Encuentro con mi compañera 5
Quinto encuentro entre una chica lesbiana y su compañera de trabajo, las dos aficionadas a la Dominación.
“¿Qué te parece?”. Isabel le dio la vuelta a la tablet que estaba usando para que viera la pantalla. Tenía abierta la página de una tienda de juguetes para adultos y estaba viendo los detalles de una mordaza de bola de un color rosa brillante. “¿Es que soy muy escandalosa?”. Le pregunté a su vez al ver el juguete. Isabel le volvió a dar la vuelta a la tablet y puso cara de meditar la respuesta. Estaba sentada relajadamente en su sofá, con una camiseta negra que no le cubría el ombligo y unas bragas de color naranja muy llamativas. Su pantalón descansaba bien recogido a un lado del sofá al lado de mi ropa. Yo permanecía arrodillada y desnuda frente a ella. Uno de sus pies descansaba en mi muslo mientras que sostenía el otro con mi mano, secándolo con una toalla. A mi lado tenía todo lo necesario para arreglarle y pintarle las uñas. “No”. Respondió finalmente tras pensarlo unos segundos. Liberó el pie de mis manos y sonriendo apoyó los dedos sobre mis labios. “Solo un poco bocazas a veces”. Sonreí con los dedos de los pies aún en mis labios y les di un beso. “Que graciosa”. Le repliqué sosteniéndole de nuevo el pie para terminar de secarlo. “Luego no te quejes si las uñas te quedan mal por estar haciendo el tonto”. Comenté mientras pasaba la toalla por su pie. Isabel se rio. “No solo me quejaré, sino que te daré unos azotes”. Le lancé una mirada irónica. “Como si necesitaras una escusa para eso”. Isabel se volvió a reír. “También es verdad”. Devolvió su atención a la tablet al tiempo que yo terminaba de secar su pie. “¿Qué color?”. Pregunté. “¿No te gusta ese rosa brillante?” Respondió Isabel sin mirarme ante lo que me reí. “Me gusta, pero me refiero a tus uñas”. Isabel apartó la mirada de la tablet y se fijó en los frascos de pintauñas que tenía a mi lado. Levantó uno de sus pies y lo acercó hasta mi pecho. Con la punta de los dedos empezó a frotar mi pezón meditando. “Mm…”. Mi cuerpo reaccionó endureciendo poco a poco mi pezón. “Pues no sé, la verdad”. Sonreí ante su indecisión y cogí uno de los frascos, relleno de esmalte naranja. “¿Qué tal a juego con tus bragas?”. Isabel se rio. “Muy llamativas, ¿no?”. Sonreí. “No tanto como el rosa brillante”. Repliqué e Isabel se volvió a reír. “No creo que lo llamativo es la mordaza en si misma”. Separó su pie de mi pecho y lo volvió a llevar a mis labios. Besé sus dedos otra vez. Isabel sonrió y jugueteó con su pie rozando mis labios. Abrí ligeramente la boca y atrapé su pulgar succionándolo. Recorrí su dedo con mi lengua e Isabel reaccionó deslizando el pie que mantenía sobre mi muslo hacia mi sexo, rozándolo. Solté un suave gemido ahogado por el pie de Isabel, la cual sonrió. Devolvió el pie a mi muslo y separó el otro de mis labios. Lo sostuve de nuevo entre mis manos y volví a usar la toalla para secarle mi saliva. “Naranja está bien”. Decidió finalmente devolviendo su atención a la tablet. Terminé de secar el pie, lo llevé hasta mi muslo, cogí el esmalte naranja y empecé a agitarlo.
