Encuentro con mi compañera 7
Séptimo encuentro entre una chica lesbiana y su compañera de trabajo, las dos aficionadas a la Dominación.
Toc, toc, toc. Golpeé la puerta del despacho de Isabel, esperé un segundo y entré. “¿Te queda mucho?”. Pregunté nada más entrar. Isabel estaba en su escritorio, tecleando en su ordenador mientras miraba unos informes que tenía al lado. “Mm…yo diría que media hora o así”. Me respondió apartando la mirada de los informes y dedicándome una sonrisa. Era la hora de comer del viernes. Ese día no trabajábamos por la tarde y la gente de la oficina había ido abandonando poco a poco sus sitios para empezar el fin de semana. Yo había terminado mi trabajo unos minutos antes y ya lo tenía todo recogido para salir. “¿Tu ya has terminado?”. Me preguntó Isabel estirándose un poco. Llevaba una blusa blanca de corte formal y, aunque el escritorio no me dejaba verla ahora, sabía que hoy llevaba una falda negra a la altura de las rodillas, medias negras y zapatos también negros de tacón bajo. “Sí, yo ya estoy”. Le respondí. Isabel sonrió y asintió. “¿Nos vemos mañana entonces?”. Asentí. “Sí, pero si quieres te espero y vamos a comer”. Isabel sonrió alegre. “¿No te importa esperar?”. Negué con la cabeza. “Tampoco tengo nada mejor que hacer, la verdad. Prepararme un poco para mañana y ya”. Respondí sonriendo. Isabel me devolvió la sonrisa y siguió tecleando. El despacho de Isabel era pequeño, apenas el escritorio y un par de sillas adicionales frente al mismo, con una ventana reflectante que permitía ver el exterior sin que se viera el interior. Todo estaba ordenado, con algunas fotos y recuerdos de su hija decorando la mesa. “¿Todavía queda alguien o ya han salido todos escopetados?”. Preguntó sin apartar la vista del trabajo. “Solo nosotras”. Le respondí mientras curioseaba la decoración del despacho. Isabel me miró un segundo y continuó con el trabajo durante unos minutos más sin comentar nada mientras yo curioseaba mi móvil respondiendo algunos mensajes. Paró de escribir y se estiró una vez más. “Sabes”. Comentó con aire distraído. Alcé la cabeza de mi móvil. “Me vendría genial un masaje en los pies, estos zapatos no son los más cómodos del mundo”. Isabel espiró la pierna por debajo del escritorio dejando el zapato a la vista. Sonreí ante su comentario. “Lo raro es que los lleves puestos estando en el despacho tu sola”. Isabel se encogió de hombros y siguió tecleando. Devolví mi atención al móvil hasta que pasados unos segundos Isabel carraspeó fuertemente llamando mi atención. Levanté la mirada y vi como repetía el gesto de enseñarme su zapato. Una bombillita se encendió en mi cabeza. “Estamos en la oficina Isa”. Repliqué a su sugerencia silenciosa. “¿No se habían ido todos ya?”. Llevé la mirada a la puerta abierta del despacho contemplando el exterior vacío. “Ya, ¿pero y si alguien ha olvidado algo y regresa?”. Isabel apuntó con una mano al manillar de la puerta de su despacho. “Si giras esa cosa la puerta se cierra y nadie ve lo que hay dentro”. Comentó sarcástica. Le devolví una mirada igual de sarcástica “Ja, ja. Muy graciosa”. Isabel sonrió divertida. “Siempre, ya lo sabes”. Volvió a teclear, con el pie todavía extendido. Durante un minuto mi cabeza dio vueltas pensando. Hasta ahora nuestras sesiones se habían limitado a los fines de semana en casa de Isabel, aunque si era cierto que habíamos hecho lo del centro comercial. Pero la oficina…eso era otra cosa. A pesar de mi reticencia, una sensación cálida se iba extendiendo por mi cuerpo. Isabel balanceaba rítmicamente su pie extendido sin mirarme ni comentar nada más, tecleando en su ordenador. Lancé un gran suspiro y cerré la puerta. “Ya verás cómo nos pille alguien”. Isabel sonrió ante mi comentario.
