Encuentro con una amiga de la juventud 1

Dos amigas se encuentran después de varios año, ambas casadas y sucede lo que no habían pensado jamás; se intercambian las parejas.-

Lo recuerdo perfectamente, tal como si hubiera sucedido ayer. Estábamos mi mujer Isabel de 40 años y yo, Juán de 37 años, en la puerta del número 48 de la Avenida de La Constitución de la Ciudad donde había sido destinado como Director Gerente de una importantísima Entidad Bancaria, a la espera del empleado de la Inmobiliaria que nos iba a enseñar una vivienda en dicho edificio, por si nos interesaba alquilarla, naturalmente a cargo de la Entidad, y que según plano constaba de dos amplísimos dormitorios, salón grande, cocina, trastero, cuarto de plancha y dos baños completos amén de plaza de garaje, cuando vimos acercarse una pareja, que al momento a mi me pareció que ella tendría como 1,65 m., con un cuerpo perfectamente delineado y su delantera, menor en su volumen que la de Isabel, destacaba con la ropa que llevaba puesta(blusa blanca, semitransparente, sujetador oscuro perfectamente visible, mini-falda vaquera, medias de rejilla negras y zapatos de tacón medio) y él (no soy bisexual) un tipazo como de 1,90 m. musculoso y facciones varoriles suaves, que armonizaban perfectamente con su pelo rubio muy cortito.

Al llegar a nuestra altura hicieron ademán de entrar en el portal, y entonces la mujer se quedó mirando a mi esposa y preguntó:

¿ TÚ NO ERES ISABEL, LA HIJA DE FELIPE?

Y mi mujer contestó inmediatamente: ¡

ANA MARÍA! ¡ QUÉ CASUALIDAD ENCONTRARNOS EN ESTA CIUDAD Y EN ESTE LUGAR!.CUANTO ME ALEGRO DE VERTE ¿CUÉNTAME QUE ES DE TU VIDA?

.

Ella nos presentó a a su marido Antonio, que era oftalmólogo y que vivían allí, en el piso 11º B, interesándose por nuestra vida, y al decirle la causa de nuestra presencia en el lugar manifestó su deseo de que nos quedáramos con la vivienda, justo en el momento en que el empleado de la Inmobiliaria se personaba, quedando ellas dos en charlar más adelante e intercambiándose sus respectivos números de teléfono.

Vista la vivienda que estaba en la planta 3ª y letra B, decidimos que era un buen lugar, tranquilo y con buenas comunicaciones con el Centro, tanto en transporte urbano como en vehículo particular, así que nos quedamos en alquiler con la misma y consecuentemente ambos matrimonios entablamos unos contactos que trajeron las consecuencias posteriores, que hoy tras un año de visitas y charlas quiero contar con el permiso de las otras personas, cambiando naturalmente datos esenciales.

Isabel y Ana María, ambas de la misma edad, de la misma localidad y amigas en su infancia, incrementaron la amistad, confianza e intimidad que ya era grande en su juventud. Se involucraron tanto en sus conversaciones que tanto Antonio, que tenía 44 años, como yo creo que llegamos a saber tanto los unos de los otros que no había secretos entre ambas parejas llegando incluso a las confidencias tan reservadas como los gustos sexuales de todos.

Así pude saber que Ana María era una loba en la cama, que le gustaba probar de todo y en todas las posturas imaginables, que siempre estaba dispuesta practicar el sexo, que andaba por casa siempre con batas ligeras y sin prendas interiores para que Antonio no tuviese que trabajar en desnudarle cada vez que quería algo, que por cierto debía ser frecuente, y que ella a la cuarta o quinta embestida de su marido sentía llegar su orgasmo; que estaba dotado de una verga larga y estilizada, llegando pronto a la eyaculación, pero recuperándose pronto y conseguir varios coitos en una noche y que siempre usaba preservativo, pues no quería hijos, y ella por el contrario los deseaba por lo que en alguna ocasión había “ pinchado” las gomas pero hasta el momento no había sido favorable su intento.

