Encuentro con el Vecino 4

Como he contado en anteriores ocasiones, está dando para mucho el hecho de que mi marido hubiera conocido a un viejo salidorro y bien cerdo en el bar de la esquina del bloque donde vivimos

Me gusta ser una buena esposa, además de ser una perra muy sumisa y muy obediente que disfruta de todas las cosas que me ordena mi marido que haga como una auténtica zorra, lo que a él le encanta y a los demás también, y yo me corro y me mojo toda como una cerda, y así se puede comprender que estoy excitada la mayor parte del tiempo, esté él presente o no.

Hay veces que tiene que darme un par de buenos bofetones para que reaccione, y la verdad es que como buena perra lo agradezco y me gusta, porque además de ser una zorra soy masoquista y me excita mucho ese tipo de cosas, y estoy agradecida que me trate de esa manera.

Y como he contado en anteriores ocasiones, está dando para mucho el hecho de haber conocido, mi marido, a un viejo salidorro y bien cerdo, desde aquel día que se puso a hablar con él en el bar y después de esa primera noche de exhibicionismo que hice expresamente para él, tocándome toda bien abierta de piernas y corriéndome a sabiendas que el viejo mirón me estaba viendo y se estaría pajeando conmigo y yo me corría una y otra vez sin poderlo evitar, creo que estaba tan excitada y me corría más que otras veces porque sabía que el viejo estaba viéndome.

Al día siguiente, mi marido, le llamó por teléfono al vecino viejo mirón, porque tenía curiosidad por saber qué quería hablar con él. Quedaron en verse cerca de su trabajo, en un sitio discreto, y cuando se encontraron empezó a decirle que llevaba algún tiempo observándonos, sobre todo cuando yo me desvestía y los “numeritos” que hacía de vez en cuando, esto se lo dijo de tal manera como dándole a entender que él sabía que nos gustaba que nos vieran y sobre todo que me vieran a mí, así como que le gustaba que me exhibiera. Mi marido le escuchaba con atención, también le dijo que algunos de sus compañeros de partida de cartas también habían asistido a los espectáculos que yo daba algunas noches. Le estuvo contando que casi todas las noches venía algún amigo con una botella y que se la bebían y disfrutaban mucho viendo a la zorra de tu mujer, le dijo a mi marido. También le preguntó a mi marido, qué le parecía que me vieran y que si él quería, y siempre con todo el respeto, podríamos hacer algo más “cercano”, así se lo dijo, señalando con los dedos las comillas en el aire. Mi marido quería que le explicara mejor a qué se refería y le estuvo diciendo que quizá podríamos ir a su casa y que yo me exhibiera mientras él se masturbaba, y que también podría hacerle una paja; si le parecía bien. También añadió que además de él podrían venir algunos de sus compañeros de cartas.

La verdad es que, mi marido, se quedó sorprendido ante la franqueza y sobre todo el descaro con la que el vecino le estaba planteando cosas sobre nuestras prácticas exhibicionistas, y así se lo dijo; a lo que él le dijo que no sabía qué se esperaba, si tu mujer con lo buena que está se exhibe como una zorra sabiendo que la están viendo, porque para eso la exhibes, para que la vean, y además se moja como una cerda, porque la hemos visto correrse como una guarra muchas veces, aunque lo de anoche fue espectacular. Seguro que le dijiste que estuviste hablando conmigo en el bar y que casi con toda seguridad yo os estaría viendo por las ventanas, porque tu mujer se puso como una zorra exquisita, corriéndose como una cerda, una y otra vez, así se lo dijo más o menos con esas mismas palabras. Si, tuvo que reconocer mi marido. Y bueno, le dijo mi marido, lo que me propones podría estar bien, pero déjame que vaya preparando el terreno con mi mujer y también quiero ver cómo podríamos hacerlo.

El vecino le dice que, vale, que está bien, la verdad es que no tengo ninguna prisa, además los espectáculos que dais casi todas las noches son alucinantes y me la pelo como un mono, quiero que lo sepas y también quiero que lo sepa la zorrita de tu mujer, ¿se lo vas a decir? Le pregunta. Si, se lo diré; le responde mi marido. Dile también que esta noche voy a estar observando y que quiero que se asome a la terraza porque le voy a enseñar la polla. Está bien le dice mi esposo; que estaba completamente sorprendido pero a la vez se estaba poniendo todo burro imaginando y viendo todas las posibilidades que se abrían con este vecino mirón para disfrutar de mí, y que me vieran como a él tanto le gustaba que me vieran. Mi marido le estuvo preguntando ¿a qué hora vas a estar para que mi mujer se asome al balcón?, a lo que él le dijo que le haría una llamada perdida. También le dijo, antes de despedirse aquel día, que si bien no tenía prisa, le gustaría tener una respuesta por su parte lo antes posible y también le invitaba a bajar al bar para tomar algo con él y también para que fuera conociendo a sus compañeros de partida. Se despidieron y mi marido pasó el resto del día todo cachondo, después de hablar con el vecino mirón, tenía tanto morbo como él mismo, preparando la situación que yo tenía que interpretar para él y para su disfrute y además diciéndoselo a mi marido abiertamente. El vecino viejo mirón había sabido cómo empatizar con él de la mejor manera posible, disfrutando de su perra.

