Encuentro Planificado
Alicia es una chica, que tras meses de conversaciones y juegos previos con un hombre desconocido se arriesga a algo que su cuerpo siempre le había exigido. Dejándose llevar por las ordenes de este sujeto descubriría un mundo cargado de interesantes experiencias y placeres.
Estaba nerviosa, miro su reflejo en el espejo, el momento que tanto tiempo había estado esperado finalmente había llegado. Observo su escasa vestimenta; su piel estaba cubierta por la dedicada tella de encaje en un diseño floral, color negro. Tanto sus pantaletas como sostén eran de una fina porción de tela completamente transparente, tomo aire saliendo del baño.
La habitación olía a rosas, el suave aroma del jardín adyacente se colaba por las ventanas que ahora estaban cerradas.
- De rodillas – ordeno su Señor.
La Perra obedeció, se hinco sobre la alfombra de color marino de aquella habitación de hotel esperando la siguiente orden.
- Quítate el sostén.
- Si, Mi Señor – respondió
Se quito la parte superior quedando sus senos expuestos, su señor se acerco con frialdad y firmeza. Sus pensamientos estaban en calma, sabía que debía hacer y esperaba poder cumplir.
Habían tenido tiempo de preparar el encuentro, la habitación ofrecía cierta comodidad; justo frente al baño se encontraba “La Perra” a su derecha un arcón colocado al pie de una gran cama de más de dos plas; sus sabanas eran color esmeralda cubiertas por un cobertor de color perla, en la cabecera tres juegos de almohadas esperaban ser desacomodados.
Frente a ella se encontraba una mesa con un evidente estilo Luis XV, sobre el estaban todos los juguetes y cosas que su Señor utilizaría más adelante. Estaban acomodados todos de forma pareja, de menor a mayor. Bajo ellos una fina tela de un color purpura resaltaba sobre la mesa de color roble claro.
El Amo se acerco a la mesa, examino los objetos de uno en uno. Volteo para ver a su perra, aún seguía en la misma posición. Sus miradas se cruzaron, le sonrió y como en si de un acto reflejo se tratase, lo imito. Se decidió por una fusta de cuero trenzado, era de un color ámbar. A excepción del mango el cual era de un color azabache intenso.
La Perra se removió al ver lo que su Amo elegía, seria uno de esos días; entrenamiento.
Lo observo acercarse, giraba en torno a ella sin decir palabra alguna. La fusta rompió el silencio, la lengua golpeo con fuerza el glúteo derecho de La Perra. Se estremeció tanto por la sorpresa, como por el ardor que comenzaba a sentir.
- Derecha – ordeno.
Asintió, recupero la postura.
- ¿Me saco también mi pantaleta?
Un segundo movimiento de la fusta impacto sobre su otro muslo, ella gimoteo de dolor.
- Lo siento, mi Señor
- ¿Le falto algo a tu pregunta?
Pensó, la respuesta llegaría con mucha facilidad.
- ¿Me saco también mi pantaleta, mi Señor?
- ¿Te pedí eso?
- No, lo lamento Mi Señor.
Sonrió, su perrita lo estaba haciendo bien. Se acerco a la cama sentándose sobre el pequeño arcón, la observo. Aun se encontraba esperando en la misma posición, ni siquiera había movido su cabeza. La situación era muy excitante, de eso no había duda.
- De pie – ordeno.
La Perra obedeció sin decir palabra alguna, se giro en el momento que él le dijo. Siguiendo sus instrucciones primero retiro sus zapatos junto con sus calcetines, dejándolos acomodados a un costado. Luego siguió con su pantalón, se arrodillo antes él. Desabrocho el cinturón, luego soltó el botón bajando el cierre.
- También el bóxer.
La perra se permitió sonreír, era precisamente lo que estaba esperando. Notaba la erección que la suave tela ocultaba de sus ojos, lo bajo suavemente intentando no mirarlo, no tenia el permiso de su Señor para hacerlo.
El Amo volvió a tomar asiento, sonrió a ver la cara de su perrita. Podía leerle la mente, sabía bien lo que quería.
- ¿deseas preguntar algo?
- Si, mi Señor
- Puedes hacerlo.
- ¿mi señor me dejara probar su miembro el día de hoy?
- Si putita – respondió.
