Encuentro con el oriente

Un joven de vacaciones en la playa, conoce a dos turistas japoneses muy especiales.

PLACERES DE ORIENTE

Yo tenía 19 años y había ido a pasar la Semana Santa a la playa. El mar, el sol, la arena, ejercen sobre mí un influjo especial y me encanta disfrutar de la sensualidad que mi cuerpo siente al dejarse llevar por esas vivencias.

Recuerdo que era el Jueves Santo de 2003, y estaba acostado sobre mi toalla, a la orilla del mar, tomando un poco de sol, luego de haberme aplicado el consabido bronceador. Entonces, vi a dos chicos que jugaban en el agua. Tenían rasgos orientales y, por la familiaridad que se tenían, la forma como se tocaban y el cariño con que se hablaban, pude darme cuenta de que eran gay.

El más bajo, tendría unos 25 años, era más moreno que su compañero y, aunque delgado, los músculos se le marcaban perfectamente bajo la piel.  El otro chico, tendría unos 20 años, era un poco más alto y el color de su piel era más clara. Era delgado y, además de ser muy guapo tenía un cuerpo menudo y muy atrayente.

Me atraía verlos toqueteándose y jugando con las olas. Aquel espectáculo, poco a poco me fue excitando. Así, que decidí acercarme y entablar conversación.

Al estar cerca, los escuché hablar en un idioma desconocido para mí. Los saludé con un ademán de la mano y le hablé, temiendo que no me entendieran. El más alto se quedó mirándome con extrañeza, mientras el otro se acercó y respondió a mi saludo, en mal español. Por lo que dijo, pude entender que eran turistas japoneses.

Estuvimos charlando, hasta donde lo permitía la barrera del idioma, ya que yo no sabía ni jota de japonés y mi inglés era muy limitado. Él, hablaba fluidamente el inglés y chapurreaba el español. Su amigo no sabía español.

En español y un poco de mal inglés, ayudado por señas, les indiqué que caminando al oeste, por la playa, había un sitio muy atractivo, que siempre estaba casi desierto y donde podríamos estar más a gusto, sin toda esa gente que deambulaba por la playa, de un sitio para otro. Hablaron entre ellos y aceptaron ir.

Caminamos hasta el sitio indicado y, efectivamente, sólo habían unas tres personas, además de nosotros. Nos sentamos en la arena y hablamos otro poco. Así pude saber que el alto se llamaba Minoru y el otro Hideki. Mientras charlábamos, Minoru no paraba de mirarme y sonreírme. Casi me daba la impresión de que estaba intentando seducirme. Si no hubiera estado su pareja delante me hubiera lanzado directamente al ataque.

Tras unos momentos, Minoru se levantó y, corriendo se metió al agua. Unos instantes después, Hideki y yo lo seguimos.

Minoru comenzó a echarle agua a su compañero y él, riendo, le correspondió de igual forma. Minoru me miró y, deseando involucrarme en el juego, me echó agua en la cara. Yo, reaccioné rápidamente y, no queriendo quedarme atrás, comencé a mojarlos a ambos. Continuamos riendo y jugando y pude ver que, cada vez que podían, se rozaban el uno a otro y, por qué no decirlo, se metían mano, al grado que sus penes templaban la tela de sus trajes de baño.

Aquello volvió a excitarme y decidí participar también en ese juego. Pensando en acrecentar el juego, me despojé rápidamente del bañador y me metí al agua, riendo y saltando. Ellos me imitaron. Minoru saltó y pareció caerse. Yo traté de sujetarlo para evitar su caída pero, con toda intención, le toqué el pene. Él me miró sorprendido y dejó de reír. Hideki se acercó y, sin tapujos, agarró mi verga, ya erecta, con una mano.

Sin dudarlo, le sujeté la verga con mi mano. Me miró y, acercándose, besó suavemente mis labios.

Con su mal español, Hideki me explicó que les gustaba formar tríos y que les gustaría mucho hacer intervenir a un chico latino, como yo, especialmente porque el tamaño de mi miembro era superior al de ellos. Mientras él explicaba esto, Minoru no cesaba de mirar hacia mi entrepierna.

Me invitaron a unirme a ellos para una relación homosexual, por lo que los acompañé a su hotel. Yo me moría de ganas de coger con ellos, por lo que acepté sin dilación a participar en la fiesta. Desde unos tres años atrás, venía teniendo relaciones homosexuales, y me encantaba tener nuevas parejas. No podía desperdiciar esa oportunidad de oro de mantener una relación sexual tan exótica.

Me llevaron a su hotel y nada más cerrar la puerta de la habitación, Minoru me abrazó y nos fundimos en un sensual beso de lengua. Mis manos se pasearon sobre su trasero, primero por encima del traje de baño, luego por debajo y, finalmente, mis dedos empezaron a urgar el orificio de su culito. Sus nalgas eran macizas y su piel, a la vez, extraordinariamente suave.

Mis dedos se fueron deslizando por la abertura de su culo alcanzando primeramente el botón saliente del ano e inmediatamente sentí su pene duro aplastado contra mi entrepierna. Lo tenía completamente empalado y muy caliente. Hideki se acercó a mi, por detrás, me abrazó y restregaba viciosamente su pene erecto contra mi trasero. Simultáneamente mis labios se fundían con los de Minoru, y nuestras lenguas estaban trenzadas en un duelo feroz.

En un momento de receso para respirar, aprovechamos para desnudarnos completamente. Hideki carecía casi completemente de vello, a excepción de la zona púbica. Tenía el pene tieso y medía unos 15 cm de largo.

