Encuentro inesperado en las duchas de la piscina

Nunca he tenido relaciones con chicos pero disfruto observando sus cuerpos desnudos en los vestuarios de la piscina. Es excitante, y mi fantasía es que llegue a pasar algo más, como os contaré a continuación.

Aquella tarde fui a nadar a la piscina de mi pueblo, como cada miércoles. Suelo ir sobre las ocho, que es cuando menos gente hay y puedo nadar sin ir pendiente de los demás. Entré en los vestuarios y me dirigí al lugar donde suelo cambiarme, pero para mi sorpresa ya había una bolsa con ropa allí, así que dejé la mía en el banco de enfrente. Me desnudé y me puse el bañador, las gafas y el gorro. Siempre me han excitado mucho los vestuarios y duchas comunes, ver otros chicos desnudos paseándose sin ningún pudor. Por desgracia, a la piscina de mi pueblo suelen ir hombres y mujeres mayores. Aclaro que tengo 20 años y hasta ese día sólo había tenido relaciones con chicas, pero hacía tiempo que me sentía físicamente atraído por chicos, por lo que me considero bisexual.

Una vez estuve listo me dirigí a la piscina. Estaba bastante llena para ser tan tarde. Había cuatro o cinco hombres y otras tantas mujeres.  En uno de los carriles tan sólo había una mujer nadando, así que me metí en ese, pero enseguida me fijé que en el carril de al lado había un joven de unos 23 años que estaba bastante bueno. No era muy alto - tal vez 1,75 - pero tenía una espalda muy ancha y fuerte y unos brazos bastante musculados. Al comenzar a nadar pude observar sus marcados abdominales y su enorme paquete, que se notaba mucho gracias a su ajustado bañador. En todo el tiempo que estuve nadando no pude parar de fijarme en él. Cada vez que nos cruzábamos le echaba una mirada a todo su cuerpo.

Tras media hora, lo vi salir del agua y dirigirse a la silla del socorrista. Debían de ser amigos, porque entablaron una conversación bastante amistosa. Yo la verdad es que también estaba bastante cansado, así que hice un par de largos más y también salí. Al entrar al vestuario, se oía correr el agua de las duchas. Había también un par de hombres de entre 40 y 50 años desnudos en la zona de los bancos. Yo fui directo a mi banco y me quité el bañador. Me gusta pasar tiempo desnudo en los vestuarios. Es el único lugar donde puedo compartir mi desnudez con otras personas. Cuando buscaba el gel de ducha y mi toalla, apareció el chico en el que había estado fijándome mientras nadaba. Ahora que lo veía sin gafas ni gorro pude ver lo guapo que era. Se dio cuenta de que lo miraba, así que aparte la vista. Sin embargo, siguió dirigiéndose hacia mí. Yo empecé a ponerme nervioso, y más cuando llegó a donde yo estaba y me di cuenta de que su bolsa era la que estaba justo delante de mí.

De espaldas a mí, se quitó el ajustado bañador, dejando al descubierto un culo perfecto, sin pelos, bastante blanco en comparación con el resto de su moreno torso. Justo entonces giró levemente su cuerpo y lo que vi me dejó boquiabierto. Sin exagerar, tenía la polla más grande que había visto jamás. Sin estar empalmada, debía de medir unos 13 o 14 centímetros. No era muy gorda, pero era increíblemente larga. Me quedé mirándola estupefacto, y cuando me di cuenta mi polla ya se había puesto morcillona. Entonces él se giró y me pilló de pleno mirándole el rabo, completamente embobado. Cuando me di cuenta de que me miraba casi me muero de la vergüenza. Rápidamente cogí la toalla y el gel y me fui a la ducha. La mayoría de hombres se duchaban o bien en las duchas comunes o bien en las individuales pero sin correr la cortina. Yo me dirigí a una de las individuales a toda prisa, tapando mi polla ya casi en total erección, para que el resto de gente no la viera. Entré y rápidamente cerré la cortina.

Le di al botón y el agua comenzó a caer sobre mí. No era la primera vez que me empalmaba en los vestuarios, incluso alguna vez me había hecho una paja para bajar la erección. Empecé a pensar en otros temas, cosas que me distrajeran para bajar la erección, pero me costaba no imaginarme esa enorme polla y ese perfecto culo, esos marcados hombros y abdominales, esas piernas fuertes... Ufffff, ¡tenía que pensar en cosas desagradables! También había oído que recitar el abecedario al revés te ayuda a concentrarte y no pensar en nada excitante, así que me puse a ello: Z, Y, W, X... no, primero va la W y luego la X. Z, Y, X, W, V...