La perra sonrió, se colocó a un lado, como le había indicado su señor. Tomo el miembro entre sus manos comenzando a masturbarlo. Muchas veces había estado pensando en ese momento, deseaba finalmente probar el sabor de su Señor. Sentía la dureza sobre la cual su mano sujetaba, un liquido cristalino coronaba el glande como invitándola a llevársela a la boca. Observo a su Señor, este asintió y sin perder tiempo se lo llevo a boca. lleno casi por completo su boca, antes de volver a sacarla. Sintió el sabor invadiendo sus sentidos, lamio y saboreo una vez tras otra. El Amo estaba complacido, por lo que simplemente dejo a su perrita actuar. Tomo nuevamente la fusta entre sus manos dando un certero azote en una de las nalgas. La perrita volvió a estremecerse, no sabía que había hecho mal.
- De pie – ordeno su Amo – sácate el resto de tu ropa interior
La perra obedeció, estaba hecha un manojo de nervios, con un sinfín de sentimientos encontrados. Dejo que sus pantaletas caigan al suelo, revelando ante la mirada de su señor lo mojadas que estas estaban. Este se puso de pies, se acercó a la mesa e inspecciono el contenido.
- Sobre la cama en cuatro patas – ordeno
No la había mirado siquiera, estaba concentrado en los pensamientos que surcaban su mente. Tomo un lubricante junto con un plug, este era de una aleación metálica con una cobertura de acero quirúrgico y en su base tenia una cola de zorro que colgaba por veinte centímetros.
El Amo se acerco a la perrita que se notaba completamente ansiosa, removiéndose sobre la enorme cama donde se encontraba. Le dio un fuerte azote con su mano abierta haciendo gimotear a la perrita, sonrió al ver como nuevamente se comportaba.
- ¡Quieta!
Tomo el lubricante esparciéndolo por las nalgas de su perrita, luego coloco algo en sus dedos y comenzó a esparcirlo en el ano. La perra se removió al sentir como un dedo intentaba ingresar, no estaba acostumbrada.
- ¡Deja de moverte o serás castigada! – escupió en esta ocasión.
La Perra agacho la cabeza, los castigos de su Amo incluían más azotes de los que podía soportar. No era algo que quisiera volver a pasar, tomo aire conteniendo los impulsos de moverse. Ese dedo explorador ingreso con facilidad, se contuvo. La sensación era rara, intrigante. Un lento vaivén comenzó dentro de su cola, como siempre su Amo lo estaba haciendo bien. Podía sentir como se excitaba cada vez más con algo que siempre aborreció, estaba completamente empapada.
Mordió su labio al momento que sentía como la otra mano de su Amo acaricio con suavidad sus nalgas descendiendo hacia su vagina, dos dedos entraron con tal facilidad que además de alterarla de sobremanera la llevaron al borde de un inevitable clímax. Sabía que debía pasar ahora; debía rogar el permiso de su Señor. Alcanzarlo sin su permiso solo atribuía azotes.
- Señor, por favor – dijo casi en un grito de desesperación.
- Lo sé – respondió – puedes acabar.
Como si fuera una especie de botón en su interior, todo su cuerpo obedeció de inmediato la orden. Mordió sus labios intentando detener de una boba forma los gemidos que casi de forma inconsciente eran liberados, mientras decenas de movimientos involuntarios y corrientes eléctricas recorrían cada fibra de su ser. Respiro con dificultad, su Señor no tenía ninguna intensión de detenerse ante algo tan efímero como eso.
El Amo sonrió, había podio colocar ese plug en esa colita que pronto degustaría. Esperaría pacientemente mientras su perrita se dilataba, tendría que buscar un sustituto mientras.
- Gatea hasta la cabecera.
Tras la orden siguió una fuerte nalgada, se apresuro por cumplir. La suavidad de aquellas telas acompañó cada paso que dio con una evidente sonrisa de satisfacción, llego a la cabecera; de color bronce intenso, con un delicado diseño, lleno de curvas y diseños de laureles.
El Amo volvió a la mesa tomando algunas cosas, se acerco a su Perra que esperaba con absoluto entusiasmo. Acaricio su cuerpo comenzando por su cola deslizándose suavemente hasta llegar su cuello – manos en el cabezal – ordeno, tomo una soga atando sus manos tras los barrotes.
- Tendré que castigarte
- ¿Por qué mi señor?
- No me agradeciste ese regalo que acabas de experimentar.
- Lo siento, mi señor – se apresuró a decir.
Tarde el primer golpe de la fusta impacto contra su cola, luego otro y otro. Poco a poco sus nalgas iban ganando una tonalidad rojiza, la Perra arqueaba, se retorcía pidiendo piedad a su Amo.
- Prometo comportarme, Señor.
Sonrió complacido, esperaba que dijera algo así. Acaricio las nalgas de su perra antes de volver a la mesa, tomo un vibrador junto con unas pezoneras. Regreso a la cama retirando primero con suavidad escuchando como su Perra gimoteaba, embadurno el vibrador con abundándote gel y fue introduciéndolo de a poco. Los gemidos comenzaron a llenar la habitación mientras iba llenando todo su ano, lo sacaba nuevamente y volvía introducirlo dejándolo encendido.