A la recíproca Ana María y Antonio sabían que yo era hombre también muy caliente, dispuesto en todo momento a cumplir como semental, dotado de una polla no muy larga pero si gruesa;que había conseguido por medio de mi mente aguantar mucho tiempo sin llegar al final;que las relaciones entre mi mujer y yo se limitaban a dos veces por semana, y el resto me las tenía que ingeniar yo solito ; que cuando eyaculaba era gran cantidad de leche la que salía de mi nabo, que inmediatamente recobraba su total erección y era entonces cuando ella no me permitía continuar con mis ataques alegando que era yo un obseso del sexo ( tal vez tenga razón) y que la dejaba agotada pues sus orgasmos eran intensísimos, no permitiendo que mi aparato entrase en su boca o en su ano, cumpliendo con lo que la tradición manda según le había dicho su madre; si queríamos tener descendientes pero ella por causas que no voy a explicar no podía tenerlos; y como dato para después, mi mujer no solía soltar palabra “ indecente”, mientras realizábamos el coito que siempre eran tras regresar de cenar en algún restaurante los miércoles y sábados de cada semana y a estas salidas nocturnas se unieron rápidamente nuestros amigos, pero antes de regresar a casa solíamos visitar algún local de copas o alguna discoteca, donde empecé a intuir que a mi mujer le gustaba Antonio, pues su cuerpos se pegaban cuando bailaban piezas lentas y se les notaba alegres, y no tanto cuando eran movidas que preferían bailar con sus cónyuges respectivos o quedarse sentados charlando, aunque sus cabezas permanecían muy próximas, era una cosa que no me preocupaba ya que en más de una ocasión yo deseaba y le había propuesto hacer algún trío o intercambio, cosa que jamás aceptó. Las conversaciones entre ambos matrimonios en conjunto, casi siempre iban hacia los temas de sexo y me asombraba que mi mujer se hubiera desinhibido tanto en ese terreno, pues nunca había querido hablar de ello y sin embargo ahora casi siempre era ella la que sacaba el tema y decía muchas veces que tenía que ser agradable probar a otro hombre e incluso sería mejor que fuesen dos o más, y si el marido lo veía o participaba , mejor que mejor. Y en cuanto a Ana María, ni que decir tiene que yo procuraba estar el máximo de tiempo junto a ella, ya que como he dicho al principio, reconocía ella misma que era muy caliente y lo demostraba refregando sus muslos contra mi pene, que se ponía rápidamente erecto, y si eran bailes tipo samba, su trasero no dejaba de incitar mi verga, sonriéndome en cuanto lo notaba e incluso de motu proprio llegó a darme algún que otro piquito y tocarme el paquete, volviéndome loco.

Cierto jueves por la noche, hace dos meses aproximadamente, mi mujer estando en la cama donde duermo en pelota picada, y ella con un ligero camisón, sin bragas, me dice: ME HA PREGUNTADO ANA MARIA SI YO QUERRÍA PASAR UNA NOCHE CON SU MARIDO; QUE LE HA COMENTADO ANTONIO QUE A ÉL LE GUSTARIA ECHARME UN BUEN POLVO. Le respondí que sería una broma ,(aunque en el fondo deseaba fuese cierto) y que como podía pensar ella que su amiga le iba a ofrecer a su esposo para ponerle los cuernos, que se lo habría dicho para ver como reaccionaba, sabiendo que ella hacía alarde de que no me sería infiel. Mi mujer insistió diciendo: NO CREO QUE SEA BROMA, y que además QUE ANTONIO LE HABIA EXPRESADO A SU MUJER QUE LE ENCANTARIA QUE YO LE HICIESE UNA CUBANA Y QUE MIS TETAS LE TRAIAN POR LA CALLE DE LA AMARGURA. Yo ya dudaba, pues mi mujer me había cogido la polla con su mano derecha y me estaba haciendo una paja, cosa totalmente inusual en ella, que demostraba estaba con ganas de marcha, y por eso mientras mi mano se metía en su coño, buscando su clítoris, le dije que qué pensaba ella del asunto y que si ella quería por mi no había incoveniente, pues en más de una ocasión se lo había propuesto. Ella me contestó: ¿TU QUIERES QUE ME ACUESTE CON ANTONIO Y TE SEA INFIEL, SI O NO ?. Ante esta pregunta entendí que ella lo deseaba, pero pedía “ mi permiso” por eso le dije que no era la cuestión si yo quería o no, sino que era “problema” de ella,que si le apetecía que Antonio la montase, que no dudase, que yo no pondría impedimento, pero que lo pensase bien antes de dar eL paso pues luego no habría marcha atrás y si ella quería me lo hiciese saber para no ser engañado..Al oir estas palabras ella aceleró el movimiento de su mano y mi polla descargó sobre su barriga, llegando algunas gotas de esperma a su cara, al mismo tiempo que la oí murmurar: GRACIAS CARIÑO POR TU COMPRENSION; ME LO VOY A PENSAR AUNQUE LA VERDAD QUE EL NENE ESTÁ BIEN BUENO Y TAMPOCO HARÍAMOS NADA MALO SI ESTAMOS TU Y YO DE ACUERDO, Y ASÍ TE PUEDO DAR GUSTO Y YO PROBAR ALGO NUEVO; MI AMOR LO VAS A SEGUIR TENIENDO POR SIEMPRE. En tanto yo seguí con mi mano en su chocho hasta que le llegó el orgasmo y gimió como hacía tiempo yo no la había oído.

