Encuentro con un trailero
Un joven de veintitrés tiene un encuentro con un trailero de cincuenta y tantos.
El caso es que mi carro simplemente había dejado de funcionar, lo cual para mí era un completo misterio, siendo yo el típico niño inútil que no sabía nada de mecánica, consideré que era mejor dejarlo a un lado de la carretera y seguir mi camino a pie (a las 11 de la noche) -al fin que sólo faltan algunos kilómetros para el próximo poblado-, pensé, -y debe de haber por lo menos una casa ó un ranchito dónde puedan darme alguna ayuda-. La verdad es que estaba muy equivocado, pues después de caminar casi dos horas no encontraba nada. Ya sé que pensarán: lo más lógico sería quedarse a dormir en el carro, pero por la prisa que llevaba, para mí esa idea estaba totalmente fuera de lugar.
Seguí caminando y desesperándome cada vez más, pues aunque pasaba alguno que otro carro no me atrevía a pedir un aventón, al considerarlo demasiado peligroso. Al fin después de un rato, el cansancio pudo más que yo, y me dispuse a levantar mi mano con el pulgar extendido cada vez que veía que un carro se aproximaba. Después de un par de intentos infructuosos, oí el ruido de un trailer que se aproximaba; en cuanto éste me tuvo en su campo de vista activó las luces altas un par de veces (obviamente me quería transmitir un mensaje), pero sin pensarlo más, levanté mi mano y le hice la seña para que me diera un aventón. El trailer pasó de lado sin más.
Sin embargo, unos metros más adelante empezó a frenar y orillarse, entonces se apoderó de mí una sensación extraña, una combinación de alivio y miedo. Pero el trailer ya se había orillado -qué más da-, pensé, -es una persona que se gana la vida manejando en carretera, así que supongo que no le caerá mal algo de compañía-, de manera que me acerqué al trailer. Cuando llegué a la cabina me percaté de que la puerta del lado del acompañante ya estaba abierta: una invitación a pasar.
Entreabrí la puerta y me asomé tímidamente, -buenas noches- dije. "Pasa", me contestó la persona que se encontraba en el asiento del conductor, no lograba verlo bien, si acaso podía distinguir levemente sus facciones por la luz que emanaba el tablero. Subí (como pude) a la cabina del trailer, e intenté cerrar la puerta, lo cual no logré hasta después de un par de intentos, pues lo tenía que hacer con bastante fuerza. -Qué estás haciendo tan noche en esta carretera?- me preguntó el conductor, esta vez lo pude ver mejor, era un hombre de unos cincuenta y tantos, de complexión robusta y cabello entrecano, sus facciones eran duras, sin embargo su mirada era amigable, como si me invitara a conocerlo.
"Mi carro se descompuso", respondí, voy rumbo al siguiente poblado a ver si puedo conseguir un mecánico, -El siguiente poblado está como a 3 horas- respondió, -Asi que espero que no te importe tenerme de compañero de viaje por un rato más-. "Por mí, encantado", atiné a responder, después de lo cual su mirada cambió por unos segundos, pasó de amigable a ser un tanto inquisitiva, cómo la mirada de un ganadero que está comprando un animal, inspeccionándolo de pies a cabeza.
Esa última mirada me hizo sentir un poco incómodo, sin embargo, al analizar mi situación, traté de calmarme, -es sólo un trailero que me está dando un aventón, no hay de qué preocuparse- pensé. No nos hemos presentado, dijo, mi nombre es Joel, -el mío es Ricardo- respondí, justo cuando dije eso, encendió una luz dentro de la cabina, lo cual permitió que nos viéramos mejor. Me ofreció su mano, y la estreché sin pensar más, su saludo era fuerte y sentí su mano algo áspera, a diferencia de la mía, la cual era más bien pequeña, y sin ningún callo.
