pezones se encontraron con los míos y nuestros vientres se saludaron ansiosos. Nos friccionamos lentamente sin dejar de acariciarnos. Nuestros labios se juntaron, timoratos al principio y poco a poco fuimos abriendo nuestras bocas dando lugar al más apasionado y dulce beso francés que recibí en mi vida. Nos apretábamos más la una contra la otra como queriendo fundirnos en una. Nuestras lenguas se encontraron y acariciaron lascivamente, como si tuvieran vida propia. Carolina recorrió toda mi boca saboreándome mientras me acariciaba las mejillas. Sentía la turgencia de sus pechos sobre los míos mientras su lengua recorría toda mi boca. Intercambiamos tiernos mordisquitos sobre nuestros labios y me succionó
la lengua como si quisiera tragársela. Mis manos comenzaron a deslizarse por su espalda mientras nos comíamos a besos. Mis dedos patinaban sobre su piel sudorosa. Caro me imitó y sus manos fueron sin preámbulos hacia mis nalgas. Las agarró firmemente y me apretó aún más contra ella. Estábamos en fuego y nos decíamos lo mucho que nos gustábamos sin dejar de besarnos. Unimos nuestras manos entrelazando nuestros dedos y nos friccionamos sin interrumpir la sesión de besos. Su boca se posesionó de mi cuello y sentí sus cálidos y suaves labios allí donde antes me había mordido. _ Pobre. Te lastimé demasiado, Roxy.
_ No importa. Ya fue. Tal vez podamos hacer como los gatos y lamer nuestras heridas. _ Le respondí besando su frente. Sentí la punta de su lengua ascendiendo por mi cuello hasta penetrar en mi boca nuevamente. Sus manos se dirigieron nuevamente hacia mis glúteos y nos fundimos nuevamente.
Sin decirme nada, se separó y me condujo hacia su dormitorio. Con suavidad me acostó y se fue a la cocina. Volvió con una botella de champán y un chocolate. Me agradó el detalle. Diego nunca me había mimado de esa manera. Se sentó a mi lado, abrió el dulce y me invitó. Tomé un pedacito y me coloqué la mitad en la boca. Caro se sentó a mi lado y me quitó la otra con sus labios limpiándome un resto de dulce de leche con la lengua.
Sus manos magrearon mis senos y sus dedos se entretuvieron con mis pezones. Le devolví la gentileza mientras me embriagaba con su aroma. Carolina me tomó de la barbilla y luego de lamerme el rostro me guió hacia su cueva.
Llegué casi inmediatamente. Quería degustarla nuevamente. Tenía que hacerlo. Ya estaba cansada de tantos preliminares. Caro se acostó y abrió las piernas ofreciéndome su tesoro. La acaricié mientras besaba la cara interna de sus muslos. Ella se contorsionaba demostrándome cuánto placer sentía y gemía de una manera que me calentaba aún más si eso es posible. Le besé los labios y me adentré con la lengua en su interior. Sus jugos eran deliciosos y bebí de ella como si en ello me fuera la vida.
_ Roxy, mi amor! _ Me sorprendió jadeando mientras apretaba mi cabeza aún más contra su sexo. Me estaba embriagando. Su sabor era maravilloso y me comí su concha con fruición. Mientras mi lengua se internaba en los rincones más profundos de su cuevita, mis manos jugueteaban con sus pezones retorciéndolos y Carolina se esforzaba por hacerme entrar en ella.
_ ¡Roxy, mi vida! ¡Dáte vuelta para que pueda saborearte! ¡No aguanto más! Obedecí sin pensarlo dos veces y nos vimos envueltas en lo que poco después me enteré que era un 69. ¡Era magia absoluta! Nos devorábamos mutuamente y ahora habíamos trasladado nuestro combate a las arenas del sexo y el placer. Su lengua recorrió mis vellos y sentí palpitar mi sexo. Retomé la iniciativa y busqué su botón de encendido. Ella me había ganado y lo había alcanzado antes que yo. Primero lo besé con los labios, suavemente, haciendo que sienta el calor. Parecíamos poseídas. En realidad, estábamos poseídas. El frenesí y la desesperación estalló en nosotras y nuestras lenguas juguetearon con nuestros clítoris. Sentía que me iba a correr de un momento a otro y a juzgar por las convulsiones de Carolina, ella también. Mis labios rodearon su precioso tesoro y la punta de mi lengua comenzó a juguetear con él. En tanto, mi concha hervía y las caricias de Carolina y su estupendo trabajo bucal no alcanzaban para calmarme. El incendio parecía eterno. Estaba deleitándome con su botón cuando sentí sus dientes en el mío. Lancé un respingo y devolví el gesto sin dejar de mover la lengua que reptaba como si tuviera voluntad propia.
_ ¡Roxy! ¡Me voy! ¡Me voy! _ Gritaba Carolina con un tono que terminó por desencadenar el huracán.
_ ¡Caro! ¡Esperáme, ya llego! _ Le dije y las dos nos corrimos casi al mismo tiempo.
Nos quedamos así, en silencio disfrutando de nuestro nuevo orgasmo. Me volví y me acosté al lado de Carolina. Nos fundimos en un abrazo y nos quedamos largo rato acariciándonos y besándonos sin decir palabra alguna. Sus besos eran dulces y tiernos. No había deseo o lascivia en ellos, más bien todo lo contrario.
Bebimos una copa de champán, nos terminamos el chocolate y
nos dormimos prometiéndonos que no sería la última vez que nos tendríamos.