Me acerqué hasta el escritorio y me senté en el suelo. Yo iba vestida con una camiseta y pantalones vaqueros, con zapatillas deportivas. Sostuve el pie de Isabel con mis manos, le quité el zapato y empecé a masajearle el pie. “Mm…sí”: Ronroneó Isabel al poco. “Mucho mejor”. Isabel continuó con su trabajo mientras yo masajeaba su pie. Pasados unos minutos, Isabel cambió un poco de postura y alzó la pierna, dejando su pie descalzo a la altura de mi boca. “Isa…”. Comenté con cierto deje en mi voz. “¿Sí?”. Fue toda la respuesta que recibí por su parte. “¿Qué haces?”. Isabel tecleó un poco más. “Terminar esto para que podamos irnos a comer”. Aunque ella seguía con la mirada puesta en la pantalla le lancé una mirada sarcástica. “Ya sabes a lo que me refiero”. Siguió tecleando. “La verdad es que no”. Replicó con tono de falsa inocencia. Lancé un suspiro. “¿Qué haces con el pie?”. Isabel dejó de teclear. “Oh”. Respondió con falsa sorpresa. “A estas alturas me imaginaba que ya lo sabrías Sonia”. Comentó con el mismo tono. “Cuando tu Ama pone su pie al alcance de tus labios es para que les des el trato que se merecen con esos mismos labios”. Apartó la mirada de la pantalla y me miró divertida. “¿O acaso me equivoco?”. Preguntó. Le aguanté la mirada unos segundos antes de lanzar un suspiro. “No Ama, no te equivocas”. Isabel sonrió triunfal y agitó su pie frente a mi cara. Lo volví a sostener entre mis manos y lo besé. “Mm”. Ronroneó Isabel una vez más. El calor que había sentido antes recorrer mi cuerpo iba en aumento, acentuado por el escenario en que nos encontrábamos. El tacto del nylon de las medias contra mis labios era extraño pero agradable. Con delicadeza, besé el pie de Isabel y empecé a lamerlo. Mi lengua recorrió su planta. Atrapé sus dedos entre mis labios, succioné y lamí. Durante varios minutos mi lengua y labios masajearon el pie de Isabel. Esta apartó finalmente su pie para a continuación levantar el otro. Le quité el zapato y repetí los cuidados. “Sonia”. Me llamó Isabel en cuanto empecé con el segundo pie. Alcé la vista para mirarla. “Arrodillada mejor que sentada” Comentó con una sonrisa. Asentí y cambié mi posición para arrodillarme frente al escritorio. Una nueva oleada de calor recorrió mi cuerpo. Recuperé el pie y seguí con mi labor. Isabel aprovechó mi nueva postura para apoyar su pie libre contra mis muslos, moviéndolo suavemente de arriba abajo. Durante un buen rato continué con los pies de Isabel, la cual los iba alternando a cada poco. Tras casi quince minutos, Isabel apartó ambos pies de mí. “Mm…mucho mejor”. Dijo estirándose de nuevo. “Gracias Sonia”. Me sonrió desde su sitio y le devolví la sonrisa satisfecha. “Levanta”. Asentí y me puse de pie frente al escritorio. Isabel giró un poco su cabeza. “Da un par de pasos atrás”. Extrañada le hice caso y retrocedí dos pasos. “Ahí estas bien”. Me comentó sonriendo. Me miró de arriba abajo. “Desnúdate”.
La orden de Isabel retumbó en mi cabeza. Estábamos en la oficina y ya me parecía jugárnosla lo que había hecho con sus pies. Me dispuse a comentar algo, pero la sonrisa de Isabel desarmó mis argumentos antes de que les diera tiempo a formarse. La orden solo había logrado acrecentar el calor que ya recorría mi cuerpo y sabía que poco importaba lo que dijese, iba a terminar quitándome la ropa. Mi lado racional sabía que podía parar en cualquier momento, pero mi lado más íntimo deseaba sentir ese calor de forma más intensa. Finalmente, sin decir nada, llevé mis manos a la camiseta y me la quité, dejando mi sujetador blanco al aire. Lancé la camiseta sobre una de las sillas del despacho y a continuación me quité las zapatillas. Ruborizándome ligeramente, llevé mis manos al cierre del pantalón, lo abrí y los deslicé por mis piernas dejando mis bragas blancas a la vista. Lancé el pantalón junto a la camiseta. Finalmente llevé las manos al enganche de mi sujetador, lo abrí, dejé mis pechos a la vista y lancé la prenda íntima junto a las demás. Isabel me miró de nuevo y durante unos segundos no dijo nada. Mi rubor aumentó junto con el calor interno. “Eso es quedarse en bragas Sonia”. Comentó finalmente Isabel. “No desnuda”. Dijo con tono malicioso. Esperaba que con eso le bastase, pero parecía que no era el caso. Suspiré, llevé las manos al borde de mis bragas y las deslicé por mis piernas. Mi sexo quedó a la vista, cubierto por una fina capa de vello. Isabel puso gesto de sorpresa al verlo. “Normalmente vas totalmente depilada”. Asentí algo más avergonzada. “Ya. Te había dicho que lo único que tenía que hacer esta tarde era prepararme para mañana”. Isabel se rio. “Lo que tiene la improvisación, nos pilla en bragas. O bueno, en tu caso sin ellas y sin depilar”. Volvió a reírse ante el comentario. Bajé la vista avergonzada. “No importa”. Terminó por decir Isabel. “Separa un poco las piernas y junta las manos a la espalda Sonia”. Obedecí a Isabel, separé mis piernas ligeramente y junté mis manos en la espalda, a la altura de mi cintura. Una vez en posición, Isabel asintió y volvió a teclear. Sin decir nada más, Isabel continuó trabajando conmigo desnuda frente a ella. Los minutos fueron pasando.