Platicamos por un rato, Me dijo que era originario del sur de México y que en estos momentos se dirigía a su ciudad natal, donde lo esperaban su esposa e hijos. Durante todo este trayecto dejó la pequeña luz de la cabina encendida, lo cual me permitió verlo con más detenimiento, como mencioné anteriormente, su complexión era robusta, era un poco gordito, llevaba una camisa de franela y debajo de ésta, una playera la cual se notaba que le quedaba un tanto estrecha, ya que podía ver como su estomago formaba una esfera que empezaba desde abajo de su pecho y terminaba justo antes del cinturón de su pantalón.
Su pantalón, eso fue lo que más me llamó la atención, era un típico pantalón de mezclilla, un tanto sucio y usado, pero el caso es que se podía apreciar que le quedaba muy apretado y por encima de todo, en su entrepierna se formaba un bulto bastante considerable, lo cuál se hacía más evidente por lo estrecho del pantalón.
Justo cuando yo estaba mirando su entrepierna, el se llevó la mano a ésta y se "acomodó" el paquete, de inmediato yo dirigí mi mirada a otro lado, y de reojo pude ver que me miró por unos instantes, creo que en ese momento me puse rojo de vergüenza, pues sentí que me había cachado "in fraganti" mirándole sus partes.
"Y... planea manejar toda la noche?", balbuceé, tratando de terminar con ese momento incómodo. -Probablemente no- dijo, -quizá en una hora más me orille y tome una siesta, si no es inconveniente para ti- agregó. -No, ningún inconveniente-, dije, a lo que respondió con una sonrisa, entre cálida y condescendiente a mi actitud un tanto exaltada.
"Relájate Ricardo", me dijo, mientras se reacomodaba en el asiento -asumiendo una posición más cómoda- y recorrió con su mano su abultado abdomen, terminando de nuevo posándose en el bulto de su pantalón, esta vez no sólo lo acomodó, sino que dejó su mano sobre éste unos cuantos segundos, y de nuevo volvió a mirarme. Por segunda vez me atrapó mirándole la entrepierna, de manera instintiva bajé la mirada, esta vez no sólo sentí vergüenza, sino también una emoción algo rara, era porque me estaba excitando.
No respondí a su comentario acerca de mi actitud, me encontraba absorto en mis pensamientos, Joel se llevó de nuevo la mano a su entrepierna, esta vez noté que el bulto que se formaba en su pantalón era más grande, y tomaba la forma característica de un pene en erección, pegado a su muslo. "Lo que me hace falta para para estar más a gusto, es una vieja-, dijo.
Prácticamente podía verle el pene y los huevos, solo los cubría la ajustada tela de su pantalón, ante este espectáculo, mi pene comenzó a crecer también, sólo que, a diferencia de mi acompañante, yo traté de ocultarlo. Me sentía muy raro. "Es que este hombre quiere tener sexo conmigo?" dije para mis adentros. Al parecer así era, y dadas las circunstancias, no me extrañaba demasiado, se entiende que los traileros pasan mucho tiempo en la carretera, sin oportunidad de descargar la tensión sexual que se acumula durante tantos días.
Pero yo nunca había tenido sexo con un hombre, al menos no uno como Joel; claro que había jugado con la idea, e incluso tuve un par de experiencias unos años antes, pero esto era totalmente distinto. Estaba ante un hombre hecho y derecho, no afeminado ni nada por el estilo. Nada en su manera de hablar ó vestir lo delataba, era simplemente un hombre de cincuenta y tantos años tan varonil como cualquiera.
Por lo que en mi mente algo no encajaba, me sentía excitado, mucho más que en mis anteriores experiencias con hombres, sin embargo, algo estaba mal, no comprendía como un hombre como Joel, varonil tanto en su trato como en su aspecto, quería tener sexo conmigo.
