Encuentro con un maduro vicioso en el hotel

Aprovechando un viaje de trabajo encontré a un maduro vicioso para quedar en el hotel.

En mi primer relato de mi primera experiencia en un cine x no me describí, así que aprovecho para hacerlo ahora. Hago todo el deporte que puedo, mido 1,83 y peso 80 y he tenido la suerte de estar bien dotado en general, con una polla de 18-19 cm muy juguetona.

La experiencia que voy a contar hoy es de hace unos años, y se remonta a un viaje de trabajo por el noreste de España en el que iba a estar prácticamente toda la semana fuera de casa. Me iba a alojar durante tres noches en un céntrico hotel y quería aprovechar la oportunidad de pasar algún buen momento de placer tras las largas jornadas de trabajo.

Ansiaba encontrar un tío maduro para quedar directamente en la habitación, pero esta vez buscaba algo con unas pecualiaridades especiales. Y me explicaré, haciendo un preámbulo.

Desde siempre he tenido una fijación muy fetichista por la ropa interior femenina, y muy especialmente por las bragas usadas, sobre todo de encaje transparentes, negras o blancas, sin descartar cualquier otro color. En casa ya olía las bragas de mi madre y no he desaprovechaba la oportunidad de oler las bragas de familiares o amigas de mis padres cuando hacíamos alguna visita a sus casas. Es algo que siempre me ha creado una enorme excitación... ese olor penetrante, intenso, que me embriagaba al primer momento. Hoy, a mis 57 años, sigo oliendo todas las que puedo, incluidas las de mi mujer, y por supuesto me las pongo, propiciándome unas erecciones espectaculares, en las que la polla se me pone tremendamente tiesa y dura. Con las bragas puestas me he hecho unas pajas brutales, con unas descargas de semen que, sobre las bragas negras, eran todo un primor.

En este contexto de mi gusto por las bragas es en el que esa semana de viaje me centré a la hora de buscar un maduro. Buscaba alguien con los mismos gustos que yo. Yo me había llevado a mi vaje unas bragas sucias de mi mujer, blancas de encaje, transparentes, que una vez puestas hacían resaltar mi rabo entre tanto encaje y transparencia y me hacía sentir muy puta.

Buscando la primera noche por internet, a través de un chat de contactos, pude dar finalmente con un maduro de unos 60 años, con el que tras hablar durante un buen rato, nos fuimos calentando, contándonos nuestras andanzas. Se alinearon los astros a la perfección para que pudiéramos quedar, cosa que no siempre es fácil. Era de la misma ciudad, tenía disponibilidad en ese momento, no estaba excesivamente lejos de mi hotel, era soltero con novia... y sobre todo le encantaba ponerse bragas como a mi.

Estuvimos hablando durante bastante rato y tras una buena y caliente charla estábamos los dos ya a mil por hoa, con los cipotes tiesos por la excitación. Yo ya con las bragas de mi mujer puestas, conteniéndome para no correrme, a la espera de esa ansiada visita de mi nuevo amigo a mi hotel. Por cómo se expresaba me inspiró confianza desde el principio y más aún cuando nos atrevimos a darnos los móviles para hablar. Me encantó su voz, era correctísimo, educado a la vez que sumamente guarro como yo. En la conversación ya solo nos quedaba organizar la visita a la habitación, una vez que le dí la dirección y le facilité el número de la habitación.

Los nervios y la calentura me invadían. Ya solo quedaba esperar impaciente el toque en la puerta de la habitación, señal última de su llegada y de nuestro deseado encuentro.

Al cabo de unos 20 minutos oí el sueve golpecito en la puerta... había llegado. Se llamaba Pablo -nombre ficticio- .Al llegar, le recibí como me había pedido, en bragas y con la polla durísima saliéndome por uno de los lados de las bragas. Él, un tipo con muy buena presencia, con algnos kilos de más -no me importaba- , con pelo canoso y con el "secreto" de saber que bajo sus pantalos llevaba puestas unas bragas de su novia, y que deseaba fervientemente ver cómo eran.

Nada más verme, se sorprendió de verme ya con la polla tan tiesa Pablo me dijo:

"Caramba, vaya polla que calzas y qué bragas más bonitas llevas". Me lo decía a la vez que me la cogía con su mano y me la empezaba a descapullar, todo sin quitarme la ropita interior.

A la vez que me acariciaba mi pene erecto me acariciaba los huevos por debajo de las bragas. Yo estaba deseando bajarle los pantalones para ver su rabo envuelto en las bragazas de su novia, lo cual hice a continuación sin esperar ni un instante más. Y no solo los pantalones, sino el resto de la ropa hasta quedarse ante mi exactamente igual que como yo estaba. Ambos en bragas. La excitación del primer momento era máxima.