“¿Y una de estas?”. Isabel volvió a girar la tablet. La pantalla mostraba ahora una mordaza de anilla negra. “¿De anilla?”. Isabel asintió. “Así podrías seguir lamiendo mis pies incluso amordazada”. No pude evitar sonrojarme por el comentario ante lo que Isabel se rio suavemente. “U otras cosas, claro”. Isabel se dio un par de golpecitos suaves sobre su sexo aumentando mi rubor. Isabel volvió a girar la tablet. “Con una de estas no podrías evitar comerte lo que te pongan delante”. Dejé de agitar el esmalte durante un segundo. “Lo dices como si te hubiera puesto problemas con eso alguna vez”. Le comenté con tono de falso reproche. Isabel apartó la mirada de la tablet y me miró con la mirada que solía poner cuando se esforzaba por recordar algo. “Mm…la verdad es que no”. Terminó por reconocer. “Me has comido todo lo que te he ofrecido”. Sonrió maliciosa. “Pies, coño, culo,…”. Me sonrojé una vez más. “Creo que no te queda nada por comerme”. Terminó sentenciando. “La boca”. Solté por reflejo. “¿Mm?”. Isabel me miró algo sorprendida ante mi comentario. “Sí, eso también es verdad”. Terminó por decir con una sonrisa antes de devolver la mirada a la tablet. Terminé de agitar el frasco de laca y me dispuse a abrirlo. “¿Qué te está pareciendo?”. Le pregunté mientras desenroscaba la tapa con pincel. “Aún ni has empezado”. Me respondió Isabel mirando sus uñas. Me reí. “No me refiero al esmalte”. Isabel volvió a mirarme con cara inquisitiva. “Me refiero a lo de que…ya sabes”. Le hice un gesto con la cabeza como si la señalase a ella y luego a mí. Isabel medio sonrió confundida. Volví a tapar el esmalte y suspiré. “Halando claro. ¿Qué te esta pareciendo el tenerme aquí como sumisa? Por ejemplo, teniéndome aquí desnuda haciéndote las uñas. O cuando te como el coño. Al fin de cuentas tu no eres les, Isa”. Isabel dejó la tablet a un lado por un momento. “Cierto, no lo soy”. Reconoció. “No es que de repente haya descubierto que me gustan las mujeres, la verdad es que no he reparado en que me fije más ahora que antes en otras mujeres. Simplemente me lo paso muy bien contigo, disfruto con lo que hacemos”. Terminó diciendo con una sonrisa que le devolví. “¿Qué hay de ti?”. Preguntó. “¿Te parece bien lo que hacemos?”. Asentí. “Yo también me lo paso bien”. Le confirmé con una sonrisa que Isabel me devolvió pícara. “¿Aunque seas la única aquí que come coños?”. Me ruboricé un poco, pero yo también sonreí pícara. “Sí, aunque sea la única que coma coños. Me gusta comerlos”. Isabel se rio y me reí con ella. Volví a coger el esmalte, saqué el pincel y sostuve uno de los pies de Isabel mientras ella recuperaba la tablet. Deslicé el pincel por la primera de sus uñas y el salón se llenó con el olor del esmalte.
“Separa un poco las piernas”. Comentó Isabel sin apartar la mirada del juguete que esta revisando en la pantalla. Sin comentar nada las separé ligeramente sin dejar de aplicar el esmalte. Sentí como Isabel deslizaba su pie libre por mi muslo hasta alcanzar nuevamente mi sexo y empezaba a rozarlo de arriba abajo con los dedos. “Mm”. Deje escapar un suave suspiro. Terminé de aplicar el esmalte sobre la primera de las uñas y seguí con las demás. “¿Has usado alguna?”. Isabel volvió a dar la vuelta a la pantalla mostrándome el juguete que esta revisando, una pala. Su pie seguía rozando mi intimidad suavemente. “No”. Le contesté. “¿Y tú?”. Isabel negó con la cabeza. “Siempre me han parecido algo burdas. Creo que prefiero la fusta o el flogger”. Giró de nuevo la pantalla y siguió con su búsqueda de juguetes. “¿Y las mordazas?”. Pregunté mientras retomaba mi tarea. “¿?”. Isabel hizo un ruidito para darme a entender que no entendía la pregunta. “¿Cuál prefieres?”. Le aclaré. “Pues no me decido, la verdad”. Isabel me miró por un segundo. “¿Con cual te quedarías tu?”. Me encogí de hombros. “Cada una tiene sus ventajas”. Isabel me miró inquisitiva. “La de bola mitiga más el sonido de los gemidos. La de anilla no los mitiga tan bien, pero permite seguir usando la boca”. Isabel asintió. “Por eso no me decido”. Comentó con tono de pesar. “Ambas entonces”. Le dije. Isabel me miró inquisitiva una vez más. “No son muy caras, ¿no?”. Isabel negó con la cabeza. “Pues ambas”. Repetí. Isabel sonrió y apretó su pie contra mi clítoris. “Ambas pues”. Cada una retomó su tarea, yo cada más excitada por la acción del pie de Isabel contra mi sexo. Terminé de aplicar el esmalte en las uñas que quedaban del pie que sostenía con mis manos. “Este ya está”. Isabel liberó su pie de mis manos y lo apoyó sobre mi muslo dejando que el esmalte se secara. Separó el pie que mantenía contra mi sexo y lo alzó hasta mis labios. Sus dedos estaban ligeramente brillantes lo que me sonrojó. Saqué mi lengua y empecé a limpiar los dedos de Isabel de mis fluidos íntimos. Seguía notando la excitación en mi sexo, aunque ahora estaba libre de los roces de Isabel. Terminé de limpiar los dedos de Isabel y empecé a aplicar el esmalte.
