Encuentros morbosos del 3er tipo: El Vestuario

[dominación - gay] Un joven y profesor primerizo de natación queda expuesto ante sus fuertes y vergudos almunos. ¿Podrá el frágil y sumiso profe hacer valer su autoridad ante estos atrevidos y poderosos muchachos?

Yo tenía a duras penas unos veinte años en aquel momento. Estaba estudiando para profesor de educación física cuando me ofrecieron una suplencia en el natatorio de la ciudad. Por supuesto acepté gustoso. Eran un par de semanas de experiencia real y yo no podía estar más feliz. Aún no sabía que aquel evento cambiaría mi vida…

Llegué a la piscina temprano y feliz y me preparé. Cuando los chicos llegaron yo ya estaba listo y esperándolos en mi silla. Los vi entrando al vestuario y salir al rato en sus trajes de baño. Mis alumnos tenían algunos años menos que yo, pero ya se los veía fuertes; en sus espaldas y brazos se notaban los beneficios de la natación. Me resultaba muy loco verlos así a su corta edad, sobretodo teniendo en cuenta que a pesar de ser varios años mayor que ellos yo era notablemente más pequeño y menudo.

Estaba nervioso por debutar como profe de natación y creo que se notó un poco. Los chicos eran bastante rebeldes y tenían un caracter duro y altanero, me costó llevarlos.

Cuando la clase terminó, los chicos se fueron gritando y jugando brusco hacia el vestuario, sin hacer caso a mis órdenes de tener cuidado en el suelo resbaloso junto a la piscina.

Ordené mis cosas y me dirigí al vestuario. Cuando ingresé volví a escuchar los gritos de los chicos, insultos, bromas y demáses. Cuando entré se hizo un momentáneo silecio que duró pocos segundos, luego continuaron en su mundo.

Paco, el que parecía el líder de la manda, se quitó su traje de baño y se dirigió campante hacia la ducha, pero para mi sorpresa jamás cerró la cortina. Abrió la ducha y dio media vuelta dispuesto a bañarse. Ante mis ojos apareció no solo un cuerpo esculpido, con todos sus músculos marcados, sino que también un miembro de un tamaño sorprendente para un chico de su edad.

Se bañaba con total libertad, sabiendo que estaba exhibiendo algo sorprendente ante nuestros ojos. Hasta ese momento yo jamás habia siquiera imaginado sentirme atraído por un hombre, pero no pude evitar mirar embobado como su mano enjabonaba con enfasis su enorme poronga y sus redondos y pesados huevos.

Tardé varios segundos en darme cuenta lo que estaba haciendo. Cuando volví en mí aparté inmediatamente la vista de su pija, rogando que nadie me hubiera visto, pero cuando levanté mis ojos me encontré con los suyos; me miraban fijo, acompañados por una sonrisa diabólica.

  • No tarden chicos, que en un rato viene otra clase - dije con la voz más autoritaria que pude poner, intentando disimular lo ocurrido.

Me quité mi traje de baño disimuladamente con intenciones de bañarme. Mirar mi pequeño pito después de haber contemplado el enorme pedazo de aquel muchacho me hizo sentir poco hombre e intenté pasar desapercibido. Colgué mi toalla en el gancho junto a la ducha y me metí dentro.

Me estaba bañando tranquilo cuando la cortina de la ducha se abrió de par en par violentamente. Miré asustado, ahí estaba Paco, completamente desnudo y enjabonado, parado en el umbral de mi ducha. No supe que hacer

  • Hola profe, ¿te gusta mi verga? - me preguntó Paco con esa sonrisa maldita.

No supe que contestar, permanecí en silencio completamente asustado.

  • ¡Jajaja! Miren la verguita que tiene el profe, con razón le gustó la mía - agregó el maldito Paco, estirando sus dedos para sacudír burlonamente mi pequeño pito.

Yo intenté zafarme aparentando autoridad, pero era obvio que no la tenía en absoluto. Miré hacia afuera y vi a los otros tres muchachos, completamente desnudos, mirándo divertidísimos la situación. Los tres estaban sentados sobre el banco con sus piernas abiertas, y a todos les colgaba entre ellas un miembro de generoso tamaño semierecto. Pedro, el más regordete, incluso se lo acariciaba mientras miraba atentamente la escena.

Intenté poner mi voz más grave y dura posible para imponerme ante ellos.

