Encuentro con el Vecino 3

El encuentro que mi marido tuvo con un vecino en el bar, resultó ser uno de los mirones que nos espiaba, más bien me espiaba a mí y se pajeaba, y se sigue pajeando a gusto, conmigo.

La primera noche, después de haber tenido ese encuentro con el vecino, mi marido me dijo que me quería muy salida porque quería verme exhibiéndome para los vecinos. Él aun no me había comentado nada del encuentro que había tenido en el bar con este viejo verde, vicioso y salido, porque sabía que yo me iba a excitar mucho en cuanto me lo dijera. Aunque mi marido seguía dándole vueltas ya que tenía muchas ganas de decírmelo y que yo lo supiera, y lo noté enseguida, porque se puso muy cariñoso conmigo, también me animó a que le hiciera una mamada de campeonato, y mientras me comía todo su rabo, estuvo a punto de hablarme sobre el encuentro que había tenido con el cerdo del vecino, pero se aguanto porque quería seguir disfrutando tranquilamente del morbo que le producía haber conocido al mirón y ver lo cerdo que era, y no dejaba de darle vueltas de cómo me iba a preparar a mí para que me viera y me disfrutara a gusto. Incluso estuvo pensando en la posibilidad de bajar al bar conmigo y que me vieran todos los viejos, sin decirme nada a mí. Pero bueno, la verdad es que prefería esperar un poco antes de llegar a eso, ya habría tiempo para eso. Así que después de correrse en mi boca y dejarle la polla reluciente y ya descargado de su calentura, estuvimos un rato viendo la tele, pero mi marido no se relajaba, cada vez estaba más cachondo, así que me dijo que me pusiera algo que íbamos a dar una vuelta por el barrio. Y así caminando podría contarme el encuentro que había tenido en el bar de la esquina con el viejo cerdo mirón.

Hacía calor así que me puse un vestido de verano muy ligero, un poco ancho de vuelo a media pierna, de tirantes y unas sandalias de cuña, el vestido se me clareaba al trasluz y por supuesto iba sin bragas. Estuvimos paseando tranquilamente y tomando unas copas en una terraza, a mí me gusta el baileys, me pone bien cachonda, después dimos otro paseo y ahí empezó a hablarme del encuentro que había tenido con el vecino mirón. Según me lo iba contando podía sentir como se ponía un poco incómodo, pero se estaba poniendo cada vez más cachondo, me decía que en la noche iba a exhibirme para el viejo mirón y quería que fuera muy cerda, quería ver cómo me abría de piernas y le enseñaba todo el coño y también quería ver cómo me masturbaba para el viejo. Yo no decía nada, solo escuchaba y asentía con la cabeza por lo que terminó preguntándome si yo estaba entendiendo bien lo que me estaba diciendo. A lo cual le digo que sí. Lo entiendo bien. Muy bien así me gusta y espero que te comportes como una buena zorra. Ven vamos a tomar otra copa, que quiero que enseñes un poco el chocho en una terraza, continúa diciéndome. Cerca de dónde estábamos hay una terraza que da a un parque y a veces hay gente que se sienta enfrente en los bancos. Aquella tarde no había nadie, pero no le importaba, yo tenía que estar allí sentada con las piernas un tanto abiertas, lo suficiente para que se me viera toda la raja. Estuvimos allí un buen rato hasta terminar las bebidas y después nos fuimos para casa, yo ya estaba bien animada después del par de copas y dispuesta a mostrarme como le gusta a mi marido que me muestre.

Al llegar a casa, me dijo de comer algo ligero con una copa de vino y después que me preparara para exhibirme delante del viejo mirón. Pero primero me estuvo tanteando, metiéndome mano y yo cada vez me estaba poniendo más caliente y y empezaba a estar toda mojada, yo me dejaba hacer cualquier cosa y no dejaba de gemir como una perra en celo. Yo solo quería que me follara, pero agarrándome del pelo me hizo saber que para eso tendría que esperar. Primero lo primero.  Así que me dio un par de azotes y me mandó a arreglarme para la exhibición que tenía que hacer delante del viejo mirón, obedeciendo me fui a vestirme o desvestirme, mi marido no se dio cuenta o no quiso preguntarme qué me iba a poner, quizá prefería que le sorprendiera, me dio un poco igual y mientras me fui a cambiarme le dejé viendo el teléfono, y casi podía imaginar que estuviera mirando el número de teléfono que le había dado el vecino, sin saber si llamarle para avisarle que en unos minutos yo iba a estar exhibiéndome delante de la ventana, y nunca me dijo si lo había hecho o lo había dejado para otro momento. Después estuvo mirando por las ventanas por si le veía, pero todo estaba muy tranquilo, y aunque se estaba empezando a hacer de noche todavía había un poco de claridad aunque dentro de la casa había que encender las luces porque ya no se veía muy bien. Aunque seguro que el viejo mirón estaba ahí observando desde las sombras.