“Esto tiene que ser divertido”. Isabel me mostró un nuevo juguete, un vibrador por control remoto. “Anda”. Exclamé. “Que curioso”. Isabel asintió. “Podrías llevarlo en un montón de situaciones y cuando menos te lo esperes, ¡zas!”. Me ruboricé al pensarlo e Isabel se rio. Seguí aplicando el esmalte por sus uñas mientras Isabel seguía mirando juguetes y haciendo comentarios. No tardé mucho en terminar con sus uñas. “Lista”. Comenté viendo sus uñas, las cuales ahora tenían un color a juego con sus bragas. “Bien conjuntada”. Isabel sonrió y movió un poco los dedos de los pies. El esmalte tardaría un rato aún en secarse del todo. “¿Satisfecha Ama?”. Le pregunté. “Sí”. Respondió asintiendo Isabel. Le sonreí. Sus pies estaban todavía apoyados en mis muslos, pero los levantó y los dejó con cuidado en el suelo. “Ve a por una silla Sonia”. Asentí, me incorporé y acerqué una de las sillas. “Ponla delante de mí”. Coloqué la silla frente a Isabel suponiendo que querría poner los pies en alto hasta que se secaran. “Siéntate”. Puse un gesto de extrañeza, pero obedecí. Me senté frente a Isabel en la silla. Isabel dejó la tablet a un lado y me miró con una sonrisa pícara de arriba abajo. “Separa las piernas”. Me ordenó. Me ruboricé un poco y obedecí, separando mis piernas un poco. “Más Sonia, quiero ver bien tu coño”. Me ruboricé aún más y separé las piernas dejando bien a la vista mi rasurado sexo. “¿Así?”. Pregunté, a lo que Isabel asintió. Me miró una vez más sonriendo y adoptó una postura relajada en el sofá. “Mastúrbate”. Parpadeé un par de veces tratando de procesar sus palabras. “¿Qué?”. Alcancé a decir. Isabel soltó una risita. “Quiero ver como te masturbas Sonia”. Tragué un poco de saliva al tiempo que notaba como mi temperatura y sonrojo subían. “Pero…”. Empecé a hablar, pero Isabel me interrumpió. “¡Ya Sonia!”. Di un pequeño respingo ante la energía de Isabel y asentí avergonzada. Despacio, llevé una de mis manos a mi sexo. Isabel sonrió.
Muy suavemente empecé a recorrer mi intimidad, ya caliente y algo húmeda, con las yemas de mis dedos. Un escalofrío recorrió mi espalda al mezclarse el roce de mis dedos en mi sexo y la mirada intensa de Isabel. Cerré los ojos avergonzada. “Mírame Sonia”. Abrí los ojos y mi mirada quedó clavada en la pícara mirada de Isabel. Mi rubor aumentó aún más. Mi respiración se aceleró y los dedos sobre mi sexo hicieron lo mismo. Mis pezones se habían vuelto a endurecer y el calor ascendía por todo mi cuerpo. Mis dedos empezaron a explorar mi clítoris, liberando un jadeo de mi garganta. Mi excitación iba en aumento e incorporé la mano libre a la mezcla. Sostuve uno de mis pechos y empecé a acariciarlo. “Ah”. Pequeños gemidos escapaban de mis labios al notar la acción de mis dedos sobre mi cuerpo. “Mírame”. Repitió Isabel. Abrí los ojos sin ser consciente de cuando los había vuelto a cerrar. Isabel simplemente me observaba, sin hacer o decir nada más. Notaba mi interior cada vez más cálido y húmedo, y no pasó mucho antes de que deslizara un dedo dentro de mí. “Ah”. Jadeé. “Mírame”. Abrí los ojos de nuevo, avergonzada. Isabel