Encuentro peligroso

Ella una mujer madura de 37 años viuda.

Hola soy Jean Paul tengo 28 años soltero, diseñador grafico independiente y mi relato es verdadero

Hace mucho tiempo que conozco a Karla una guapa mujer a pesar de su edad se mantiene en forma una mujer que no pasaría desapercibida por ningún hombre.

La conozco por que siempre va al supermercado donde yo acostumbro a ir de compras y una que otra vez me sonreía a menudo la acompañaba un chico de unos 18 años.

El caso es que hace un par de semanas sucedió algo inesperado, pues me dirigía al Súper como de costumbre un fin de semana sábado para ser exacto, cuando realizaba mis compras en una oferta novedosa estaba ella, vestida con una faldita provocativa con unos taquito y lo sorprendente es que aquella vez estaba sola.

Bueno como normalmente solía pasar por su lado y saludarla esta vez me disponía a ser lo mismo.

Saludamos y me pregunto que si sabia de vinos y rápidamente le dije que si que si en algo podía ayudarla, me pregunto que vino era apropiado para acompañar carnes rojas, entonces la ayude a escoger una sangría.

Bueno como ya nos habíamos conocido antes entramos en confianza, y platicamos un rato mientras comprábamos, me comentaba que tenia una cena de despedida para su hijo ya que se iba a estudiar en otra ciudad y quería que la cena fuera inolvidable, me comento además que era viuda y que su esposo había fallecido hace 15 años atrás y que su hijo era lo único que tenia.

En fin me ofrecí llevarla en mi auto a su casa ya que había comprado casi todo el súper.( es decir llevaba bastantes bolsas). Ella sonriendo me acepto.

Todo iba bien en el camino y la platica fue mas amena y confianzuda nos hacíamos bromas.

En el auto al cambiar las marchas no podía dejar de rozar sus suaves piernas, siempre pidiendo disculpas y atento a su semblante. Pero al parecer no se enojaba por eso.

Y cuando llegamos a su casa me invito a cenar al día siguiente como despedida de su hijo, pues solo iban a estar sus mejores amigas y uno que otro pariente.

Y que se sentiría bien si fuese a aquella velada, bueno o acepte pero tenía que hacer algunos ajustes a mi agenda de trabajo ya que debía entregas unos contratos a mis clientes al día siguiente, pero que haría todo lo posible por llegar a tiempo.

Se despidió con un beso en la mejilla muy cerca de mis labios.

Por mi mente siempre paso el querer saber si ella aun sentía ese placer y esas sensaciones eróticas de ser tocada por un hombre.

A la mañana siguiente no pensaba en otra cosa que ir a aquella cita a pesar que había probabilidades que no suceda nada entre ella y yo.

Pero el tiempo se hizo corto, y me desocupe de mis laborares a eso de las 11:00 de la noche y pensé que era demasiado tarde.

Pero no iba a quedarme con la duda y decidí ir a su casa para ver si aun estaban despiertos así que compre un champagne y una caja de chocolates y me fui a aquel domicilio.

A pocas cuadras ya veía que estaban las luces apagadas y ya daba todo por terminado.

Pasaba lentamente cerca de ella cuando divisé una luz en una habitación, entonces baje del auto y toque el timbre, me abrió la puerta ella nada mas tenia una bata de dormir, me invito a pasar le comente acerca de mis contratiempos y ella acepto mis disculpas y digo que no hacia mucho tiempo que todos ya se habían ido y que no podía dormir.

Me ofreció una taza de café y unos bocaditos para dialogar un rato.

Tomo la champagne y brindo por la vida que ahora le había quitado a su hijo a quien ella tenia y que ahora la dejaba por buscar su propio futuro.

Yo quería convencerla que no estaba sola que tenia amistades y que podía considerarme una de ellas, ella se había guardado solo para su hijo no quería padrastro para el y por eso no se había comprometido con ningún hombre.

Luego saco unas bebidas a las cuales me ofreció y seguimos charlando por varios minutos, de pronto la platica se fue subiendo de calentura, pues me confesaba que había un chico al cual siempre la estremecía la verlo pero que se contenía y que daría cualquier cosa por ser de el aquella noche que se sentía tan sola.