  • Salí inmediátamente de mi ducha, Paco - dije queriendo parecer duro. La respuesta fue estruendosas risas de todos.

Paco dio un paso adelante y quedó casi pegado a mí. Era un poco más alto y, por supuesto, más fuerte e intimidante. Su verga rozaba la mía.

  • ¿Y si no quiero? - preguntó a centímetros de mi rostro.

Tragué saliva y permanecí en silencio. Él no se movió ni un milímetro. Intenté esquivarlo y agarrar mi toalla del gancho, pero ya no estaba ahí.

  • ¿Qué vas a hacer para que salga, eh profe? - preguntó y se acercó un paso más. Ahora su verga estaba completamente apoyada sobre la mia. La humillación de sentirla eclipsando mi pequeño pito fue tremenda. Agaché la cabeza y no dije nada.
  • Mirame a los ojos, profe - dijo muy tranquilo, y yo obedecí. - quiero que me la enjabones bien y me la enjuagues, que todavía no terminé de bañarme.

Dudé unos segundos y Paco no soportó, me tomó de la muñeca y la apoyó sobre su enorme verga. Con su otra mano me puso el jabón en la mía.

  • Empezá - ordenó.

Completamente humillado y doblegado por mi alumno comencé a pasar el jabón por su miembro. El tacto era suave y resbaladizo. Con mis dos manos lo refregué y masajée, sintiéndolo latir y ponerse duro lentamente.

  • No te olvides de los huevos - gritó Eric, el más alto y flaco, entre risas.
  • Ya lo escuchaste - dijo Paco.

Mis manitos agarraron sus huevotes. El tamaño era increíble. Cada uno pesaba lo que pesaba mi verga completa, y quizás más. Comencé a enjabonarlos y acariciarlos con dedicación mientras sentía como mi pito se ponía duro y se escondía al mismo tiempo. Me sentía completamente degradado, desmasculinizado.

  • En un vestuario de hombres no existe el título de profesor - comenzó a decir Paco - en un vestuario rige la ley de la selva, profe, el más hombre es el que manda, y el que la tiene más grande es el más hombre. ¿no? - permanecí en silencio - ¿¡no!? - insistió Paco
  • Sí Paco - dije tímidamente - tenés razón. - y continué lavando sus impresionantes huevos ante la vista de todos.
  • Ricky! - llamó Paco al muchacho más petiso - alcanzame la regla.

Ricky se levantó bamboleando su grueso pene y revolvió su mochila hasta encontrar la regla y se la alcanzó a Paco.

  • Vamos a ver que lugar ocupas en la selva, profe…

Tomó mi pequeño pitito entre sus dedos y lo masturbó un poquito, luego le colocó la regla al lado y se rió en voz alta.

  • 11 centímetros, el profe tiene un pitito de 11 centímetros. - casi muero de verguenza cuando comenzó a gritar eso y todos estallaron en carcajadas. - ahora me lo vas a medir a mi y le vas a decir a los chicos cuanto mide, ¿entendido?
  • Sí Paco - contesté humillado y resignado.

Tomé la regla, luego tomé su verga y la acomodé. Puse la regla junto a ella.

  • 22 centímetros - dije casi llorando, en voz baja
  • Más alto profe, que los chicos no te escucharon.
  • ¡22 centímetros, Paco! - dije casi gritando, y todos rieron de nuevo.
  • ¡22! Exactamente el doble. El alumno tiene el doble de verga que el profe, ¿que se siente profe?

Permanecí en absoluto silencio.

  • Ahora vas a ir y se la vas a medir a los chicos - dijo Paco, empujándome de la nuca casi sin esfuerzo.

Me acerqué a los chicos que permanecían sentados en el banco. El primero era Pedro. Me miró a los ojos sonriendo y abrió más las piernas. Yo esperaba que se pusiera de pie y no supe como reaccionar.

  • De rodillas profe - gritó Paco detrás de mí.

Me arrodillé ante mi alumno y tomé su verga en mis manos. La acaricié y masturbé un poco para que se pusiera grande y luego coloqué la regla.

  • 20 centímetros - dije casi sin voz e instantáneamente recibí un cachetazo en la nuca.
  • Más fuerte profe, no me hagas enojar - dijo Paco.
  • 20 centimetros!! - grité yo, aún sosteniendo en mis manos la verga erecta de uno de mis alumnos. No me entraba más humillación en el cuerpo.

Paco me tomó del cabello y me arrastró hacia Eric a cuatro patas.