Y entonces, algo hizo click en mi cerebro, El cuerpo de Joel era robusto, el mío delgado, su piel era áspera, oscura y repleta de vellos, la mía era blanca y mucho más suave pues soy lampiño. Sus facciones rudas y su bigote contrastaban con mi cara, la cual conservaba un aspecto algo infantil, a pesar de tener yo 23 años. Todo lo anterior me llevó una conclusión, en ese instante, yo era la mujer que él deseaba.
Esta revelación me hizo relajarme un poco más, y aunque me sentía aún un tanto extraño ante mi condición en ese momento, la combinación de excitación, curiosidad y un poco de miedo, se apoderaban de cada vez más de mí. Una vez que me di cuenta del lugar que me correspondía, me puse a ver el bulto que Joel se acariciaba, de manera abierta, queriendo que el notara que lo estaba viendo, que estaba interesado en lo que me ofrecía.
Joel comenzó a disminuir la velocidad del trailer, -creo que es hora de tomar un descanso-, dijo, -me parece bien- respondí. Una vez que el trailer estuvo estacionado a un lado de la carretera, se levantó de su asiento e inclinó su cuerpo hacía mí, con la supuesta intención de tomar algunos mapas que se encontraban en mi lado de la cabina, de esta manera su entrepierna, y más específicamente, el gran bulto que brotaba de ella, quedaban exactamente a la altura de mi cara; -no encuentro unos mapas que dejé aquí, decía- mientras trataba de encontrar algo en un pequeño compartimento y agitaba su bulto frente a mí. En ese instante hice lo que me pareció más natural, puse mi mano sobre el bulto de su entrepierna, y comencé a acariciarlo rítmicamente. Esa era la prueba contundente, la última señal que él estaba esperando, yo era su puta.
"Quieres verlo?", me preguntó, -sí- dije sin pensarlo, en un tono más suave que mi voz habitual. Se enderezó y quedó de pie frente a mí, agarró mi nuca y empezó a frotar mi cabeza contra su bulto, me veía hacia abajo con una mirada agresiva, como si fuera mi dueño, esto me excitó mucho, de manera que en ese momento me dieron unas ganas tremendas de chupar su pene, como si con eso demostrara que él era el macho dominante y yo su hembra sumisa.
Miré a Joel, como un cachorro mira a su dueño para pedir comida, en ese instante la comida era su pene, no me hizo esperar más y con una de sus grandes manos desabrochó su cinturón, acto seguido, prosiguió con el broche de su pantalón y por fin bajó el cierre. Su hombría brotó frente a mí, aún capturada por un boxer, pero eso no fue problema, pues con la otra mano sacó su pene por el agujero de la ropa interior.
Sin dejar de mirarlo a los ojos, tomé su palpitante trozo de carne en mi mano, éste se veía grandísimo en mi pequeña palma, era más grande que el mío, mucho más imponente. Empecé a frotarlo de manera lenta mientras lo veía a los ojos, como buscando su aprobación. El no dejaba de mirarme con esa actitud de superioridad, a lo que yo respondí poniendo mis labios sobre su glande, entonces el dejó escapar un suspiro -pero sin bajar la guardia un momento-, estaba imponiéndose ante mí y mi trabajo era honrar su masculinidad.
Empecé a rodear su glande con mis labios, abriendo cada vez más mi boca, hasta que éste estaba adentro, comencé a seguir un movimiento lento y rítmico, mientras con mis manos exploraba el resto de su cuerpo, tan recio y masculino que me hacía sentir cada vez más como una mujer, rindiendo tributo a su hombre.
Entonces separó mi cabeza de su pene, encendió la pequeña luz de la parte trasera de la cabina, y entró en ella para sentarse -con las piernas abiertas y el pene apuntando hacia el techo- en la pequeña cama que se encontraba en ese reducido espacio. No hubo necesidad de que hablara, yo instintivamente lo seguí, y al ver que se encontraba en esa posición, inmediatamente supe cuál era mi lugar en esa escena.