Yo le insinuaba que no se preocupara que es mas yo le ayudaría a localizarlo. Ella me sonrió con una carcajada y me dijo que lo tenia mas cerca de lo que yo imaginaba.

Puso una música pop y me pidió que bailara con ella y yo acepte entonces la cogí suavemente de la cintura y acaricia iba disimuladamente su espalda.

Eso debió provocarle excitación a ella ya que apoyo su cabeza a mi hombro y me digo que si le podía hacer un favor, ¿Cuál respondí? Que la ayudara a ir a la cama ya que no podía sostenerse bien.

Como buen chico la ayude entonces, viendo su estado me estaba disponiendo a dejar la batalla y marcharme pues no era correcto abusar de una mujer pasadita de licor. Pero mi mente también me decía que no podía dejar pasar esa oportunidad.

Entonces me dijo que quería hacer pipi y que ayudara a acercarse al baño la deje ahí y seré la puerta levemente, yo también tenia ganas de hacerme pipi y esperaba pacientemente.

Le pedí permiso y me hice ella aun estaba cerca y entonces me desabroche la bragueta y saque mi miembro por cierto no me quejo de el es largo y grueso.

Ella me quedo mirándome a los ojos directamente, me preguntó que si podía mi polla. Aquellas palabras hicieron que un hormigueo, y excitación, recorriera todo mi cuerpo. Me quedé varios segundos sin reaccionar, mirándole a la cara pero sin verle. Luego un insesperadamente se arrodillara frente a Eduardo y metiera aquel trozo blando de carne en mi boca, sin mediar palabra alguna.

En un tiempo record el pene del muchacho se puso duro como una piedra. Si ya me había parecido grande antes, ahora era descomunal. Debía medir más de veinte centímetros y su capullo se veía terso e hinchado como un globo. No sé ni como, ni porqué, pero el caso es que se la estaba chupando sin parar.

Al rato, Eduardo me cogió por los hombros para que me incorporara del suelo. Al hacerlo la polla del chaval se salió de mi boca acompañada de un borbotón de mi propia saliva. Cuando finalmente me puse de pié, me agarró la cara con ambas manos y comenzó a besarme en la boca con una habilidad impropia de su edad. Su lengua exploraba mis encías como una serpiente nerviosa y sus dulces y jóvenes labios acariciaban suavemente los míos. Luego, sin dejar de besarme, me abrió la bata, me desabrochó el sujetador y comenzó a acariciar mis tetas. Irrefrenablemente mis pezones se pusieron duros como pitones. Después comenzó a lamerme los pechos y a mordisquear mis pezones. Yo me estaba derritiendo de placer. Una de sus manos, abandonó mis tetas y fue resbalando por mi tripita. Hábilmente la introdujo bajo mis bragas y comenzó a acariciar mi ya húmedo coño. Presa de la excitación le agarré la polla y empecé a masturbarle lentamente.

Eduardo se sentó sobre la tapa del water, me quitó las bragas y la bata, me cogió por ambas manos y me condujo hasta colocarme a horcajadas sobre él. Con una de sus manos apuntó su rabo entre mis labios vaginales hasta introducirme el glande. Luego me fue sentando lentamente hasta que sus huevos hicieron tope en mis nalgas. Parecía mentira que mi vagina pudiera engullir su descomunal miembro, pero lo cierto es que sin el más mínimo dolor me la había metido entera. Comenzó a estrujarme las tetas y a retorcerme con delicadeza los pezones al mismo tiempo que me besaba en la boca con su particular destreza. Yo por mi parte apoyé los pies en el suelo, me sujeté con fuerza en sus brazos y comencé a cabalgarle. En cada movimiento de ascensión su glande se salía casi por completo de mi vagina, mientras que cuando procedía al descenso se me clavaba profundamente. Aquel bombeo extraordinario, aderezado con sus besos de tornillo y su masaje en mis tetas provocó lo inevitable: Un orgasmo como hacía tiempo que no había gozado.