Minoru se puso de rodillas. Me agarró la verga con la mano y depositó un beso sobre la punta del glande, dándole un toque electrizante, con la lengua. Se levantó y Hideki pasó a ocupar su lugar. Asió mi nabo con firmeza y me lo comenzó a mamar. Con los labios me besó la punta y su lengua empezó a recorrer concienzudamente mi glande. Su mano derecha se posó debajo de mis huevos acariciándomelos con suavidad. Estaba disfrutando como un loco. Cerré los ojos y me dejé hacer. Era la mejor mamada que me habían hecho jamás. A la vez que me chupaba la verga, fue deslizando su mano derecha hacia mi trasero, alcanzando mi ano que comenzó a masajear con el dedo. Me penetró con la primera falange y luego, poco a poco, acabó clavándome el dedo completo en el culo.

Minoru, mientras tanto, se masturbaba frente a mí, obsequiándome con la sensual vista de su pene, tremendamente excitado, que medía unos 13 ó 14 centímetros. Su cuerpo era extraordinariamente apetecible, con tetillas diminutas y culo respingón. Casi no tenía vello púbico.

Ya no aguanté más y comencé a correrme. Solté toda mi carga de semen en la boca de Hideki, mientras que él seguía mamando con avaricia. Cuando mi pene comenzó a aflojarse, se retiró y se fue hacia Minoru, que fue a tumbarse boca abajo en la cama, con las piernas abiertas, mostrándonos sus más secretos encantos e invitándolo a que lo penetrara.

Hideki se subió encima de sus nalgas, le clavó la verga en el culo con aparente facilidad y comenzó a cogerlo, con un movimiento rítmico y profundo. Simultáneamente aproximó sus labios a los de Minoru por detrás y empezó a traspasarle lentamente mi semen, que seguía guardando en su boca. Mientras que el joven alto se iba tragando el licor que yo acabada de depositar en la boca de su pareja, me miraba de forma cómplice, mostrándome como disfrutaba saboreando mi líquido seminal.

Ante la vista de esta escena, mi verga fue volviendo a su tamaño de guerra, preparándose para la próxima batalla. En ese momento, Hideki comenzó a gemir y disminuyó la frecuencia de sus embates, aumentándolos en intensidad, síntoma de que se estaba corriendo dentro del recto de su pareja. Finalmente se derrumbó sobre él agotado por la intensidad del coito.

Minoru aún no se había corrido, así que se escabulló por debajo de su compañero y me pidió que rematara la faena. Me acerqué a él con la idea de tomarlo por detrás, al estilo perro, pero me detuvo. Me hizo tumbarme boca arriba en la cama y él se subió encima, presto para un 69, colocándome su verga en la boca. Con lo caliente que estaba no lo pensé dos veces y comencé a comerle el pene. Mi lengua recorría ansiosamente su glande y tragaba profundamente su instrumento, mientras con mi dedo jugaba con su ano, el cual insistía en penetrar.

Mientras, él se tragaba mi rabo y sus hábiles dedos me exploraban los testículos y el ano. En ese momento, Hideki le acercó una especie de crema y Minoru se untó las manos. Seguidamente comenzó a meterme los dedos en el culo, entrando con facilidad, a causa del aceite lubricante que se había untado.

Entonces se levantó, se tumbó en la cama, abrió sus piernas, elevó las rodillas y me pidió que lo cogiera. Me subí encima. Coloqué mi verga en la entrada de su culo y lo penetré. Era fantástico. Su ano estrecho se adaptaba perfectamente a mi rabo, proporcionándome una sensación de contacto total. Yo tenía miedo de hacerle daño con lo cual procuraba ir despacio. Entonces él puso sus manos sobre mi culo, halándome y marcando el ritmo y la intensidad de la cogida.

En un determinado momento, con sus manos sobre mis glúteos comenzó a abrírmelos, dejando al descubierto mi entrada posterior. Hideki, que ya se había repuesto de su anterior faena, colocó su lubricado instrumento sobre mi ano. Su verga comenzó la penetración y, en segundos, lo noté todo dentro de mí. Dado que soy versatil, me dispuse a gozar del asunto.

La sensación era absolutamente bestial. Jamás había sentido un placer tan intenso. Mi rabo deslizándose apretadamente en las entrañas de Minoru y el rabo de su novio clavado en mi trasero.

Comenzamos a acompasar nuestros movimientos. Cuando yo penetraba a Minoru, Hideki se salía de mi culo. Cuando yo me retiraba el acentuaba la penetración. Este juego duró unos minutos, que yo recuerdo como los más placenteros de mi vida.

Minoru, que ya llevaba su segunda verga dentro en esa noche, se empezó correr entre escandalosos gemidos. Su recto se contraía aumentando mi placer hasta que llegó a provocarme el orgasmo, que nos alcanzó casi simultáneamente.

Me relajé sobre su cuerpo satisfecho y esperé pacientemente que su novio terminara de sodomizarme. Pero la excitación no paraba en mí. Al contrario, aumentaba. Poco a poco fui sintiendo algo en mi interior, como el vapor de una caldera, que aumentaba presión, alistándose para estallar. Al fin le llegó el orgasmo a Hideki y sentí con total nitidez como la leche escupida por su rabo se esparcía por las paredes de mi intestino. Fue una sensación tremenda, ya que aquello me provocó un enorme orgasmo anal, el mayor de mi vida.

Quedamos derrumbados, uno encima del otro. Poco a poco Hideki me sacó su pene del culo y yo saqué el mío del ano de Minoru. Nos quedamos un rato tumbados sobre la cama saboreando los placeres que acabábamos de disfrutar y reposando para recuperar fuerzas y volver a empezar.

Esa Semana Santa fue fabulosa. Lástima que terminó.

Autor: Amadeo amadeo727@hotmail.com