Encuentros morbosos del 3°tipo:La máquina de hielo

[dominación y humillación - gay] Encuentros morbosos del 3° tipo es una serie de relatos de encuentros incómodos. En este capítulo un cornudo que se encuentra en un hotel con su mujer y su amante tiene un encuentro con un extraño junto a la máquina de hielo del pasillo.

Salí de la habitación cabizbajo y apurado y me desplacé por el pasillo. Hacía un poco de frío. Caminé nervioso y temeroso lo más rápido posible siguiendo las indicaciones del amante de mi esposa. En el trayecto, plagado de gemidos lejanos y voces que decían cosas como “te gusta, puta?” y “dame duro papi”, no pude evitar pisar varias manchas pegajosas y asquerosas con mis pies descalzos; preferí no pensar de qué serían. Quería cumplir mi deber lo más rápido y disimuladamente posible y regresar a la habitación, preferentemente sin ser visto. Por eso fue tan frustrante mi sorpresa cuando finalmente llegué a la máquina de hielo.

Junto a la máquina, vieja y destartalada, se encontraba parado un sujeto grandote en medias y bata de baño; una imagen casi desagradable. Al verme llegar y quedarme congelado del susto simultáneamente, el sujeto me miró de arriba a abajo con una mirada libidinosa.

  • Perdón, venía a buscar hielo. - dije asustado y tímido, deseando que la tierra me tragara.
  • Me imaginé - contestó el tipo, sin dejar de mirarme. - esta máquina es una mierda, hay que esperar un ratito a que arranque.

Casi llorando de bronca por mi mala suerte le di las gracias y me dispuse a esperar, intentando ignorar su presencia. Pero el sujeto no tenía las mismas intenciones, y continuó hablándome.

  • ¿Sabías que las batas son gratis, no? - me dijo provocativamente, señalando mi desnudez. Yo me puse coloradísimo.
  • Sí, si, perdón....
  • ¿Saliste apurado bebé? - preguntó utilizando un tono más morboso - ¿O buscabas otra cosa? jeje…

Tartamudée un par de sílabas y bajé la cabeza, pero el tipo me animó a contestarle.

  • Dale nene, estamos en el hotel más turbio de la ciudad, nadie te va a juzgar.
  • No, es que… yo… salí así porque… el amante de mi mujer no me dejó vestirme
  • ¿El amante de tu mujer?
  • Sí, se la coge hace varios meses. Soy… soy cornudo
  • ¿Y vos que haces acá?
  • Él dice que le da morbo cogérsela delante mio y me obligan a venir y…
  • ¿Y qué? Contame dale, que tenemos un rato de espera.

Yo estaba cada vez más colorado por la verguenza, pero al mismo tiempo me daba morbo estar contándole todo a un extraño. Continué hablando.

  • Le gusta humillarme, y a mi mujer le encanta. Tengo que atenderlos como su sirviente y obedecerlos en todo. Dice que él es el macho de los dos y… bueno, esas cosas, que mi mujer se merece un hombre de verdad, y que yo no tengo derecho a intentar estar con una mujer por… porque… -tragué saliva, estaba a punto de decir en voz alta algo que jamás había querido admitir - porque tengo la pijita chiquitita...

El sujeto estalló en una carcajada que me hizo temer que la gente de las habitaciones se asomara al pasillo.

  • ¿Que tenés qué? - dijo entre risas.
  • La pijita chiquitita.
  • Jajajaja. Eso explica el cinturón de castidad, ¿no? - dijo extendiendo su mano y haciendo rebotar mi pito encarcelado contra sus dedos.

Yo no me esperaba ese movimiento e instintivamente me hice hacia atrás. Me sentí abusado, ridiculizado. Jamás hubiera imaginado que me tocaría así.

  • Relajate nene, ¿no te das cuenta donde estás?

Yo hice silencio, estaba avergonzado y asustado. El tipo se acercó un paso.

