Encuentro realmente inesperado (1)

Narración de una primera vez negociada via Internet, que se desarrolla luego en una historia.

1 Cita a ciegas.

Llegué por fin a mi departamento mientras el sol corría ya bajo el horizonte de concreto de la ciudad, y en cuanto cerré la puerta y me quité la corbata, me dirigí hacia la recámara y me dejé caer exhausto sobre la cama. Después de algunos minutos de estirar mi cuerpo en la comodidad del lecho, fijando en mi mente la imagen fija de Fernando, uno de los empleados de la compañía. El cual nunca había tenido la oportunidad ver de manera comprometedora ni ese día ni nunca antes, pero que sin embargo estaba en ni pensamiento desde esa mañana, en la que un problema realmente irrelevante me había producido un gran disgusto. ¿Cual relación había entre Fernando y mi estado de ánimo? realmente ninguna, pero al salir a la defensa de uno de sus subalternos me había provocado la sensación de estar en falta, de excederme en mis exigencias. ¿Excederme? ¿pero qué explicación debía dar por ello?

Como la situación era propicia, me imaginé como sería ser poseído, humillado por ese individuo, o por el que fuese para el caso. Una sensación de calor y fuerte necesidad me embargaba, haciendo que mi miembro se erectara por sí solo, mientras yo fantaseaba y soñaba despierto con un hombre que me desflorara, que me poseyera y que me usara como recipiente para su erecta virilidad. Mientras estaba en mi cama, me masajeaba el miembro y los testículos con una mano mientras con la otra acariciaba lentamente mis pezones bajo la camisa, los cuales son una de las partes más sensibles de mi cuerpo, aguardando el momento para bajarme el pantalón y masturbarme para terminar con el suplicio del deseo repentino.

De pronto y sin transición una idea maliciosa me cruzó por la mente : ¿y si mejor buscaba alguien por la Internet? la idea no era nueva, varias veces había entrado a los foros y "chats" calientes para gays, intercambiando charlas "calientes" con otros hambrientos de sexo que no se atrevían a dar el primer paso. Un par de veces se me había ofrecido la oportunidad de encontrar a alguien para calmar temporalmente la libido, pero en todas sin excepción había decidido no asistir a la cita, rápidamente establecida y sin garantías. Si mis correspondientes habían asistido o no, no lo sabía, lo que me hacía sentir un poco mal en cierto sentido. Después de todo, no hay nada peor que alguien que nos deje plantados, y yo era uno de esos cobardes que por miedo y escrúpulos dejaban plantados a sus potenciales compañeros.

Pero no esa vez, estaba tan tenso y a la vez excitado, que ya no me importaba nada, debía tener sexo y debía tenerlo pronto. Me desnudé por completo todavía acostado en la cama, sintiendo un ligero escalofrío al sentir mi piel al aire fresco dentro de la habitación, aprovechando a acariciar mis pectorales con ambas manos, dejando cepillar mis palmas con los vellos alrededor de mis tetillas. Me paré y de un par de pasos llegué frente a mi computadora. Mientras el sistema operativo se cargaba, aproveché para tocar más mi pene erecto, que necesitaba urgentemente una mano o una boca gentil que lo acariciaran. A decir verdad, siempre me he sentido orgulloso de mi pene, y aunque es seguro que todos los hombres también lo están de lo propio, yo siento una especial predilección por el mío. Me gusta mirarlo, lo encuentro... estético, aunque suene mal decirlo. Incluso hubo ocasiones en tiempos pasados, en las que intenté alcanzarlo con mi boca, para gratificarme a mí mismo, pero por supuesto , todo había sido en vano. En eso pensaba yo, aumentando a propósito mi excitación.

Cuando por fin pude conectarme a la Internet, enseguida me dirigí a un foro en español donde yo sabía que se reúnen los gays en busca de hombre. Eso es algo que adoro de la Internet, es una enorme ventaja para la putería el reunirse con otros que buscan lo mismo que uno, sin tabúes ni fingimientos hipócritas. El simple hecho de estar allí, elimina cualquier duda sobre los deseos reales del interlocutor, o eso pensaba yo. Enseguida que entré al foro aparecieron los usuales seudónimos, en la forma de una lista en letras negras sobre fondo blanco; los cuales son elegidos siempre siguiendo el ego o intenciones del portador. Como mi color favorito es el azul, elegí ese como ni seudónimo. El diálogo público, visible en un cuadro de la pantalla, era igual de movido y directo que siempre.

El diálogo es casi siempre el mismo, la gente que todavía no "liga" anuncia sus intenciones, deseos y/o características. Yo aguardé un poco antes de hacer lo mismo : fui honesto, me describí tal y como yo me veía, para rematar con la obligada frase de filtraje de feos : "Pasivo buscando activo caliente cerca de la colonia Roma, no gordos, ni nacos please". Enseguida comenzaron a llegar saludos privados dirigidos solamente a mis ojos, los cuales empecé a filtrar con el diálogo usual : "¿qué edad tienes?, ¿qué haces en la vida? ¿pasivo o activo? ¿bi o gay?

La mayoría de las preguntas realmente no me importaban ,pero se hacen como cortesía para pretender interés. Es cuestión de netiquette. Mandé a volar (amablemente) a los que vivían lejos, a los que pasaban el rango de edad deseado, y los que se proclamaban como feos. Está mal que la honestidad sea castigada con el rechazo, pero así parece ser la vida en el ambiente gay de encuentros casuales, eso hasta un marica de clóset como yo lo sabía. Al final uno me llamó la atención, por como hablaba o escribía, sin faltas de ortografía, la edad era perfecta para mí : 29 años. De hecho también era el más grosero de todos, que se centraba en preguntas lascivas, el nick "macho_rico" me pareció evocativo así que proseguí mi diálogo, sientiéndome desinhibido y sin atavismos.

"¿Cómo es tu culo? A mi me gustan rasurados" me dijo. "Mi culo es pequeño y virgen, y me lo rasuro seguido" respondí, sintiendo un cosquilleo en mi esfínter anal. "Aaah, como me gustan. Nada como lamer un culo limpiecito". "¿Te gusta el rimming?" pregunté fingiendo sorpresa. "Me encanta, pero sólo si es recíproco, y si está bien limpio". "Hmmm, eso se puede arreglar". "Mira, no voy a andar con chingaderas : estoy que me quemo de calentura y quiero coger YA" me dice. "Yo también papi, necesito ser cogido YA" me atreví a decirle. "Estoy en la Roma, ¿tu estás aquí también no?"

"Sí. Hay que vernos" le respondo. "¿tienes lugar?" me pregunta. "Sí, un apartamento". "Entonces veámonos, te juro que te voy a coger como nunca te han cogido". "Nunca me han cogido" le digo. "¿Nunca? te advierto, estoy tan caliente que si te pones de modo TE COJO, aunque me supliques que me pare". "oh sí papito, eso no será problema". "¿Seguro? te advierto de nuevo, una vez que me tengas en tu culo no te vas a poder rajar". "Aunque nunca me ha cogido un hombre, sí me he metido cosas en el ano. Tengo un consolador que me ayuda". "¿Te gustan los gadgets?". "A falta de hombre, lo que sea es bueno" mentí descaradamente. "Interesante, quiero meterte ese consolador y que me supliques que te lo meta más. Otra cosa, no he tenido tiempo de bañarme, ¿me dejas bañarme en tu casa?".

"¡Claro! prometo no mirar". "Entonces no voy". "OK, entonces sí miro y te ayudo a lavarte todas tus partes que deban ser lavadas". "Mi verga se lava mejor si la maman". "La mamaré entonces". La descripción que el me dio de sí mismo me excitaba, me recordaba a Fernando, el gañán de la oficina. Un pensamiento atravesó mi mente : ¿y si era él? No, imposible, pensé; la imagen no correspondía en lo absoluto, es de esos idiotas hiper-machos homofóbicos que preferirían molerte a golpes que ... Otro pensamiento traspasó mi espíritu de pronto, ese es el tipo de hombres que son los más maricas. Los que temen ser homosexuales más que la muerte, los que fingen ante todos ser super-machos y en la cama son super-hembras. Lo sé por experiencia propia. Como sea, decidí ultimar la cita : a las 8:00 PM, en el parque Ateniense. Yo vestido de negro, él con pantalón de mezclilla azul y camisa azul también. Un bonito toque al ser mi color favorito y mi alias en el foro, pensé.