solo sonreía. El dedo se deslizaba por el interior de mi sexo con facilidad, lubricado por mis propios fluidos. Un segundo dedo no tardó en acompañar al primero. “Ah”. Me esforzaba por mantener mi mirada fija en la sonriente Isabel, pero me estaba constando más de lo que imaginaba. Mi cuerpo era un coctel de excitación y vergüenza a partes iguales. “Ah”. Empecé a mover los dedos a más velocidad, al mismo tiempo que la mano de mi pecho agarraba mi pezón y lo apretaba y torcía. “Ah…ah…”. Mi cuerpo se iba perlando poco a poco en sudor, al ritmo de mis jadeos. Mi sexo palpitaba y me notaba a las puertas de un orgasmo. Empecé a morderme el labio mientras deslizaba más profundamente los dedos en mi interior, buscando rozar mi clit…”¡Para!”. Di un nuevo respingo al oír el grito de Isabel. Mis dedos quedaron a medio camino de su destino. Mi sexo ardía al límite de su resistencia. Miré a Isabel sin comprender. Esta solo sonrió y señalo al suelo frente a ella. “De rodillas Sonia”. Nada más dar la orden, Isabel se colocó al borde del sofá, levantó el trasero lo justo para quitarse la braguita naranja, la lanzó junto a su pantalón y mi ropa, y separó las piernas dejando a la vista su sexo. “¡Ya!”. A pesar de su tono enérgico, Isabel no perdía la sonrisa pícara. Salí de mi estupor, saqué los dedos de mi interior mientras mi cuerpo gritaba de frustración y me arrodillé frente a Isabel. Con una mano Isabel abrió un poco su sexo. Sin esperar más instrucciones por su parte me incliné y empecé a lamer.
“Mm”. Isabel ronroneó al sentir mi lengua rozar su sexo. Mi cuerpo ardía por la excitación y esta se trasladaba a mi lengua, la cual recorría la intimidad de Isabel con avidez. Su sexo estaba caliente y ligeramente húmedo. “Mm”. Los movimientos de mi lengua deslizaban suaves gemidos de los labios de Isabel. Noté una de sus manos apoyadas en mi cabeza, pero me dejó complacerla a mi ritmo sin guiarme. Lamía con energía su sexo de un lado a otro. Succionaba su clítoris para a continuación deslizar mi lengua en el interior de su sexo abierto. “Mm…mm…”. Isabel gemía desinhibida, disfrutando de las caricias de mi lengua. Aceleré mis movimientos notando su sexo cada vez más caliente y húmedo. Di un mordisquito a su clítoris y su cuerpo tembló de excitación. Sorbí los fluidos que poco a poco se derramaban de su interior y deslicé mi lengua por todo su sexo. “Mm…¡ah!”. Isabel jadeó con fuerza cuando su clítoris le lanzó una descarga por todo su cuerpo y este respondió tensándose, liberando oleadas de placer acompañadas por un torrente de dulces fluidos. Sorbí saciando la sed que sentía, pero mi cuerpo seguía ardiendo. “Mm”. Isabel ronroneó una vez más y acarició mi cabeza mientras recorría su sexo recogiendo los fluidos que me quedaban. Finalmente, Isabel suspiró y con suavidad separó mi cabeza de su intimidad. Isabel sonrió al ver mi boca brillando con sus fluidos. “Siéntate”. Dijo señalando la silla. Sin decir nada volví a sentarme frente a ella mientras Isabel volvía a adoptar una postura relajada. “Continua”. Asentí, separé las piernas y volví a estimularme a mí misma.
