Encuentro inesperado
Quien podía imaginar que una preciosidad así pudiese fijarse en mi.
Su cabeza se movía arriba y abajo de forma impetuosa mientras con su mano se apartaba la rubia melena que caía sobre su cara. Era preciosa y parecía disfrutar con lo que me estaba haciendo, incluso más que yo. Si seguía chupándomela de esa forma iba a correrme enseguida.
- Espera –le dije- o voy a correrme de inmediato.
- ¿Acaso no es eso lo que quieres? –me respondió en tono burlón-
- Si, claro, pero antes me gustaría metértela
- Eso hoy no va a ser posible, estoy con la regla. Y por el culo no he venido preparada.
¡Buff!, aquellas palabras me pusieron a cien. Solo con pensar en metérsela por el culo casi me vengo al instante. Iba a correrme y no sabía como avisarle del momento
- ¿No quieres ponerle un condón?, lo digo para que pueda correrme dentro de tu boca –le dije inocentemente-
Y casi sin parar de chupármela contestó balbuceante
- No es necesario –y continuó cada vez con más intensidad, casi con rabia, sin retirarse, decidida a hacer que me corriese lo antes posible.
Ya no pude aguantar más y dejé que un interminable orgasmo se liberase salvajemente, provocándome unos intensísimos estertores de placer cada vez que un impulso seminal brotaba de mi pene, derramándose irremediablemente dentro de su boca, que continuaba chupándomela como si nada.
Cuando por fin empecé a recobrar el aliento, ella todavía continuaba con mi polla en su boca, lamiéndola suave y delicadamente, aferrada a mi pene con una mano y con la otra acariciando mis hipersensibles testículos. Cogí su cabeza y la levante lentamente hasta liberarla de la presa. Se relamió los labios y sonriéndome con esa preciosa mirada azul me dijo:
- ¿Te ha gustado?
- Mucho –le contesté- nunca antes había disfrutado de la forma que tú me has hecho disfrutar.
- A mi también me ha gustado mucho hacértelo. Pero podías haberme dicho que te corrías tan abundantemente.
- Perdona… yo… no pensé… lo siento si te ha molestado.
- No, tranquilo, para nada, pero mejor si hubiese estado avisada, casi no podía ni tragar con todo lo que me estabas soltando.
- Es que hace tanto tiempo que no me lo hacen así que ni siquiera pensé en ello. Perdona.
- ¿A que te refieres con “así”?
- Bueno, me refiero a que me dejen correrme en la boca
- ¿Y cuándo fue la ultima vez que te corriste en la boca de una chica?
- Ya hace mucho tiempo, no se, unos cuantos años. Fue con una antigua novia. Luego ya, ninguna ha querido… hasta hoy.
- Pues a mi me encanta hacerlo. Me excita sentir como sale y como me llena la boca, y como os retorcéis de placer al correros. Es como si yo también sintiera vuestro orgasmo.
- Ja, ja… eres fantástica. Jamás me hubiera imaginado que pudieses sentir así solo por hacerlo.
- ¿Tu no disfrutas al hacérselo a una chica?
- Claro que disfruto y por supuesto me encanta que ella pueda alcanzar un orgasmo mientras se lo estoy comiendo.
- ¿Y no es lo mismo que digo yo?
- Bien mirado si, es lo mismo, aunque a mi no me llenáis la boca con vuestros fluidos.
- Esa es la ventaja que yo tengo y que tú no puedes disfrutar… a no ser que te guste chupársela a otro hombre.
- ¡No, no, no, no… para nada! Yo soy muy heterosexual. Solo me van las mujeres. Y mucho más si son como tú, excitantemente hermosas y salvajemente sexuales.
La verdad es que me hubiese dado por satisfecho con solo haberme regalado su compañía para poder disfrutar de aquella belleza angelical envuelta en esa preciosa melena rubia.
- Sabes –le dije- lo último que me podía imaginar cuando te vi esta tarde en la iglesia, es que pudiéramos acabar como hemos acabado.
- Me parece que aquí, el único que ha “acabado” has sido tu, y ha sido precisamente en mi boca.
- Si, ja, ja, eso es verdad, y siento mucho que no haya tenido oportunidad de corresponderte como te mereces. Te debo una.
- La verdad es que en la iglesia no reparé en ti, pero luego, cuando coincidimos en la mesa de los solteros, enseguida me di cuenta de que me gustabas y mucho.
- ¡Uff!, ya decía yo que esas miraditas que me lanzabas entre canapé y canapé llevaban “muy mala intención”, pero ¿cómo podía imaginar que una diosa como tú se podía fijar en un simple mortal como yo?
- No seas idiota, si lo sabías desde el principio… ¿o si no porque me sacaste a bailar en la primera pieza? Casi les quitamos el protagonismo a los novios.
- Por cierto, hablando de novios, habrá que bajar ya o vamos a ser la comidilla del banquete como empiecen a preguntar por nosotros y no nos vean.
- Si no queda más remedio…
- Me temo que no.
Y con todo el dolor de corazón nos dispusimos a bajar nuevamente a la fiesta.
- ¿Qué haces mañana? –me preguntó ella-
- Nada, dormir, supongo –le contesté-
- ¿Y por que no pasas el resto de la noche conmigo en mi habitación? Cuando todos se hayan ido, subes sin que te vean. El tren no me sale hasta las tres.
- ¿Pero no estabas con la regla?
- Si, pero puedo preparar “mi otro agujerito” para que este dispuesto y en perfecto estado de uso.
- ¡Eres tremenda! No se si podré esperar a que se vayan todos los invitados.
Y salimos de la habitación cada uno por nuestro lado para volver a encontrarnos “casualmente” en la fiesta del banquete de bodas.