La visión que tuve ante mi me dejó impresionado. Con un tanga de encaje de color carne, asomando una espectacular polla con un capullo enormemente grueso, que solo de verlo casi me desmayo. Nos sentíamos como dos auténticas zorras.

Sin quitarnos la ropa interior de mi mujer y de su novia, nos juntamos para restregarnos las pollas y nos dispusimos a continuación a desnudarnos del todo para irnos a la ducha. Yo le cogí su tanga para olerlo y fue increible sentir su fuerte olor. Era lo más parecido a oler directamente el coño de su novia. De la misma manera Pablo olió las bragas de mi mujer y a ambos nos creó una mayor excitación, tanta que nos fuimos a la ducha con las pollas bien duras y tiesas.

En la misma ducha empezó nuestra primera sesión de sexo inolvidable. Al juntarnos bajo el agua nuestras vergas se golpearon y chocaron de cómo las teníamos de tiesas. El primer magreo fue total. Nos acariciábamos los pezones, nos los mordíamos, nos pasábamos las manos por los huevos gordos y colgones que teníamos ambos. Yo ya no podía más y me dispuse a ponerme de rodillas para meterme ese enorme pollón y ese capullo descomunal en mi boca.

La mamada fue brutal, no recuerdo el tiempo que estuve chupando semejante pollón, metiéndomela hasta el fondo sin parar. Mi amigo no paraba de decirme que siguiera aunque realmente no hacía falta que me lo dijera. Me pidió que le escupiera su tremendo rabo y los huevos, cosa que hice con sumo gusto. Yo quería más y le pedí qe apoyara una pierna en el borde de la bañera para poder llegar mejor, más allá de sus huevazos, y alcanzar su culo, el cual alcancé con mi lengua poderosa. Con sus huevos bajo mi nariz, empujé mi lengua hacia el orificio de su culo, metiéndola con toda la fuerza que pude. Los gemidos de placer de mi amigo Pablo me animaban aún más a seguir revoloteando con mi boca y lengua sobre sus huevos, culo y polla.

La excitación era tal que me atreví a algo que me encanta hacer cuando estoy especialmente caliente... sí, ansiaba que me meara sobre todo mi cuerpo, mi boca y cara. Para sentir en exclusiva su meada y que no se mezclara con el agua de la ducha, Pablo cerró el grifo de manera que solo pude notar cómo me regaba con su líquido caliente. De nuevo tuve que hacer esfuerzos para no correrme allí mismo.

Tras un buen rato de magreos, mamadas mutuas y besos en la boca con lengua -solo lo hago cuando estoy muy cachondo- nos dispusimos a secarnos para ir directamente a la cama. Casi sin tener que decírnoslo, Pablo se puso las bragas de mi mujer y yo las de su novia. Con ellas puestas nos tumbamos para hacernos un brutal 69, conmigo debajo. Ante mi, la visión de sus huevos colgando sobre mi garganta y su culo peludo, para lo cual le tuve que separar las bragas que tenía puestas de mi propia mujer. Mi lengua no paraba de lamer su culo, su verga y su enorme paquete. De la misma forma Pablo no paraba de recrearse en mi polla, la cual chupaba con avidez, embadurnándola de saliva, que me bajaba hasta mis huevos.

No recuerdo el tiempo que nos mantuvimos mamándonos y lamiéndonos sin parar. Estábamos en la gloria, ansiosos por llegar al momento crucial, el éxtasis total, de sentir cómo reventaban nuestras pollas. Pablo me preguntó cómo quería que nos corriéramos y lo tuve claro... mientras se la chupaba de rodillas le pedí que eyaculara en mi cara con las bragas de su novia pegadas a mi boca y que echara parte de su semen en la parte del tanguita donde se junta con el coño, para a continuación frotarme por mi cara las bragas llenas de lefa. La corrida fue brutal, con una cantidad de leche que dejó empapadas las bragas de su novia y mi cara.

Después vino mi corrida en sus pezones gordos, que dejé perdidos de lefa espesa y caliente y que se apresuró a restregarse con sus dedos para llevarse mi esperma espeso a su boca.

Nos quedamos aún un rato en la cama, saboreando aíún los aromas de nuestro semen esparcido en nuestros cuerpos, caras y bocas, sin dejar de olisquear las bragas sucias y usadas, que nos hacía fantasear con los coños húmedos de mi mujer y de la novia de Pablo.

El objetivo de mi viaje estaba cumplido.