Mi cuerpo se retorcía de placer con aquel pilar de hormigón trepanándome el coño. Su lengua ahora recorría mis pezones y sus dedos masajeaban mi clítoris al mismo tiempo. Notaba como mi vagina cada vez se abría más y más. Ni que decir tiene que el segundo orgasmo no se hizo esperar. Fue de mayor intensidad que el primero, aunque un poco más corto. Nuestros cuerpos estaban cubiertos de sudor y nuestras lenguas se entrelazaban frenéticamente intercambiando saliva.

Cuando Eduardo se aseguró que mi segundo orgasmo había finalizado me retiró de encima de él, se levantó del water, se quitó toda la ropa excepto los calcetines blancos y, cogiéndome de la mano me pidió que le llevara al dormitorio. Yo obedecí ebria de excitación y lo conduje hasta la cama. Me colocó a cuatro patas sobre la cama. Él se situó, de rodillas, por detrás de mí. Me abrió las nalgas con sus manos y me la metió en el coño sin siquiera apuntarla antes. Y es que la tenía tan dura que ella sola se abría paso entre mis piernas. Luego me agarró por las tetas y comenzó a follarme a un ritmo frenético. En menos de dos minutos encadené tres orgasmos seguidos que me hicieron gritar de placer. Yo tenía el chocho tan mojado y dilatado que su polla entraba y salía a una velocidad endiablada.

Minutos más tarde Eduardo volvió a sacármela, cerciorándose antes de ello de que había terminado de correrme. Me tumbó sobre la cama, boca arriba, y recostándose entre mis piernas comenzó a comerme el coño.

Su lengua me recorría la vagina por completo. En cada pasada comenzaba por el clítoris y terminaba prácticamente en mi ano. Luego movía la punta de su lengua dibujando círculos sobre mi clítoris. Aquello me hizo ver el firmamento. Mi cuerpo rebotaba sobre la cama en espasmos de placer mientras que de mi garganta salían sollozos cada vez más fuertes, hasta el punto de temer que los vecinos me oyeran. Su lengua seguía su recorrido incansable provocando que mi coño segregara una gran cantidad de flujo. Pero eso no parecía importarle ya que incluso me succionaba de vez en cuando el coño con sus labios para tragárselo todo. Decía que no había sabor más exquisito que el flujo de una hembra en celo.

El reloj de la mesilla indicaban las 14:30 horas. Oscar estaba a punto de llegar y no podía permitir que fuera espectador de aquella singular orgía, así que puse en antecedentes a Eduardo para que fuera terminando. El muchacho dejó de lamerme el coño, se recostó encima de mi cuerpo y me la volvió a clavar. Luego empezó a follarme otra vez mientras volvía a chuparme las tetas. El crío jodía como los ángeles. En cada embestida parecía que su polla se me iba a salir por la boca. Entonces empezó a venirme un nuevo orgasmo. Eduardo se percató de ello y aumento su velocidad al máximo, al tiempo que su lengua penetraba en mi boca hasta casi rozarme la campanilla. Aquel orgasmo fue tan brutal, intenso y prolongado, que estuve a punto de desvanecerme de placer. Cuando mi último orgasmo concluyó, el muchacho me la sacó del chocho y, avanzando en cuclillas hasta mi cara, me la metió en la boca y eyaculó como un toro de lidia.

Interminables borbotones de leche condensada me inundaban la garganta al mismo tiempo que Eduardo se retorcía de placer. Su glande seguía vomitando semen sin parar, por lo que no tuve más remedio que ir tragándomelo todo. Luego sus chorros comenzaron a perder fuerza y volumen, pero, aún así, yo seguía tragando y tragando. Cuando finalmente vació sus huevos en mi estómago le limpié con mi lengua los restos de lefa que le colgaban del capullo.

Antes de levantarse de encima de mí, me dijo que nunca una mujer se había tragado su semen y que le había vuelto loco de placer. Yo le dije que, confesión por confesión, jamás ningún tío me había follado como él. Nos besamos durante unos segundos más y luego nos vestimos y nos sentamos en el salón, fumando un cigarrillo, mientras llegaba Oscar.