En esas se estuvo entreteniendo mi marido mientras esperaba a que yo saliera preparada a mostrarme como una verdadera perra en celo, aunque parecía impaciente, cuando me presenté en el salón, y me hizo sonrojarme cuando nada más verme me dice que estaba para follarme ahí mismo. Me había puesto un vestido negro ajustado, que me queda a medio muslo, aunque según voy andando se me va subiendo de lo ajustado que es, cuando me siento con ese vestido se me sube prácticamente hasta la cintura, y tengo que estar bajándomelo constantemente porque es un espectáculo verme cuando me hace ponérmelo y esa noche, para no defraudarle a mi marido, había elegido ese vestido para exhibirme delante de nuestro vecino mirón, que él había conocido esa misma tarde personalmente y el buen señor parecía ser todo un cerdo guarro salido en su trato con las mujeres. Así que todo iba bien. Yo estaba poniendo todo de mi parte, solo faltaba que el viejo mirón estuviera escondido para verme. También me había puesto unas sandalias muy finas con tacón alto, a juego con el vestido, y debajo llevaba unas braguitas de encaje color blanco que resaltaban con el bronceado de mi cuerpo. Iba sin sujetador. Por supuesto, me había maquillado como si fuéramos a cenar al mejor restaurante y también me había arreglado el pelo. No paraba de repetirme que estaba preciosa; y no pudo resistirse y meterme mano, tenía la polla a reventar, pero antes de descargarse quería ver cómo resultaba con el vecino. Ya tendría tiempo de follárme y reventarme a pollazos más tarde.

Después de sobarme bien y de “pasarme revista”, como le gusta decir, me pregunta si sabía lo que tenía que hacer. Por supuesto le dije que sí. La habitación tiene la iluminación apropiada para que se nos vea bien sin ser descarado, con luces indirectas que mi marido ya tiene preparadas para estas cosas. Mi marido me da unas últimas instrucciones, que yo con obediencia acato como buena perra sumisa. Mi marido se mantenía al margen, escondido en la habitación de tal manera que el vecino no le viera, solo quería que me viera a mí; me dijo que tenía que entrar en la habitación, encender la luz, y mostrarme, primero quería que me exhibiera con mi vestido de putón, quería que me insinuara al vecino, después tendría que quitarme el vestido despacio, poniendo suspense al hacerlo, hasta terminar con el vestidito de zorra en el suelo, luego tendría que enseñarle las bragas al viejo, quería que me las viera bien y una vez más que me insinuara y me moviera como una zorra solo con las bragas y los zapatos de tacón puestos, y después de un rato quitarme las bragas invitando al viejo a despertar su lujuria, luego tenía que tumbarme en la cama de tal manera que el vecino me viera la raja completamente, y bien abierta de piernas, tenía que masturbarme, tenía que hacerme una paja hasta que terminara corriéndome como una cerda, cosa que como buena perra sumisa que soy hice de una manera impresionante; me tocaba, gemía, me convulsionaba, me estaba corriendo como una cerda y no me importaba que el vecino viejo de enfrente me estuviera viendo o quizá por eso estaba tan cachonda, me tocaba las tetas y me metía los dedos en el coño mojado, lo tenía como un bebedero de patos y me lo había provocado yo solita, estuve como medía hora o más tocándome, mi marido me dejó hacer, quería ver hasta dónde llegaría y la verdad es que se quedó sorprendido, cada día quiero sorprenderle más, haciendo lo que más le gusta: comportándome como una zorra, sin saber hasta donde puedo llegar a serlo. Una vez que dejé de tocarme, me quedé quieta despatarrada encima de la cama ofreciendo la visión de mi chocho empapado y de todo mi cuerpo desnudo al vecino cerdo y viejo; en ese momento mi marido se acerca a mí, todo empalmado, me dice que me pusiera de rodillas y masturbándose delante de mí, se corrió en mi cara y en mis tetas hasta quedarse seco. Después me dio unos azotes mientras me obligaba a ir a cuatro patas como una perra por la habitación dando un par de vueltas, y después apagó la luz. Ahí terminamos esa primera exhibición, sabiendo mi marido para quién me estaba exhibiendo. Yo sabía que después de esa noche, el viejo vecino mirón estaría cada vez más presente en nuestros juegos, que mi marido le llamaría por teléfono para que le contara lo que había visto y que ellos dos harían  muchas más propuestas.

Continuará