Faltaba poco más de media hora, así que me apresuré. Busqué mis mejores prendas negras, unos boxers blancos ( a fin de cuentas, eso no lo vería él sino hasta después, esperaba) un pantalón caro que me había casi arrepentido de comprar, una camisa Armani que me quedaba ajustada, una gabardina de cuero negro. Finalicé el toque con unos lentes oscuros para poner sobre la frente. Me miré en el espejo largo que tengo en la recámara, mientras sentía todavía el peso molesto de un leve remordimiento, costumbre mía al ser criado dentro del más ortodoxo catolicismo: "Mírate : eres un hombre viril y sin embargo ¡qué desperdicio! con esos deseos pervertidos" pensé al mirar mi rostro, que en verdad es totalmente masculino, sin pretensión de presumir, reforzado por una barba de candado y un bigote que conservo siempre cuidadosamente recortado.

En ese momento dudé, lo reconozco. El diálogo interno prosiguió: "Todavía estás a tiempo de arrepentirte, de salvarte del infierno", me dije a mí mismo, mientras veía lo bien que lucía. La parte cínica de mí dijo entonces : "Pues te confiesas en el lecho de muerte, y te arrepientes por hacerlo, y no por no hacerlo". Mi parte puritana se sintió escandalizada por el cinismo de mi deseo, pero esa vez la ignoré. El deseo llevaba las de ganar en ese momento. Era demasiado lo que me había contenido, demasiado el tiempo en que había sentido vergüenza de ser quien soy. Una extraña determinación comenzó formarse en mi mente, debía conocer lo que me ocupaba la mente tan seguido y juzgar por mí mismo. "¡Ya basta!" pensé, y mirando mi reloj, procedí a salir, queriendo olvidarlo todo. El tramo a caminar era corto, pero decidí usar mi automóvil en un deseo infantil de "impresionar". Lo cual era una tontería, lo reconozco, pero a la vez una especie de manera inconsciente de reafirmar mi "masculinidad" tan celosamente cuidada.

En pocos minutos llegué al parque, donde habían varias parejas hetero en acaramelado diálogo. Al ver eso, mi parte puritana volvió al ataque : "Mira, toda esa gente está llevando una vida tal y como debe ser". "¿Pero cómo es que deber ser la vida, chingada madre? Apuesto que al menos uno de esos inocentes palomitos tienen más deseos de los que confiesan a sus novias". Reafirmé mi intención, acallando totalmente mis dudas. Una extraña sensación de nerviosismo, de indefensión se apoderó de mí. Ahora temores relativos a la naturaleza de mi "ligue" me asaltaron. ¿Y si había mentido sobre su apariencia, sobre su edad, sobre...? ¿ o que pasaría si era un bromista que ahora me hacía lo mismo que yo había hecho? En fin, mi mente estaba más embrollada de lo que yo quería reconocer, a pesar de eso, el deseo permanecía como un soporte fijo que me guiaba y animaba. Bajé del auto, y me dirigí hacia las bancas de la esquina acordada. Notando que hermoso se veía todo, quizás por la nerviosa aceleración de mis sentidos.

No había nadie. Miré el reloj, era la hora precisa. Decidí sentarme en la banca de la esquina y prender un cigarrillo. Después otro, y luego otro más. A las 8:17, cuando empezaba a sentirme como todo un idiota, sucedió lo que tanto esperaba. Al voltear hacia el interior del parque, donde todas las parejitas se demostraban su amor, vi que venía caminando inexpresivamente una persona con todas las características esperadas en su vestimenta, mientras volteaba furtivamente a ver si encontraba a su pasivo vestido de negro. Pero algo estaba mal : ¡En la madre, sí ,era él, el pinche cretino de la oficina! ¡era él la cita deseada! Empecé a sentirme realmente mal : ¿qué tal si el cabrón me veía y utilizaba sus recién ganado conocimiento en mi contra? Me imaginé a mí mismo como el sujeto de los chismes en la oficina, que me pareció de pronto un claustrofóbico micro-universo de intrigas y traiciones.

No podía hacer otra cosa : me puse de pié y me dispuse a irme a toda prisa. Tratando de que no me viera. Para mi malísima fortuna, en cuanto llegué a la esquina para alcanzar mi auto, apareció él detrás de los matorrales. En cuanto me vio, la cara le cambió por completo. Si antes había tenido una cara inexpresiva, al verme su mandíbula calló involuntariamente, y parpadeó nerviosamente. Mientras el mundo se me caía encima, me las arreglé para saludar, huir era absolutamente imposible. "¿Qué tal?" dije estúpidamente. "¿Ma... Mario?" respondió él, y me miró de pies a cabeza para asegurarse que portaba todas las ropas negras. "Sí, vivo por el rumbo" le dije quedamente.

"Yo también, no lo sabía" me dice con una voz más tímida de la que yo le conocía. De pronto y para mi gran consternación, su cara de sorpresa dio lugar a una amplia sonrisa, pero si sonreía de satifacción o de burla, no pude verlo en ese momento. De pronto me dice : "¿Esperas a alguien vestido todo de negro?", la voz se le tornó notoriamente más grave, pero no pudo evitar flaquear al final, estaba jugando un juego peligroso, si yo negaba todo conocimiento, yo era el que podría hacer con él lo que quisiera, despedirlo o peor aun, suzurrar a sus espaldas. "No sé de qué hablas" respondí, tratando de disimular lo mejor posible mi angustia, y procedí a seguir mi camino. Sorpresivamente, me toma del antebrazo para evitarme la huida. "No te hagas, tu esperas a alguien".

"¿A ti que te importa?" le dije, retomando mi actitud agresiva. "No te enojes, en serio,¿eres tú 'azul' o no?". Mi expresión debió de haber sido cómica ( o patética), pues el se rió y continuó: "Por favor, quédate y cumple con lo que dijiste", y procedió de pronto a abrazarme cortésmente, como si fuésemos los grandes amigos que se encuentran de pronto. Yo reaccioné levemente, sintiendo el peso imaginario de miles de miradas acusadoras y suspicaces. En cuanto se alejó de mí, exploté en voz baja al no ver necesidad de fingir más: "¿Eres tú el macho_rico?" y lancé una risita nerviosa al oirme decir eso. Mi cambio de actitud pareció provocarle un gran alivio, o placer quizás.

"¿Azul?, ja,ja,ja,ja, mira que la vida te da sorpresas. ¡Nunca lo hubiera imaginado!" dijo, de una manera jovial y divertida , que alejaba cualquier temor en mí, al menos por el momento. "Pero vamos, invítame. Me muero de ganas de conocer tu casa, y otras cosas...". Yo todavía estaba totalmente anonadado, con una sonrisa medio forzada, nerviosa y semi-aterrorizada, mientras notaba que mi deseo comenzaba a correrme las entrañas. Era un coctel de emociones contradictorio y punzante, mientras notaba de nueva cuenta qué soberbio ejemplar de hombre era él, sin embargo mi animosidad reciente todavía no reculaba, dudando de las palabras. La fantasía y la realidad se mezclaron de una rara manera, pues si bien él era una persona por la cual sentía una buena cantidad de animosidad y antipatía, ahora también era el conocedor de un secreto que yo había guardado toda la vida para mí mismo, al igual que yo sobre él.

2 En el apartamento.

Casi en automático, me dirigí hacia el automóvil, que me esperaba a unos pasos más allá. El caminó a mi lado, mientras recobraba su expresión dura e impasible usual. Como buenos amigos, le abrí la puerta de mi auto, él entró y se sentó sin ceremonia. Yo metí la llave y arranqué, mientras percibía su mirada fija sobre mí, en todos mis gestos. Como si quisiera estudiarme, o convencerse todavía que era yo el descarado y ofrecido pasivo que se le había ofrecido tan libertinamente en la Internet.

Durante todo el corto camino a mi departamento, él no dijo ni una palabra, ni yo tampoco. Salvo al llegar y estacionarme en el garaje dije:

"Esta es mi humilde morada".

"¿Toda?" me preguntó inocentemente.

"Claro que no, sólo un apartamento" le dije casi casualmente, e hice una larga pausa sin saber que hacer.

"Bonito edificio... ¿me muestras tu apartamento?" se decidió a decir.

Sin responder, salí del carro y el hizo lo propio. Subimos las escaleras, él detrás de mí. Mientras yo me preguntaba a dónde me llevaría todo esto. Bueno, sabía bien que sería lo primero que ocurriría, eso era mi más grande esperanza y temor, después no tenía ni idea de lo que pasaría.

