Encuentro con el Vecino
Mi marido se sorprende al ser abordado en el bar de debajo de nuestra casa por un vecino que es testigo de nuestras prácticas exhibicionistas y de la conversación que mantiene con él.
Mi marido no es un hombre que le guste mucho estar en los bares, pero de vez en cuando le gusta bajar al bar que hay debajo de casa y tomarse unas cañas o un café y un chupito después de comer.
Aquella tarde, después de comer y quedarse un poco adormilado viendo la tele, bajó al bar a tomarse un café para despejarse. Yo me había quedado también dormida viendo la tele y no quiso despertarme.
El bar que hay debajo de nuestra casa, es un bar normal con su barra y unas mesas donde algunos clientes, normalmente jubilados, juegan alguna partida de cartas o al dominó. Nada más entrar en el bar, mi marido fue a la barra a pedir un café y un chupito de orujo, en el bar no había apenas gente a esa hora, solo un hombre en la barra y unos cuantos más sentados en una mesa jugando a las cartas. Después de pedir su consumición vio que no había mucha distracción en el bar, la tele estaba puesta sin volumen, y solo parecían pasarlo bien los que estaban jugando a las cartas. En esas estaba cuando se le acerca un señor mayor, no sabía cuántos años tendría pero debía tener más de 70 años, aunque con buen aspecto, alto y recio, pero con una gran barriga cervecera que disimulaba bastante bien. Al momento saluda a mi marido y él se da cuenta que era uno de los que estaba sentado en la partida de cartas, y que otro que había allí mirando había ocupado su sitio. Al fijarse en este señor también se pudo dar cuenta que los que estaban en la partida con él no dejaban de mirarles sin perder atención en ellos dos.
Hola, qué tal, me llamo Fernando y soy vecino suyo, vivo justo aquí enfrente, y llamando al camarero le dice a mi marido, ¿me permite que le invite a otro chupito?
La verdad es que él se sorprendió ante la entrada de este hombre, al que no conocía de nada, no obstante le dijo que sí, que se tomaría otro chupito.
A todo esto, los de la mesa no dejaban de mirarles y hablaban en voz baja entre ellos. Parecía que la partida había perdido todo el interés y ahora la atención estaba puesta en ellos dos.
Mi marido, a su vez, se presenta también, soy Bernardo y le pregunta cómo es que sabía que vivía enfrente de su bloque. Este señor le dijo que le había visto muchas veces por la ventana de su habitación que quedaba justo enfrente de las nuestras. Pero que lo que más le gustaba era ver a su mujer, es decir a mi, ¿me vas a permitir tutearte, verdad? Mi marido le dice que si, naturalmente; y ahí es cuando mi marido se da cuenta de que debe ser uno de los vecinos que nos espían desde su casa, cuando quiere que me ponga a exhibirme en las ventanas.
Sus compañeros de cartas no perdían detalle del encuentro de mi marido y de nuestro vecino, ni de la conversación que estaban manteniendo, por lo que mi marido deduce que nuestro vecino don Fernando les tiene al corriente de nuestros juegos exhibicionistas.
Tu mujer es preciosa, pedazo de hembra que tienes y por lo que parece debe ser bien caliente, le dice a mi marido.
Mi marido se queda un poco cortado, la verdad es que no se esperaba tener esa conversación aquella tarde y le dejó bastante descolocado, aunque también se le abría una nueva posibilidad y muy morbosa de usarme para su satisfacción y la de todos los demás.
Mi marido se termina el chupito y le dice a don Fernando que tiene un poco de prisa, pero que no le importaría continuar esa conversación en otro momento; a lo que él le contesta que no hay problema, le pide al camarero un papel y un bolígrafo, donde escribe su teléfono y se lo da. Toma este es mi teléfono por si quieres llamarme y quedamos a tomar algo y también puedes venir por aquí, que siempre suelo estar con estos “sinvergüenzas” le dice señalando a los de la mesa, los cuales le hacen a mi marido un asentimiento con la cabeza algunos y otros con la mano.
Vale Fernando está bien, le dice mi marido, y diciendo hasta luego y adiós a todos sale del bar, notando como se le clavan sus miradas en la espalda.
Una vez fuera del bar se fue a dar una vuelta, antes de subir a casa. Quería sentir el morbo que le estaba dando todo aquello, y ya tomando control sobre la situación fue que empezó a planear una sesión de exhibicionismo conmigo, ahora sabiendo que me iban a estar viendo y quién era el que me estaba viendo y también, quizá, podría organizar algo más preparado con don Fernando.
Continuará