  • ¿Que te asusta nene? Estás acá por voluntad propia
  • S...Si…
  • Te dejaste poner un cinturon de castidad por un macho que se coge a tu jermu y te hace mirar. Viniste al hotel más sucio (en todo sentido) de la ciudad y saliste desnudo a buscar hielo…
  • S… Si…
  • Si señor tenés que decir
  • Si… señor, si señor.
  • Así me gusta. Entonces si accediste a todo eso es porque te gusta, porque lo estabas buscando, ¿no?

No sabía qué decir. Hacía un tiempo no me habría imaginado nada de lo que me había pasado esos meses, y es verdad que no opuse mucha resistencia ante mi mujer y ante su amante, pero me costaba admitir que todo aquello había sido por voluntad propia, que me gustaba el morbo de sentirme humillado ante él.

El tipo insistió con su pregunta y se acercó otro paso. Me sacaba casi una cabeza de altura y su volumen era bastante mayor al mío.

  • No se… señor, es que…
  • Quizás te sentís incómodo porque vos estás desnudito y yo no, pero no te preocupes que lo solucionamos

Acto seguido desató el cinturón de su bata barata de hotel y la abrió con ambas manos, dejando al descubierto una verga de tamaño más que considerable que se bamboleó por el sacudón en estado de alerta. No pude despegar mis ojos de ahí. El tipo se dio cuenta y pareció gustarle; comenzó a acariciarlo despacio con su mano derecha.

  • ¿Mejor así, nene?

No contesté, pero seguí mirando aquel pedazo de carne cuyo fuerte olor ya llegaba a mis fosas nasales.

  • ¿Qué pasa nene, nunca viste una pija?
  • Sólo la del amante de mi esposa señor. - dije tartamudeando.
  • ¿Y se la tocaste?
  • Si… si señor.
  • Entonces ya sabés como se hace - dijo acercándose un paso más.

Su verga se apoyó sobre mi cinturón de castidad. El sujeto me agarró el brazo y al no encontrar resistencia llevó mi mano hacia su pija. Yo, instintivamente, cerré mis dedos sobre ella. Él comenzó a mover mi mano, masturbándose lentamente.

  • Así, muy bien nene. ¿Ves como te gusta? Contame, ¿Se la chupaste al macho de tu mujer?
  • Si señor
  • ¿Sólo a él?
  • Si… si señor, solo a él. - dije mientras dejaba que su mano manipulara la mía sobre su miembro, que crecía poco a poco.
  • Hoy es tu día de suerte nene - me dijo mientras posaba una mano sobre mi cabeza y me empujaba, sin esfuerzo alguno, hacia la alfombra más desagradable del mundo.

Yo me dejaba hacer sin oponer resistencia, y sin entender cómo podía dejarme usar así por un desconocido, desagradable y ordinario, que había conocido en una máquina de hielo rota en el hotel más decadente del mundo.

Me arrodille delante de él y sentí como mis rodillas se hundían en la humedad pegajosa de la alfombra. Miré hacia adelante, allí estaba su pija. Jamás había estado tan cerca de la pija de un extraño y eso me producía un maremoto en el estómago. El amante de mi novia se la había estado cogiendo por varios meses antes de involucrarme a mí en sus perversiones, y antes de que me hiciera chupársela ya la había visto en fotos (muy morbosa mi mujer) y en persona, y sólo la había lamido en contadas ocasiones. Esto era otro nivel, algo mucho más jugado y morboso.

  • ¿Qué esperas nene? - me dijo el extraño sacándome de mi trance.

Sin pensarlo demasiado volví a agarrar su verga, el peso era increíble a comparación de la mía y eso me hizo sentir más humillado aún. Corrí su piel hacia atrás, cerré los ojos y acerqué lentamente mi boca abierta a su verga.

  • No, no, con los ojitos abiertos nene, mirándome - me dijo con tono fuerte.