Al fin llegué a la puerta, la abrí y lo invité a entrar con un gesto un tanto forzado. Él entró naturalmente, inspeccionando sin pudor el interior. Miró entonces la pequeña sala de T.V. y casi inmediatamente se sentó relajadamente en el sillón largo, esparciendo sus nalgas cómodamente en la mullida espuma.

"Tienes buen gusto, eh".

"Gracias" le respondí.

"Mi casa es una vergüenza sabes, creo que me gusta como decoras".

"No lo hice yo, pagué por hacerlo", él hizo una pausa, como si dudara en decir algo.

"Bueno, te había dicho que no me andaría con chingaderas. Supongo que ante la sorpresa, debo ser yo el que tome la iniciativa, además eso es más correcto a sabiendas del papel que ambos tomaremos".

Yo sonreí divertido ante su excesivamente sutil sugerencia y su rebuscado uso del lenguaje para invitarme a coger, recordando que mi idea anterior, antes de saber que era de hecho él, era todo lo contrario.

Yo dudé unos instantes, pero una parte todavía desconocida de mí me incitó a retomar la iniciativa. ¿Qué más da? me dije, a fin de cuentas, el daño estaba hecho. Ahora había que aprovecharlo.

Me senté junto a él, mientras me miraba detenidamente y con evidente placer. Sin pausa, acerqué mi rostro al suyo y él no reculó, ni avanzó tampoco. Al fin, puse mis labios sobre los suyos, y una sensación todavía desconocida me fue revelada.

Él no se precipitó a besarme ansiosamente como yo esperaba, se dejó hacer simplemente. Sus labios que prometían una suavidad y una dureza contrastantes, eran mucho mejores de lo que parecían. Comencé a frotar mis labios levemente contra los suyos, disfrutando el placer de sentirlos simplemente. Ante lo cual, mis órganos reaccionaron de inmediato, mi pene estaba como una estaca, empujando contra mi pantalón ajustado. Sin dejar de frotar nuestros labios, extendí mi mano para probar la sensación que da tocar la parte frontal de un hombre vestido todavía. Me regalé con la experiencia nueva de tocar, de sentir y palpar bajo la tela de mezclilla una pronunciada erecciónque no fuera mía, confirmándome plenamente que él disfrutaba el contacto tanto como yo.

El dejó la pasividad, y extendió sus brazos para rodearme, para abrazarme y tocar a su vez mi entrepierna. Sus manos se entretuvieron delineando la forma de mi pene, que en ese momento estaba forzado junto al mi vientre por el peso repentino de mi ropa. Sus ojos cerrados y su expresión demostraban a cada momento su placer, un placer que casi me sentí culpable de compartir. No era lo que esperaba, quizás tampoco él, no se comportaba como la imagen que proyectó en el foro de Internet, donde todo era obsceno, directo y excitante en esos términos. Esto era mucho, mucho mejor que eso, pues era a la vez excitante y hermoso.

Pero la magia se rompió, casi por necesidad. El se separó, me sonrió y me dijo:

"Todavía necesito bañarme, ¿vamos?", yo lamenté secretamente que él hiciera eso, separarse, pero igualmente le sonreí y dije.

"El agua está bien caliente, y yo más".

Sin transición, comenzó a desvestirse ante mí, que simplemente lo admiraba atónito. Era inconcebible tanta belleza junta, tanta gracia e intensa virilidad a la vez. Él simplemente se desvistió como hace uno siempre, y sin recato me mostró su desnudez. Cuando se percató que yo lo miraba arrobado, hizo un gesto de ligero embarazo o pena, como si no fuera eso lo que esperaba. Yo lo noté y corregí mi actitud, me desvestí igualmente sin preocupación, hasta estar tan desnudo como él.

Cuando mi camisa calló al fin, me dí cuenta de que él miraba con un gesto que debía ser el mismo que yo le proporcioné antes, mientras su verga apuntaba directamente al techo, ratificando su interés. Se las arregló para decir:

"Hmmm, estás como yo me imaginaba".

"¿Me imaginabas desnudo en el trabajo?".

"Cada vez que venías a gritarme, pero ahora, a lo que que te truje".

Con la excitación a flor de piel y con complicidad lasciva, nos dirigimos hacia la sala de baño. La cual era mediana, con el mobiliario usual además de una bañera que yo había puesto por simple capricho.

Nos pusimos de pié en la bañera, pero antes siquiera de tocar la llave de agua, él se lanzó sobre mí para besarme, pero ahora sin ningún asomo de reflexión. Ahora yo me deje hacer o lo intenté: sus manos y su boca parecían ansiosas de explorarme, de conocer el territorio de mis nalgas, mi espalda, boca, lengua, y mi garganta, su lengua se lanzó para saborear la mía, no dándome tiempo para reaccionar.

No debió de haber estado muy bien, porque me dijo:

"Abre la boca, ¿o qué? ¿tienes miedo de que piense que eres puto?".

"Es un poco tarde para eso, ¿no?".

"¿Nunca habías besado?".

"A un hombre, no".

"Tu haz de cuenta que estás besando a tu última novia".

"Sólo que ahora yo tengo que recibir una lengua extranjera, no meterla".

"¿Y quien te dijo eso?".

"Veamos".

Volvimos a poner nuestras bocas hambrientas juntas, pero ahora seguí su consejo. Esta vez, su lengua juguetona exploró a placer el interior, cruzándose, intentando coordinarse con la mía. El gusto de todo era mejor que cualquier cosa que hubiera podido imaginar, era como tener dentro un pequeño dedo que podía curvarse y disponerse a placer para saborear, palpar y explorar. Un muy gratificante adelanto de lo que seguiría.

De nuevo, su impaciencia me sacó del éxtasis del momento. Se separó, volteó a ver las llaves de agua y las abrió. El agua fría de la regadera me hizo recular inmediatamente , mientras él parecía disfrutarla de lo lindo, moviendo su viril cuerpo para recibirla por completo.

"¡Aaah! adoro el agua fría".

"¡No!, yo no. Eso es terapia para locos".

"Estás con un loco entonces".

"Así parece. ¡Abre el agua caliente, que eso me corta la inspiración!".

"Ah , eso sí que no. Ahora me cumples o me dejas como estaba" dijo él, y de inmediato abrió la llave del agua caliente, hasta ver que pude soportarla.

Nos pusimos los dos bajo el agua tibia, que proporcionaba una gratificante sensación de hormigueo al golpear la piel. Mientras nos mirábamos como intentando llenar los ojos del momento. Yo busqué el jabón, el cual estaba justo detrás de él. Así que para asirlo tuve que poner mi pecho, vientre y miembro en contacto con el suyo. Parecían un par de espadas desenfundadas que percibían el contacto y el filo de la otra, por más repetitiva que sea la analogía.

Casualmente, él dirigió su mano hacia mis testículos, sopesándolos y tocándolos para sentir bien las dos glándulas bajo su saco de piel, que yo para mi propio placer habitualmente rasuraba, para así darles una textura tersa. Yo proseguí con el deleite del baño, enjabonando su cuello, hombros, pecho y así. Después el me quitó el jabón para enjabonarme a mí, aunque yo no había siquiera terminado con su vientre. Me enjaboné a mi mismo, mientras él pasaba sus manos por mi pecho, espalda y trasero queriendo ayudarme muy comedidamente. Mientras que yo pasaba el jabón por mi culo y lavaba vigorosamente, él encontró mis pezones y comenzó a acariciarlos a ambos. Con el agua caliente, ambos estaban lisos y recluidos dentro de mi pecho, pero al contacto de sus dedos, inmediatamente se erectaron y reclamaron ser tocados. Conociéndome bien, me retiré rápido pues sólo eso bastaría para hacerme desear un orgasmo de inmediato, lo cual sería un total desperdicio, tenía que hacer durar todo lo más posible. Le quité el jabón de las manos, mientras le daba un beso fugaz y miraba sus cabellos mojados caer sobre su rostro. Continué donde estaba antes, pero evité dirigirme directamente a donde quería llegar, como aguardando el momento. El no tenía ese escrúpulo, y ya comenzaba a jugar con mi prepucio, bajándolo para descubrir mi glande.

Como pude, me contuve de arruinar mi momento, y procedí a agacharme para enjabonar sus piernas y pantorrillas. Mientras el me miraba de manera fija y notoriamente excitada. Agachado yo tenía su verga a unos cuantos centímetros de mi rostro, así que no podía evitar mirarla.

