Encuentros...

Os envío mi primer relato.

Cuando MRW llamó al timbre pensó que le traían algo a su vecino Jaime, éste casi nunca está casa los sábados a media mañana. El chico preguntó: -¿María Rodríguez?. María sorprendida firmó el recibo y con el paquete en la mano cerró la puerta de su apartamento, inundado de sol a esas horas del día. Bajó la música y se sentó, un pensamiento le pasó por la mente de forma fugaz pero no podía ser, Eduardo no lo había dicho en serio.

Eduardo era un "amigo" virtual, se habían conocido 2 meses antes en un chat y desde entonces hablaban todas las noches. La última conversación la tuvieron el jueves, después de cenar, como venían haciendo se habían conectado para charlar; la sorpresa surgió cuando hablando de trabajo, cosa que no hacían habitualmente, supieron que el lunes coincidirían en Madrid debido a una presentación que se celebraba por un contrato firmado entre las empresas de uno y otro. Rieron y Eduardo, siempre con sus juegos, le dijo a María que le enviaría un regalo ya que sería la primera vez que se iban a ver, aunque sabían que sería complicado encontrarse entre tanta gente.

La cajita tenía la foto de una estupenda mujer y unas letras rosas en las que se podía leer: Miyakodori; venía acompañada de una sencilla nota escrita a mano que decía: "Nos acercaremos". María soltó una carcajada, Eduardo siempre la hacía reír, era una de sus cualidades junto con la de ser un gran conversador y una persona de la que se podía aprender mucho. Dejó el regalo en el cajón de su mesita de noche y no le dio más importancia que la de una broma con la que reír juntos cuando volvieran a charlar mañana por la noche, hoy salía a cenar con unos amigos.

Encendió el ordenador a las once de la noche, se le había hecho un poco tarde preparando la maleta para el viaje a Madrid; supuso que Eduardo estaría esperándola pero no fue así, le había mandado un mensaje instantáneo que decía: "Hola bella dama, he salido hacia Madrid antes de lo previsto, te buscaré ", eso le recordó algo, abrió el cajón y metió la cajita en la maleta que tenía preparada a los pies de la cama, ya pensaría en ello cuando llegara el momento. Respondió a los mensajes que había recibido y cuando hubo terminado apagó el ordenador y se fue a la cama. Se quedó dormida.

En el espejo del ascensor se repasó el maquillaje. Se había decidido por un vestido de cuello mao en color negro con unos hilos dorados en las costuras, le llegaba poco más abajo de las rodillas y tenía unas aberturas a los lados que se abrían hasta media pierna, unos zapatos negros con un tacón fino y alto, unas medias de seda del color de su piel que hacía que ésta brillara de forma sutil, su ropa interior también negra, se componía de un body en encaje transparente, una pequeña cartera de mano en color negro ponía el broche final, no llevaba joyas.

Se sentía nerviosa, no dejaba de preguntarse qué pasaría esa noche; llevaba puesto el regalo, un aparatito de no más de dos centímetros que, según decían las instrucciones, contaba con 6 velocidades de vibración y con cada una de ellas producía un inmenso placer a la mujer que lo llevara dentro, pero el regalo estaba incompleto.

El ascensor paró en el vestíbulo del hotel, allí la esperaban los compañeros de su Delegación para dirigirse al gran salón. La mayoría eran hombres, al pararse en la entrada y observar, María recordó lo mucho que le atraía un hombre vestido de traje, ¿Eduardo estaría por allí también vestido para la ocasión?

Respiró hondo y avanzó hacía los grupos saludando a unos y otros, asegurándose de que todo estaba dispuesto, pero sin dejar de buscar. Se sentía excitada no sólo por el juguete, también por saberse observada y deseada por la mayoría de los hombres del salón, el vestido le ceñía el cuerpo, no se veía nada en absoluto pero a través de él se adivinaba un voluminoso pecho, marcaba una pequeña cintura y se dibujan unas caderas redondas y bien definidas, las aberturas del vestido y su movimiento al caminar hacían el resto. La presentación dio comienzo con ella sentada a un lado de salón por si tenía que moverse para resolver algún imprevisto, la pierna derecha cruzada sobre la izquierda, en su regazo el dossier de la empresa y su bolso de mano, su excitación no desaparecía y no era sólo física, su ropa interior estaría húmeda sino la hubiera protegido con el salva slip, el juguete seguía dentro de ella y se sentía observada. Todos aplaudieron al final del acto y fue cuando sintió que el juguete se ponía en marcha, contuvo la respiración y apunto estuvo de escapársele un gemido; era una vibración suave, un ligero cosquilleo proveniente de su interior y que le subía hacia el estómago, cambió de postura quitando el cruce piernas. ¿Dónde estaba la otra parte del juguete?