Yo abrí mis ojos y levanté la vista. Desde ese ángulo se veía más desagradable aún, pero al mismo tiempo más dominante. Miré su pija, no era como la del amante de mi mujer, ésta estaba descuidada, peluda y olorosa. No quise ni imaginarme dónde había estado esa noche. Sin dejar de mirarlo me la fui metiendo en la boca; cerré mis labios a su alrededor y succioné. El sabor era fuerte y su olor más aún. Mi estómago se revolvió aún más. El tipo me miraba a los ojos sin dejar de sonreír y sin soltar mi cabeza, aunque no me empujaba.

  • La chupas bien nene, tu macho debe estar contento. Tu mujer es igual de puta que vos, ¿no?

Me la saqué de la boca y contesté afirmativamente, pero su mano me empujó de nuevo a su verga.

  • Seguí chupando pendejo.
  • Zi Zeñod - dije con su pija en la boca, tal como me había ordenado.
  • ¿Y se la chupan juntitos a su macho, maricón?
  • Zi zeñod
  • Ufff, que suerte tiene tu macho nene, dos putitas bien obedientes para complacerlo. Contame, ¿cuánto hace que te tiene en castidad?
  • Hdzs unds msds

El sujeto me agarró del pelo y me separó de su pija con brusquedad, haciendo que mi baba salpicara bastante y cayera sobre su verga y mi pecho desnudo. Inclinó mi cabeza hacia atrás para asegurarse que lo mirara a los ojos.

  • Contestame bien nene.
  • Hace unos meses señor.
  • Uffff, te tiene sumiso y calentito. ¿Quién tiene las llaves? - preguntó mientras me sostenía la cabeza hacia atrás y me pegaba en la cara con su pija.
  • Ay… las tiene el, señor.
  • Si yo fuera él no te dejaría acabar nunca más, por putito jajaja. ¿Extrañás tenerla durita y coger? - dijo, ahora refregandome la verga en el rostro.
  • Si señor, tenerla durita si, pero no cogía hace años, mi mujer no me dejaba cogerla.
  • Me imagino, con esa pijita…. jajaja

Después de reírse en mi cara me escupió y me empujó de nuevo hacia su pija, obligándome a tragarla hasta el fondo. No pude evitar cerrar los ojos y soltar lágrimas. Me ahogó entre risas e insultos y me soltó varios segundos después, obligándome a mirarlo a los ojos. Yo estaba con los ojos rojos y llorosos, y con la cara y la boca llena de baba espesa. El tipo me acarició la barbilla como si fuese de su propiedad y sonrió.

  • Seguí chupando solito nene.

Yo obedecí y lamí lo mejor posible, esmerándome mucho para que no se repitiera esa escena. Él me acariciaba el pelo con ternura y me recordaba que no dejara de mirarlo a los ojos. Un minuto después mi macho desconocido estaba agarrándome fuerte del pelo y obligándome a tomarme toda su leche rancia y desagradable.

Cuando finalmente me soltó me alejé instintivamente de la verga que estaba ahogándome y llenándome la boca de leche y me hice hacia atrás, golpeándome contra la máquina de hielo. La mayor cantidad de leche escapó de mis labios, ensuciándome la cara y el pecho, llegando hasta mi pitito encerrado. La máquina comenzó a hacer ruidos.

  • Arreglaste la máquina, putito jajaja. - me dijo mi macho, mientras con su pie jugaba con mi pitito encerrado y enlechado. - Cómo me gustaría tener ganas de mear en este momento, ¿sabés como me mearía encima tuyo, así arrodilladito nene?

No supe como responder a eso y me limité a mirarlo con terror y súplica sin pronunciar palabra. Su pie seguía pisando mi pijita.

  • Levantate antes de que me arrepienta, dale. - me dijo retirando su pie.

Yo me levanté lleno de vergüenza y completamente humillado. Su leche aun chorreaba por mi cuerpo, pero, por supuesto, no había cómo limpiarse. Le miré la pija al tipo y me sentí humillado por eso, pero no pude evitarlo. Su enorme rabo no había perdido del todo la erección. El mío yacía inexistente dentro de su prisión.

  • La máquina ya está funcionando, fijate que ahí adentro están las hieleras, tenés que agarrar una. - me dijo con tono tranquilo.