Su verga no era lo que se dice un "portento" de longitud, unos 16 o 17 centímetros, si bien era un poco gruesa. Pero para el caso, la mía tampoco era de esos miembros que se proclaman con orgullo en los filmes pornográficos, pero lo bastante larga para ser deseable, y su anterior pequeña diversión con mi miembro lo confirmaba. Sin embargo, su pene sí era de esos que al estar erectos forman un ángulo de más de 120 grados, apuntando con su orificio en la punta directamente hacia mi frente. Sentí un bochorno o calor en las mejillas, como si la sangre se agolpara a la vista de esa maravillosa verga. Mientras todavía estaba yo enjabonando sus piernas, mis ojos no se despegaban de su pene, salvo para mirarlo a los ojos desde mi posición sumisa ante su virilidad. Eso parecía gustarle todavía más, que yo reverenciara su miembro erecto. Y sobra decirlo, a mí también me gustaba enormemente cumplir mi fantasía añeja de inclinarme ante el amo y señor absoluto de mis fantasías homoeróticas.

Hice durar un poco más el momento, mientras el agua ayudada por mis manos se llevaba los restos de jabón de sus piernas, viendo como sus finos vellos negros y abundantes se inclinaban todos en una sola dirección, siguiendo el flujo del agua en su caída.

No resistí más, lentamente me acerqué y rocé su glande, todavía cubierto a la mitad por el prepucio, con mis labios, y después con mi lengua. Como todavía no había lavado esa parte, pude percibir un ligero olor característico, pero que no me pareció chocante en lo más mínimo.

"Deberías lavarlo antes de meterlo en tu boca" me dijo con complicidad.

Yo no respondí, pero hice lo indicado, tomé una discreta cantidad de jabón y comencé a lavar los testículos, la base y al final el glande, haciendo bajar el prepucio con cuidado. Evité enjabonar cerca del orificio urinario, recordando que a mí eso podía provocarme irritación. Luego enjuagué bien, sintiendo en mis dedos la fina piel que cubre el cuerpo peneano y el escroto.

Para finalizar, agarré su verga y la puse en contacto con mi rostro, apreciando la textura,la sensación de suavidad y dureza que proporcionaba sobre mis mejillas. La besé una y otra vez, no sientiéndome todavía hábil para succionarla.

Después de unos minutos de reverenciar su miebro, el se giró sin avisar y puso sus manos sobre la pared de azulejos. Y dijo :

"Todavía no estoy limpio, termina".

Su culo era realmente hermoso, unas nalgas firmes sobre unas piernas velludas y bien ejercitadas que yo antes había admirado, aún bajo sus pantalones, cuando él me daba la espalda en otras ocasiones. Pero ahora estaba todo al descubierto, esperándome a mí y a mis manos para asearlo y tocarlo a placer.

Seguí con mi "trabajo", enjabonando su espalda, pasando el resbaladizo jabón sobre sus nalgas velludas. Noté que la abertura de su nalgas poseía un fino vello, demostrando que a él le gustaban los culos lampiños, pero él mismo no rasuraba el suyo.

No importaba, con vello o sin vello, yo quería lamer ese culo, probarlo y deleitarme en el placer escatológico de degustar su orificio. Era lo único que existía para mí en ese momento, lo único que entretenía mi pensamiento.

Enjaboné bien, y dejé el aseo anal para el final. Comencé a meter los dedos de mi mano izquierda entre sus nalgas, hasta que encontré el tan deseado orificio, que se sentía pequeño y apretadamente cerrado. Al sentir eso, él no pudo evitar soltar un gemido leve .

Continúe con el frotamiento, mientras él presentaba ligeros espasmos, encorvándose más para ofrecerme su culo. Tanto ofrecimiento de su parte me incitó a poner mi dedo índice directamente en su ano, y comencé a presionar para introducirlo, auxiliado de la lubricación jabonosa. Mi dedo empezaba a abrirse paso entre los tenaces músculos anales, cuando el se alejó ligeramente y me dijo:

"Eh, eso no estaba en el contrato".

"¿Cual contrato?" le respondí.

"Yo vine aquí para cogerte, no para ser cogido" mientras volteaba a verme sin dejar su posición encorvada, después agregó : "quiero tu lengua allí, no tus dedos".

Sin tener objeción alguna, me agaché otra vez y comencé a usar mi boca para tocar su zona perianal, entonces él mismo abrió sus nalgas con ambas manos, regalándome la vista obscena y maravillosa de su pequeño orificio.

A la vista era casi invisible entre los finos vellos , una ranura discreta y repentina entre las nalgas, desprovista de estría alguna. Ese tipo de culos sólo los había visto en películas, y me trastornó completamente el tener uno a mi entera disposición.

Me lancé directamente sobre él, pasando mi lengua a su alrededor, bajando ocasionalmente al perineo, hasta llegar a la base de sus testículos. Eso hizo que él volviera a tener ligeros espasmos, que lanzara otros leves gemidos con su voz grave. Sin duda alguna, le gustaba la sensación de una lengua tersa acariciando su orificio y alrededores.

Puse por fin mi lengua directamente sobre su ano y comencé a empujar con mi cabeza para introducirla, cosa que resultó imposible, su esfínter era duro y cerrado como una caja fuerte. Pese a no poder llegar más lejos, eso basto para que los gemidos quedos dieran lugar a uno fuerte y claro, además de un espasmo que le hizo precipitar sus nalgas sobre mi rostro.

"Te gusta, ¿verdad?"

"Sí, sí".

Proseguí con las lamidas y toques con mis labios. Me imaginé de pronto a mi mismo en esa posición, a la entrada misma de su cuerpo, que me ofrecía sin recato los últimos restos de masculinidad aparente que le quedaban, sinceramente, me hubiese encantado grabar eso para mirarme y mirarlo una y otra vez hasta el cansancio.

Empecé a sentir que mi lengua se fatigaba, algo muy raro pues nunca lo había sentido antes. Entonces me levanté de nuevo, mientras el seguía allí, esperándome. Me decidí a hacer otra cosa "fuera del contrato", en vez de colocar mi lengua, puse mi miembro entre sus nalgas, él desde luego que notó la diferencia, y pese a que esperaba una reacción contraria, él simplemente comenzó a abrir más sus nalgas para asir con ellas el tallo de mi verga, luego comenzó a masturbarse. Yo le pregunté:

"¿Quieres que te penetre?".

"No, me gusta tenerla como está" respondió de inmediato. A mi me pareció un tanto ridícula su posición, ya me había regalado su culo y su orgullo masculino al mismo tiempo, ¿qué más daba que me lo ofreciera por completo? Recapacité, y me dí cuenta de que algún fuerte escrúpulo debía detenerlo, pero no del todo pues evidentemente disfrutaba enormemente la idea de tener a un macho en su abertura. Pero nada más.

Seguí el juego, comencé a frotar mi verga erecta entre sus nalgas, lo cual le hizo que intentara acoplarse a mi ritmo y vaivén. Al tenerlo así, a mi merced, un extraño capricho anidó en mi mente : tenía que poseerlo, tenía que hacerlo mío por completo, pero no quería obligarlo, lo cual hubiera arruinado el momento, no, quería que él mismo me lo pidiera.

Comencé a extrapolar mis experiencias con mujeres, y la mía propia, me decidí a poner mis manos sobre su pecho, a jugar con sus pezones, lo hice lentamente para eliminar cualquier rechazo de su parte. No lo hubo, aceptó bien y de buena gana tenerme detrás mientras le acariciaba las pequeñas montañitas de placer que formaban sus pezones, que habían estado erectos desde el principio a diferencia de los míos.

De hecho ahora los gemidos graves y los espasmos eran más notorios, por un momento temí que estuviera cerca del orgasmo, así que me detuve. El notó ese hecho, antes de que hablara le dije :

"¿Te vas a venir?"

"Todavía no, ¿quieres que te avise?".

"Claro, pero también quiero salir de la regadera".

El no puso ninguna objeción, retornó a su posición vertical y se volteó a mirarme. Yo aproveché para cerrar los grifos.

Salimos de la bañera todavía escurriendo agua. El tomó una de las toallas y comenzó a secarse así mismo, yo hice lo propio. Una vez aceptablemente secos, salimos del cuarto de baño y nos dirigimos hacia la recámara, yo aproveché para gozar una vez más de la belleza de su silueta vista de espaldas. Él simplemente se dejo caer en la cama con abandono lujurioso.