“Y…” Unos quince minutos después Isabel tecleó un par de veces más, movió su ratón y clicó la pantalla. “…se acabó por esta semana”. Comentó con tono triunfal, suspiró y destensó el cuerpo. Me miró fijamente con una sonrisa. “¿Qué tal vas Sonia?”. Le devolví la sonrisa. “Bien. Desnuda en mitad de tu despacho”. Isabel se rio. “Sí, me he dado cuenta”. Abrió uno de los cajones de su escritorio y rebuscó un poco hasta sacar una regla de plástico. Separó su silla, se levantó y caminó descalza hasta situarse frente su escritorio. “Ven”. Dijo Isabel. “Acércate, apoya las manos en el escritorio y saca el trasero para afuera Sonia”. Me ordenó. Asentí y cumplí la orden de Isabel. Me acerqué, apoyé las manos sobre el escritorio y mis pechos quedaron colgando. Dejé expuestas mis nalgas y sentí como Isabel las acariciaba suavemente. Plaf. “Auch”. Me quejé al sentir como la regla impactaba en mis nalgas con fuerza. Plaf. “Auch”. Plaf. Plaf. Isabel continuó golpeando mis nalgas con la regla una decena de veces. La sensación del instrumento de plástico era extraña. Dejaba una sensación de pinchazos al golpear contra mis nalgas. No era especialmente dolorosa, pero si incómoda. Una vez el décimo reglazo cayó sobre mis nalgas Isabel volvió a acariciarme. “Esto por ir desarreglada Sonia. Tendrías que estar siempre lista para tu Ama, nunca sabes cuando te va a pedir algo”. Comentó con tono divertido. Sonreí ante el comentario. “¿Quieres que vaya siempre depilada Isa?”. Le pregunté. Isabel lo meditó durante unos segundos. “Mm…sí”. Asentí. “Como quieras Ama”. Respondí. Isabel me sonrió al tiempo que me daba una palmada suave en el trasero. “Buena chica”. Me sonrojé un poco. Isabel continuó acariciando mis nalgas y poco a poco fue bajando. Pasó por mi perineo y sus dedos alcanzaron mi sexo. “Mm”. Solté un suave suspiro al sentirlos. Estaba caliente y algo húmeda. Oí a Isabel soltar una risita al notar como estaba mi intimidad. Sin detenerse, Isabel empezó a acariciarme muy suavemente. Recorrió mis labios íntimos de abajo arriba, alcanzó mi clítoris y lo pulsó. “Mm”. Suspiré de nuevo. Un cosquilleó empezó a recorrer mi espalda al ritmo de los dedos de Isabel sobre mi intimidad. “Mm”. Sin dejar de acariciarme, sentí como Isabel sostenía uno de mis pechos con la mano libre y poco a poco empezaba a acariciarlo. Las yemas de sus dedos se movían en círculos cada vez más pequeños, acercándose cada vez más a mi pezón. Lo alcanzó, lo presionó con suavidad y lo estimuló con delicadeza. “Mm…mm…”. Mi respiración se aceleraba al ritmo de las caricias de Isabel. Los dedos que recorrían mi sexo se movían cada vez más rápidos. Frotaban mis labios y mi clítoris, enviándome oleadas de placer que se fusionaban contra las olas que se generaban en mi pecho. Mi espalda estaba erizaba y mis piernas temblaban ligeramente por la estimulación. “Mm…mm…”. Cerré los ojos disfrutando de las sensaciones que inundaban mi cuerpo, olvidándome por completo de dónde estaba. Me mordí el labio para ahogar un gemido más intenso cuando Isabel deslizó con facilidad un par de dedos en mi interior. Isabel apoyó su pulgar contra mi perineo al tiempo que deslizaba los dedos juntos, separándolos cuando más profundos estaban y volviéndolos a juntar para seguir estimulándome. “Mm…Mm…ah…”. Un jadeo intenso logró escapar de mi boca e Isabel lo acompañó con un suave pellizco sobre mi pezón. Sentí los dedos moverse en mi interior más rápido, llevándome al límite. Me mordí el labio una vez más, con las piernas temblando y mi cuerpo inundado de placer. “Mm…ah…ah…”. Los dedos de Isabel salieron de mi interior. Plaf. “¡Ah!”. El repentino impacto de la mano de Isabel sobre mis nalgas me hizo abrir los ojos. “Casi, casi”. Canturreó Isabel con tono divertido soltando mi pecho. Una vez más Isabel me había llevado hasta el límite dejándome a las puertas de un orgasmo. Lancé un suspiro de frustración. “Odio cuando haces eso Isa”. Isabel se rio y me dio otro azote suave. “Imagínate que te llegas a correr como el otro día y lo dejas todo perdido. A ver como lo explicaríamos”. Me ruboricé un poco al recordar la última vez que me había corrido en el salón de Isabel. Esta soltó otra risita. “Anda, incorpórate”. Suspiré una vez más y obedecí. Mis pezones estaban duros y mi sexo caliente y húmedo. Sonriendo, Isabel se puso delante y se sentó en el borde de su escritorio. Con sonrisa pícara llevó las manos al borde de su falda y la subió hasta dejar a la vista unas bragas negras. Le lancé a Isabel una mirada irónica. “Pero claro, tu si puedes correrte, ¿no?”. Sonrió, extendió el brazo, agarró uno de mis endurecidos pezones y lo retorció suavemente. “Para algo tiene que servir que tenga a mi sumisa desnuda y caliente frente a mí”. Estiró de mi pezón con una sonrisa. “Así que menos quejarse y dedica esa boca a cosas más prácticas Sonia”. Suspiré derrotada por la situación. “Sí Ama”. Me arrodillé frente a ella.
