Encuentro en la penumbra (1)

Contigo necesito crear ese rito, esa liturgia sin la cual nada tiene sentido...

ENCUENTRO EN LA PENUMBRA (Parte I)

...he vendado tus ojos para sumergirte en un mundo de intensas sensaciones. Acerco el extremo del cáñamo a tu cara, lo deslizo como mostrándotelo hasta tu cuello y hasta el canal de tus pechos. Desde tu forzada oscuridad sientes un leve cosquilleo y te excitas pensando en que este juego es un anticipo de sensaciones más intensas que vendrán después cuando la presión se cierna sobre tu expuesta piel. Ahora te bajo el extremo del cabo por tus brazos, llega a la muñeca, comienzo a rodearla...ansías sentir la familiar presión en su derredor, pero no llega el tope y con el, el comienzo de la presión...tan sólo jugueteo y la cuerda pasa, tras varias vueltas por tus muñecas, como una loca y presurosa serpiente a la que nada se ha perdido en tan excitante parte de tu cuerpo....

...ahora está en tu tobillos y asciende en espiral por tus pantorrillas mientras tu vello comienza a erizarse al paso por la cara interna de tus muslos...notas el roce por tus bragas ( estás vestida) y la traviesa serpiente rodea una y otra vez tu pelvis, sin detenerse y rozando deliberadamente tu sexo, de momento aprisionado en la lycra...

...ha habido una pausa, el largo ofidio de cáñamo parece detenerse, y es que tus ojos, vendados desde hace un buen rato, han cedido la percepción de las sensaciones a tu piel, aun erizada tras el paso por las zonas bajas de tu anatomía. Unas manos palpan tus hombros, sientes un escalofrío, mientras bajan hacia tu pecho entreteniéndose en soltar los botones de tu blusa que van claudicando uno tras otro dejando tu pecho al aire. La suave blusa es echada hacia atrás y notas por tu espalda como se desliza hasta caer al suelo...es tal el silencio que impera que crees escuchar el imperceptible impacto del trozo de tela en la fría baldosa. Tu espalda ha quedado libre tras despojarte del sujetador... ...vuelve la cuerda: comienza por tu nuca, se desliza suave y áspera al tiempo, te recorre los pechos, juguetea en tus pezones, hinchados y duros, se cruza y baja en espiral hasta tu cintura, no es muy larga, apenas dos metros, has sabido percibir su corta longitud por el tiempo en el que ha recorrido todo ese espacio, sigue sin haber presión, añoras el atenazamiento que producen unas cuerdas apretadas alrededor de tu cuerpo, sabes que me encanta jugar y torturarte de esta manera, acercándote primero el objeto de tu deseo y alejándotelo después de manera arbitraria, sin culminar en esa divina presión. Mentalmente me pides que deje de jugar, me suplicarías que te atase de una vez, pero ese no es mi deseo, ...aun.

Notas en tu empeine la onerosa carga del acero, arrastra por encima de tus botas, y describe una curva ..otra pausa, tras ella, el metálico arrastre de lo que te parece una cadena repta por el suelo. ascendente alrededor de tus tobillos, primero en el derecho, da una vuelta completa y, como siempre, sin detenerse, pasa al otro tobillo al que rodea mientras el otro extremo de la cadena sale libre del otro tobillo, ahora sube por tus pantorrillas...a pesar del fragante cuero que las envuelve sientes la presión, demasiado notoria como para no sentirla y demasiado suave para que se quede esa cadena aferrada definitivamente a tus piernas. Internamente maldices la fugacidad con que ese acero pasa por tus piernas, desearías que se quedara para siempre, pero huye a otros lugares libre y desapegado, como un amante pasajero y ocasional al que no sabes retener.

Por un momento te desesperas de sentirte en medio de aquella estancia, con los ojos vendados por la suave seda negra, tu torso descubierto, tus pezones expectantes y abandonados. Sientes ganas de llorar, no es justo, piensas, te acercan el dulce a la boca y te lo quitan al momento de degustarlo.

La progresión de la cadena se detuvo en tus muslos, en esa zona que no alcanzan tus medias. Había comenzado a envolver su cara interna; furtiva se había colado por debajo del cuero de tu falda y ya estaba pasando por encima de tu sexo, notabas a través de las delicadas braguitas el paso del metal, eslabón a eslabón. Ese roce te había excitado, sobre todo cuando deliberadamente había aumentado un poco la presión, era una presión mayor que la que había ejercido con la cuerda y la cadena en otros lugares de tu cuerpo. Un leve rayo de esperanza pasa por tu cerebro, me conoces, no es nuestro primer encuentro, ya hemos jugado otras veces, si bien no a este juego, pero sabes que siempre hay una progresión y ahora sientes los primeros indicios de que la cosa no acabará en este eterno "impasse", que retomaré el sendero que lleva hasta el clímax de tu placer...aunque también eres consciente de que me gusta cocinarte a fuego lento y que aun pasarán eternos minutos hasta llegar a ese ansiado punto. En cualquier caso te alegras pensando que ya estoy en el camino.

Fin de la primera parte

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