Ya sea la iluminación o el lugar, la imagen de él desnudo y ansioso en mi cama me provocó un escalofrío de nerviosismo y deleite. Durante unos segundos volví a llenar mis ojos de la exuberante belleza y armonía de su cuerpo, sus cabellos negros alborotados, caían sobre su rostro por el peso de la humedad.

Al notar que yo lo miraba, me sonrió como comprendiendo mi reacción, hizo un gesto y me dijo :

"Ven" esa simple palabra en su voz grave, me sonó como la más hermosa de las melodías. El signo de la absoluta entrega de la intimidad, que siempre buscamos y pocas veces satisfacemos. Me dí cuenta de que era extraño, muy extraño, me sorprendí a mí mismo por el abandono y espontaneidad que yo había demostrado en la ducha, era como si una parte de mí mismo comenzara a nacer, que se expresara por primera vez pero que a la vez tuviera toda la experiencia del mundo, y que supiera perfectamente qué hacer para obtener el mayor placer. ¿Era eso el signo del sexo entre iguales, que no deben explorar demasiado para saber lo que place al otro? ¿era posible que tal entendimiento instantáneo fuese tan sencillo? En seguida me reprendí, reconociendo que no era ese el caso, que la buena "química", el buen acoplamiento de gustos es raro, lamentablemente raro, aun entre los heterosexuales, menos sujetos a los criterios estéticos elevados entre homosexuales.

Alejé mis pensamientos, sintiéndolos fuera de lugar. La situación allí era clara: satisfacer hasta el hartazgo el deseo y el morbo, luchar con denuedo por apagarlo, como si no hubiese mañana.

Me acosté junto a él, lado a lado mientras nos mirábamos el uno al otro, espontáneamente empezamos a besarnos de nuevo, con ansias casi inacabables, su lengua entró de nuevo en mi boca, re-explorándola, mi lengua enlazada con la suya, con sus dientes, con su paladar, después yo procedí a lanzar mi lengua hacia su boca, ante lo cual su lengua regresó a su cálida guarida. Sin pensarlo siquiera, nuestros brazos y cuerpos se entrelazaron, ansiosos por tocarse, palparse y sentirse con absoluta claridad. Pude sentir mis vellos erizarse ante el contacto de los suyos y por el frío del aire. De pronto, el se separa y me dice :

"Quiero que me la mames".

"No tengo experiencia en eso" le respondí.

"Yo te diré si lo haces bien o no".

Le sonreí, y procedí a dirigir mi rostro hacia su entrepierna, dejando mis piernas y pies cerca de su rostro, su verga seguía allí, erecta y esperándome. El simplemente se reclinó sobre sus codos para mirarme bien mientras se la mamaba.

Ahora sus testículos se había recluido en su cuerpo, huyendo de la frialdad exterior. Admiré detenidamente el ensortijado vello púbico, totalmente negro como el resto de su pelo y vello corporal. Lo acaricié y sentí deslizarse entre mis dedos. Después comencé a idolatrar su miembro como lo había hecho en la sala de baño, rozándolo con los labios, pasando la lengua sobre él, acariciando su escroto.

Entonces me decidí a abrir la boca y meter en ella su hermosa espada, la sensación me sorprendió, no se parecía a nada que hubiese imaginado antes. Sentí como su glande golpeaba contra mi paladar, como reposaba sobre mi lengua. Percibí claramente la división entre el glande y el cuello del miembro.

Entendí que debía moverme, así que empecé a hacerlo, él rápidamente me dijo :

"Usa tus labios solamente, no tus dientes".

Yo intenté hacer lo que me pedía, el negó con la cabeza e hizo un gesto con la boca, indicándome como hacerlo. Así lo hice, abrí más la boca mientras extendía mis labios como para decir "uuu" y pude notar un cambio instantáneo. Mis dientes ya no tocaban siquiera su verga, ahora solamente mis labios, mi lengua y las porciones blandas lo hacían. Continué con el vaivén, y noté aliviado que el empezaba a cambiar de expresión, a entrecerrar los ojos y a acelerar su respiración.

"Mejor, mucho mejor. Sigue, sigue así...".

Y debía de haber mejorado, porque de pronto percibí un sabor salino, el de su miembro que empezaba a lubricar, lo cual le añadió una dimensión más a la experiencia. Extraje con gula las pequeñas gotas de líquido que manaban de su él, ingiriéndolas y empalagándome con lascivia de su sabor entre acre y salino.

Durante algunos minutos, yo simplemente me empeñe en mejorar mi técnica de succión, notando sorprendido que sí funcionaba. Ahora había vuelto a gemir quedamente, a sacudir la cabeza sintiendo el placer de la mamada. De pronto me dice :

"Trata de metértela más profundo".

Obedecí, traté de introducirla lo más posible, por desgracia en cierto punto de la penetración, su glande tocó mi paladar posterior y sentí una clara sensación de asco: experimenté una fuerte arcada. Lo cual me hizo sentir terriblemente embarazado. Él no se inmutó:

"Tu sigue, pero despacio, a tu ritmo".

Tratando de resarcirme, intenté tragar lo más posible antes de que el placer lascivo se tornase en asco instintivo. Al principio no disfruté demasiado de la penetración oral profunda, pero rápidamente el morbo creció en mí, y me hizo sentir el bochorno característico de la excitación en mi rostro. Estaba alabando su virilidad de la manera más genuina posible, ofreciéndome como receptáculo de su hombría... y lo disfruté de una manera indecente.

Repentinamente, noté como su mano alcanzaba mi verga y acariciaba mis huevos, que ya había comenzado a perder la erección . Él comenzó a masturbarme con empeño para arreglar eso, obteniendo un éxito rotundo. Una vez que la tenía de nuevo bien parada, él se giró levemente mientras yo continuaba con su miembro en la boca y comenzó a regalarme a mí la misma atención que yo le daba.

Y él era notoriamente más experimentado que yo, pues desde el principio comenzó a succionar de una manera experta. Así lo juzgué yo. Sentí la calidez de su lengua juguetona, de su paladar y del interior de sus mejillas. Su boca era como una especie de ventosa que se aferraba a mi miembro, que sabía donde colocarlo, cuando succionar fuertemente para provocar una erupción de placer en mí. Tan intensa fue la sensación, que en ocasiones me desconcentraba y perdía mi propio ritmo de succión. Eso no parecía importarle, él seguía con gula introduciéndose y sacándose mi miembro de la boca y acariciando mis testículos.

En cierto momento, sentí que ya no podría contenerme más, que el orgasmo venía irremediablemente si no dejaba de hacerlo, me decidí a decirle :

"¡Espera!, espera, que me vengo".

Enseguida el dejó de hacer lo que hacía y procedió a girar de nuevo, ahora él se puso sobre mí, mientras yo soportaba casi todo su peso. De inmediato procedió a besarme, a mezclar las sustancias que el había recogido de mí, con las que yo había tomado de él. Su boca tenía un ligero aroma y gusto a mí, casi imperceptible, pero tan sólo eso bastó para marearme en un éxtasis casi total. ¡Qué increíble libertad y gozo corporal! olvidar todo recato, todo tabú. Si en la vida diaria me era imposible verme haciendo lo que hacía, allí era casi inevitable, totalmente natural y perfecto. Intercambiar nuestra saliva y nuestras sustancias, era algo que a muchos horrorizaría, pero que para mí y para él, era la simple corroboración de un deseo quemante, casi asfixiante.

Durante un tiempo indeterminado, que me pareció tan efímero como un instante, permanecimos así, él sobre mí, besándonos como locos, probándonos, sintiéndonos.

En cierto momento, sentí la urgente necesidad de ser penetrado por él. Se lo hice saber:

"Quiero que me cojas YA".

El sonrió con malicia con su rostro a unos centímetros del mío, y me respondió.

"¿Tienes condones?".

Yo respondí afirmativamente. El se giró hacia un lado y yo me puse de pié casi de un salto, como buen pasivo en celo busqué nerviosamente el paquete de condones para mi hombre. Los encontré rápido, en uno de los cajones de mi buró de cabecera. Casi destruí la caja de cartón por la prisa, mientras el miraba divertido mis reacciones desde la cama y acariciaba su verga para mantenerla bien erecta.

Saqué un par de condones y arrojé la caja en el primer lugar disponible, para regresar a su lado.

"¿Qué posición prefieres?".

Yo tenía fantasías al respecto , pero ninguna experiencia en la práctica de ser penetrado. Le respondí honestamente :

"No sé, todas me parecen bien, ¿qué opinas tú?".