El sexo de Isabel aún cubierto por su braguita negra quedó frente a mi cara. Sin esperar más indicaciones me acerqué y besé a Isabel en el interior del muslo, justo por encima de sus medias. “Mm”. Ronroneó Isabel una vez más al notar mis labios contra su piel. Le di algunos besos más y cambié de pierna. Notaba como poco a poco el cuerpo de Isabel iba calentándose. Tras algunos besos más, empecé a subir por el muslo de Isabel hasta alcanzar su sexo, el cual besé por encima de las braguitas. “Mm”. Tras el beso aparté a un lado la prenda íntima dejando el depilado sexo de Isabel a la vista. Lo besé una vez más y empecé a lamerlo. “Mm”. Isabel ronroneaba al sentir los movimientos de mi lengua. Atrapé su clítoris entre mis labios y succioné. “Mm…”. Isabel apoyó una mano contra mi cabeza y la empezó a acariciar suavemente, sin guiarme, dejándome a mi ritmo. Besé su clítoris y lo lamí de lado a lado. Lo succioné y mordí con suavidad. Lo besé de nuevo y una vez más. “Mm…ah…”. Isabel no se cortaba al gemir, disfrutando de las sensaciones que mi lengua le estaba produciendo. Llevé mis manos a las piernas de Isabel y las acaricié por encima de las medias disfrutando de la sensación del nylon. “Mm…ah…”. Deslicé mi lengua en el interior del sexo de Isabel disfrutando del sabor de su intimidad. “Ah”. Isabel empezó a contonearse suavemente permitiendo que mi lengua alcanzase nuevos puntos de su cálido y húmedo sexo. “Ah…ah…”. Isabel gemía profundamente moviéndose cada vez más rápido. Mi lengua se movía de lado a lado, de arriba abajo. Succionaba y mordía. Sorbia los fluidos que empezaban a salir del sexo de Isabel. “Ah…ah…¡Ah!”. Con un último gemido de éxtasis, Isabel empezó a correrse llenando mi boca con sus fluidos, los cuales bebí por completo. Una vez recogí sus fluidos continué besando su intimidad, recogiendo las gotas traviesas que habían escapado de mi boca y mojaban la piel de Isabel. “Buena chica”. Susurró Isabel con voz dulce. Le miré y sonreí dándole un último beso. “Siempre”, Repliqué. Isabel se rio. Se incorporó, devolvió sus bragas a su sitio y se bajó la falda. “Venga”. Me apremió mientras se arreglaba la ropa. “Vístete que tengo hambre”. Me incorporé y destensé mi cuerpo. “¿Sí? Yo estoy llena”. Comenté con tono pícaro, lo que desencadenó otra risa de Isabel. “Sí que te llenas con poco”. Replicó ella. Esta vez fui yo la que se rio. Empecé a recoger mi ropa de la silla y a vestirme. “¿Te ha parecido poco Isa?”. Isabel recuperó sus zapatos y se los puso. “Bueno, piernas y coño, un tentempié”. Comentó divertida. Se llevó las manos a los pechos y los contoneó. “Esta noche no cenes mucho que mañana te pondré un menú más completo”. Se soltó los pechos y se dio una suave palmada en el trasero a si misma. Me reí una vez más. “Sí Ama”. Terminé de vestirme, me recompuse un poco el peinado y salí con Isabel de su despacho para ir finalmente a comer.