Cuando por fin empecé a notar cómo mi polla estaba cada vez más flácida, oí cómo alguien descorría la cortina y me tapaba la boca, dándome un susto de muerte. Enseguida me imaginé quien era... pero no podía creerlo. Me giré y allí estaba él, acercando su cuerpo al mío cada vez más.

  • ¿Pero qué haces tío? - dije en voz baja.

  • Shhh, calla que nos van a oír - me susurró al oído.

Casi me derrito al notar el tacto de sus carnosos labios en el lóbulo de mi oreja. ¿Qué se suponía que debía hacer entonces? Nadie sabía que soy bisexual y, aunque aquél chico no era del pueblo, quién sabe si algún conocido podía enterarse si pasaba algo entre él y yo. Sin darme tiempo a reaccionar, me acarició suavemente la cara con su mano y acercó sus labios a los míos. Nos fundimos en un beso, lento y tierno al principio, pero que se fue volviendo cada vez más salvaje.

El agua mojaba nuestros cuerpos pegados mientras nosotros íbamos recorriéndolos con nuestras manos. Podía notar su enorme polla junto a la mía, ambas duras y a punto de reventar. Él debió de notar mi falta de experiencia, pues rápidamente tomó la iniciativa. Separó su cara de la mía y comenzó a bajar lentamente, sobando y lamiendo todo mi cuerpo hasta llegar a aquél trozo de carne que tantas chicas había probado, pero que ningún hombre se había llevado a la boca hasta entonces.

No tardé en notar el contacto de su mano con mi polla. Empezó a subir y bajar lentamente, con mucho mimo, y demostrando su experiencia. A los pocos segundos noté su aliento en la punta de mi miembro antes de que se lo metiera entero en la boca. Se notaba que sabía lo que hacía, pues me hizo la mejor mamada que jamás me habían hecho. Yo no podía estar más excitado. Aquélla era mi fantasía: un tío espectacular chupándomela en las duchas de la piscina, rodeados de más hombres desnudos que ni siquiera imaginaban lo que estaba pasando tan solo a unos metros de donde ellos estaban enjabonando sus cuerpos.

Yo acariciaba su pelo con mis manos, hasta que noté que no tardaría en correrme y aparté su cabeza de mi polla. Él me miró a los ojos, comprendiendo lo que pasaba, y se incorporó.

-Es tu primera vez, ¿verdad? – me susurró.

-Si… no sé muy bien cómo va esto. – dije nervioso – Espero hacerlo bien.

-Tranquilo, es normal que la primera vez no sepas muy bien cómo hacerlo. – sus palabras me tranquilizaron – Tan sólo relájate y hazlo lo mejor que puedas, con naturalidad.

Sin más dilación, imité lo que había hecho él unos minutos antes. Comencé a bajar por su cuerpo, lamiendo primero su cuello, luego sus pectorales, y después su vientre. Mientras, iba tocando con mis manos su espalda, sus hombros, sus brazos, sus nalgas… e iba bajando hasta llegar a su enorme polla. Si he dicho que flácida debía de medir unos 14 centímetros, en erección no mediría menos de 22. Primero la cogí con la mano y empecé a hacerle una paja en toda regla. Era una sensación rara pero a la vez a la que estaba habituado. Me había masturbado cientos de veces, pero el tacto de su polla no tenía nada que ver con el de la mía, sin nombrar la diferencia de tamaños. No es que yo la tenga pequeña – me mide 18 centímetros – pero no había comparación posible. Finalmente me decidí y comencé a darle lametones en el glande, sobretodo en el frenillo. De vez en cuando echaba una mirada a su rostro, que con los ojos cerrados era la viva imagen del placer. Si no fuera por el ruido del agua, se oirían perfectamente sus leves gemidos y el sonido de mi boca succionando su pene.

Tras unos minutos así, me apartó la cara. Yo me levanté y le besé de nuevo.

-¿Alguna vez te has metido algo por el culo? – me espetó.

Yo negué con la cabeza.

-¿Nada? ¿Ni siquiera los dedos? Entonces será mejor que me la metas tú a mí. Si te apetece, por supuesto.

Yo sentí alivio al no sentirme presionado para dejarme meter ese pedazo de tranca por mi culo virgen. Pero la verdad es que tenía bastantes ganas de follármelo, sólo que no sabía muy bien cómo empezar. Él se apoyó contra la pared, dejando su culo abierto hacia mí.