"Déjame conocer tu ano y te diré" me dice. Yo sonreí y no pude evitar enrojecerme, esto pareció divertirlo de nuevo.

"Anda, muéstrame ese culito" insistió.

Obedientemente yo me subí a la cama, me puse a cuatro patas sobre el colchón apuntando las nalgas hacia donde él estaba sentado. Me sentí completamente abotagado por el morbo, me estaba ofreciendo sin recato a mi amante del momento y no me importaba un bledo.

"Abre tu culo" me dice desde atrás. Yo recliné la cabeza sobre el colchón mullido, y me abrí las nalgas con ambas manos. El lanzó un par de expresiones aprobatorias, parecía estarlo examinando clínicamente.

"Liso como piel de bebé, cerrado y ..." sentí de pronto su dedo frío en mi orificio, lo que me sorprendió un poco, pero no dije nada. El dedo parecía estar húmedo, quizás de saliva. Sin mucha delicadeza, empezó a presionar para meterlo, mi ano debía ser un tanto más accesible que el suyo, pues el dedo penetró sin mucha dificultad. Yo sentí de inmediato esa rara sensación parecida a las ganas de defecar, él movió su dedo dentro mi recto, provocándome las más raras y excitantes sensaciones. Incluso un humilde dedo en unas manos hábiles era mucho mejor que el mejor de los consoladores. Yo lancé un gemido de incomodidad y placer psicológico mezclados.

Todavía con su dedo en mi culo, sujetó mis pendientes testículos como si fuesen un asa o mango. Me excitó sobremanera la posición en que me encontraba. Su dedo siguió moviéndose dentro de mí, mientras penetraba aun más. En cierto punto noté otra sensación , parecida a los deseos de micción pero enormemente más placentera. El me dijo lo que encontraba :

"Mmm, ya encontré la próstata".

"¿Sí? ¿como sabes?".

"Te sacudiste en cuanto la toqué".

Yo no había notado nada, estando tan excitado como estaba, le dije :

"¿Cómo ves mi culo?".

"Está rico, cerrado pero no excesivamente duro : listo para ser penetrado. Temía que fueras virgen por completo".

"¿Porqué?".

"Eso hace bastante más difícil la penetración", la charla casi clínica sobre mi esfínter producía un extraño efecto en mí, como si aumentase el nivel de perversión del evento. Me sentí súbitamente sucio, como un objeto, y para mi gran sorpresa, eso no me molestaba en lo más mínimo. Seguí el juego.

"¿Cual es el dictamen entonces?"

"La posición en que estás es idónea para una penetración profunda".

"Muy bien, doctor, el diagnóstico que esperaba", entonces me curvé más para ofrecerle bien mi culo. Escuché algunos sonidos, los condones al ser sacados de su envoltura. En pocos segundos, volví a sentir algo en mi abertura, pero de grosor bastante mayor que el de un dedo. Empezó a frotarlo y tallarlo, mientras yo reaccionaba con abandono total, gimiendo y rogándole que me lo metiera de una buena vez.

Él disfrutó enormemente del momento de mi rendición total, según supe después , pero al fin me sacó de mi suplicio de deseo. Colocó su glande directamente en la abertura de mi esfínter, y empezó a presionar lentamente con la cadera. Esta vez la sensación de ardor y ganas de defecación fueron considerablemente mayores, su verga era más gruesa que el más grueso de mis consoladores, lo cual era mucho para mí. Como sea, en pos de satisfacer la mórbida pasión que me corroía ,soporté estoicamente la incomodidad de la primera penetración, sabiendo que la incomodidad pasa pronto, una vez que el recto se acostumbra a tener un intruso dentro. De pronto, una frontera anatómica fue franqueada, y sentí como si mi ano fuese un anillo apretadamente ajustado alrededor de su verga, que se deformaba ligeramente bajo la fuerte presión y adquiría la forma de un bolo de boliche invertido, constreñida y retenida dentro, al menos así fue como lo sentí. Por fin lo tenía dentro de mí.

"Uuh, aprietas bastante. Te juzgué mal" me dice de repente, mientras se balanceaba despacio viendo hasta donde podía llegar o sacarla sin que abandonase su refugio actual en ese momento.

"¿Sí papi?" le dije con voz suave y aguda, completamente doblegado por la humillación gozosa.

"¿Te gusta verdad?" dijo con voz más grave aún.

"Sí, me encanta tu verga, sentirte dentro" le dije consecuentemente.

"Vamos a jugar un jueguito, no te alarmes".

"¿Qué jueguito papi?"

"¡Te voy a coger hasta que me pidas perdón!" gritó de pronto.

"¿Perdón de qué papito?" dije sorprendido, o tan sorprendido como puede estarlo alguien que ya está siendo penetrado .

"¡Por gritarme en la oficina, por ser un hijo de puta y por por puto!", su voz cambió totalmente, sonando iracunda, tensa y crispada por alguna razón. Me alarmé un poco e intenté separarme, el me abrazó por atrás y me sujetó con fuerza tremenda, evitándome escapar. Empezó a embestirme como un animal, sin ser brutal, pero desprovisto del cuidado y ternura que me había demostrado antes. Aparte de sentir dentro esa verga entrar y salir, una serie de ruidos y chasquidos de succión comenzaron a escucharse en la silenciosa recámara.

"Óyeme, ¡no te voy a pedir perdón!", como respuesta, el me agarró del cuello y me jaló hacia atrás, más por afán de someterme simbólicamente que para lastimarme. Alcancé a mirar su rostro , que me guiñó un ojo con complicidad. Comprendí de inmediato cual era el juego: al macho ingeniero le gustaba ser el "amo", y yo era su esclavo del momento . Pretendí gritar del dolor, lo cual le hizo expresar su júbilo de dominarme, el siguió embistiéndome como desquiciado, su verga me penetraba con cierta violencia, algo que me provocaba una pequeña desilusión, sólo una poca. Yo hubiera preferido que todo siguiera con el mismo buen tono.

Pasaron los minutos y comencé a darme cuenta de que había juzgado muy mal : él era muy bueno para meterlo, moviéndose a un ritmo continuo y experimentado. Y yo lo disfrutaba, lo deseaba enormemente. La fantasía de tener al bruto dentro de mí se volvía de pronto una procaz realidad. Entre los placeres todavía a medias satisfechos, me preparé a pasar a la acción por si las cosas se ponían serias, aunque su guiño ocular me había calmado un poco. Sí, lo que él deseaba simplemente era un buen pasivo obediente. Decidí seguir con las reglas del juego, pero alerta por si él se lo tomaba muy en serio.

"¡Así te quería tener! Eres mío maricón", sus palabras me sonaron extrañamente sensuales, sabiendo perfectamente que eran ofensas de la peor especie. Le respondí, para mantener su interés en alto :

"Ay, despacio papito. Me lastimas", lo cual no era cierto, más bien me quemaba las entrañas de placer con su ataque enérgico. Toda la incomodidad se había ido desde hacía mucho, y ahora lo único que quedaba era el simple y llano placer, la sensación de frotamiento y mi total sumisión a él. Su movimiento enérgico me gustaba, pese a que no esperaba que fuese así. Poco convencional pensé, pero agradable sin duda.

"¡Cállate y sigue el juego!" dijo el entre dientes.

"¿Este es el juego?", y voltee a mirarlo con sumisión, mientras mi cuerpo vibraba rítmicamente ante las fuertes embestidas de sus caderas, su rostro estaba tenso y crispado, pero sonreía de manera contrastante. Me pareció que de verdad estaba tratando de meterse en el papel, pero ya no volvió a amenazarme físicamente, ni siquiera en forma simbólica.

"Juego de la venganza, cada vez que tu sucia boca me reclamaba, ¡tenías ganas de violarte como una perra!".

"Ay, Ay, que eres un bruto" le dije entre gemidos lujuriosos, y le entorné la mirada de manera incitadora, dejándole ver lo mucho que lo disfrutaba.

"¡Ruégame que te la meta más!"

"Ooh, aaah, síii, ¡cógeme hasta el fondo!" y me percaté de la muy agradable sensación de sus testículos golpeando mi trasero. Este tipo era toda una caja de sorpresas, en varios sentidos.

"¿Quién es tu padre?".

"Tú papito, aaaah".

"No te oigo".

"Aaaaah, ¡tú, tú eres mi papi!" grité, pero procurando que no me oyera el vecindario entero.