  • 20, bastante más que nuestro querido y putito profe. A ver el que sigue…

Repetí la operación, tomando entre mis manos la verga de Eric, que se reía y me miraba fijo. Era un poco menos ancha que la de Pedro, y no parecía tan pesada como la bestial anaconda de Paco, pero aún así era inmensamente superior a la mía.

  • 18 centímetros, Paco -dije tímidamente.
  • Bastante más grande que tu pitito, ¿no?
  • Sí Paco, bastante más grande que mi pitito…
  • Al que sigue putito.

Sin que tuviera que arrastrarme del cabello me acerqué a cuatro patas hasta llegar a Ricky, lo miré a los ojos mientras tomaba su pija en mis manos y el sonrió y me guiñó el ojo.

  • ¿Cuánto mide, profe? - me preguntó juguetón.

Yo coloqué la regla junto a su verga y medí.

  • Te mide 19 centímetros, Ricky - le contesté colorado de verguenza.
  • Bien, ¿eh? ¿cuánto más grande que esa verguita que tenés entre las patas? - me preguntó mientras jugaba con mi pito con los dedos de su pie. Yo me retorcí.
  • siete centímetros más, Ricky.
  • ¿Y qué se siente tenerla tanto más chiquitita que todos tus alumnos, profe? - preguntó Paco desde atrás mientras me acariciaba el pelo como si fuese su perrito. Yo tragué saliva. No quería contestar, pero tampoco hacerlo enojar.
  • Es muy humillante, Paco.
  • ¿Te hace sentir poco hombre, verdad?
  • Sí, Paco
  • Perdés toda autoridad, ¿no?
  • Sí, Paco
  • Según la ley de la selva sos el último eslabón, algo así como nuestra putita. ¡DECILO! - Gritó Paco tomándome fuerte del pelo y tirándome la cabeza hacia atrás violentamente.
  • Soy la putita de la selvaaaaa - grité asustado en esa posición. Todos rieron.

Pacó me arrastró de los pelos hasta el rincón del vestuario y me dejó ahí y se fue a sentar al banco al lado de los chicos. Desde allí habló:

  • Tenés razón profe, sos la putita del vestuario. Ahora que ya tuviste en tus manos todas nuestras pijas vas a pensar bien cuál es la que más te gustó, te vas a acercar a cuatro patas a la elegida y le vas a dar un beso en el glande, mirándo a los ojos al dueño, por supuesto. ¿Entendido?
  • Sí, Paco - dije resignado. No tenía fuerzas para desobedecer, ya me habían doblegado.

Pensé unos segundos, no podía creer que debía elegir mi verga favorita si hasta hacía algunos minutos jamás había siquiera tocado una. La verga de Paco era realmente majestuosa, ancha, larga, pesada, con dos huevos enormes y perfectamente redondos, con un vello público recortado prolijamente pero a la vez natural y salvaje, pero no quería darle el gusto de elegirlo. La total sumisión que experimentaba en ese momento me llevó a elegir a Ricky, que había sido el que más divertido había parecido humillándome mientras se la medía. Con la cabeza gacha me dirigí hacia él en cuatro patas mientras escuchaba gritos como “mové la colita profe” y “¿quién da más?”. Me coloqué entre sus piernas abiertas de rodillas, lo miré fijo a los ojos sumisamente, y sin retirarle mi mirada me agaché acercándome hasta su pija y por primera vez en la vida mis labios tocaron un pene. Le dí un tierno beso en su glande que duró varios segundos. Luego me aparté y pasé mi lengua por mis labios, gesto que hizo reír a todos.

  • Parece que le gustó - dijo Ricky acariciándome la barbilla mientras todos reían.

Yo ya había pasado el límite de la humillación. En ese momento ya no era un hombre, mucho menos su profesor.

  • Así que elegiste a Ricky. Decinos profe ¿por qué lo elegiste?

No podía creer que tenía que contestar aquella pregunta.

  • Porque… porque… la tiene muy linda - dije muerto de verguenza.
  • ¿Te calienta su pija, profe? - insistió el malvado Paco
  • Si, me calienta su pija.
  • ¿Y te calentó que se burlara de vos y que te humillara mientras se la medías, no?
  • ...Sí… sí Paco - dije yo, sin poder creer que me hubiera leído de tal forma
  • A ver, mostranos como te calentó nuestro amigo Ricky.