Mi cuerpo seguía caliente y excitado y no tardó en reaccionar a mis nuevas caricias. Los dedos volvieron a recorrer mi sexo, recalentándolo antes de volver a su exploración de mi interior. Acaricié mi aún duro pezón y lo apreté. “Mm”. Gemí. “Mírame”. Cerraba los ojos sumida en mi propio placer sin darme cuenta e Isabel tenía que recordarme que la mirara. Separé un poco mis labios con la respiración acelerada. Dos dedos volvieron a mi interior. “Ah”. Mi cuerpo seguía sudado, caliente y excitado. Empecé a retorcerme al sentir descargas recorriendo mi interior. La sonriente Isabel levantó uno de sus pies, con las uñas ya secas, y lo apoyó contra mi sexo. “Ah”. Un gemido acompaño el roce de su pie contra mi ardiente intimidad. Isabel movió su pie suavemente, impidiendo que mis dedos saliesen de mi interior. “Ah…Ah…”. Mi respiración era más y más rápida cada vez, de nuevo al límite del orgasmo. Apreté mi pezón con más fuerza al tiempo que deslizaba mi cuerpo para sentir el pie de Isabel contra mi sexo. “Ah”. Gemí con intensidad, retorcí mi pezón y…”¡Para!”. Isabel apartó su pie de golpe al tiempo que mi cuerpo rebotaba una vez más. Sonrió y señaló el suelo frente a ella. “De rodillas”. Miré a Isabel con intensidad al verme frustrada una vez más, pero obedecí rauda y me arrodillé. Isabel se puso de pie, se dio la vuelta y se arrodilló sobre el sofá, dejándome su trasero a la altura de mi cara. Separó sus nalgas y besé su ano, ansiosa.
“Mm”. Isabel gimió al notar mis labios sobre su sonrosado ano. Saqué mi lengua y le di un gran lametón. “Mm…ah”. Mordí rebelde una de las nalgas de Isabel antes de empezar a lamer en círculos su ano. Mi cuerpo estaba tenso, ardiendo. Notaba cálidas gotas de mis propios fluidos deslizándose por mis muslos. “Mm”. Isabel ronroneaba al ritmo de mi lengua. Estiré una mano hasta alcanzar su húmedo sexo y lo acaricié. “Ah”. Froté su clítoris al tiempo que mi lengua empujaba contra su prieto agujero, abriéndome camino. “Ah”. Poco a poco fui introduciendo mi lengua en su interior al tiempo que un par de mis dedos se deslizaban con facilidad en el sexo de Isabel. “Mm….ah”. Estimulaba a Isabel de forma enérgica, descargando mi frustración contra sus centros de placer, tratando de llevarla hasta el orgasmo que ya me había negado dos veces. “Ah…ah”. Isabel respiraba cada vez más rápido, arrastrada por la estimulación simultánea de su sexo y su ano. Intensifiqué la velocidad de mis dedos y la profundidad a la que hundía mi lengua. “Ah…ah…¡ah!”. El cuerpo de Isabel se tensó y su cuerpo se vio de nuevo invadido por olas de placer enviadas por mis dedos y lengua. Noté las convulsiones de su sexo y mi mano quedó empapada por los fluidos que salían de su interior. “Mm”. Suspiró profundamente separando sus nalgas de mi cara y deslizando mis dedos fuera de su cuerpo. Se dejó caer sobre el sofá una vez más, se dio la vuelta sonriendo y se acomodó. Señaló la silla frente a ella sin comentar nada más. Me levanté y me senté con las piernas abiertas. Isabel levantó uno de sus pies y lo apoyó contra mi sexo. Empezó a moverlo, rozando mi clítoris. “Mm”. Jadeé al notar la estimulación. “Continua”. Ordenó Isabel.
El pie de Isabel me estimulaba sin dejar hueco para mis propias manos, por lo que llevé ambas a mis pechos y empecé a recorrerlos en círculos. Notaba mis pezones más duros que nunca. Los pellizqué y retorcí suavemente. Oleadas de placer descendían de mis pechos y se encontraban en mi estómago con las oleadas que ascendían de mi sexo. “Mírame”. Abrí los ojos sintiendo el calor y cosquilleo de mi estómago. Isabel sonreía divertida, viendo como mi cuerpo reaccionaba a los movimientos de su pie sobre mi sexo. “Ah”. Pulsó mi clítoris con su pulgar antes de frotar su empeine contra todo mi sexo. “Ah”. Mi respiración se aceleraba cada vez más, recuperando el calor y excitación perdidos. “Ah”. Apreté más mis pezones y estiré de ellos. Isabel soltó una risita al verme que me hizo sonrojar. “Mm”. Pulsó una vez más mi clítoris con su pulgar y dejó su pie apoyado contra