El continuó embistiéndome con fuerza. Noté con deleite como mi culo se aferraba a su verga como una fuerte ventosa, aferrándola y manteniéndola dentro, el masaje prostático comenzaba a abotagarme de nuevas sensaciones. Deseaba que no se detuviera, que me cogiera hasta el final... ¿estaría cerca del final de hecho?

No, todavía le faltaba tiempo para ello. Lo cual agradecí con el alma, al estar pasando el mejor momento sexual de mi existencia. Sin dejar de metérmela y sacármela me dijo:

"Acuéstate en la cama, quiero metértela acostados".

"Como tú quieras".

Yo procedí a acostarme boca bajo, lo cual provocó que su verga se saliera de su debido lugar. Sentí de repente un gran vacío, como si el pedazo de carne que el me estaba metiendo perteneciera ya a mi interior, lo necesitaba, lo demandaba. Durante unos segundos, el admiró con morbo el estado de mi abertura anal, que si se veía como se sentía debía ser un orificio bostezante y hambriento, para después meterme un par de sus dedos, como sopesando el diámetro de mi abertura actual. Yo simplemente le dejé hacer, al no poder disfrutar más de dejarlo en total libertad de hacerme lo que quisiera.

"Mira nada más, 3 dedos en ese hoyo" y sus dedos entraron y salieron.

"Estás muy vergón papito" dije con abandono, en plena relajación libidinosa.

No esperé mucho más, el se acostó sobre mí y volvió a ponerla en mi culo. Pero ahora me regalaba sus impacientes caricias en mis oídos, en mi nuca y cuello.

Al fin escuché una serie de gemidos y sentí sus espasmos de eyaculación. Entonces con alarma creí percibir claramente su semen correr libremente dentro de mí. No, no puede ser, me dije, yo lo escuché abrir el paquetito de condones. Dejé que terminara. En cuanto me sacó la verga, palpé mi culo y noté una ligera inflamación pero ninguna apertura extraordinaria, el "vacío" era más bien psicológico. Entonces voltee a mirarlo y me quedé helado : ¡no traía condón!.

"¡Desgraciado! ¿Me cogiste sin condón?" grité ahora sí verdaderamente enfurecido, me paré crispado, mientras él todavía estaba sentado en la cabecera de la cama. Sentí la sangre agolparse en mi cabeza, pero ahora con otro propósito bien diferente, si este malnacido había hecho eso, yo lo mataba sin dudar un instante. La fuerza no me faltaba y yo era más alto y fuerte que él. Eso era claro como el agua en mi mente, de pronto tan alterada: una cosa es la putería y otra la estupidez y la canallada. El vio mi expresión tan diferente, tan inesperada y quebrándose de miedo, rápidamente me mostró el saco flácido que traía en su mano izquierda, que aparentemente la usaba para rascarse salva sea la parte en el momento en que lo voltee a mirar.

"¡No, no! Mario amigo mío, ¿cómo crees? Mira", me mostró el semen que estaba bien contenido dentro, sacudiendo levemente el condón usado.

Tan pronto como llegó la ira a mi mente, llegó el alivio y una poca de pena. Todavía respirando agitadamente, me dí cuenta de lo cómico de su expresión. El "amo" no esperaba que su "esclavo" se le pusiera tan rebelde, quizás sí había exagerado un poco mi reacción. Relajé mi postura, mientras él todavía me miraba con recelo. Vi que él temblaba un poco. Yo me reí, en verdad me carcajeé, mientras el me miraba, extrañado.

"Disculpa, por un momento creí que...".

El suspiró fuertemente y relajó su postura. En verdad, me sentí agradablemente sorprendido por la vulnerabilidad que mostraba justo después del orgasmo.

"No mano, ¿cómo crees?".

"Serio, perdón" y volví a carcajearme como idiota. Puse mi mano sobre su hombro, y acaricié levemente las marcas de mis dedos que le había hecho sin darme cuenta.

"¿me perdonas pues?".

"No vuelvas a hacer eso: nunca, ¡no soy esa clase de canalla!".

"¿un abrazo de amigos?" me le insinué de nuevo. Temiendo que mi reacción hubiera roto todo encanto, que se negara y se fuera. Algo que me pesaría realmente.

El movió su cabeza, como acomodando los huesos del cuello. Entonces levantó la mirada y me sonrió por fin.

"Sí claro. Yo hubiera hecho lo mismo en tu lugar", yo continué con las carcajadas, que parecían venir de todas y de ninguna parte. Se acercó y nos abrazamos un buen momento, yo por mi parte todavía no había "acabado" y mi miembro lo denunciaba claramente. En ese momento, estaba presionando directamente sobre su bajo vientre.

"Mario".

"¿Qué?" y pasé mis uñas por su amplia espalda.

"¿Me estás amenazando de nuevo?".

"¿Yo?".

"Sí, tú".

"Ahora me toca a mí terminar".

"¿Y cómo quieres terminar ?".

"Tú dime" y lo miré de manera licenciosa con la lengua un poco de fuera.

"No".

"Tu sabes que te gusta", dije sabiendo bien lo que él pensaba.

"¡No!"

"¿Qué puedes perder?".

Guardó silencio, y volteó hacia los costados, como si la respuesta estuviera en otra parte y no en sus propios deseos. Noté que dudaba, ataqué entonces:

"Anda. Seré discreto... cuidadoso... y gentil" mientras eso decía, pasaba mi lengua lascivamente por su vientre hasta llegar a la tetilla izquierda, mientras lo miraba fijamente.

"Eso no lo dudo", rió levemente, más nervioso y frágil de lo que le parecía natural.

"Yo no te tengo coraje. Eres realmente bueno en lo que hiciste, y yo quiero ser como tú", me levanté y lamí sus labios de un rápido lengüetazo. Él me miró impertérrito.

"Espera, en el caso de que acepte, ¿de veras tendrás cuidado?" dijo por fin con una voz que le flaqueó al final.

Ya no le dejé hablar, esa era toda la confirmación que necesitaba. Intenté rodearlo en la posición en que estaba, sentado con su torso erguido y las rodillas flexionadas, mientras con mi boca besaba su cuello, hombro y rostro. Al ver que cerraba los ojos me dije "Ya gané".

Me puse detrás de él, rodeándolo con mis manos y sin cesar de besar, lamer y tocar sus zonas sensibles, que aparentemente eran bastante similares a las mías. El comenzó a encorvarse lentamente, a ofrecerme sus glúteos, casi como si todavía no quisiera. Yo aproveché la oportunidad, y puse mi miembro entre sus nalgas del mismo modo que en la ducha. En ese momento, terminó de encorvarse, con la espalda en arco y su velludo orificio a mi total disposición.

Pero no cejé en mi empeño de convencerlo por las buenas, comencé a lamerle las orejas, ante lo cual noté que su respiración se agitó y que sus nalgas brincaban para chocar con mi miembro, en un ofrecimiento total de sí.

"Quiero que te voltees" le dije. El tardó un poco, pero obedeció, mostrándome que todavía tenía los ojos cerrados.

"Ahora acuéstate boca arriba", él hizo lo que le dije. Se tumbó frente a mí, mientras sus piernas quedaron semi-abiertas. Sabía perfectamente lo que yo quería.

"Abre más tus piernas", ante esta orden, el sonrió muy levemente, pero sus ojos siguieron cerrados. Yo me sentí de nuevo extremadamente libertino, al ver su obediencia y disposición cachonda para ser ahora él, mi pequeño esclavo. Además, su miembro parecía de nuevo querer recobrar bríos, estando a una erótica media erección, mientras sus bolas le colgaban libremente. Me recordó una escena de una película pornográfica, con la ventaja de que era nuestra película pornográfica.

Levantó sus piernas y se flexionó, mostrándome de nuevo ese estrecho y duro ano que me había deleitado en probar hacía poco tiempo. Me decidí a darle una nueva sorpresa, en vez que meterle el pito que quería, me agaché y puse mi lengua. Sus piernas se agitaron levemente, y procedió a levantarlas mas aún. Este tipo es todo un pasivo renuente, pensé.

Le lamí su ano unos minutos, esperando que sus órganos de nuevo recobraban los ánimos. Yo comenzaba ya a conocer ese paisaje corporal suyo, esa porción que él deseaba tanto ofrecer, pero que se lo había negado. O al menos, eso es lo que él me había hecho creer.

Cuando creí que ya estaba listo, ensalivé mi dedo medio y lo puse en su abertura, húmeda ya por mi saliva. Sus piernas seguían en alto, y sus ojos cerrados. Presioné lentamente, sintiendo la tenaz resistencia. Si en verdad no era virgen, debía tener un esfínter de veras excepcional.