-Usa tu saliva como lubricante. Y méteme primero un par de dedos antes de meterme la polla.

Yo seguí sus instrucciones. Me escupí en la mano y empecé a restregársela por el ano. Cuando estuvo lubricado, empecé a meterle un dedo, que entró con bastante facilidad. Tras meterlo y sacarlo unas cuantas veces, probé con dos dedos y luego con tres.

-Ya estoy listo – me dijo mirándome a la cara.

Saqué los dedos de su interior, lubriqué mi pene con saliva y empecé a frotar mi polla en la entrada de su ano. No pude aguantarme más y empecé a meter mi capullo, que entraba poco a poco pero con bastante facilidad. Mientras mi rabo iba entrando en su perfecto culo, oía sus gemidos, que debían de ser una mezcla de dolor y placer. Cuando todo mi miembro estuvo dentro, cogí sus caderas con ambas manos y empecé a follármelo. Primero lentamente, luego fui aumentando el ritmo. Nunca había practicado sexo anal con ninguna chica, pero aquello era lo máximo. Su ano apretaba mi polla mucho más de lo que lo hace un coño. Cada vez le daba unas sacudidas más fuertes, metiéndosela hasta el fondo y notando como mis huevos golpeaban su culo.

Él cogió mi mano derecha y me la llevó a su polla, para que la masturbara mientras me lo follaba. Pero no aguantamos mucho tiempo así, porque enseguida noté como un enorme placer recorría mi cuerpo. Empecé a mover mis caderas cada vez más rápido para pasar a moverlas lentamente cuando llegó el momento de máximo placer, y el semen comenzó a salir de mi polla como nunca lo había hecho, mientras yo cerraba los ojos con fuerza y disfrutaba de aquél tremendo orgasmo. Cuando los espasmos se fueron calmando, aguanté unos segundos más con mi polla dentro de su culo mientras me recuperaba, todavía con la respiración entrecortada. Cuando la saqué, salió a la vez un chorro de mi leche que cayó en el suelo de la ducha y se fue por el desagüe junto al agua.

-Sé que después de correrte no estarás tan excitado, pero me gustaría acabar a mí también. – Me susurró con dulzura.

No sabía lo equivocado que estaba. Me moría de ganas por exprimir su polla y sacarle toda la leche. Así que me arrodillé ante él y comencé a chupársela de nuevo, esta vez con intensidad desde el principio. Le pajeaba a la vez que con mi boca subía y bajaba por su polla. De vez en cuando le succionaba los huevos, o le daba la vuelta para lamerle el ano, del que todavía salía mi propio semen. Cuando estaba a punto de correrse se echó hacia atrás y se la cogió con la mano para acabar él mismo. Pero yo se la aparté y le cogí el rabo de nuevo, masturbándolo ferozmente hasta que noté como se estremecía de placer y empezaban a salir chorros y chorros de semen, que caían directamente sobre mi cara, boca, pecho y vientre, impregnándome por completo. Cuando acabó, le limpié el pene con la boca. Entonces me levanté y, con las manos llenas de su propia leche, le cogí la cara y le espeté un beso, haciéndole probar su propia corrida. El pareció encantado, porque sonrió y me dijo:

-Lo has hecho de maravilla para ser tu primera vez.

Nos limpiamos el semen del cuerpo mientras nuestras pollas se relajaban. Nos enjabonamos el uno al otro, lo cual no ayudó a bajar nuestras erecciones. Por suerte, ya se habían ido todos y pudimos salir de la ducha, todavía empalmados.

Ya en nuestros bancos, nos secamos y vestimos mientras nos presentábamos. Me dijo que se llama Lucas, y que no vive en el pueblo pero viene a esta piscina porque en su pueblo no hay. Él es gay, fuera del armario, y aunque ha tenido varias relaciones en ese momento estaba soltero. Yo le expliqué mi situación y él me tranquilizó diciéndome que no era el primer chico con el que estaba que fuera como yo, virgen con chicos pero no con chicas. Yo le pedí que no contara nada, que de momento estaba bien así. Cuando estuvimos vestidos nos dimos los números de teléfono y nos despedimos con un apretón de manos. Fue raro, muy raro. Después habernos besado y haber follado como locos, nos despedíamos de una forma tan fría, como si nada hubiera pasado.

Evidentemente, volvimos a quedar. Si os ha gustado este relato, decídmelo en los comentarios y os contaré cómo fue el siguiente encuentro. Por si queréis un avance, os diré que esta vez sí que me tocó poner mi culo a su disposición.