Me acerqué y me puse de pie frente a él, que inmediatamente me comenzó a desabrochar el pantalón y me quitó la camisa, en un momento ya me tenía desnudo, yo estaba temblando de la emoción cuando alcanzó un compartimento a un lado de la cama, del cual sacó un frasco y un condón.
Abrió el frasco y empezó a frotar su contenido en mi trasero, sobre mis nalgas y finalmente en mi ano, introdujo un dedo, lo cuál me produjo un pequeño sobresalto, al ver esto, el dejó un poco su actitud dominante y sonrió, -Hacía mucho que no subía una vieja al trailer-, dijo, mientras terminaba de lubricar mi ano.
Una vez que terminó con su tarea de lubricación, me entregó el condón, y sin mayores instrucciones hice lo que tenía que hacer: me incliné y lo puse sobre su pene, totalmente erecto y palpitante. Una vez que hice esto, el cuadro estaba completo: él estaba sentado en su ropa de trabajo, con las piernas abiertas y el pene en completa erección, mirándome con una actitud de seguridad, casi prepotencia; yo, inclinado ante él, como un sirviente esperando complacer a su amo.
Entonces se acercó a mí, me agarró por la cintura y en ese momento supe que era la hora de pagar la cuota del viaje. Sin ningún problema pudo levantar mi ligero cuerpo y lo posó exactamente sobre su palo de carne, no tuve ni siquiera tiempo de pensarlo dos veces, al estar mi ano completamente lubricado, su pene entró de un sólo golpe en mí. Dejé escapar un ligero gemido, aquello era algo que nunca había experimentado, y sin embargo, se sentía tan natural, como si ese fuera el orden original de las cosas: al no haber una hembra disponible, un macho dominará a otro más débil para saciar su apetito sexual.
Aquella sensación era increíble, su pene estaba dentro de mí, entrando y saliendo a un ritmo cada vez más rápido, instintivamente arqueé la espalda y apoyé mis manos sobre sus grandes muslos, mientras inclinaba la cabeza hacia atras, mi mirada estaba perdida, en ese momento lo único que importaba era la sensación de tener el pene de Joel en mí, mientras besaba mi cuello y lamía mis tetillas; en un principio él era el que se movía entrando y saliendo de mi cuerpo, pero después de un rato y sin darme cuenta, yo era el que estaba haciendo todo el trabajo, como una puta insaciable me sentaba en su pene, de manera cada vez más rápida y violenta, al mismo tiempo que empecé a gemir, como una mujerzuela en un motel cualquiera.
El ritmo de mis movimientos comenzó a ser cada vez más rápido y empezamos a descontrolarnos cada vez más, él, al igual que yo, estaba perdido en el placer, jadeaba contestando a mis gemidos, me besaba y penetraba cada vez más fuerte, hasta que arqueó por completo su cuerpo, levantándome completamente con la fuerza de su torso, en ese mismo instante, solo bastó que tocara un poco mi pene, para que tuviera un orgasmo al mismo tiempo que él, la sensación era indescriptible, yo tenía un orgasmo con su pene metido en mi culo, con el cual masajeaba con mis espasmos su pene que eyaculaba.
Una vez que terminó todo, nos acostamos, cansados y satisfechos. Llegó la mañana siguiente, desperté, recogí mi ropa y comencé a vestirme, él ya estaba frente al volante. No hablamos mucho durante el resto del trayecto, y una vez que llegamos al poblado más cercano, nos despedimos y tomamos caminos distintos, el debía llegar a su casa y yo tenía que conseguir un mecánico.
Al mirarlo por última vez, me di cuenta de que lo que había pasado la noche anterior, se quedaría en esa noche para siempre, nadie hablaría nada al respecto y con el tiempo, quizá se olvidaría, pero estoy seguro que ninguno de los dos tenía remordimientos y si se diera el caso, volveríamos a repetir lo ocurrido. Pues después de todo, abrigados por la oscuridad y la lujuria cualquiera puede hacer lo que nosotros hicimos esa noche: dejarse llevar por sus instintos.