Fuerte sin duda, pero no invencible ante la fuerza de un brazo decidido. Mi yema comenzó a entrar, ante lo que él empezó a lanzar algunos leves quejiditos y contraer el rostro.

"Dime si te molesta mucho" le indiqué, el sólo asintió con la cabeza. Proseguí. En poco tiempo, mi dedo estaba bien adentro, percibiendo la textura suave y caliente de las paredes rectales internas. El empuje de su esfínter no había cesado, lo cual me imposibilitaba llegar más hondo.

"Trata de relajar tu culo" le dije. Su expresión era ahora tensa y forzada.

"No sé como hacerlo" me responde.

"Sólo suéltalo, estás muy tenso".

"No puedo, siento como si estuviera a punto de cagarme" me dijo sin recato.

"No hay nada raro allí dentro, de lo contrario ya habría sacado el dedo, créeme".

"Espera..."

Noté que la presión en mi dedo empezaba a cambiar, estaba intentando relajar los tensos músculos.

"Vas bien, relájate, no te vas a hacer encima, es sólo la falta de costumbre".

"Una pausa por favor" me dijo.

"Como gustes".

Saqué lentamente mi dedo, mientras la presión interna lo empujaba fuertemente hacia el exterior. Una vez mi dedo fuera, el abrió los ojos y me sonrió.

"¿Seguimos?" le pregunté. Lo pensó un poco, pero dijo :

"Sigamos".

Esta vez noté que la presión era menor, todavía notoria, pero menor. De vez en vez el esfínter pulsaba en espasmos reflejos; mantuve la presión para acostumbrarlo a tener visita. Así estuve varios minutos, cuando al fin noté que la tensión disminuía. Fernando aprendía a controlar sus músculos, y empezaba a relajarse.

"¿Crees poder penetrarme?"

"Depende de ti completamente." le dije, luego ratifiqué mi deseo "en tu caso, podría ayudarte con lubricante en gel".

"¿Tienes?".

"Sí".

"¿Porqué no me lo dijiste antes?".

"Yo ya estoy más acostumbrado".

"No, antes de dedearme".

"No es mucha diferencia, con un pito sí hay diferencia".

"Trae ese gel".

Me puse de pie, y busqué en el buró de noche. Extraje el tubo metálico y retorné a su lado.

"Levanta las piernas de nuevo" le indiqué. Extraje una discreta cantidad de lubricante y se lo apliqué con cuidado en el área sensible, además de otra poca en mi dedo.

Me equivocaba, sí había una gran diferencia : mi dedo entró como en mantequilla tierna. Lo cual él percibió de inmediato y exclamó:

"Auh, despacio".

"¿Te molesta?".

"Bastante menos, pero fuiste muy rápido".

"Mira quien lo dice, el que me embistió como un verdadero toro".

"Te gustó, no finjas".

"Cierto, pero ahora yo te trato en cambio con amabilidad, ¿ves?".

"Auh, creo que empiezo a encontrarle el gusto".

"¿Serio?".

"Sí, empiezo a perder las molestias".

Aproveché para mover mi dedo como él me había hecho a mí, lo cual le hizo estremecerse.

"Oh, creo que he tocado la próstata" y no mentí, una especie de bulto pequeño me fue aparente a un costado del tracto rectal.

"Creo que sí, aaaaaaah" la expresión ya no parecía de dolor. Seguí masajeándole la próstata con gentileza, eso parecía afectarle de una forma increíble. Yo sentía placer al estimular la mía , pero él parecía que tendría un orgasmo solamente con ello.

Seguí gratificándolo un par de minutos, entonces vi que estaba listo para el experimento final. Saqué el dedo y procedí a abrir un condón, con parsimonia me lo puse en el pene semi-flácido. Y lo sacudí un poco para ponerlo en forma otra vez.

Entonces embestí, realmente no muy bien pues no tenía idea de la fuerza e inclinación a usar en esas circunstancias. Además pensé, un culo es bastante más estrecho y difícil de atinarle que una vagina. Decidí usar mi mano para guiar mi estocada, mientras miraba si iba por el buen camino. El esfínter de Fernando me esperaba, y miré que estaba un poco más abierto que al principio.

Tardé un poco en encontrar el punto exacto, pero eso no parecía molestar a Fernando. Presioné con las caderas y por fin, percibí como comenzaba a abrirse paso.

Sea por el lubricante o por la relajación a la que lo sometí, mi verga entró limpiamente, aunque él se estremeció y tensó su cara. Entonces me percaté que la presión interna en verdad deformaba el pene que entraba, pero nada que fuese ni remotamente incómodo. El que debía estarlo era Fernando, que me dijo con urgencia:

"Ay, Ay, ¡me duele!, en serio".

"¿Te la saco?", pregunté.

Lo que me respondió, reveló todo "¡No!".

Esperé un poco, sintiendo que en cualquier momento me saldría. A diferencia de mí, su culo parecía rechazar cualquier avance. Corregí con mi mano un par de veces la posición, hasta que vi que Fernando estaba más relajado.

"Que tal ¿te sientes mejor?", el respondió con un movimiento de cabeza. Señal perfecta para empezar a meter y sacar. Me recliné sobre sus piernas levantadas, de modo que éstas me servían de soporte a la vez que mi peso evitaba que Fernando se fatigara demasiado.

Conocía de oídas esa posición frontal, pero de todos modos me sorprendí de ver lo fácil y relajado que resultaba penetrar (o ser penetrado) de esa manera. Su culo estaba levantado y fácilmente disponible, las piernas de él estaban tan dobladas por mi peso que casi tenía las rodillas junto a las orejas, mientras mis hombros estaban al nivel de sus muslos. Lo que además me brindaba otra maravillosa oportunidad : besarlo mientras lo penetraba.

Tan doblado estaba, que me preocupé de hecho. Decidí preguntarle si estaba cómodo, a lo que él respondió con un enfático : "¡Sí, tómame de una vez chingada madre!".

Ante tal demanda, no me quedó más remedio que empezar mis movimientos de cadera, rápidamente percibí que yo necesitaba de un ritmo más lento y pausado que Fernando para provocarme un orgasmo, así que comencé a usar mi propio ritmo.

Lo que más me gustaba, era admirar la cara de total felicidad y placer de él, que me miraba de un modo indescriptible mientras lo poseía. Sintiendo una repentina ternura y cariño por ese hombre tan maravilloso, que antes considerara tan antipático, me incliné y lo besé con total honestidad y transparencia, a lo que él respondió con una total entrega. Su boca se abrió con un hambre aun mayor que antes, él siempre cerraba los ojos al besar, pero ésta vez se abstuvo. Quería verme a los ojos, verme, demostrarme hasta qué grado le provocaba placer.

Cuando yo dejaba de besarle, él sonreía, sonreía de un modo que me era imposible ignorar. Yo respondí del modo que había aprendido en mis relaciones con mujeres, le dí sexo, pero también le dí cariño, aunque fuese un contacto de una sola noche. Mientras me movía y le penetraba hasta el fondo, le acariciaba levemente el rostro, los oídos, las cejas. Estando en esa posición fue la primera vez que admiré realmente la belleza de él, no la de su cuerpo, sino la de él. Noté que sus cejas eran espesas y se reunían apenas sobre la nariz, su cara entre juvenil y madura era simplemente la cosa más hermosa que hubiese visto jamás.

Ponía también mis manos sobre sus mejillas, e incluso acariciaba sus piernas que ahora me servían de soporte, mi intención era simplemente darle el mayor placer posible. Agradecerle lo que él mismo me había revelado con paciencia suficiente para no mandarme a volar por inexperto.

Eso a veces le cambiaba el rostro, lo alteraba, como si no comprendiera. ¿Le parecería incomprensible encontrar tal actitud en el que lo penetraba? ¿sería realmente tan raro demostrar cariño y amistad genuinas por alguien que te da tanto placer?

En ese entonces yo no lo sabía, ignoraba que el mundo homosexual puede ser muy frío, mecánico y cruel. Pero a mi simplemente no me nació imaginar tal cosa, y me comporté como siempre lo había hecho.

Al final , terminé con un orgasmo memorable, y una copiosa eyaculación que se esparció ampliamente dentro del condón. En ese momento de magia, que nunca olvidaré, Fernando cerró los ojos de nuevo y una lágrima, una sola, salió de su ojo derecho y rodó sobre su mejilla.

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