Se levantaron de la sala de conferencias para dirigirse a la recepción, un gran salón dónde estaba dispuesto el buffet. María sentía el deseo de mover sus caderas, estaba mojada por la excitación, sus ojos brillaban de forma extraña y una sonrisa se mantenía dibujada en sus labios rojos. No podía comer, cogió una copa de cava y se dispuso a buscar a Eduardo no debía estar lejos. Se puso en marcha la segunda velocidad del juguete y María tuvo que parar un momento, un gemido ahogado fue su único movimiento durante unos segundos, ¿dónde estás? Pensó. Giró sobre sí misma buscándolo y sintió que unas manos la rodeaban por atrás, el gemido que había ahogado momentos antes ahora surgió de ella sin posibilidad de pararlo, su excitación seguía aumentando y esas manos en su cintura no hicieron más que contribuir a ello; al girarse encontró unos grandes ojos negros mirándola y una sonrisa dulce, era Pablo el Delegado de su zona con el que mantenía un coqueteo constante desde hacía unos meses, la saludó con un beso en la mejilla y sujetándola por la cintura la condujo hacía un grupo, tenía que presentarle a unas personas.

  • Te presentó a Eduardo de Vicente, responsable en la zona norte de la empresa con la que hemos firmado el acuerdo. La tercera velocidad se puso en marcha justo cuando María le daba la mano a la mujer de Eduardo.

Su espalda se arqueó, hubiera dado lo que fuera por poder gemir y mover las caderas a su antojo, expresar la excitación que sentía, abrir sus piernas. Eduardo la miraba mientras hablaba de algo que no consiguió entender, tenía una mano en el bolsillo del pantalón y en la otra mantenía una copa de vino tinto; vestía un traje negro con rayas diplomáticas, una camisa blanca de seda y una corbata roja; sus ojos brillaban y una sonrisa se dibujaba en sus labios, era más alto de lo que pensaba. La cuarta velocidad se puso en marcha cuando María se alejaba del grupo, se había disculpado para ir a retocarse al baño; no podía más, ese pequeño juguete vibrando dentro, el roce de la mano de Pablo en su cintura mientras hablaban y la mirada de Eduardo clavada en ella habían llevado su nivel de excitación hasta un punto en el que no podía controlarse, necesitaba no ser observada para poder moverse, gemir, expresarse….

Se dirigió al baño de la primera planta, allí habría menos gente; sus piernas temblaban tanto que pensó que no podía seguir de pie con los tacones; cerró la puerta del baño se subió el vestido para poder meter la mano a través del panty, estaba muy mojada y el poder abrir los corchetes del body dejando sus movimientos libres hizo que su excitación aumentara, de pie con las piernas separadas una mano apoyada en la pared y la otra acariciándose no podía pensar en nada. La puerta del baño se abrió pero no hizo que parase, afuera no se oía nada más que unos ligeros y tranquilos pasos que se pararon justo delante de la puerta, su respiración era agitada y tuvo que hacer verdaderos esfuerzos para controlarla, alguien estaba fuera pero no se oía nada, nadie se movía; sacó la mano de sus pantys, se colocó un poco la ropa y abrió la puerta del servicio. La quinta velocidad se puso en marcha justo cuando sus ojos se encontraron con Pablo, el gemido que salió de su cuerpo no pudo ser ahogado, Pablo empujó suavemente la puerta del servicio y sin decir nada entró haciendo que Maria se echase hacia atrás, quedando apoyada contra la pared; le levantó los brazos por encima de la cabeza sujetándolos con una sola mano, estaba contra la pared sin posibilidad de moverse, la mano derecha de Pablo acariciaba su cuerpo por encima del vestido mientras la besaba, le bajó los brazos y la giró sobre sí misma, quedando de espaldas a Pablo, notaba su pene duro contra los riñones cuando la sexta velocidad entró en funcionamiento, la mano de Pablo bajó hasta su coño, separó sus labios ligeramente para que poder acariciar su clítoris; Maria tenía el pene de Pablo cogido con su mano cuando sitió que no podía más, un gemido salió de su garganta sin previo aviso, Pablo dejó la mano quieta presionando su coño con ella sintiendo como éste palpitaba, se corrió entre gemidos siendo sujetada por los brazos de Pablo.

  • Nos encontramos luego….

Fue la última frase que le dijo Pablo, antes de entrar de nuevo en el salón y mientras sacaba del bolsillo interior de su americana un pequeño mando que puso en la mano de María.