Encuentro en la ciudad dorada.

Después de más de quince años hablando a través de las redes sociales, dos amigos deciden conocerse en una histórica ciudad castellana. Las circunstancias han cambiado mucho pero su encuentro hará que afloren viejos deseos que pensaban que estaban muertos.

Tenía ganas de conocer aquella ciudad pero más ganas tenía de conocerla a ella. Nuestra amistad a través del cristal había pasado todos los límites pero nunca nos atrevimos a dar el paso y convertir todas aquellas fantasías en realidad. Los años habían pasado y la relación se había enfriado. Es verdad que seguíamos siendo amigos y conversábamos de vez en cuando pero aquel deseo constante había quedado en un segundo plano para convertirse en un secreto del que ninguno de los dos hablaba. Aprovechando un viaje a su ciudad, decidí mandarle un mensaje a Laura para cerrar aquella larga historia de la mejor manera... tomando un café. No fue una decisión fácil pues me había casado con María hacía unos meses y no tenía justificación para hacer  el viaje tal como me hubiese gustado: sólo.

Aprovechando que uno de mis mejores amigos trabajaba temporalmente en aquella ciudad, convencí  mi mujer para ir a visitarlo. No me resultó nada difícil convencerla y de su respuesta positiva no encontré ningún recelo, a pesar de que ya le había hablado de Laura alguna vez. Mientras cruzaba el país a través de la seca meseta fui pensando en que le diría a mi mujer para justificar aquel encuentro. Acabé descartando la idea de quedar Laura y yo solos, ya que podría resultar demasiado sospechoso, aún sabiendo que lo único que íbamos hacer era tomar un café.

Decidimos quedar con ella los dos, aprovechando sus conocimientos sobre la ciudad podría ser una magnífica guía. A Laura le encantó la idea y nada más dejar las cosas en el hotel salimos a su encuentro. Nos dimos un beso tímido y cuando tuve la tranquilidad de observarla con más detalle no pude evitar pensar en lo buena que estaba. Había cambiado muy poco desde que vi su cuerpo desnudo en la pantalla por primera vez. Su cara dulce y alegre conservaba todo su atractivo y su cuerpo delgado y fibroso me hizo recordar inmediatamente aquellas noches que pasábamos masturbándonos en la distancia. No pude evitar tener una erección y aunque procuré pensar en otra cosa, esta me acompañó a lo largo de todo el recorrido que hicimos.

Laura se mostró como la guía perfecta y como recompensa decidimos invitarla a comer en un restaurante vegano que ella mismo nos recomendó. La comida la acompañamos con varias cervezas que hicieron que se rompiese la frialdad inicial. Conseguimos alargar mucho la velada pero el momento de la despedida llegó. Esta vez con un cálido abrazo que me hizo sentir su cuerpo y que aproveché para que ella sintiese el mío. Noté como mi polla seguía erecta y con la excusa del abrazo la apreté contra su cuerpo. Paré alarmado al escuchar a mi mujer decir:

-¿Qué haces? No la abraces así que me voy a poner celosa.

-Lo siento- le respondí- Parece que las cervezas me han desinhibido demasiado...

Cuando pensaba que mi mujer continuaría reprochando mi actitud me sorprendió con lo siguiente:

-Yo también quiero un abrazo de esos- Y acto seguido se fundieron en un intenso abrazo que achaqué a la excesiva ingesta de alcohol pues mi mujer nunca había mostrado esa confianza con ninguna mujer.

Laura asistió entre sorprendida y divertida a nuestras muestras efusivas de cariño y antes de despedirnos respondió afirmativamente a una  inesperada propuesta de mi mujer: devolvernos la visita en verano, hospedándose en nuestra casa. La mera posibilidad de compartir un espacio tan pequeño con Laura me excitó de tal manera que ya en el hotel le dije a mi mujer en tono divertido:

-No voy a dejar que Laura venga a nuestra casa. Sé que es bisexual y tú eres capaz de ponerme los cuernos mientras yo estoy en el trabajo- Su respuesta me dejó helado: - Haces muy bien porque la chica tiene un polvazo…- Nunca la había oído hablar así de una mujer, aunque sabía que le excitaban bastante las mujeres por las reacciones que tenía cuando veíamos alguna película con escenas de sexo lésbico.

Enseguida me di cuenta que tenía la oportunidad de mi vida para cumplir una fantasía sexual que rondaba desde hace mucho en mi cabeza: hacer un trío con Laura. Sin más demora le mandé un mensaje a Laura diciéndole lo que pensaba de ella mi mujer. Su respuesta fue rápida y directa: “Si quiere follarme… ¿por qué tenemos que esperar tanto? A mí me gustáis mucho los dos. Estaba a punto de responderle cuando mi mujer me cogió con violencia el móvil: -¿De qué estáis hablando? Leyó el mensaje y sin pensarlo  ella misma le respondió: Soy María, ven al Hotel.

Nos dimos una ducha rápida ya que Laura vivía bastante cerca del hotel. Mi mujer salió de la ducha completamente desnuda y mientras se ponía su ropa interior pude contemplar su cuerpo. Con sus cuarenta años recién cumplidos, María es una mujer espectacular: mide 1.70 y pesa aproximadamente 65kg. Sus pechos son pequeños pero muy atractivos, firmes y con unos pezones grandes y oscuros. Pero lo que más me gusta es su culo, sin llegar a ser grande tiene las formas redondas con las que todos los hombres soñamos. Ella lo sabe y cuando follamos no le importa abrirlo para  que juegue con mi polla o con mi boca en la entrada de su agujero.

Estaba acabando de ponerse el tanga transparente que tanto me gusta cuando petaron en la puerta. Mi mujer me dijo que no abriese hasta que se terminase de vestirse pero estaba tan impaciente que abrí la puerta y dejé que Laura entrase en nuestra habitación. ¡Estaba preciosa!