Siguiendo sus instrucciones me acerqué y doblé mi cuerpo hacia adelante en busca de la hielera. En ese momento sentí sus manos posarse sobre mi culo y me di cuenta que había hecho algo imperdonable.

  • Apa apa, ¿Qué dice acá? - dijo mi macho desconocido mientras acariciaba mis nalgas.

Me había olvidado que mi mujer y su amante se habían divertido con mi culo hacía sólo un rato.

  • Putito de mierda…. - comenzó a leer el tipo pasando la mano por mi nalga izquierda - Inserte pija aquí - dijo riendo y pasando su mano por mi nalga derecha.
  • Me había olvidado, perdón, fueron mi mujer y su amante - dije intentando hacerme el desentendido.

A pesar de los nervios logré apoderarme de la hielera del fondo, pero cuando intenté reincorporarme las manos de mi nuevo macho me lo impidieron. Me mantuvo en esa posición y me dio tremendo chirlo en la cola que me hizo chillar.

  • ¿Por qué le decís “su amante”, si es tu macho? No le faltes el respeto a un hombre
  • Ayy, perdón señor.
  • Decilo bien - otro chirlo retumbó en el pasillo.
  • Ayyy! Perdón señor, mi macho, fue mi macho.
  • Así está mejor nene, no le vas a faltar nunca más el respeto, ¿no? - dijo acariciándome la nalga, sólo para darme un nuevo chirlo después.
  • Ay! me duele, perdón señor, nunca más le voy a faltar el respeto a mi macho.
  • Ni a ningún macho - me dijo metiendome lentamente un dedo en el culo y tirándome del pelo hacia atrás.
  • Ayy, ni a ningún macho, perdón señor, perdón por favor.

Su dedo ingresó hasta el final.

  • Mejor así nene, que vayas aprendiendo. Y ahora que te parece si respetamos a tu macho y le hacemos caso…

Sabía muy bien lo que seguía a continuación, y al día de hoy creo que debería haber intentado reincorporarme, o al menos hacer un poco de esfuerzo para evitarlo, pero no lo hice, solo tragué saliva, abrí un poco mis piernas y relajé (lo poco que pude) mi culo.

  • Sí señor - dije sumisamente.

Sentí su pija venosa posarse en mi ano, lo escuché escupir y sentí su saliva invadiendo mi agujero más íntimo; luego sentí su cabeza abrirse paso lentamente. El dolor era intenso. Mi cola no era virgen, pero solo un par de veces había sido penetrada por una pija real y no por el consolador de mi mujer, y jamás sin lubricante. Sentir como esa barra de carne dura y gorda se abría paso por mi culo, sin más ayuda que una desagradable escupida mientras yo estaba doblado sobre una máquina expendedora de hielo me hizo sentir la puta más baja del planeta.

Sentí la pija de mi macho llenarme por completo; sentí sus huevos chocar contra mi piel; sentí como se empezaba a mover agarrándose bien de mi cintura. Cada embestida era más fuerte que la anterior. Cada movimiento tenía más violencia y más ganas de humillarme como hombre. Sentía mis huevitos prisioneros rebotar para todos lados y al cinturón de castidad golpeando contra el metal de la máquina.

TAC. TAC. TAC.

En ese momento sentí su mano varonil apoderarse de mis huevos, de mi pijita, todo entraba en una sola mano. Y el ruido se detuvo. Su mano comenzó a jugar con ellos entre risas y gemidos.

  • Que chiquito es esto jaja, con razón tu jermu te hace cornudo, y con razón te humilla así. No alcanza con solo hacer cornudo a un putito como vos, hay que humillarte bien para que entiendas tu lugar, ¿no?
  • AY.. Ay… si, si señorr ayyy.
  • Así me gusta, bien putito y bien sumiso - dijo aumentando el ritmo y la fuerza de sus embestidas que me destruían contra la máquina de hielo.
  • Seguro esta pijita estaría durita si no estuviera encerrada, no nene?
  • Ay, si, ayy,, ayyy, si señor, estaría durita.
  • Claro que estaría durita, porque sos muy putito, ¿no? - dijo dándome un chirlo mucho más fuerte que todos los anteriores.
  • AAAAY!!! siii, si señorrr, estaría durita porquee ayyy, porque soy muy putito y me gusta que los machos me cojan. - dijo agarrándome fuerte de los huevitos.
  • ¿Que más putito?
  • Ay Ay Ay Ay, y me gusta que me humillen y me demuestren cuál es mi lugar.
  • ¿Y cuál es tu lugar putito?
  • Ayyy, a los pies del macho señor, obedeciéndolo en todo y dejándome usar.