La Perra podía sentir como su Señor se acomodaba tras de ella, podía sentir su erección chocando con su cuerpo, sus manos recorrían su cuerpo. Era con mucha calidez y ternura. Hasta que sintió que se detenía sobre sus pechos, los apretaba con pasión, consiente de su completa pertenencia. Ella era propiedad de su Señor, en ese momento no podía pedir nada más. Sintió un pinchazo sobre sus pezones, su Señor le estaba colocando algo sobre ellos. Sea lo que fuese se clavaba en su piel arrancándole un pequeño grito, escucho una fugaz risa tras de sí.
- ¿Qué eres?
No entiendo, no respondió. Su señor tiro de la cadena que ahora unía ambos pezones, grito. Esta vez sintió dolor, sintió placer. Su mente era invadida por sensaciones y sentimientos; dolor, caricias, placer, deseo, curiosidad, necesidad.
- ¿Qué eres? – volvió a preguntar.
- Soy una perra – dijo
Recibió una fuerte nalgada
- Soy, soy la perra de mi Señor.
No hubo una respuesta esta vez, solo sintió como su Amo ingresaba en ella. Tomo aire de a poco mientras sentía como cada vez su Amo se introdujo por completo, se sentía llena, completamente extasiada. Bramo cuando su Señor salió despacio para volver a clavarse en un solo movimiento. La habitación donde se encontraba se estaba llenando poco a poco con sus intensos gemidos mientras su Amo arremetía con fuerza, su pelvis chocaba contra sus nalgas sonando cada vez más rápido.
- Mi señor – dijo – mi Señor por favor.
- Acaba.
Nuevamente su cuerpo cedió toda voluntad, sus líquidos ahora eran abundantes. Lubricándose y dilatándose más que antes, pero su señor no se detenía. Ahora movía el vibrador que tenia en su colla al unísono con su verga. La sensación de plenitud alcanzaba un nuevo nivel, los espasmos de su orgasmo aún recorrían su cuerpo y estaba flaqueando a punto de alcanzar uno más. Su Amo lo sabía, nalgueo a su Perra consiente de esa excitación que obligaba a gritar, desesperada por recuperar el aliento.
- ¡Señor! – grito.
- Hazlo.
Sintió los espasmos sobre su miembro, mientras la veía deshacerse entre sus manos. Estaba exhausta, la había presionado demasiado. No importaba, con el tiempo podría moldearla. Saco el vibrador con delicadeza escuchándola gimotear.
- Mi Señor – rogo.
- Tranquila Perrita.
Volvió a untarlo con el gel y comenzó a introducirlo, dentro de la adolorida vagina de su perrita. Él por su parte, lubrico su miembro comenzando a hundirse en su cola.
- Señor.
- relájate
Acaricio su espalda usando palabras suaves y cariñosas.
La perra mordió sus labios mientras su Amo iba llenándola nuevamente, pero esta vez estaba siendo más intenso. Las envestidas se estaban pasaron de ser dolorosas a extremadamente placenteras, ignoraba como su propio cuerpo podía rendirse por completo sin siquiera resistirse. Sintió nuevamente caricias sobre sus pechos y apenas segundos después un intenso dolor, esas malditas cosas volvían a clavarse en su piel. Grito de dolor, de placer, de satisfacción. Todo aquello pasaba por su cuerpo en esos momentos, su Amo tomo su cuello inclinándola hacia atrás. El beso mientras sus envestidas dentro de su hasta entonces virgen cola continuaban, se dejó hacer, lo que su Amo quisiera estaría perfecto. La intensidad subió más y más arrastrándola nuevamente al clímax, pero en esta ocasión no tuvo la voluntad ni el tiempo de pedir el permiso indicado. Al sentir como su Señor comenzaba a acabar dentro de ella, simplemente se dejó llevar por el éxtasis y el deseo que le causaba escuchar gemir a su Amo a sus espaldas.
Agotados, ambos cayeron rendidos. El tiempo transcurría con lentitud mientras millones impulsos aun recorrían su cuerpo, sentía el esperma de su Señor recorrer sus piernas. Apoyo la cabeza contra la almohada observándolo a su lado.
- ¿Me desata mi señor?
- No – respondió – no pediste permiso, por lo que hay que castigarte y repetir el ejercicio.
Las miradas se cruzaron, una sonrisa apareció en el rostro de ambos. Aquello que había iniciado en una habitación de hotel proseguiría, solo faltaba saber por cuanto tiempo más.