Laura es una chica  más joven que nosotros pero no tanto como parece a primera vista si sólo nos fijamos en su cara dulce, de niña. Es algo más baja que mi mujer y mucho más delgada. Sus pechos son pequeños pero yo sabía el encanto que escondían: unos pezones rosados y puntiagudos sobre su piel blanca. ¡Cuánto deseaba tenerlos en mi boca!

Al ver a mi mujer desnuda sus ojos se abrieron. A continuación se deshizo de mí con un beso rápido pero intenso en  la boca y avanzó hacia ella. Sus labios eran dulces y su lengua se  movía con agilidad y decisión. Me quedé con ganas de más pero ella me dejó atrás para abordar a mi mujer antes de que se acabase de vestir:- Tú marido me había hablado mucho de tu cuerpo pero estás mejor de lo que me imaginaba-le dijo. A continuación hizo que mi mujer se acostarse en la cama y empezó a chuparle las tetas, pues no le había dado tiempo de poner el sujetador. Mi mujer se dejaba hacer, nunca la había visto tan excitada: Desnúdate tú también, por favor-le dijo. Laura se quitó toda la ropa con rapidez, salvo las braguitas, y pude comprobar que su cuerpo había cambiado muy poco con los años. Un cuerpo atlético y fibroso con una piel blanca y en apariencia suave que pedía ser recorrida con la lengua, algo que mi mujer sabía hacer a la perfección. Yo estaba paralizado viendo como Laura se desnudaba y volvía a agacharse sobre mi mujer para continuar chupándole las tetas. Mi mujer la empujó hacia arriba y buscó su boca con su lengua. Laura le abrió la boca para que mi mujer jugase con su lengua por todos los rincones mientras con las manos se tocaban con ansiedad. Laura había descubierto el atractivo culo de mi mujer y aprovechando que el tanga dejaba al descubierto sus glúteos, los acariciaba y empujaba hacia su coño, que aún estaba oculto tras sus bragas. Sin dejar de besarse vi como una mano de mi mujer rodeaba la espalda de Laura y se introducía debajo de la braga para buscar su culo. No pude evitar acercarme y ayudarle a bajar las bragas para dejar al descubierto aquel culo tan rico y duro. Su posición sobre el cuerpo de María hacía que las nalgas de Laura dejasen ver la entrada de su culo y un poco de su coñito rasurado. Me senté en la cama y con mi mano acaricié su vagina, estaba muy húmeda. Aproveché la humedad para acariciarla desde el clítoris hasta la entrada del culo, moviendo suavemente la mano mientras ella seguía saboreando las tetas de mi mujer, que empezaba a suspirar y hacer movimientos espasmódicos. Llevábamos un buen rato así cuando mi mujer dijo con decisión:-Chupas muy bien, quiero que me chupes todo. Laura no se lo pensó, quitó el tanga de María y se puso a chupar su sexo con mucha decisión. Lo hacía con  agilidad y dulzura, mi mujer se volvió loca y empezó a repetir: - que rico, este coñito es todo para ti. Quiero que me lo folles con la boca hasta correrme. Cuando oí eso no pude evitar sacar mi polla que ya estaba caliente y dura desde hacía un buen rato. Laura se dio cuenta de lo que había hecho y mirándola con deseo dijo:-Fóllame el coño. Me levanté de la cama y nos colocamos para que pudiese meterle la polla mientras ella seguía comiendo el coño de mi mujer. Entré en su coño con facilidad gracias a lo húmedo que estaba. Tal como me lo había imaginado la sensación de meter una polla grande y gorda como la mía en su coñito me resultó muy agradable. Por miedo a hacerle daño no se la metí toda hasta que Laura me dijo:- Toda, toda, tienes una polla muy rica y yo un coño tragón que la quiere toda dentro. Empujé con fuerza hasta que su coño se tragó toda mi polla y mis huevos rebotaron contra su culo. Ante la fuerza de mis acometidas, Laura cada vez le comía el coño a María con más ganas, con lametones profundos de arriba abajo y parándose para masajear delicadamente su clítoris. Mi mujer no pudo aguantar más y se corrió  al mismo tiempo que yo llenaba de semen el coño de Laura, que lo recibió  con gemidos de placer.

Había sido la corrida de nuestras vidas pero no queríamos acabar aquel día de ensueño. La visión de Laura sobre la cama, con ganas de más, hizo que nos colocásemos a cada lado  de su cuerpo para seguir acariciando y chupando. Yo empecé por chupar sus pezones que estaban durísimos y mi mujer fue directamente a comerle el coño. Me encantaba sentir sus pezones tan duros en mi lengua pero Laura me agarró la polla y la acercó hacia su cara. Le facilité la labor y la acerqué a su boca. Ella la abrió y saco su lengua para darle lametones de arriba abajo. Cuando ya la tenía bien mojada se la metió en la boca y empezó a comerla hasta dejarme de nuevo al borde del orgasmo. Mientras mi mujer seguía chupándole el coño, sin notarse que era la primera vez que lo hacía. Poco a poco fuimos sintiendo sus movimientos cada vez más rápidos. Sus órdenes eran directas: quiero que me comáis todo hasta que me corra. Yo aproveché para sacar mi polla de su boca y correrme en sus tetas al mismo tiempo que ella presionaba la nuca de mi mujer para que no dejase de comer su sexo. Aproveché la corrida sobre sus tetas para masajearle los pezones húmedos y erguidos. Con el masaje en sus pezones y la comida de coño de mi mujer, Laura explotó y se corrió entre movimientos espasmódicos.

En ese momento sonó el teléfono. Era mi amigo Leo pero esa es otra historia que tal vez cuente otro día…