Enculada

El título lo dice todo.

Sentado al borde de la bañera, masajea mi cuello, mis hombros, mi espalda. Calma, mucha calma.

Transmiten las manos placenteras sensaciones que van despertando instintos carnales. Se va abriendo la piel a las sensaciones, al deseo in crescendo. Se esfuerzan las manos en sentir y hacer sentir, en dar luz a los suspiros, en dibujar cada pliegue del cuerpo que responde con suspiros cada vez más intensos.

Asoman los pezones endurecidos, desafiantes. Besa mis senos succionándolos lentamente; los atrapan sus manos; los mordiscos encienden los pezones coloreándolos de rojo. Nos besamos en la boca, nos mordemos los labios.

Su mano se dirige a mi sexo; pasa un dedo y separa los labios. La palma de su mano apoyada en el pubis, frotando sus dedos el clítoris eréctil, palpitante, a un ritmo suave.

-Te voy a meter un dedo, me dice, haciéndolo entrar.

Espasmos sacuden mi cuerpo entregado a la lujuria que se adivina en su mirada, a la lasciva sonrisa que se dibuja en su boca.

Dos dedos, provocando infinitos temblores, gemidos en libertad.

Bien embadurnados de flujo, descienden al culo trazando círculos alrededor del ano. Cierro los ojos, dejándome llevar por la placentera sensación provocada por sus dedo rotando y presionando suavemente hasta introducirse, cada vez un poco más, sin esfuerzo. Penetran, invaden, nada detiene su avance; el cuerpo se arquea buscándolos, recibiéndolos.

Desliza otro en mi vagina, moviéndolo con prisa. Adivino la urgencia en su sexo mojado por diminutas gotitas.

_Te necesito, digo entre gemidos.

Entra en la bañera sujetando su sexo con su mano que es caricia que lo va desnudando.

Me incorporo para darme la vuelta y arrodillándome separo mis nalgas ofreciéndole mi culo.

_Ahora, quiero que me la metas, ahora.

Agarra mi cadera y su glande empuja hasta desaparecer dentro de mí. Es profunda la penetración, pero es suave el movimiento, pequeños golpes hacen chocar su pubis contra mis nalgas.

-Oh, sí. Bien hondo, dale más fuerte.

Los sentidos en ebullición, bramando el deseo. Todo su cuerpo responde acelerando el ritmo.

_Siento cómo tus huevos me golpean el coño, me encanta, ah, me encanta.

Para en seco. Acaricia mis nalgas y todo mi cuerpo. Separa mis nalgas y vuelve a encularme marcando el ritmo al que trato de acompasarme empujando contra él. Largas y tranquilas embestidas irradian placer por nuestros cuerpos.

Vuelve a salir. Volviéndome, me siento y me hundo en la bañera con las piernas bien abiertas. Se coloca, arrodillado, entre ellas. Se masturba y me masturbo. No tardo en volver a pedirle que me tome de nuevo.

-Chúpame un poco, me pide

Empuño su verga y la engullo haciendo que su empalme sea aún mayor. Perversa lamida que lo descoloca llevándolo al borde del orgasmo. Se retira de mi boca apretándose los testículos con fuerza, reteniendo el estallido. Me agarra del pelo y tirando de mi cabeza hacia atrás dice:

_Te quiero perra; quiero encular a la perra que llevas dentro.

Entonces, vuelvo a ponerme de rodillas ofreciéndole nuevamente mi culo. Lubricada por mi boca, su verga se desliza por mi trasero perforándome con frenesí.

_Oh, más fuerte, más fuerte

Cogiéndome de la cadera, tira de mí hacia atrás empalándome con furia.

_Ohhhh, descargarme en tu culo! Ahora, deprisa. No resistiré mucho más

_Oh, sí, sí cómo siento tu polla, no pares, destrózame!

-Ahh, me corro dentro de ti, ahh

-Sigue, sigue, sí, sí, sí!

Sigue perforándome violentamente exaltado y perturbado para llegar. Gimo, suplico y sus huevos repiquetean contra mi vulva hasta dolerme. Sacude cada vez más fuerte, agarrado a mí, sofocado. Se derrama llenando mi esfínter y cuando parece que ya no puede más, toma un último impulso para dar los últimos coletazos que me llevarán al segundo orgasmo, momento en el que se derrumba sobre mí amoldando su vientre al hueco de mi espalda.

Sudores, somos jadeo. Son sus manos dulce caricia en mi cuerpo cuando su sexo, ya flácido, lo abandona.