Casi había olvidado el tema cuando un sábado, sobre las ocho de la tarde, me dice desde el interior de nuestro dormitorio, que había ido de compras con Ana María, cosa que hacían frecuentemente, y que como su amiga decía que vestía muy tradicional, se había hecho con unos trapitos quizás demasiado modernos y atrevidos para su edad, y que se los iba a poner para que le diese mi opinión, saliendo de la habitación vistiendo una blusa azul eléctrico, de manga corta, con seis botones de los que dos llevaba abiertos y que dejaban ver las puntillas de un sujetador negro, seguramente de una talla inferior a la suya que le remarcaba ostentosamente su impresionante busto, y le acompañaba con una super mini-falda negra de un tejido parecido a la napa, y una abertura en el lateral izquierdo, que casi le llegaba a la cadera, y que en cuanto se agachaba un poquito dejaba ver todo su muslamen; yo pensaba que no llevaba bragas, y al comentarlo se subió la mini-falda enseñando un tanga de color negro, pequeñísimo, diciendo que se había recortado los pelillos de su coño, pero dejando un triángulo que cubría los labios de su vulva, y que además se había comprado unas medias como las de Ana María, de rejilla, pero más sugerentes y un par de zapatos de finísimo tacón. Yo al verla de tal guisa se me encabritó el pene y quise cepillármela allí mismo, pero me dijo que tendría que esperar como mínimo hasta el domingo ya que aquella noche iba a intentar llevarse al huerto a Antonio, que se lo había pensado bien y que creía que todo saldría bien para ella y para mi.

Sólo supe decir que estaba rompedora y que con ese atuendo no habría hombre que se le resistiese. Las horas que quedaban hasta que nos fuimos a la cena se me hicieron larguísimas, ya que estaba deseando ver la cara que pondría Antonio al verla, y no fue mi espera defraudante pues cuando nos reunimos con ellos se le abrieron los ojos como platos, la pasó revista con su mirada de arriba a abajo y sin cortarse un pelo le dijo que estaba super preciosa, que estaba para comérsela y que iba a ser el centro de atención de todos los hombres en el restaurante y en la discoteca, que esa noche tenía que bailar íntegramente con él con mi permiso, y que Ana María ya cuidaría de mi. Por cierto que la mujer de Antonio iba también despampanante, muy parecidos sus atuendos aunque el color de la blusa era el blanco, su preferido y el escote más pronunciado aún y pensé de inmediato que tal vez no fuese esa noche uno sólo el cornudo. Cuando íbamos a montar en el coche de ellos, Ana María dijo que estaba un poco mareada y que prefería ir en el asiento trasero y que ella, Isabel, fuese esa noche delante, junto a Antonio, y así se hizo y en el corto trayecto hasta el restaurante, como de unos 30 minutos, se pegó a mi, puso su mano sobre mi muslo y me fue hablando y en un momento determinado acercó su boca a mi oreja y me pregunto ¿

QUIERES METER TU POLLA HOY EN MI COÑITO CALIENTE?. TE LO PREGUNTO PORQUE ISABEL ME HA DICHO QUE VA INTENTAR QUE MAÑANA LUZCAS UNOS HERMOSOS CUERNOS Y SERÍA UNA PENA QUE MI MARIDO NO PUDIESE PRESUMIR DE LO MISMO.

Aquello hizo que bajo mi pantalón se levantase una protuberancia yo creo que superior a otras veces y al mismo tiempo que le respondía con un SI con la cabeza, observaba como mi mujer se le había subido la mini casi hasta la cadera y Antonio cambiaba de marcha cada dos por tres, y acababa siempre el movimiento apoyando su mano derecha unas veces en el muslo izquierdo de Isabel y otras sobre la mano del mismo lado sin que ella hiciese nada por evitarlos, mas bien se aproximaba más.

CONTINUARÁ