Cuando llegó a casa por la tarde, yo estaba tranquilamente viendo la tele un poco aburrida, mi marido ya venía empalmado, me dio un beso apasionado y sin mediar palabra, me metió mano entre las piernas, y yo me abrí como una flor y tras mover sus dedos unos instantes tocándome el chocho, enseguida empiezo a mojarme, me sigue besando y me saca las tetas para chupármelas, morderlas y sobarlas, yo abría las piernas agarrándole la polla que ya estaba a reventar. Chúpamela, me dice. A la orden me bajo al pilón engullendo su enorme polla hasta la garganta, mi marido ya no podía más y empieza a moverse como si me estuviera follando, pero por la boca, y en unas cuantas embestidas se derrama por completo en mi garganta, y yo tragándomelo todo como la buena perra que soy. Se descargó bien a gusto. La verdad es que parecía necesitarlo. Luego me dijo que le hiciera algo para cenar y cuando nos pusimos a la mesa a cenar, me empieza a hablar del encuentro que había tenido con el vecino viejo mirón, a lo que yo puse toda mi atención, y se puso a decirme todo lo que habían hablado, que he contado hasta este momento. Después me dijo que esa misma noche tendría que salir a la terraza porque el viejo mirón salidorro quería enseñarme la polla. Al principio me sentí ruborizada, aunque a la vez por alguna extraña razón me estaba poniendo cachonda otra vez. Mi marido se levantó para ir a sentarse en el sofá y dejar que yo recogiera la mesa. Después de un rato me parecía que podía tardar un poco más de la cuenta en la cocina, así que sigilosamente para que no me oyera, ¡me puse a tocarme! No le dije nada, volví al sofá y cuando me senté a su lado me dice que me pusiera el camisón, sin nada debajo, por supuesto. Obedecí inmediatamente, me levanté y fui a la habitación a cambiarme de ropa y prepararme para salir a la terraza a que me enseñara la polla el viejo vecino mirón.

Ya era bastante tarde, mi marido estaba un poco decepcionado, y yo también la verdad, no podía creer que le viejo vecino mirón nos hubiera dado plantón, mi marido me dice entonces, vamos a esperar diez minutos más y si no aparece nos vamos a dormir, eran casi la una de la madrugada. En esas estábamos cuando mi marido recibe la esperada llamada perdida. Muy bien, me dice mi marido, ahí está. Yo me puse, la verdad, toda nerviosa, qué hago, le decía. Nada cariño, solo tienes que asomarte a la terraza y mirar a la ventana del vecino, ya sabes cuál es, verdad? Si le digo. Pues venga sal ya, me dice. Yo estaba bien nerviosa, no sé si es que estaba medio dormida o qué, pero poco a poco me fui calmando. Así que salgo a la terraza y me apoyo en la barandilla, mirando a la ventana del viejo vecino mirón, y allí estaba con la polla en la mano y mostrándomela para que se la viera de todas las maneras posibles. Mi marido estaba viéndolo todo sin ser visto, viendo como el viejo vecino mirón me miraba y me enseñaba todo el rabo recreándose sin prisas y que yo le viera todo bien, la verdad es que me estaba poniendo cachonda, estaba viviendo aquella situación con mi marido viendo escondido toda la escena y el viejo mirón mostrándome como se estimulaba y se pajeaba conmigo que me entraron una ganas enormes de tocarme, mi marido debió de darse cuenta que quería tocarme, porque hice ademán de hacerlo, pero me dijo que no me tocara, que solo tenía que mirar y nada más, cosa que hice. Y así estuvo un buen rato el viejo vecino mirón hasta que terminó corriéndose como un cerdo sin dejar de mirarme con esa mirada lasciva que me había puesto toda cachonda. El viejo deshizo el “tenderete” que había montado para que yo le viera y apagó la luz. Acto seguido me dijo mi marido que entrara que ya se había terminado, y yo solo acerté a decir, ¿ya está? Si, ya está. Ven vamos a la cama que te voy a romper el culo zorra, me dice mi marido, a lo que yo salí toda contenta hacia la habitación moviendo el culo de perra salida con ganas. Y así termino aquella noche, pero como se puede imaginar todavía hay muchas más cosas que hemos hecho con el viejo vecino mirón, que iré contando en más ocasiones.

Continuará...