Allí de rodillas en el suelo del vestuario abrí mis piernas ante mis alumnos y tomé mi verguita dura con dos dedos, moviéndola un poco para que vieran lo dura que estaba. Por supuesto todos rieron.

  • La agarra con dos deditos jaja, que triste - se rió Ricky.
  • Bueno profe, ya elegiste a tu alumno favorito, ahora tratalo como tal. - sentenció Paco.

Sabía lo que tenía que hacer, pero no quería creerlo. Miré al rededor y todos mis alumnos me miraban atentos y divertidos. Paco, Pedro y Eric tenían su verga agarrada y las masajeaban lentamente. Ricky, por su parte se limitaba a mirarme fijo y divertido.

Lo miré a los ojos intentando contener las lágrimas, tomé su linda y grande verga con mi mano y la masajée un poco. Luego corrí su piel hacia atras y la sostuve de la base, y sin dejar de mirarlo abrí mi boca y me la introduje despacio. Cerré mis labios al rededor de ella y sentí su fuerte y salado gusto. Al escuchar los gritos e insultos del resto de mis alumnos comencé a mover mi cabeza, apretando los labios y jugando con mi lengua. Me sentía extraño. Por un lado estaba completamente humillado y derrotado, lo que debía ser mi primera experiencia como profesor se había transformado en el momento más degradante de mi vida, pero una parte de mí estaba completamente excitada y sólo me pedía más entrega, más humillación, y mi pitito estaba durísimo.

Chupé y lamí aquella pija como si fuera una puta experta. Jugué con mi lengua al rededor de su glande, me la metí completa en la boca hasta la garganta, la masturbé mientras lamía sus huevos, hice todo lo que cualquier puta experta habría hecho, y mis alumnos me lo agradecieron festejando cada movimiento realizado.

Sentí las manos de Paco apoderándose de mi cintura y colocándome a cuatro patas. Lo sentí darme fuertes nalgadas y jugar con mis huevitos de forma humillante mientras me daba indicaciones

  • Dale putito, seguí chupando, toda, toda en la boquita, dale que te encanta. ¿O no es tu pija favorita del mundo? ¿Eh?
  • Siii - contesté yo sin dejar de chupar, sin sacarme la verga de Ricky de la boca - es mi verga favorita del mundo.
  • Mové la colita puto, dale, dale, como perrita en celo - comenzó a gritar Paco mientras me daba sendos chirlos en ambas nalgas

Yo obedecí y mientras chupaba sin parar la verga de Ricky moví sensualmente mi colita. Abrí mis piernas lo más que pude para tentar a Paco y que volviera a jugar con mis huevitos a punto de explotar.

Pedro y Eric se acercaron a mis costados con sus vergas tiesas.

  • Agarrame la verga profe, dale putito - ordenó Eric
  • Te encanta estar rodeado de pijas, ¿no? - preguntó Pedro
  • Siii - contesté yo - me encantan todas sus pijas.
  • Disfrutalas marica.

Y ahí estaba yo, lamiendo gustosamente la pija más linda del vestuario mientras con mis manos agarraba dos grandes pijas, todas más grandes y gruesas que la mía, mientras Paco miraba complacido su obra; me había convertido en una putita golosa a fuerza de humillación.

Mientras yo tenía mis ojos cerrados y me dedicaba a mi trabajo de putita, mis alumnos se pusieron de acuerdo, y un minutos después todos acabaron sobre mí. La leche tibia de Pedro y de Eric me inundó la cara y el pelo mientras mi Ricky me llenaba la boca con su lefa. Que sensación humillante y morbosa sentirme así, sentir como la lechita de mi alumno me llenaba la boquita con ese sabor salado y caliente, y cómo no podía dejar de masturbar a los otros dos a pesar de que ya me habían entregado toda su escencia.

Fuera de mí y completamente excitado comencé a lamer las dos pijas que tenía en las manos. Primero una, luego otra, luego la primera, luego la otra de nuevo. Paco había dejado de jugar con mis huevitos, dejandome completamente caliente, por lo que intentaba agitarlos y sacudirlos en aquella incómoda posición.

  • Tremendo putito resultó el profe - decían los chicos mientras se reían de mí.
  • Mirá como le gusta la verga

Cuánto más me humillaban más me calentaba y más putita me ponía. Pero en ese momento escuché la voz de Paco a lo lejos.

  • Calmensé chicos, ahora me toca a mí.