mi sexo, pero sin moverlo. Mi cuerpo reaccionó y empecé a moverme contra su pie, estimulándome a mi misma. Isabel volvió a mover su pie, intensificando el placer de mis propios movimientos. “Mm…ah…ah…”. Jadeaba fuertemente, con mi cuerpo ardiendo y húmedo. “Ah…ah…”. “Mírame”. Volví a abrir los ojos al tiempo que me mordía una vez más el labio ahogando un gemido. Moví mis caderas para acomodarme mejor al pie de Isabel logrando que rozara mi clítoris una vez más. Me moví más y más, apretando, tirando y retorciendo. Me costaba mantener la mirada en Isabel con la mente nublada por el placer que recorría mi cuerpo. Apreté fuerte mis pezones y ajusté mi postura para apretar mi clítoris contra el pie de Isabel. “Ah…ah…”. Isabel apartó el pie justo cuando mi cuerpo empezaba a moverse. “¡Para!”. Abrí los ojos que mi subconsciente había cerrado al sentirme al borde del orgasmo una vez más. “¡Joder Isa!”. El exabrupto salió de mis labios impulsado por el mismo subconsciente frustrado por tercera vez. “¡Deja que me corra!”. Isabel se río y sonrió maliciosa. “No”. Me incorporé en la silla con el cuerpo aún ardiendo y le lancé a Isabel una mirada de reproche que ella devolvió con su sonrisa maliciosa. Solté un suspiro lastimero. “¿Por qué?”. Isabel amplió su sonrisa. “Porque no quiero”. Cruzó sus piernas y me miró con suficiencia, pero sin perder su sonrisa. “Porque soy tu Ama y puedo hacerlo”. Suspiré de nuevo. “¿Entendido Sonia?”. Me encogí derrotada. “Sí Ama”. Isabel estiró sus brazos destensando su cuerpo, radiante ante mi derrota. “Muy bien”. Contorsionó un poco los brazos y se puso de pie. “Necesito una ducha”. Comentó alegremente. Se encaminó hacia su cuarto dejándome en la silla con mi frustrada excitación abandonando poco a poco mi cuerpo. En cuanto llegó a la puerta se detuvo y se giró hacia mí. “Vente”. Dijo alegre. Algo sorprendida me levanté y la seguí. Mientras me acercaba a ella, Isabel se quitó su camiseta negra quedando tan desnuda como yo. En cuanto la alcancé entró en su cuarto y se encaminó hacia la puerta del baño. La seguí. Nada más entrar en el baño se metió en la ducha y me hizo un gesto para que la acompañara dentro.
El agua salió caliente y ayudó a relajar mi sobreexcitado cuerpo. La ducha era amplia y nos permitía estar a las dos dentro, aunque nuestros cuerpos permanecían muy juntos. Isabel me tendió una esponja y derramó un jabón con olor a miel sobre ella, para darse la vuelta a continuación dejándome su espalda a mi alcance. La enjaboné frotando suavemente su espalda con la esponja. Tras hacerlo, Isabel tomó la esponja, me hizo dar la vuelta y me enjabonó a mí. Mi tensión desapareció con el suave masaje. “¿Mejor?”. Me preguntó Isabel mientras me enjabonaba. Asentí sin girarme. “Sí. Perdona”. Isabel soltó una risita y me dio una palmada en el trasero. “Perdonada”. Isabel continuó con su masaje en mi espalda. “No quiero que te corras hoy Sonia. Ni mañana tampoco”. Empezó a decir. “El lunes, cuando estemos en la oficina, quiero que te acerques a mi sitio y me preguntes si puedes hacerlo. ¿Entendido?”. Sentí un escalofrío al oír su orden. “Sí Ama”. Respondí asintiendo. Isabel terminó de enjabonarme la espalda y prendió el agua para aclararme. Una vez el jabón abandonó nuestros cuerpos Isabel se apoyó en la pared de la ducha y me miró de arriba abajo. “Me parece que ya estás lista de nuevo para comerte lo que te pongan delante”. Comentó divertida causándome una pequeña risa. “Jajaja. Claro, para eso estoy, ¿no?”. Isabel asintió divertida. “¿Y qué parte del menú me toca repetir?”. Le pregunté sarcástica. Isabel puso su cara de falsa meditación, como si no supiera ya que sería lo siguiente que iba a comerle. “Mi boca”. Respondió finalmente. Abrí los ojos sorprendida ante su respuesta e Isabel sonrió al ver mi reacción. Me ruboricé una vez más y me acerqué a ella sonriendo. Junté mis labios a los suyos y le di un suave beso antes de empezar a comerle la boca. “Sí Ama”.
Espero que hayáis disfrutado leyendo tanto como yo escribiendo.
¡Saludos a tod@s!