TAC, TAC, TAC, Chirlo, chirlo, chirlo.

Mi macho había soltado mi pijita para darme duras y sendas nalgadas que retumbaban en todo el pasillo mientras yo ahogaba mis gritos dentro de la máquina de hielo. Al día de hoy estoy seguro que más de una puerta se abrió y más de una cabeza se asomó a contemplar la escena.

Entre el ruido metálico de mi pijita golpeando, y el encordecedor sonido de los chirlos podía sentir su dura y gorda pija llenándome todo el culo, adueñándose de mi, haciéndome su putita, y al cabo de pocos minutos me dejó su marca para siempre. Mi macho me acabó adentro del culo y yo me pregunté cómo podía ser posible que aún tuviera tanta leche en su interior.

Varios chorros calientes empaparon mi interior, haciéndome sentir más putita que nunca, marcándome como su propiedad para siempre.

Caí rendido sobre la máquina, sólo sostenido por ella y por las manos de mi macho en mi cintura. Sentí como su pija perdía erección adentro mio. Cuando la sacó sentí su leche escapando de mi interior y resbalando por mis piernas y mis huevitos. Sus manos recogieron la leche que caia por mis testículos y mi cola y la llevaron a mi boca, que abrí y tomé sin protestar.

Mi macho de turno, aún sin soltarme apretó el botón de la máquina y varios cubos de hielo cayeron. Tomó uno entre sus dedos.

  • ¿Te gustó, putito? - dijo acariciándome mis enrrojecidas y castigadas nalgas
  • Si señor
  • Agradeceme.
  • Gracias por cojerme señor, gracias por humillarme y mostrarme mi lugar.
  • De nada putito, un placer. Ahora, por respeto a tu macho, arreglemos esta colita golosa, ¿te parece?

No supe que contestar, por lo que permanecí en silencio en la misma posición. Fue entonces que sentí sus dedos introduciendo el cubo de hielo en mi culo. La sensación era horrible e incómoda. Intenté resistirme y levantarme, pero una sola mano suya en mi cintura impidió mi reacción, lo que me hizo sentir aún más inferior y humillado. Me merecía aquello. Lo dejé hacer. Permanecí sumiso y entregado, doblado sobre la máquina de hielo, con las piernas abiertas, dejando que aquel extraño me metiera un hielo en mi culo recien violado hasta desaparecer por completo. Luego sentí su dedo comprobando el éxito de su operación.

  • Listo! - dijo haciéndo cosquillas con su dedo en mi ano contraído. Luego me dio un chirlo un poco más cariñoso que los demás y soltó mi cintura. Yo permanecí quieto.
  • Jajaja - se rió en voz alta - ya te podes levantar putito.

Yo me incorporé como pude mientras el se cerraba su bata.

  • Ya te podés ir a tu habitación putito, tu macho y tu mujer te deben estar esperando.

Hice dos pasos y su voz firme me detuvo.

  • ¿No aprendiste nada, putito? En cuatro patitas.

Sin coraje suficiente para darme vuelta o para irme corriendo me arrodillé en aquella asquerosa alfombra pegajosa, luego apoyé mis manos y comencé a andar, así, en cuatro patitas, desnudo y en castidad después de haber sido abusado por un desagradable extraño sobre una máquina de hielo en el hotel más turbio de la ciudad. Me arrastré como un perro hasta mi habitación sin animarme a voltear para ver si el tipo aún seguía controlando que obedeciera su orden. Jamás volví a ver su cara... ni su pija.