Todos miramos al rincón y ahí estaba mi alumno más pijudo, sentado completamente desnudo y con las piernas abiertas en mi silla de profesor. La vista desde el suelo era sublime, parecía un Dios del Olimpo sentado en su trono. Poderoso, musculoso, con su piel brillosa y su verga completamente hermosa y erecta. Todos nos quedamos en silencio.

  • Vení profe, que esa colita va a ser mía.- dijo sin levantar la voz.

Tragué saliva. Era verdad que estaba completamente caliente, pero una cosa era chupar pijas rogando que me masturbaran y me permitieran acabar, y otra muy distinta era dejarme romper la cola por semejante pedazo de carne, que encima pertenecía a mi alumno.

  • ¿No escuchaste, putito? - insistió Paco.
  • Si, Paco, es que yo… yo soy....
  • ¿Virgen, profe?
  • Si, si Paco, virgen…
  • Entonces va a ser mejor que la lubriques bien.

Uno de los chicos, no pude ver cual, me arrojó un pote de crema enjuague. Yo lo miré, luego miré a Paco, que me miraba desde su posición de poder, con aquel amenazante y poderoso falo.

  • Agarralo con la boquita profe, y quiero que vengas a cuatro patitas, como vos sabes.

Muerto de miedo me puse a cuatro patas, agarré del suelo la crema enjuague con mis dientes y comencé a gatear hacia mi poderoso alumno.

  • Mové bien la colita, putito - indicó Paco.

Obedecí cada instrucción al pie de la letra. Me acerqué moviendo sensualmente mi colita y mostrandole mis colgantes huevitos a mis alumnos. Finalmente llegué a sus pies y me arrodillé. Estaba aterrado. Tomé la crema enjuague y estaba a punto de usarla cuando Paco me interrumpió.

  • Primero dale una buena lamida. Desde los huevos profe, y mirame a los ojos.

Mientras los chicos se reían desde su sitio yo obedecí a Paco. Saque mi lengua, lo miré a los ojos y lamí sus huevos, continué por su eterno tronco y llegué al galnde. Me tomé la libertad de darle un buen beso de lengua, largo y baboso, mientras lo miraba a los ojos. Paco agradeció mi gesto de sumisión y devoción acariciando mi cabello.

Luego abrí el tubo de creme enjuague y lo apreté sobre la verga de Paco. La crema viscosa salió y cayó resbalando por toda la pija dura de mi alumno, llegando hacia los huevos. El espectáculo era hermoso, magnífico. Comencé a masajearla para dejarla bien encremada. Su brillo y su textura me excitó muchísimo. Su verga estaba completamente dura, brillosa, apetitosa, y yo no podía parar de acariciarla.

  • Ya está bien profe, ahora date vuelta y metétela toda en la colita.

Su órden me desencajó. Yo esperaba que quisera cogerme a cuatro patas, que se apoderara de mi y me diera duro. En otras palabras, que él hiciera todo el trabajo. Pero no, el muy maldito pensaba quedarse quietito como un rey mientras yo solito me sentaba en su gigante verga. Era demasiado humillante, no me creía capaz de hacerlo.

Un tremendo cachetazo me despertó de mis dudas. La mano de Paco me había cruzado el rostro de un golpe tremendo. Sentí sus dedos marcados en mi cara mientras escuchaba un “uhhh” de mis otros alumnos, seguido de risas burlonas. Si haberme entregado sexualmente a mis alumnos era humillante, entregarme físicamente a su poder era el extremo de la dignidad humana. Yo era débil y frágil ante ellos. Mis alumnos eran ahora mis dueños, mis machos, ellos disponían a placer de mi humanidad y nada podía hacer yo al respecto.

Con lágrimas en los ojos me puse de pie, dejando nuevamente a la vista de todos mi pequeño y erecto pito. Las risas llenaron el silencio del vestuario

  • Mirá que verguita de mierda que tiene - rió Pedro
  • Y encima está durísima, parece de juguete - agregó Eric.

Paco se acomodó más en mi silla, esa silla que era un lugar de poder, un lugar que ya no era mio y que era correctamente ocupado por Paco, mi alumno pijudo, el macho alfa, el rey de la selva.

  • Dale marica, cojete toda. - me ordenó.

Continuará...

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Para el gran y morboso final puedes contactarme a mi mail julisumiso@yahoo.com

Saludos a todos y buenas pajas!